miércoles, 31 de agosto de 2022

“…CUANDO HUYE SATANÁS” C.S.LOVETT -3-

“…CUANDO HUYE SATANÁS”

C.S.LOVETT

Covina, California.

1969

La rabia de Satanás aumenta a medida que se aproxima su fin. Su furia alcanzará el clímax cuando sea expulsado del mundo espiritual (Apoc. 12). Tendrá que ocupar un cuerpo físico y des­aparecerá la influencia invisible que tiene hoy, cuando puede alcanzar

encubiertamente las mentes de los hombres. Se posesionará del cuerpo del estadista mundial que haya escogido, para ofrecerse a la humanidad como el Dios verdadero. Ocupará la cátedra del Templo, posando como el Altísimo mismo (2a. Tes. 2: 4), algo que ambiciona desde el principio. Su imperio durará poco tiempo y terminará con la aparición personal del Señor Jesucristo....

"A quien el Señor matará con el espíritu de su boca, destruirá con el resplandor de su venida" (2a. Tes. 2: 8).

6. LAS LIMITACIONES DE SATANÁS

. a. Puede asegurarse que Satanás no lo sabe todo, desde que cometió el costoso error de crucificar al Señor Jesucristo. Pablo menciona una sabiduría oculta, "la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria" (la. Cor. 2: 8). Ciertamente Satanás ignora "el día y la hora" de la revelación final, cosa que "ni aun al Hijo" fue permitido conocer.

b.   La mayoría de los autores concuerdan en que Satanás no es omnipresente y todos opinan que tiene acceso directo o indirecto a los seres humanos. Tal parece que nadie está fuera de su alcance y que, aunque no puede atacar directamente los cuerpos humanos, es capaz de manejar las circunstancias que los rodean. (En esto debe estar también muy limitado puesto que a cada momento podría usar las auto-pistas para deshacerse de muchos de nosotros.) Sus ataques al cuerpo humano parecen circunscribirse al poder de su­gestión mental y sus resultantes desórdenes sicosomáticos. Cuando alguien se lo permite, es capaz de posesionarse de esa persona en cuerpo y mente.

c.   Por lo tanto, Satanás no es omnipotente. Si pudiera arrancar vidas a su antojo, ya estaríamos todos muertos. Le sobran razones para querer acabar de golpe con los cristianos que son "la sal de la tierra." Lo haría si pudiera. Tiene poder sobre los elementos natu­rales, como la tempestad en el Mar de Galilea que Jesús reprendió. Todo el universo lleva la marca destructora. Hasta los insectos, las semillas, las bestias feroces y las inundaciones parecen estar bajo control satánico. Dios jamás podría ser el autor de la sanguinaria lucha por "la supervivencia del más fuerte," en que se agita el mundo.

d.   El único contacto que tiene Satanás con el creyente es por medio de la naturaleza carnal,- no tiene acceso a la naturaleza nueva que se recibe con la salvación. El cristiano siempre está libre para escoger entre sus dos naturalezas. Por tanto, Satanás no puede tocar la voluntad del creyente. En consecuencia, su control que pueda tener sobre el cristiano parte del permiso, de la sumisión personal que se le entregue. Su influencia tiene como límite las presiones intelectuales y emocionales que pueda ejercer mediante la naturaleza carnal. Le suplico que tenga esto muy presente mientras lee este libro.

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Repito que, si podemos aceptar total o mayoritaria­mente esta síntesis sobre Satanás, entonces tendremos una base común para analizar sus ataques al pueblo de Dios. Estudios como esos me parecen fascinantes, pero lo que he seleccionado del DEPOSITO DE INFORMA­CION nos proporcionarán el punto de partida para nues­tro estudio aquí.

LA REVELACION COMO INSTRUMENTO VALIDO

Como el pensamiento humano tiene sus límites, de­bemos evitar la necedad común de anegarnos en especu­laciones. Nunca estorban las pruebas aportadas por una imaginación iluminada. Pero el escepticismo constituye el mayor obstáculo para mantener una discusión a fondo sobre Satanás.

No es difícil entender a qué se debe el vacío que actualmente se hace al tema de Satanás, si se toma en cuenta que tanto él como sus legiones operan en el plano de lo invisible. Así tiene que ser, pues se trata de algo sobrenatural. Y esta es otra palabra prohibida por la superstición materialista de la época. No es de "catego­ría" citar una esfera de acción donde la deducción y el método científico carecen de influencia. La revelación divina no tiene aceptación general como instrumento respetable.

Sin embargo, es evidente que la inspiración es instru­mento Escritural:

"Como está escrito: cosas que ojo no vio, ni oído oyó

no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido" (la. Cor. 2: 9-12).

