ABRAHAM LINCOLN
EL MÍSTICO PRÁCTICO
BY FRANCIS GRIERSON
WITH AN INTRODUCTION BY
JOHN DRINKWATER
LONDRES- NEW YORK
1919
LINCOLN
LINCOLN , EL MÍSTICO PRÁCTICO *GRIERSON*i-ix
INTRODUCCIÓN
La gran maravilla de la poesía, de todo arte, es que su desafío y consuelo trascienden todos los puntos de vista; no influyen en nuestras opiniones, sino en nuestro deseo fundamental de completitud e inteligibilidad. El hombre que comprende la verdadera importancia de la poesía responde con igual satisfacción a // poeta// Swinburne
"Esta vida es una vigilia o una visión entre un sueño y otro;
y para Browning,
"Contenemos nuestra caída para levantarnos, nos frustramos para luchar mejor, dormimos para despertar,"
No importa en qué dirección se dirija su filosofía personal. La cualidad vivificante reside en la completa realización de un estado de ánimo, tanto en un caso como en el otro, y es de aquí que extraemos el conocimiento de nuestro propio poder de realización, y por esto nos inspiramos. No es ocioso decir que la vida de un hombre cobra sentido para nosotros exactamente en la medida en que se acerca a esta perfecta unidad y conclusión de una gran obra de arte. Esto no tiene nada que ver con la postura de que el arte es superior a la vida, aunque podría demostrarse fácilmente que el arte es simplemente la vida en su aproximación más cercana a la perfección.
Una vida en la que ni la intención ni la lealtad a la intención quedan sin resolver, en la que la naturaleza del alma se nos revela con la agudeza del mármol cincelado, y obliga a su entorno a asumir siempre algo propio, transfigurando, por así decirlo, las circunstancias externas en las que se desenvuelve, permanece para nosotros por siempre como ejemplo y esperanza. El temor de que, si así fuera, una vida de maldad pudiera sernos tan útil como una de nobleza es infundado. Pues, por alguna aptitud creativa que gobierna el universo, la pobreza de espíritu siempre está condenada, en última instancia, a la confusión; el mal no es, en realidad, sino la falta de esta misma lucidez y plenitud. Pero de esto no se sigue en absoluto que, en cuestiones de opinión, muchos hombres buenos puedan no estar en desacuerdo con el hombre en cuya vida percibimos la radiante forma espiritual.
La vida más familiar para los angloparlantes, en la que esta unidad es más hermosa, es la de Cristo.
Y el hombre que adora a Cristo con mayor sinceridad bien puede ser aquel que no teme plantear esta o aquella pregunta sobre su enseñanza, ni es el menos paciente.
En la historia moderna no hay hombre cuya vida represente tan claramente para el mundo la trascendencia de una gran obra de sabiduría creativa como Abraham Lincoln.
Si se preguntara si Lincoln fue un hombre más grande que Shakespeare, al menos hay que recordar, sea cual sea la respuesta, que en Lincoln su vida representa El Lear y Macbeth, y La duodécima noche y La tempestad de Shakespeare. Y es el espectáculo de uno perfeccionando su propia alma lo que nos conmueve tan profundamente y nos instruye con tanta certeza como el del otro perfeccionando las criaturas de su imaginación.
Me parece que es esta facultad de Lincoln para dotar de significado espiritual la vida de estadista, absorto en la complejidad de los asuntos cotidianos, de tal manera que lo que hace, por trascendental que sea, siempre es secundario a lo que él es en esencia, lo que el Sr. Grierson tiene en mente cuando lo llama "el místico práctico". El tema es importante, y hay que agradecerle al Sr. Grierson por abordarlo con tanta justicia. El ejemplo más destacado de la independencia que, en mi opinión, puede tener esta sublime realización del carácter se encuentra al considerar el tema que fue la preocupación principal de la carrera política de Lincoln. La idea determinante de su estadista fue la preservación de la Unión Americana. No fue, como a menudo se supone, la abolición de la esclavitud.
El odio de su personal hacia la trata de esclavos, concebido en la infancia, era inflexible, pero aunque nada le dio mayor satisfacción que el acto de emancipación cuando llegó, no fue hasta que los estados del Sur perdieron sus derechos constitucionales por rebelión que se permitió llevarlo a cabo. Pues su juramento presidencial implicaba la sanción de la esclavitud donde ya existía, y nada lo habría inducido a permitir que sus propias simpatías modificaran la obligación que entonces asumió. De modo que la cuestión moral elemental de si la trata de cuerpos vivos era justificable en alguna circunstancia no se planteó realmente al principio en la dirección de su política. La postura que adoptó con tan memorable firmeza fue por una convicción mucho más discutible y más puramente política. Aunque sancionó, por necesidad, los derechos esclavistas existentes, cuando se le solicitó una extensión de estos, se negó rotundamente, y fue entonces, ante la propuesta del Sur de separarse de la Unión y elaborar su propia legislación esclavista, que percibió un conflicto de opiniones sobre el cual, en lugar de llegar a un acuerdo, estuvo dispuesto a aceptar la amargura de la guerra civil.
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