PLATERO Y YO
POR
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
BY
GERTRUDE M. WALSH
NORTH HIGH SCHOOL. COLUMBUS, OHIO
FEDERICO DE ONÍS
ILLUSTRATED BY
MAUD AND MISKA PETERSHAM
D. C. HEATH & CO., PUBLISHERS
BOSTON NEW YORK CHICAGO
Copyright, 1922
By D. C. Heath & Co.
XVI
LA COZ
íbamos al cortijo de Montemayor, al herradero de
los novillos. El patio empedrado, sombrío bajo el
inmenso y ardiente cielo azul de la tardecita,
vibraba sonoro del relinchar de los caballos pujantes,
del reír fresco de las mujeres, de los afilados ladridos
inquietos de los perros. Platero en un rincón se
impacientaba.
— Pero, hombre — le dije — , si tú no puedes
venir con nosotros; si eres muy chico . . .
ro Se ponía tan loco, que le pedí al Tonto que se su-
biera en él y lo llevara con nosotros.
. . . Por el campo claro, ¡ qué alegre cabalgar !
Estaban las marismas risueñas ceñidas de oro, con
el sol en sus espejos rotos, que doblaban los molinos
cerrados. Entre el redondo trote duro de los caballos,
Platero alzaba su raudo trotecillo agudo, que necesitaba
mutiplicar insistentemente para no quedarse
solo en el camino. De pronto, sonó como un tiro de
pistola. Platero le había rozado la grupa a un fino
potro tordo con su boca, y el potro le había respondido
con una rápida coz. Nadie hizo caso, pero yo le vi
a Platero una mano corrida de sangre. Eché pié a
tierra y, con una espina y una crin, le prendí la vena
rota. Luego le dije al Tonto que se lo llevara a casa.
Se fueron los dos, lentos y tristes, por el arroyo
seco que baja del pueblo, volviendo la cabeza al
brillante huir de nuestro tropel . . .
Cuando, de vuelta del cortijo, fui a ver a Platero,
me lo encontré mustio y doloroso.
— ¿ Ves — le suspiré — que tú no puedes ir a
ninguna parte con los hombres ?
XVII
ESCALOFRÍO
La luna viene con nosotros, grande, redonda,
pura. En los prados soñolientos se ven, vagamente,
no sé qué cabras negras, entre las zarzamoras . . .
Alguien se esconde, tácito, a nuestro pasar . . . Sobre
el vallado, un almendro inmenso, niveo de flor y de
luna, revuelta la copa con una nube blanca, cobija el
camino asaeteado de estrellas de marzo . . . Un
olor penetrante a naranjas . . . humedad y silencio . . .
La cañada de las brujas . . .
— ¡ Platero, qué . . . frío !
Platero, no sé si con su miedo o con el mío, trota,
entra en el arroyo, pisa la luna y la hace pedazos.
Es como si un enjambre de claras rosas de cristal se
enredara, queriendo retenerlo, a su trote . . .
Y trota Platero, cuesta arriba, encogida la grupa
cual si alguien le fuese a alcanzar, sintiendo ya la
tibieza suave del pueblo que se acerca . . .
XVIII
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