Uno de los instrumentos básicos con que contamos es la revelación mediante el Espíritu Santo. ¿No aprendemos cuando El ilumina nuestra experiencia personal con la Palabra de Dios? No debe haber cristiano que desconfíe de la misión docente del Espíritu Santo porque EL es también nuestra garantía contra el error (la. Juan 4: 1 y la. Juan 2: 27). Si yo escribo guiado por el Espíritu de Dios, entonces debe usted probar lo que lee a la luz del mismo Espíritu. Si mi flaqueza carnal me lleva a errar, usted, por su parte, puede determinar qué de lo que digo lleva el testimonio divino al corazón de usted. Vivimos tiempos en que surgen por todos lados espíritus falsarios y compete al pueblo de Dios ejercitarse en el discernimiento espiritual. Lo que usted lea aquí deberá confrontarlo con la Palabra y el Espíritu de Dios. Si lo que digo le ayuda a acercarse más al Señor Jesu­cristo y a exaltarlo con la vida entera, entonces podrá usted aceptarlo. Pero deberá descartarlo si encuentra que en alguna forma estorba a su comunión o desvirtúa su vida de victoria.

De ninguna manera desconfíe de la dirección del Espíritu Santo en cosas como estas. Para quienes ver es creer, aun la fe en Dios carece de respetabilidad. ¡Ima­gine cómo reaccionaría una persona así a la idea de un diablo personal! No podemos dejarnos influir por alguien que proceda de esa manera. La Palabra de Dios es bien clara en esto y si somos los primeros en tomarla seria­mente, entonces los burladores quedarán rezagados.

EL PESO DE LA PALABRA

No es sabio atesorar la Palabra de Dios y al mismo tiempo ser indiferente a la revelación masiva, que, en ella y fuera de ella, existe sobre el diablo. Hay un rico venero de material bíblico que descorre el velo sobre Satanás, los demonios y lo sobrenatural. Es enorme el número de pasajes que tocan este tema y su exposición combinada nos dan un retrato de cuerpo entero de nues­tro enemigo.

La Biblia no sólo destaca nítidamente la PERSONA de Satanás, sino que sus procedimientos se ponen de re­lieve tanto como los del Espíritu Santo. Si lo que dice la Palabra de Dios sobre Su Espíritu, en ninguna manera forza la razón de los creyentes, creer lo que dice sobre Satanás no tiene por qué parecerles menos creíble. Para distinguir al diablo se necesita la misma fe que para discernir al Espíritu Santo, en la Biblia. El ministerio de santidad no es más difícil de imaginar que el ministerio

de maldad. A eso, agregue lo que dice Pablo sobre la existencia de un estado de guerra

"Porque no estamos luchando contra gente de carne y hueso (VP), sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Ef. 6: 12).

¡Fíjese en eso! ¿Quién puede desconocer que esta­mos en guerra? No se necesita ser teólogo para ver aquí el majestuoso despliegue de príncipes malignos. ¿No es ese un cuerpo de ejércitos invisibles, alineados en orden de batalla frente al pueblo de Dios? ¿Cómo es posible tomar esto a la ligera? El cristiano que no pesa estas implicaciones obra sin sabiduría. Pasar por alto que el JEFE de estos ejércitos malignos es su enemigo personál, sería ceguera de la peor: no accidental sino deliberada.

• ¿Necesita usted que alguien le enseñe que esta es una guerra espiritual? Cuando el pasaje habla de "regiones celestiales," descarta toda posibilidad de lucha cuerpo a cuerpo. El campo de batalla está en el espíritu, más allá del plano carnal. Pero eso no quiere decir que sea un ambiente vago o irreal. Quien estudia seriamente la Bi­blia, conoce que imparte mucha luz sobre las actividades en el plano espiritual.

Por ejemplo, cuando se aprende cómo opera el Espíritu Santo, también se aprende mucho sobre la actividad satánica. Satanás es un falsi­ficador "de primera," capaz de copiar las técnicas del Es­píritu de Dios, si es que no se vale precisamente de ellas para sus fines. La medida en que el lector se compenetre de los procedimientos que usa el Espíritu Santo, será tam­bién la medida en que entienda los métodos del espíritu no-santo. ¿Podrá ser de otra manera ?

Ambas personas son seres espirituales. Ambas operan en el espíritu.

Ambas tratan directamente con el hombre. Ambas quieren lo mismo del hombre.

A medida que nuestro argumento se desenvuelva, el peso mismo de la Escritura demostrará que esto es así.

