Miércoles, 29 de marzo de 2017
LLEGAMOS
A CREER-
1961
EL HABIA ESTADO ESCUCHANDO
En mi primera juventud fui colocado ante una disyuntiva: lo que parecía ser una insípida vida moral, o lo que parecía ser una excitante vida de aventura... después de unos tragos de alcohol. Yo había sido criado en la tradición de un Dios inflexible y vengativo, que estaba pendiente de cada una de las cosas que hacía. No podía trabajar mucho sobre el amor a una deidad de esa naturaleza, y eso me hacía sentirme culpable. Pero después de uno o dos tragos, olvidaba mi culpa. Esto, decidí, ¡era la vida para mí!
Comenzó siendo suficientemente placentera, fomentando sueños de resplandeciente fama y fortuna. Pero esta vida gradualmente regresó a ser una constante pesadilla de miedo y remordimiento sobre mi condición, y resentimiento e ira ante el modo normal de vida que discurría a mi alrededor, y al que aparentemente no podía incorporarme. La verdad es que yo bebía para salirme de la sociedad, llegando gradualmente a un estado mental que canceló toda clase de contacto social o moral con cualquier persona. Pero en esa época no pude ver que mi forma excesiva de beber fuera la causa. Llegué a convencerme de que Dios y la sociedad me habían congelado, negándome las oportünídades de caminar por Vida. No podía ver una razón para vivir. Carecía del valor para matarme, pero creo que la desesperación hubiera llegado a romper esta barrera que me ponía la cobardía, si no hubiera sido por una experiencia que cambió mi enfoque mental por completo.
Esta experiencia me llegó por medio de la muerte de mi padre en Escocia. El había vivido una buena vida en comunidad y había recibido honores a su muerte de, todos los que lo habían conocido. Yo había recibido periódicos, que daban cuenta de su funeral. Esa noche, estaba sentado ante una pequeña mesa en unaatestada taberna, bebiendo y conmiserándome .por lo que había leído. No sentía pesar por la muerte de mi padre. El odio y la envidia saturaban mi mente, y murmuraba para mí mismo, "¿Por qué deben él y otras gentes tener todas las oportunidades para salir adelante en la vida, mientras que los hombres buenos como yo no tienen ninguna? La gente me amaría y me honraría a mí también, si tuviera las oportunidades que él tuvo en la vida."
En la taberna, el ruido de la conversación era ensordecedor. Pero de pronto oí una voz timbrar a mi mente, sonora y clara: —¿Que cuentas de tu vida le vas a entregar a Dios?" Miré a mi alrededor ya que era la voz de mi abuela. Ella se había ido fuera de esta Vida y de mis pensamientos hacía más de veinte años. esta su cuta favorita. Se lo había oído decir frecuentemente en mi juventud, ahora la aoía otra vez en la taberna.
Tan pronto oí esta voz, mi mente se aclaró, y supe más allá de cualquier duda, que ninguna persona ni situación era responsablede mi estado. Yo era el único responsable.
El efecto fue pulverizante. Primero, había oído esa voz, y entonces la completa excusa de mi fracaso en la vida —que yo nunca había tenido ninguna oportunidad— fue borrada de mi mente para siempre. Me golpeó el pensamiento de que si me hubiera suicidado, había una probabilidad de que pudiera haberme encontrado ante Dios y tener que darle cuentas de la. vida que había llevado, sin poder culpar a nadie de haberla vivido así. Yo no quería que este me sucediera, y la idea de suicidarme era desechada aquí y allá. Pero la certeza de que un día tendría que morirme, continuaba asediándome.
Todo esto es una locura, pensé. Pero, sin importar lo muchoque discutiera conmigo mismo que sólo estaba teniendo una alucinación, no podía desechar la implicación de la experiencia- Podía verme, en mi imaginación, cómo era llevado a la presencia de una deidad en apariencia inflexible, que fríamente me miraba bajo su nariz con absoluto desprecio, diciéndome ásperamente, —¡Habla!" Esto era todo lo lejos que mi imaginación podía llevarme, y desde ese punto me emborrachaba ciegamente tratando de borrar definitivamente la experiencia completa. Pero cuando volvía en mí por la mañana, la experiencia aún permanecía conmigo, más fuerte que antes.
Pensé, que mejor dejaría de beber por una temporada y comenzaría a reestructurar mi vida. Esta resolución me produjo una terrible sacudida. Hasta entonces, nunca había relacionado mis dificultades con el alcohol. Sabía que bebía mucho, pero siempre había sentido que tenía buenas razones para beber. Ahora descubría, para mi confusión y horror, que no podía dejar de beber. La bebida se había convertido en una parte tal de mi vida, que no podía funcionar sin ella.
No supe a donde volverme para pedir ayuda. Creyendo que lagente pensaba acerca de mí en la misma forma en que yo .pensaba acerca de ellos, estaba seguro que nadie era el indicado para pedirle ayuda. Entonces, sólo quedaba Dios, y si El sentía por mí lo mismo que yo sentía por El, esta era con seguridad una débil esperanza. De esta manera, crucé por los tres meses más negros de mi existencia. Durante este período, aparentemente, bebía más de lo que lo había hecho anteriormente, y rezaba'a "nadie" pidiendo ayuda para poder alejarme del alcohol.
