martes, 16 de enero de 2024

"ÁTALA" DE CHATEAUBRIAND - Epilogo-

"ÁTALA"

DE CHATEAUBRIAND

EN LA VERSIÓN CASTELLANA DE SIMÓN RODRÍGUEZ, PUBLICADA EN PARÍS, 1801.

Yo me senté sobre la tierra todavía floja. Allí con un codo apoyado en la rodilla, y con la mano sosteniéndome la cabeza, me entregué a las imaginaciones más amargas. ¡Ah Renato! Entonces fue cuando yo hice por la primera vez serias reflexiones sobre la instabilidad de nuestra vida, y la vanidad aún mayor de nuestros proyectos. Y bien, ¿quién es el que no ha hecho estas reflexiones? Ya yo no soy más que un viejo ciervo blanquecido por los -inviernos: mis años disputan con los de la corneja; con todo, a pesar de tantos días acumulados sobre mi cabeza, a pesar de una experiencia tan larga de la vida, todavía no he encontrado un hombre a quien las ideas de felicidad no hayan burlado como sueños; ninguno que no conservase una llaga escondida.

El corazón más sereno en la apariencia, semeja al pozo natural de la sabana Alachúa, cuya superficie parece mansa y pura; pero cuando miras al fondo de ese estanque tranquilo, desde luego divisas un grueso cocodrilo que se nutre en sus aguas".

"Habiendo visto así salir y ponerse el sol sobre aquel lugar de dolor, al otro día, al primer grito del pelícano, me resolví a dejar la sepultura sagrada, separándome de ella como quien parte de la raya que se propone para emprender la carrera de la virtud. Tres veces evoqué el alma de Átala, y tres veces el Genio del desierto respondió a mis gritos bajo el arco fúnebre. Luego saludé el oriente, y descubrí a lo lejos por los senderos del monte al ermitaño, que bajaba sin duda a la cabaña de algún infortunado.

 En fin hincándome sobre la fosa y abrazándola estrechamente exclamé:

"¡Duerme en paz en esta tierra extraña, doncella demasiado infeliz! ¡En pago de tu amor, de tu destierro y de tu muerte, hasta el mismo Chactas te abandona!

 Entonces vertiendo arroyos de lágrimas me separé de la hija de López.

Entonces me arranqué de aquellos lugares solitarios, dejando al pie del pomposo monumento de la naturaleza un monumento más augusto todavía, la humilde tumba de la virtud"

.E P I L O G O

Chactas, hijo de Utalissi, el Nache, contó esta historia a Renato el Europeo. Los padres la han repetido a sus hijos, y yo viajero en tierras remotas te refiero, oh lector, lo que los Indios me han comunicado.

 Muchas cosas hallé a primera vista en esta relación: la pintura del pueblo cazador y la del agricultor: la religión como primera legisladora del salvaje: los escollos de la ignorancia y del entusiasmo religioso, opuestos a las luces, tolerancia, y verdadero espíritu del evangelio: el combate de las virtudes con las pasiones en un corazón sencillo; en fin el triunfo del cristianismo sobre el sentimiento más fogoso y el temor más terrible: el amor y la muerte.

Cuando un Siminole me refirió esta historia, la encontré muy instructiva y perfectamente bella: porque puso en ella la flor del desierto, la gracia de la cabaña, y una simplicidad en contar sus penas, que no me lisonjeo de haber conservado.

 Lo único que me faltaba saber era en qué había parado el padre Aubry, y lo pregunté.

Yo lo habría ignorado siempre, como también tú, lector amado, si la Providencia, que rige todo, no me hubiese descubierto lo que solicitaba. He aquí como sucedió:

 

"ÁTALA"

DE CHATEAUBRIAND

EN LA VERSIÓN CASTELLANA DE SIMÓN RODRÍGUEZ, PUBLICADA EN PARÍS, 1801.

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