 

martes, 30 de agosto de 2022

DIOS SÍ NOS ESCUCHA -Historia conmovedora

 Díos sí nos oye
Una viuda joven y solitaria 



descubre cómo Dios ayuda a  sobrevivir y a rehacerse 
 a  los desventurados que han perdido toda esperanza
Por Pamela Hennell


A MENUDO oímos decir a personas afligidas y desilusionadas: "Oré, pero mis ruegos nunca fueron atendidos". Yo también me expresé así cuándo una profunda pena trastornó mi vida, y me alejé de Dios. Sin embargo, largos meses después mi desilusión terminó de una manera extraña y maravillosa.
En los días felices y activos de mi matrimonio, pocas veces pensé en rezar. Durante los diez años que pasamos juntos, mi esposo y yo vivimos absorbidos por un amor despreocupado y alegre; nuestra única pena era no tener hijos. De pronto mi marido enfermó de cáncer del pulmón. En mi desesperación me dediqué a orar, esforzándome por recuperar lo perdido, pero la oración, por tanto tiempo relegada al olvido, me parecía vacía. Después de varios meses, largos y angustiosos, Godofredo murió. Entonces mi plegaria constante fue: "¡Ayúdame, Dios mío, a soportar esta soledad y desesperación!"
De nuevo me pareció que sólo el eco devvolvia mis oraciones y, sin atender el bondadoso consejo de nuestro párroco, en mi amargura y desolación traté de marchar sola, pero a cada paso me hundía más profundamente en el egoísmo del dolor reprimido.
A lo largo de mi senda solitaria me encontré con otras personas que también padecían. Aquéllos cuya fe era fuerte recobraron el valor y la esperanza. Pero otros, como yo, seguíamos extraviados, vacilantes. Conocí a un hombre que había perdido su único hijo, a una viuda mucho mayor que yo, a una jovencita cuyos padres perecieron en un incendio. Todos comentábamos que.habíamos pedido ayuda a Dios paró Soportar la separación, sin que nada ocurriera. "¿Por qué escucha Él otras oraciones, pero nunca las nuestras?" nos preguntábamos.
No me di cuenta de cuán grande era mi error hasta una noche helada de diciembre, 16 meses después de la muerte de mi marido. Me encontraba entonces en Londres, adonde había ido a buscar trabajo para escapar de obsesionantes recuerdos. En un principio, la busca de un empleo me tuvo tan ocupada que no me quedó mucho tiempo para pensar en el pasado; pero, dos semanas después de mi llegada, el hecho de haberme encontrado por casualidad con una persona que había mantenido relaciones comerciales con Godofredo renovó todo el antiguo dolor por la pérdida sufrida. Incapaz de soportar la soledad de mi aposento, vagué durante horas por las calles. Comenzaba a anochecer, y con la oscuridad llegó la niebla. Un reloj distante daba las ocho cuando salí de Old Brompton Road y me dirigí hacia Queensgate. Allí, casi oculta por la bruma, descubrí una iglesia cuyas puertas estaban abiertas. La antigua plegaria me volvió a los labios: "¡Ayúdame, Dios mío, ayúdame!" Entré en el templo, sin esperanzas.
La iglesia era pequeña, fria y húmeda, y estaba iluminada tan sólo por tres velas vacilantes. En la penumbra se vislumbraban las filas de bancos. Mientras yo permanecía de pie, indecisa, súbitos  sollozos rompieron el silencio, los sollozos bruscos y atormentados de un hombre.
Mi primera reacción fue de miedo, y me volví para huir. Pero esos sollozos ahogados, tan llenos de dolor, me detuvieron en la puerta. A pesar mío avancé casi a tientas por la oscura nave lateral hacia el sitio de donde provenían, hasta que vi una persona acurrucada en un banco. Poniéndole tímidamente la mano en el hombro, murmuré:
—¿Puedo ayudarle en algo?
El desconocido levantó la cabeza. Era joven; tenía el rostro anguloso y el cabello rubio.
—Ha muerto —dijo con voz dura—. ¡Mi esposa ha muerto! 
