miércoles, 3 de enero de 2024

"ÁTALA" DE CHATEAUBRIAND453-555

"ÁTALA"

DE CHATEAUBRIAND

EN LA VERSIÓN CASTELLANA DE SIMÓN RODRÍGUEZ, PUBLICADA EN PARÍS, 1801.

  "¡Quiera Mila apagar esta antorcha! ¡Quiera su boca echar sobre ella una sombra amorosa! Yo fertilizaré su seno: la esperanza de la patria penderá de sus fecundos pechos, y yo fumaré mi calumé

(2) sobre la cuna de mi hijo".

"¡Ah! déjame adelantar mis pasos a los del día sobre la cumbre de las montañas, para sorprender a mi paloma solitaria en la rama de la floresta".

"Así cantaba aquel joven, cuyos acentos penetraron hasta lo íntimo de mi corazón, e hicieron mudar de semblante a Átala: nuestras manos unidas temblaron una dentro de otra. Pero luego nos distrajo de esta escena otra no menos peligrosa para nosotros: porque pasamos junto a un sepulcro, que servía en la soledad de límite a dos naciones. Este era el sepulcro de un niño, puesto expresamenteal lado del camino, según el uso, para que las mujeres jóvenesque iban a la fuente pudiesen, al pasar, atraer a su vientre el alma de la inocente criatura, y restituirla a la patria. Veíanse re-

(1) Especie de conchas.

(2) Especie de pipa de los Americanos.

454 SIMÓN RODRÍGUEZ

cién-casadas, que ansiosas por las dulzuras de la maternidad, procuraban, entreabriendo sus labios, aspirar el alma del niño que creían ver volar entre las flores. Luego se hizo lugar a la verdadera madre, que entró a poner sobre la tumba una garba de maíz y flores de lis blancas: roció la tierra con su leche, y después, sentándose sobre la hierba húmeda, habló tiernamente a su hijo de esta manera:

"¡Oh mi recién-nacido! ¿por qué te lloraba yo en tu cuna de tierra? Cuando el pajarillo es grande, es preciso que él mismo se busque su alimento; y en el desierto encuentra bastantes granos amargos. Tú a lo menos has ignorado lo que es el llanto: a lo menos tu corazón no ha estado expuesto al aliento devorador de los hombres.

El botón que se seca en su capullo expira con todos sus perfumes, como tú ¡oh hijo mío! con toda tu inocencia. ¡Dichosos los que mueren en la cuna, que no han conocido sino los besos y la sonrisa de una madre!".

"Nuestro espíritu ya dominado por nuestro corazón, se sintió abrumado con el peso de tantas imágenes de amor y de maternidad,, que al favor de la noche, y en medio de aquellas soledades encantadas, parecían reunirse de concierto para confundirnos. Yo me llevé a Átala en mis brazos al centro de las selvas, y allí la dije cosas que en vano quería profiriesen ahora mis labios. El viento del mediodía, amado hijo, pierde su calor al pasar por los valles helados, y las memorias del amor en el corazón de un anciano, son como los rayos del sol, cuando ausentes del horizonte reflectan por el apacible disco de la luna, y dejan caer sobre las chozas de los salvajes el. silencio y la melancolía.

"¿Quién podía salvar a Átala? Nadie. ¿Quién podía impedirle el ceder a la naturaleza? Nada: sólo un milagro; y este milagro se  hizo.

 La hija de Simaghan recurrió al Dios de los cristianos, se postró en tierra, y prorrumpió en una ferviente oración dirigida a su madre, y a la Reina de las vírgenes. ¡Oh Renato! Desde aquel momento fue que yo concebí una maravillosa idea de esta religión que, en las florestas, en medio de todas las privaciones de la vida, - puede colmar de mil auxilios a dos desgraciados: de esta religión que, oponiendo su poder al impetuoso torrente de las pasiones, basta sola para vencer la inclinación más fogosa, aun cuando todo esté en favor de ésta, el secreto de los bosques, la ausencia de los hombres y la fidelidad de las tinieblas. ¡Ah! qué divina me pareció la simple salvaje, la ignorante Átala, arrodillada, como ante un altar,

OBRAS COMPLETAS - TOMO II 455

al pie de un pino carcomido, ofreciendo a su Dios, por sobre las cimas de los montes, sus votos por un amante idólatra! ¡Sus ojos elevados hacia el astro de la noche, y sus mejillas brillando con las lágrimas de la religión y del amor, representaban una belleza inmortal.

Muchas veces me pareció que iba a volar a los cielos; muchas veces creí ver bajar por los rayos de la luna, y oir entre las ramas de los árboles esos Genios, que el Dios de los cristianos envía

a los ermitaños que habitan en las peñas, cuando dispone llamarlos a sí. Yo me afligí, porque previ que Átala tenía ya poco tiempo que vivir sobre la tierra. "Entretanto, fueron tantas las lágrimas que derramó, tal el abatimiento que mostró, que yo me vi a punto de consentir en alejarme de ella; cuando el grito de muerte resuena en la floresta, y cuatro hombres armados se arrojan sobre mí. Habíase ya descubierto nuestra fuga, y el jefe de guerra había dado orden de perseguirnos"

 

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