¿Quiénes son?
¿Cuál es su secreto?
La Gente Más Feliz de la Tierra
La tan esperada historia personal de Demos Shakarian
Narrada por Jhon y Elizabeth Sherrill
LA GENTE MÁS FELIZ DE LA TIERRA
Es una historia para hacerlo reír, para hacerlo llorar, para construir su fe, Usted caminará con Demos:
Cuando él corteja al estilo armenio, a una chica de sólo quince años, Rose Gabrielian.
Cuando él pondera profecías "que no tienen sentido"
Cuando él y Rose, se enfrentan a la trágica pérdida de su hijita querida. Cuando él le hace frente a una crisis de sus negocios, descubre una enfermedad mortal en sus vacas lecheras, se enfrenta a una voluntad de Dios para su vida.
La historia personal de Demos, nos comparte un poderoso secreto que, todos los creyentes necesitamos conocer para sobrevivir a los problemas contemporáneos.
Descubra usted, como ser ¡la gente más feliz de la tierra! INDICE
Prefacio
1. Un mensaje desde lo alto de la Montaña
2. Avenida "Unión Pacific"
3. Una bomba de tiempo
4. El hombre que cambió su modo de pensar
5. Afianzamiento del cielo
6. Hollywood Bowl
7. Tiempo de prueba
8. La cafetería Clifton
9. Los pies sobre la mesa
10. El mundo comienza a girar
11. La cadena de oro
12. Al día
13. ¿Cómo puedo tener una relación con Dios?
14. In memoriam
PREFACIO
Era un día gris de diciembre en 1960, cuando llevamos nuestra furgoneta al penúltimo aparcamiento frente al Hotel Presidente de la ciudad de Atlántico.
Segundos después, un Cadillac con matrícula de California dio la vuelta hacia el lugar libre junte a nosotros y se bajó un hombre corpulento, la cabeza cubierta con un sombrero "Stetson " de ala ancha. Extendió una mano enorme llena de cicatrices par el duro trabajo.
Soy Demos Shakerian, dijo.
Dio la vuelta hacia el otro lado de su automóvil y sostuvo abierta la puerta para que descendiera una mujer bonita de pelo oscuro. "Y ella es mi esposa Rose".
Les dijimos que éramos periodistas de la revista "Guideposts" y que teníamos asignada la labor de investigar el fenómeno de "hablar en lenguas", añadiendo rápidamente que estábamos allí "solamente para observar"
Nos divertimos mucho. El Hotel Presidente era escenario esa semana de una convención regional de la organización llamada " Fraternidad Internacional de Hombres de Negocios del Evangelio Completo", de la cual, Demos era fundador y presidente. Habrán venido miles de personas hasta la ciudad de Atlantic, de toda la costa oriental, unas para encontrarse con el curtido granjero del sombrero "Stetson", otros para compartir historias de lo que el Espíritu Santo había hecho en sus vidas, y los demás, como nosotros, sólo como observadores, un poco más que temerosos.
"Al observar el emocionalismo", nos dijimos el uno al otro "gritar, alzar los brazos, frenéticos testimonios, esas viejas técnicas usadas para manipular a las masas hasta el emocionalismo.
".. Estuvimos observando... y nada de eso ocurrió. Demos, desde el frente de la pista de calle del hotel, dirigía la reunión con la callada sensibilidad de quien está escuchando una voz, que el resto de nosotros no podía ir. En lugar del caos que esperábamos, reinó un gozo ordenado en la convención. Habiéndonos presentado prevenidos contra esas manifestaciones emotivas, que no se llegaron a producir, nos hallamos sin defensa contra el amor con que nos topamos esa semana, y con nosotros, cientos de personas iniciaron el camino en el Espíritu.
Durante los quince años que han pasado desde aquel diciembre, hemos seguido el movimiento pentecostal en diferentes partes del mundo, parque nos hemos dado cuenta de que es donde se hallan las buenas noticias, el entusiasmo, los cambios de vida, la realidad viva de la iglesia de hoy. Y cuando procedimos les advertimos un hecho interesante, donde quiera que hablásemos con personas cuya fe estuviese viva, hombres o mujeres, niños o viejos, católicos romanos o menonitas, una y otra vez la historia comenzaba con este extraordinario grupo de hombres de negocios y con un granjero de Downey, California, que se llama Demos Shakarian.
¿Cómo era posible, nos preguntábamos, que este hombre tímido, sin don de gentes, con una sonrisa amable, un hombre que jamás parece tener prisa, que nunca parecía tener idea de lo que iba a hacer al día siguiente, pudiera tener tal en millones de personas? Nos decidimos a entrevistarlo para descubrir su secreto.