Me senté a su lado. Evidentemente no esperaba contestación alguna, pero comenzó a hablarme en un murmullo entrecortado, como si yo fuera una amiga. Unos pocos años antes, había venido de Australia con su esposa. Si bien su salario de empleado era mezquino, y su departamento resultaba demasiado pequeño desde la llegada de un hijo, su vida había estado llena de amor y felicidad hasta que su mujer murió dos meses atrás. Me habló de los interminables días y de las noches de insomnio que había pasado desde entonces.
—No sé cómo seguir viviendo sin ella —repetía angustiado—. Oro para tener valor, mas las cosas empeoran cada día. La gente ha sido amable, pero . .* .
Se interrumpió repentinamente. Mientras yb trataba de extraer del vacío de mi propio corazón algunas frases de aliento, ébló de nuevo, y sus palabras constituyeron una revelación súbita para mí.
—¡Todos han sido tan bondadosos conmigo! El matrimonio que se hizo cargo del bebé, los vecinos a quienes antes no conocía y que insisten en que coma con ellos todas las noches, los compañeros de la oficina Dios ha contestado mi ruego a través de toda esa gente. Pero yo no escuchaba.
Pero yo no escuchaba. Fue como si esas palabras abrieran una puerta en mi espíritu. Yo también había pedido ayuda, mas esperaba alguna solución dramática que borrara milagrosamente el dolor de la pérdida sufrida. Cuando eso no ocurrió (¿ y cómo podría haber ocurrido?) me alejé de Dios, diciéndome que Él no había escuchado mis oraciones. Sin embargo, y no obstante haberle vuelto la espalda, Él había contestado mi súplica, y yo lo habría comprendido así si hubiera sabido escuchar.
Sentada junto a ese desconocido, recorrí con el pensamiento los largos meses anteriores. Mi médico me había enviado a pasar las primeras semanas a la playa para que pudiera descansar. No bien los otros huéspedes del pequeño hotel descubrieron que yo acababa de enviudar, me rodearon como un pequeño ejército de amigos, decididos a no dejarme sola. Me obligaron a nadar, a bucear, a compartir sus paseos en bicicleta. Ni una sola vez se me ocurrió que su cálida amistad podía ser una respuesta a la plegaria que yo elevaba a Dios: "¡Ayúdame a soportar esta soledad y desesperación!"
Durante mi vida de casada nunca desempeñé un empleo, y se me dijo que debido a mi falta de experiencia me sería difícil conseguir uno. Sin embargo, y justamente cuando más lo necesitaba, me encontré con una señora que casual-mente mencionó una vacante que existía en la redacción de una revista. Me presenté y fui aceptada, cosa que yo califiqué de feliz coincidencia.
La primera Navidad sin Godofredo, tres matrimonios que yo apenas conocía me invitaron a pasar ese día con ellos. Mis vecinos observaban con atención mi estado de ánimo, y si advertían signos de que mi depresión aumentaba, me obligaban a compartir sus vidas. La secretaria del editor para el que trabajaba, dedicó parte de su tiempo libre a ponerme al corriente de mis obligaciones, y llegó hasta corregir mi mala ortografía. ¡He hallado tanta gente buena!
Y esa noche el destino había reunido a dos extraños en una pequeña iglesia vacía de Londres, para que ambos descubrieran juntos cuál es en realidad la forma  en que  Dios contesta las oraciones. No se trata de un don milagroso de valor y esperanza, ni de una panacea sobrenatural que cure los males del espíritu. Ese apoyo se advierte en .las pequeñas cosas: en el calor de la amistad que reconforta el ánimo desfalleciente, en el alivio del corazón adolorido al compartir la alegría ajena, en la bondad de un extraño que ilumina un día. Ésta es, pues, la manera como Dios nos ayuda a soportar las desgracias y a rehacernos.

