viernes, 23 de julio de 2021

EL VERDADERO AMOR

SI HAY AMOR

POR BILL WALLS.SELECCIONES DEL READER'S DIGEST • Agosto 1996
MI AMIGO John McHugh siempre me está dando consejos, de esos que un hombre joven necesita recibir de una persona mayor, y más sabia, sobre cosas importantes como en quién confiar, cómo amar o cómo llevar una vida plena.
Hace poco la esposa de John, Janet, murió de cáncer. Dios sabe que era una mujer muy tenaz, pero luego de ocho años de aferrarse a la vida, la enfermedad le ganó la batalla.
Un día John extrajo de su billetera un papel doblado que, me explicó, había encontrado por casualidad mientras revisaba unos cajones en su casa. Era una nota de amor con la letra de Janet. Se diría una página del diario de una colegiala, cuando teje fantasías acerca del muchacho que ha empezado a quitarle el sueño, de no ser porque estaba escrita por la madre de siete hijos, una mujer que luchaba a brazo partido por sobrevivir y que, por desgracia, veía aproximarse el final.
Pero también encerraba una magnífica enseñanza para mantener unido un matrimonio.
Así comienza el mensaje de Janet McHugh sobre su esposo:
"Me diste amor, cuidados y muchas horas de desvelo".
Aunque le gusta hacer reír a los demás, John, al parecer, nunca bromeó con Janet acerca de su enfermedad. Cuando llegaba a su casa y la encontraba sumida en una de esas depresiones que suelen afligir a los enfermos de cáncer, la invitaba a cenar en algún restaurante.
John se preocupaba, y ella lo sabía, pues es imposible ocultar algo a quien bien nos conoce.
"Me tendiste la mano cuando estuve enferma", es la frase siguiente. Quizá Janet escribió la nota durante un periodo de remisión, uno de esos lapsos esperanzadores pero a la vez engañosos en que los síntomas ceden y la persona parece recuperar la salud. Cuando así sucede, ¿qué tiene de malo hacerse la ilusión de que el mal ha quedado atrás?
"Me perdonaste muchas cosas y me brindaste tu apoyo", continúa la misiva.
Y en seguida, un buen ejemplo de verdadera crítica constructiva para los que sentimos el deber casi religioso de hacerla: "Fuiste pródigo en los elogios".

"Me diste en todo momento lo que me hacía falta", apuntó Janet en el renglón siguiente.
Después dio vuelta a la hoja y añadió: "Te mostraste afectuoso, alegre, tierno y considerado". Y, sobre el hombre con el que había convivido y del que había estado enamorada casi toda su vida, expresó: "Siempre estuviste a mi lado en los momentos en que más te necesité".
La última frase resume todas las demás, y me la imagino agregándola a la lista con emocionada convicción: "Fuiste un buen amigo".
Estoy de pie junto a John, incapaz de fingir siquiera que sé lo que significa perder a alguien tan querido. Necesito saber lo que mi amigo piensa, mucho más de lo que él necesita hablar.
—John —le pregunto—, ¿cómo se puede permanecer unido a una persona durante 38 años de matrimonio y una enfermedad larga? ¿Cómo puedo saber si sería capaz de quedarme al lado de mi esposa en una situación semejante?
—Lo harás —responde—. Si de verdad la amas, lo harás.

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