Fue más fácil decidirlo que hacerlo. Demos puede encontrarse en Boston o Bangkok o Berlín, y Demos no contesta su correspondencia. Pero durante los últimos cuatro años conseguimos hacerle un buen número de visitas. Demos y Rose vinieron a nuestra ciudad para vernos, mas tarde nos reunimos en el chalet de un amigo común en Suiza. Trabajamos juntos en Mónaco y en Palm Springs. Charlamos en automóviles, aeropuertos y restaurantes armenios. Pero la mejor de todas las ocasiones que pasamos con Demos y Rose fue en su casa en Downey, la misma casa que construyó en 1934, cuando nació su primer hijo. La casa del padre de Demos está contigua a la suya y permanece vacía desde que aquél falleció. Aunque esta casa es más grande y con más espacio, Demos y Rose profieren vivir en ella, parque bueno... les evoca ciertas memorias...
Y, poco a poco, comenzamos a captar el secreto de Demos.
Parte del mismo, lo trajo su familia desde Armenia. Esta vieja nación cristiana es la que más ha sufrido par su fe. Y desde lo más profundo del sufrimiento han emergido las percepciones.
No se trata, sin embargo, de una misión mayor o distinta de la que pueda tener cualquier raza o nación. Se trata de un secreto que cada uno de nosotros necesita conocer, porque, cuando lo conocemos, coma Demos dice, "no importa cuáles sean las condiciones del mundo que nos rodeó seremos siempre las personas más felices de la tierra."
Noviembre 1975
John y Elizabeth Sherrill
Chosen Books
Lincoin,Virginia
CAPÍTULO 1
Un mensaje desde lo alto de la montaña
Una noche Rose y yo viajábamos en automóvil a través de Los Ángeles, de regreso a casa, cuando de pronto me sentí impulsado a salirme de la autopista y pasar enfrente de la casa en donde vivía mi abuelo Demos, cuando llegó a América.
Después de cuarenta y dos años de matrimonio, Rose ya está acostumbrada a estos inesperados impulsos míos, de modo que aunque fuese la una de la madrugada, no dijo una sola palabra cuando yo di la vuelta hacia el lugar que antes se llamaba "Los Angeles Flats". La casa de estuco, de forma cuadrada, había desaparecido del número 919 de la calle Boston. Permanecimos sentados en el automóvil durante unos momentos, contemplando los nuevos edificios federales que han reemplazado las viejas casas del antiguo vecindario. Luego le di vuelta al automóvil y regresé a la autopista.
Pero conmigo, en la cálida noche de California, viajaban recuerdos del abuelo. Sabía por que había necesitado dar aquel rodeo esa noche, era debido a una profecía que habíamos escuchado Rose y yo a primera hora de la noche. Habíamos estado en una reunión de "hombres de Negocios del Evangelio Completo", en Beverly Hills, en donde alguien había hecho una predicción, proclamaba que estaba transmitiendo las propias palabras de Dios y que una gran persecución contra los cristianos tendría lugar muy pronto en muchas partes del mundo, inclusive en los Estados Unidos de América.
¿Que tendríamos que hacer nosotros con tal afirmación? ¿Qué había hecho mi familia con un mensaje similar hacía ya un siglo? Porque hubo entonces también una profecía y todo lo que sucedió desde entonces en la vida de mi abuelo, en la vida de mi padre y en la mía propia, fue resultado de haberla tomado en serio.
Eran las dos de la mañana cuando llegamos a la entrada de nuestra casa en Downey, una noche de luna demasiado bella para desperdiciarla durmiendo. Yo soy un trasnochador, para desesperación de Rose, así que ella se fue a la cama, mientras yo acerqué la vieja silla de la sala junto a la ventana, me senté en la oscuridad y dejé que mi mente vagase par el pasado.
Yo no conocí al abuelo Demos, falleció antes de que yo naciera, pero tango que haber escuchado cuentos que se referían a él, al menos un millar de veces. Conocía tan bien cada detalle de los mismos, que, cuando me senté mirando los naranjos plateados por la luna me pareció estar contemplando otro paisaje, muy lejano en el tiempo y en el espacio. Esto no es difícil para un armenio. Somos un pueblo del Antiguo Testamento, el pasado y el presente están entretejidos de tal forma en nuestras mentes que lo que pasó hace cien años, o mil, o dos mil, es tan real para nosotros como la fecha presente del calendario.
He escuchado contar este relato marchas veces y hasta puedo evocar en este momento al pueblo de Kara Kala situado sólidamente en la rocosa falda del Monte Ararat, la montaña según la Biblia donde se poso el Arca de Noé. Al cerrar los ojos, veo las casas de piedra, el granero, el cobertizo, y la casa de la granja de una sola habitación donde vivía mi abuelo Demos. En la casa de mi abuelo habían nacido cinco hijas ningún varón, y eso era una desgracia entre los armenios, coma lo era entre los antiguos israelitas.