lunes, 29 de agosto de 2022

A) CAP 1-“…CUANDO HUYE SATANÁS”

“…CUANDO HUYE SATANÁS”

C.S.LOVETT

Covina, California.

196

 CAPITULO UNO

TODOS DEBEN CONOCER

Es significativo que uno de los programas más po­pulares de la TV estadounidense sea el producido por Art Linkletter y que podría traducirse como "Las Perso­nas son Divertidas". No hay duda que el ser humano es una de las criaturas terrestres más fascinantes que exis­ten. Por lo que toca específicamente a los cristianos, hay algo en ellos que es sumamente curioso v que resultaría hasta cómico si no fuera en realidad trágico.

No, no se trata de esa fe inconmovible en un Salvador invisible, aunque hay quienes traten de hacer mofa de ella. Tampoco me refiero a que están firmemente asidos de la Palabra de Dios y a la peculiaridad de verla como infalible, cuya autoridad e inspiración están fuera de duda. Dan la impresión de que estarían dispuestos a morir por ella. Pero a nada de ello me refiero aquí.

Lo más divertido, fascinante, curioso y peculiar de la mayoría de los cristianos es que, con querer tanto a la Biblia, desconocen una de sus doctrinas cardinales: la doctrina de la persona del diablo. Mucho se habla de que necesitamos un Salvador personal, pero la Biblia establece clara y definitivamente que también hay un diablo personal. ¿No le parece a usted peculiar que, mientras se proclama ampliamente la verdad de Cristo, a la verdad sobre Satanás se le aplique sordina? Para mí este es un hecho que no sólo es fascinante sino alar­mante y un fenómeno hasta sobrenatural.

¿Qué tiene todo esto de curioso? Fíjese lo que dice San Pablo:

". .. para que Satanás no se aproveche de nosotros; pues conocemos muy bien sus mañas." (2a. Cor. 2: 11 VP)

¡CARAMBA!

¿Se fijó usted en el nosotros y en el conocemos del versículo? ¿Hablaba literalmente refiriéndose a la iglesia de Corinto? Sí. Aquel manojo de creyentes estaba siendo sacudido por Satanás como muñequitos de trapo. Tal vez estaba refiriéndose el Apóstol a sí mismo o a otros con él en Efeso. PERO sus palabras suenan hoy como exageraciones hiperbólicas. El término medio de los cris­tianos de hoy no saben quién es Satanás, menos pueden estar al tanto de sus mañas. Carlota Elizabeth, escritora cristiana, dice a propósito e esto:

Resulta asombroso comprobar como (el diablo) ha conseguido que el pueblo cristiano destierre hasta la palabra Satanás. Los mismos pastores sólo hacen referencia ocasio­nal y pasajera de él en sus predicaciones. Mientras tanto, en cada calle de nuestras ciudades, en cada cuarto de nuestros hogares, Satanás manifiesta su odiosa presencia causando perplejidades; seduciendo, embrollando, desenrai­zando y desorganizando hasta que el marco social se afloja, listo a deshacerse a la primer sacudida."

Usted no oye hablar mucho de Satanás el día de hoy. Aun la misma iglesia ha ido perdiendo control sobre esa vetusta doctrina. Los predicadores tienen poco que decir sobre el diablo y hay congregaciones donde la simple idea de él, como persona, causa antagonismo. De hecho, hoy vemos que la fe en un Satanás sobrenatural se ha desplomado. ¿Le gustaría comprobarlo?

Intente dar, en la iglesia, una explicación como la de San Pablo cuando dijo a los hermanos "quisimos ir a vosotros pero Satanás nos estorbó" (1a. Tes. 2: 18). Hágalo, digo, e inmediatamente verá cómo todas las cejas comienzan a enarcarse. O, si quiere, describa una enfermedad no curada como "Una dolencia como si fuera una espina clavada en el cuerpo, que vino como un ins­trumento de Satanás" (2a. Cor. 12: 7 VP) para tentar a usted. E interprete las miradas que recibirá de inme­diato. O, si usted tiene un patrón cristiano, atrévase a decirle que una dificultad en el trabajo se debe al ataque satánico. Tras la piadosa sonrisa de aparente aceptación, usted sabe que él comenzará a cavilar si estará usted o no en sus cabales.

No es fácil vivir en una era materialista que considera el tema de un diablo personal como algo pasado de moda. ¿Quién está dispuesto a referirse a él seriamente si sabe que por todas partes provocará miradas furtivas y sus­picaces? ¿Quién admitiría públicamente que está en pugna con alguien a quien todos consideran una simple figura de retórica ? Sería tanto como confesar que se cree en la realidad de Santa Claus. Si habla usted de Satanás en tono que no sea festivo, tenga la seguridad de que la gente empezará a pensar que está usted algo "safado." El hecho es que actualmente no es fácil tomar en serio a Satanás.

Sin embargo. ¿Cómo podemos elu­dir la responsabilidad de comprobar personalmente si las señales de la pro­fecía divina, anunciadas para el prin­cipio y el fin de esta época, coinciden o no literalmente con la realidad ac­tual ? La sociedad de hoy está echando por la borda todos los frenos del pa­sado.

En lo que antes era el castillo inviolable del hogar, hoy se exacerba el apetito del pueblo por más sexo, vio­lencia y nueva moralidad, desde la pantalla de TV. La política es un juego de rebatiñas. El alcohol fluye como ríos. Los narcóticos, la rebelión juvenil, los motines y el aumento de la criminalidad, todo ello denuncia la presencia de un espíritu subversor, actuando tras bam­balinas. Satanás está en acción, organizando a su modo la vida pensante de los hombres y manipulando sus pasiones. ¡Hay síntomas de que está en marcha un le­vantamiento mundial, planeado para hacer explosión en un volcán de blasfemia inaudita!

• Es posible que muy pronto los cristianos tengan que enfrentarse al "gran poder y señales y prodigios menti­rosos" (2a. Tes. 2: 9). Ahora mismo, las influencias tentadoras cierran el cerco. El pueblo de Dios necesita echar mano de todos los recursos a su alcance para poder vivir en Cristo. Quedan pocos que se sostengan confiados en el poder de Su Nombre bendito. Son tantos los que han sido arrasados en el "cuesta abajo" mundano, que ya no hay diferencia entre los hijos de Dios y los hijos del diablo (1a. Juan 3: 10). Es de urgente necesidad mantenerse alerta y enterados de la verdadera natura­leza de Satanás, y estar preparados para hacerlo huir. Los niños cantan en la Escuela Dominical que "Todos deben conocer . . . quién es Jesús." En vista de que la hora del maligno se aproxima a toda velocidad, tal vez debíamos enseñarles que

"TODOS DEBEN CONOCER TODOS DEBEN CONOCER TODOS DEBEN CONOCER ¡QUIEN ES SATAN!"

SATANÁS NECESITA DE LAS TINIEBLAS

Cuando Herbert Philbrich pasó por comunista, tuvo que ocultar el hecho de que en realidad era agente se­creto del contra-espionaje. A fin de tener éxito, adquirió un nombre supuesto y se enmascaró tras una capa de tinieblas personales. En ello le iba, además, la propia vida. Años después, cuando pudo revelar la verdad, escri­bió sus aventuras bajo el título de "¡ Yo Viví Tres Vidas!"

Algo semejante pasa con las aventuras inéditas de Satanás. Llegará el día cuando será desenmascarado. Pero para cumplir con éxito su misión actual, necesita mantenerse personal‑

mente en tinieblas; en la oscuridad más absoluta. Y lo está consiguiendo.

Mediante recursos sobrenaturales, ha tendido una capa de ignorancia sobre el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Uno de los misterios más fascinantes de hoy es el modo como ha conseguido gobernar a la humanidad, prácticamente sin ser notado.

Si el éxito de Satanás consiste en mantenerse en se­creto y a oscuras, para trastornar sus planes habrá que enfocarle los reflectores y dejarlo al descubierto. Así como la publicidad inoportuna habría arruinado la mi­sión secreta de Herbert Philbrich, gran parte del poderío satánico quedaría anulado exponiendo a Satanás a la luz. Conviene, pues, comenzar por exponer a Satanás. Lo primero que necesitan saber los cristianos sobre Sa­tanás es QUIEN ES EL.

DEPOSITO DE INFORMACION

Cuando sorprendí a Satanás "vivito y coleando" y cuando saborée la emoción de hacerlo huir, comprendí que esto era algo que debía compartir con el pueblo de Dios. Antes de sentarme a escribir estas páginas, inves­tigué todo lo existente sobre este tema pues, para mí, no tenía caso reproducir verdades ya impresas. Leí todo libro y artículo a mi alcance y hallé que existe un depósito de información sumamente útil, disperso en obras escritas en los últimos 75 años.

Después de pasar por más de 60 volúmenes, quedé convencido de que el Espíritu Santo ha provisto a la iglesia con un DEPOSITO DE INFORMACION, mediante esa estructura de verdades aceptadas. Existe buena base para fincar una exposición completísima, gracias a la unanimidad alcanzada por autores especializados como Chafer, Unger, Lewis, Koch, Morgan, Jennings y los padres católicos (admirablemente correctos). Como resultado, cito los hechos que van a continuación. De ser aceptados, podremos avanzar a temas aún inéditos.

1. SATANAS, UN SER CREADO

La mayoría de los expositores concuerdan en que los pasajes de Isaías 14 y Ezequiel 28 trascienden los reyes de Tiro y Babilonia para describir detalladamente a la persona de Satanás. Los prólogos de Ormiston y Jennings, en particular, tienen detalles admirables.

a.  Satanás fue creado por nuestro Señor Jesucristo (Col. 1: 16), quien empleó toda la maestría y el amor celestiales para crearlo a la imagen de la divinidad. Se le vistió de toda gracia y fue consa­grado como guardián de la Gloria de Dios. Posiblemente, por enton­ces, Cristo y Lucifer mantenían una amistad personal muy estrecha. El Angel de Luz era la delicia del Señor en el cielo y estaba fami­liarizado con la presencia de Dios. Se le había revestido de justicia y personificaba la santidad.

b.  Tal parece que Lucifer recibió el encargo de producir toda una raza de ciudadanos celestiales y de entrenarlos para la alabanza perfecta y la adoración perpetua del Altísimo. Era perfecto en todo, con gloria inferior sólo a la de Dios. La creatura más sublime de Dios; la más sabia, la más hermosa y la más prominente. A seme­janza de su creador, era completamente LIBRE.

c.  No se sabe dónde habría de producir la raza celestial: si en el cielo mismo o en la tierra. El caos de Génesis 1: 2, indica que hubo una ruina terrestre total, ocurrida antes de la re-creación que se describe posteriormente en el Génesis. Unos dicen que el reino de Satanás estaba en la tierra. Otros, que cuando vio que había fracasado su conspiración, destruyó el universo en un arranque de rabia. De todas maneras, está suficientemente claro que él deseaba apoderarse de este mundo después de que fue restaurado y entre­gado a Adán.