Podía imaginar al abuelo yendo hacia la iglesia cada domingo por la mañana con sus cinco hijas. A pesar de que la mayoría de los armenios son ortodoxos, el abuelo y muchos otros en Kara Kala eran presbiterianos. Podían verlo marchar aquel domingo a través de la aldea hacia la casa en dónde se reunía la iglesia, con su cabeza erguida ante su silencioso reproche.
En vista de su gran necesidad, siempre me había sorprendido que mi abuelo no hubiese aceptado inmediatamente el extraño mensaje que corría por lo alto de las montañas desde hacía cincuenta años. El mensaje lo trajeron los rusos. Al abuelo le gustaban los rusos, pero era una persona de mucho sentido común para aceptar esos cuentos milagrosos. Los rusos venían en grandes caravanas de carretas cubiertas. Vestían como la gente nuestra, con túnicas largas, de cuello alto, sujetas par la cintura con un cordón a manera de cincho, los hombres casados, con barba. Los armenios no tenían ninguna dificultad para entenderse con ellos, ya que la mayoría de los nuestros hablaban también ruso. Ellos escuchaban los cuentos de lo que los rusos llamaban "la efusión del Espíritu Santo" sobre centenares de miles de cristianos, ortodoxos rusos.
Los rusos, venían como quien trae regalos, regalos del Espíritu Santo que querían compartir con nosotros. Podría aún escuchar al abuelo y a la abuela hablando a altas horas de la noche después de una de estas visitas. Uno tiene que admitir, hubiese dicho el abuelo, que todo lo que hablan los rusos es bíblico.
Me refiero a que el don de sanidad, está en la Biblia. También está el de hablar en lenguas. También el don de profecía. Lo que sucede es que todo eso, no suena... armenio con lo cual hubiese querido decir confiable. Con los pies en la tierra, práctico.
Y la abuela, con su corazón siempre abierto hubiese respondido "sabes, cuando estás hablando de profecías y de sanidad estás hablando de milagros".
"Pues si".
"Si alguna vez "recibiéramos el Espíritu Santo" en esa forma ¿crees que también nosotros podríamos pedir un milagro?"
¿Quieres decir un milagro, como tener un hijo?”
Y luego la abuela se habría puesto a llorar. Sé, como un hecho, que en una cierta soleada mañana de maya de 1891, la abuela estaba llorando.
En el transcurso de los años, varias familias que vivían en Kara Kala habían comenzado a aceptar el mensaje de los pentecostales rusos. El cuñado del abuelo, Magardich Mushegan fue uno de ellos. Recibió el Bautismo del Espíritu Santo y en sus frecuentes visitas a la granja de los Shakarian solía hablar del nuevo gozo que había encontrado en su vida.
En este día particular, 25 de mayo de 1891, la abuela y algunas otras mujeres estaban cosiendo en un rincón de la casa de campo de una sola habitación, es decir, la abuela trataba de coser, porque las lágrimas caían sobre la tela que yacía en su regazo.
A través de la habitación, cerca de la ventana en donde la luz era más clara, Magardich Mushegan se hallaba sentado con la Biblia abierta sobre las rodillas, leyéndola.
De improviso, Magardich cerró la Biblia de un golpe, se puso de pie y cruzó la habitación. Se detuvo delante de la abuela, con su espesa barba negra, moviéndose a causa de la emoción.
"Goolisar", dijo Magardich "el Señor acaba de hablarme".
La espalda de la abuela se enderezó. "¿De veras, Magardich?"
“Me esta dando un mensaje para ti, prosiguió Magardich. “Gocilisar, exactamente de hoy en un año darás a luz un niño".
Cuando el abuelo regresó de los campos, la abuela salió a su encuentro a la puerta de la casa con la noticia de la maravillosa profecía. Complacido y deseando creer, a pesar de su escepticismo, el abuelo no dijo palabra. Tan sólo sonrió y se encogió de hombros y marcó la fecha en el calendario.
Los meses pasaron y la abuela quedó encinta de nuevo.
Para aquel entonces, todos en Kara Kala sabían acerca de la profecía, y el pueblo esperaba en suspenso. Luego, el 25 de mayo de 1892, exactamente un año después de que se recibió la profecía, la abuela dio a luz un varón.
Esta fue la primera vez que mi familia tuvo un encuentro con el Espíritu Santo en forma tan personal. Todos los vecinos de Kara Kala estuvieron de acuerdo en que el nombre escogido para el pequeño niño era perfecto; fue llamado Isaac, porque fue como el hijo de Abraham largamente esperado, el hijo de la promesa.
Estoy seguro de que era un hombre feliz y orgulloso quien desfilaba con su familia a la iglesia todos los domingos después del nacimiento de su hijo Isaac. Pero el abuelo era muy terco, todos los armenios lo son. Se consideraba a si mismo demasiado inflexible para aceptar sin reservas que había presenciado una profecía sobrenatural de la misma clase que se menciona en la Biblia. Quizá la predicción de Magardich había sido solamente una afortunada coincidencia
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