2. EL PECADO DE SATANAS

a.   Hecho como su Creador, con plena libertad de acción, Satanás podía obedecer o desobedecer la voluntad de Dios, según quisiera_ Podía rebelarse, si lo quería. No se sospechaba que ambicionara el trono de su Hacedor pues, aparentemente, tenía toda honra menos esa. Ezequiel indica que vivía para alabar a Dios. Pero vino el día fatal cuando "fue hallada iniquidad" en él, lo que sugiere que tal vez no fue algo planeado. La verdad está escondida en Dios, por ahora. Más si el pecado puede definirse como la rebelión contra la voluntad expresa de Dios, aquel día comenzó el pecado.

b.   La rebelión fue ocasionada por el engaño que cometió Satanás contra sí mismo. Se enamoró de su propia belleza, llegó a obsesio­narse de su propia sabiduría y la importancia de su puesto se le "subió a la cabeza". Siendo criatura, se alucinó al extremo de creer que podría ser "Como el Altísimo." La criatura que pretende suplan­tar a su creador, se convierte en una demostración del poder que tiene el amor egocéntrico para cegar al entendimiento más brillante.

c.   El pecado de Satanás consiste en haber mal usado su libre albedrío, para pretender exaltarse por sobre Dios mismo. El orgullo fue aquí el factor de agresión. Satanás era el segundo en mando, después de Dios, y tenía numerosos ejércitos bajo sus órdenes. Estos se habituaron a verlo como su jefe y no fue difícil arrastrar a muchos de ellos en la revuelta. San Pablo los describe como "principados y potestades" pues, al igual que Satanás, retienen rango y dignidad. Estos son llamados "ángeles caídos" y los que se mantuvieron leales son los "ángeles de Dios." Otro nombre para los ángeles caídos es el de "demonios".

3. CAIDA DE SATANAS

a. Con su rebelión, Satanás se granjeó la pérdida de su posición eminente y la expulsión eterna del reino de Dios. Tendrá que pasar la eternidad fuera del cielo pues sigue siendo eterno, como su Creador. Antes de que Dios comenzara el proyecto del "hombre en la tierra," el infierno ya había sido "creado para el diablo y sus ángeles." El gran poder de Satanás se explica porque, aunque caído, aún retiene los atributos que Dios le dio.

b. En lugar de encerrar a Satanás en el infierno, Dios trataría de rescatar algo del grandioso caudal que había invertido en él. El Dios de Rom. 8: 28 sería capaz de capitalizar al mismo Satanás, para Su Honra y Su Gloria. Pese a todo, sacaría avante su propósito inicial. Puesto que el pecado era un hecho, Dios lo explotaría a Su favor. Podría haber descartado a Satanás. En lugar de eso, usaría los grandes poderes que él tiene para producir un dios competidor, capaz de probar a fondo la decisión humana sobre dónde colocar libremente sus afectos. El pecado sería utilizado por Dios para producir una raza de ciudadanos PROBADOS, recurso inexistente hasta la caída de Satanás.

c.   La grandeza de Satanás existe, pero ahora pervertida. Lo que fuera sabiduría, es ahora, engaño y fraude, Su grandiosa inteli­gencia sólo produce astucia y traición. Su genio fantástico se ha tornado, de la glorificación a Dios, a la satisfacción de sí mismo. Puesto que antes vivió en santidad, conoce lo que es "el bien y el mal." Aunque instruido a fondo en justicia, ha descendido a las profundidades de maldad. Antes fue uno de los pares en santidad, ahora es la personificación del mal. Puede presentar lo bueno como malo y lo malo como bueno, puesto que ha vivido "ambos lados de la moneda."

d.  Satanás está super-dotado para tentar a los humanos. Actúa en el plano espiritual, apoyado por una experiencia de 7 mil años manipulando debilidades humanas. Puede premiar a sus servidores humanos con bienes temporales. Todos sus poderes están intactos, incluyendo su rango: es el ser supremo del mundo del mal. La perversión de su gran sabiduría le permite embaucar y "encandilar" a quienes no tienen la iluminación de la Palabra de Dios. Tergiversa magistralmente la verdad al grado de que, aun quienes quieren vivir cristianamente, son engañados fácilmente si no saben cómo "velar y orar."

4. DIOS DE ESTE MUNDO

a. Adán fue puesto en la tierra con autoridad sobre ella. Le fue dicho que la sojuzgara y que ejerciera dominio sobre todo lo que se mueve (Gén. 1:28). Cuando llegó la prueba, Adán sabía muy bien lo que se traía entre manos. No fue engañado (la. Tim. 2: 14). Con un solo hecho, quedó adherido a la pandilla rebelde. Como los bandoleros tenían ya jefe, Adán abdicó también su posición como gobernante del mundo. La desobediencia ocasionó que el control de la humanidad pasara de Adán a Satanás, rey de los desobedientes. Luego que el primer hombre perdió su dominio, Satanás vino a ser también el "dios de este mundo." Ya era un dios; la rebelión adámica simplemente le dio el control del mundo.

b.   Tanto la caída de Adán como la de Satanás fueron idénticas. Ambos sobrepusieron la voluntad propia a la reconocida voluntad de Dios. La caída de Adán no causó sorpresa pues "desde la funda­ción del mundo", ya había sido trazado un plan de redención para la humanidad por caer.

c.   Apenas cayó Adán, cuando fue proclamado que Satanás ten­dría que habérselas con un enemigo más poderoso que él. Satanás sería derrotado a manos de "la simiente de la mujer" que, según la promesa, le heriría "en la cabeza." El reino recién adquirido por Satanás tenía encima la amenaza de Alguien que entraría al mundo sometiéndose al proceso del nacimiento. Esto explica la matanza de los inocentes, en la cual Herodes fue dócil instrumento de Satanás.

Eso mismo hizo pensar a Satanás que podría aniquilar a Cristo mediante la muerte física.

d.   Satanás adquirió el control de la raza caída desde el momento que dominó a los desobedientes. Está escrito que "todos pecaron" y así es como todos los hombres ingresaron a la pandilla dirigida por Satanás. La única manera de escapar a tal dominio es recibir ayuda externa.

c. Satanás es el autor del mal, de la enfermedad y del sufri­miento en el mundo actual. El causa la ferocidad en el reino animal, las pestes, las inundaciones, las plagas de los vegetales, la tragedia en los hombres. Mas Dios usa todo esto, tal como usa a Satanás, como productores del esfuerzo indispensable para que Sus hijos maduren.

S. LA PIFIA DE SATANÁS

a.   Satanás cometió bobera irreparable cuando maquinó la muerte de nuestro Señor Jesucristo. No pensó que la obediencia de Cristo "hasta la muerte," produciría una justificación capaz de librar a la humanidad del control satánico. Dedujo que si Jesús moría acabaría con su enemigo. Fue demasiado tarde cuando descubrió que la cruz era una ingeniosa "trampa de escape" del imperio infernal.

b.   Cuando el Señor surgió de la tumba, quedó demostrado que el hombre, "nacido de mujer", no muere. Cristo "sacó a la luz la vida y la inmortalidad" (2a. Tim. 1: 10). Ahora realizarían los hom­bres que la muerte física es inofensiva y que la vida persiste cuando el cuerpo ha dejado de funcionar. Satanás había utilizado al máximo el temor a la muerte para sembrar, en los hombres, el afán de acu­mular bienes materiales a toda costa. Pero puesto que hay vida después de la muerte corporal, entonces las promesas de Dios toman una perspectiva totalmente distinta. Parece que Satanás despreció o no creyó que fueran efectivos los planes de la resurrección. El caso de Lázaro vino después a certificar que la muerte carecía de poder aniquilador.

c.   La suerte de Satanás quedó sellada cuando la Cruz proclamó el ocaso de su reinado. Si le quedaban dudas, las Escrituras las habría desvanecido. La resurrección del Hijo de Dios había validado la Palabra Santa y todas sus profecías sobre el destino del diablo se cumplirían. En el tiempo que le resta, sólo le queda a Satanás proyectar la amargura de su fracaso sobre la humanidad. Vive para herir y el objeto especial de su odio son los hijos de Dios. Para vengarse del Señor, se ha propuesto arruinar todo el fruto espiritual del Pueblo de Dios. Tenazmente aprovecha toda oportunidad para dejarnos improductivos, sabiendo que cada pérdida de los cristianos en esta vida, tiene consecuencias eternas.

 

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