Una mañana
volví tirado en en el piso de mi habitación terriblemente enfermo, convencido
de que Dios no iba a oírme. Más por reflejo que por otra cosa, fui a trabajar
esa mañana e intenté hacer una lista de raya, aunque era dificil controlar mis
temblorosas manos el minimo suficiente para poner los numeros en el lugar
correcto. Después de mucho batallarcompleté el trabajo. Con un suspiro de
alivio, mire por la ventanay reparé en un hombre que se aproximaba al
lugar donde yoestaba trabajando. Cuando lo reconocí el odio surgió en mi
mente. Hacía siete meses él había tenido la temeridad de preguntarmedelante de
otros hombres si yo estaba teniendo problemas con mibebida, y yo había
sido profundamente por su pregunta. No lo había visto desde entonces, pero mi
aversión por él estaba viva y afectando mi vida, cuando él pasó por el
almacén.
Entonces sucedió algo que nunca ha cesado de
sorprenderme. Cuando salió de mi vista,
todo lo que siguió quedó en una laguna. Lo que a continuación recuerdo es que
yo estaba de pie ante él fuera del almacén, oyéndome preguntarle en
que forma podía ayudarme a dejar de beber. Si yo hubiera decidido
concieritemente recurrir a algún individuo para que me ayudara, ¡él hubiera sido el último hombre sobre la tierra al que me
hubiera dirigido! Se sonrió, y dijo que trataría de ayudarme, y me
llevó al Programa de recuperación de A.A.
Meditando sobre esto, finalmente me pareció obvio que el Dios que pensé me
había juzgado y condenado, no había hecho nada al respecto. El me había estado
escuchando, y en el tiempo que El lo vió como bueno, llegó Su respuesta. Esta
respuesta Suya fue triple: me dió la oportunidad de vivir sobrio; Doce Pasos
para practicarlos, como el medio para obtener y conservar esa vida de
sobriedad; y una fraternidad dentro del programa, siempre dispuesta a
sostenerme y ayudarme en cada una de las veinticuatro horas del día.
No conservo ninguna ilusión de que yo traje el Programa de recuperación de A.A.
dentro de mi vida. Siempre lo debo considerar como el regalo de una
oportunidad. El hacer uso de esa oportunidad, es mi responsabilidad.
St. John'n, Terranova. Canadá
sábado, 25 de marzo de 2017
LLEGAMOS A CREER - A.A.
1961
MAS QUE UN
SIMBOLO
En los no lejanos días de mi pasado de borracha, cuando la locomoción estaba
fallando y la conciencia estaba desvaneciéndose, siempre
me las arreglaba para poner cuando menos una rodilla en el suelo
antes de derrumbarme en la cama. Este gesto era
acompañado por un susurro "Dios mío, estoy marcando tarjeta. Estoy
borracha." Estoy diciendo esto, no para obtener aplausos por
haber conservado un vestigio externo de la fe que conocí cuando niña, sino
porque quiero mostrar lo profundo que se atrinchera un símbolo aún después que
ha perdido todo su significado.
Cuando mi vida misericordiosamente giró por completo y eché mi suerte con A.A.
—porque no podía hacerlo mas que en esa forma para sobrevivir—, una nueva
oración reemplazó a la antigua. Monótonamente, casi cada momento que estaba a
solas, repetía, "Dios mío, por favor
restáurame la salud mental."
Y finalmente la respuesta comenzó a llegar. Un yo sano fue una chispeante
revelación. Siendo capaz de mirar a la parte de mi vida "que yo fui"
con una mirada hacia dentro libre de nubes intermedias, me sentí como si fuera
una clarividente. Estaba mirando dentro de la vida de alguien que en realidad
nunca había conocido, aunque yo sabía todas las cosas que habían sucedido en su
vida. Mi percepción no es tan aguda como para comprender el cómo o el porqué,
pero ahora puedo al menos ver los lineamientos de esa vida.
Desde que sucedió mi pacífico milagro, cuando
felizmente encontré que no necesitaba ni quería un trago, he continuado orando.
Ahora digo divertidas, personales oraciones, como una que es parte de una
canción, pidiendo que haya paz en la tierra, y que empiece conmigo. La mayoría
de mis oraciones son breves acciones de
gracias por algún favor y por hacerme detener a que piense antes de
que actue o reaccione. Mis relaciones con Dios han
madurado, como las de cualquier niña pueden hacerlo normalmente con su padre
terrenal; ahora, aprecio más Su bondad y sabiduría.
Nasville, Tennessee
¿COMO REZAS?
Muchas veces, mientras estaba bebiendo, pedía a
Dios que me ayudara... y terminé
blasfemando con todas las palabras en las que pude pensar y decir. "Si Tu
eres tan todopoderoso, ¿por qué permitiste que volviera a emborracharme y
meterme otra vez en todos estos problemas?"
Un día, estaba sentado sobre uno de los lados de mi cama. Sintiéndome
completamente solo, con una escopeta en la mano,
estaba dispuesto a cargarla. "Si existe un Dios," grité, "que me
dé el valor para jalar el gatillo."
'Una voz, queda y muy clara, dijo: "Echa a
un lado esa escopeta." Aventé la escopeta por la puerta.
En un momento de calma, caí de rodillas y la voz
volvió a hablar "Llama a Alcohólicos Anómimos."
Esto me sobresaltó. Miré alrededor,
preguntándome de dónde vendría la voz, y dije en voz alta, "
¡Dios mío!" Dí un salto y corrí al teléfono. Al intentar agarrarlo
apresuradamente, lo tiré al suelo. Me senté a su lado y, con temblorosa mano,
marqué la Central y le grité a la señorita que llamara a A.A.
"Le comunicaré con Información," dijo.
"Estoy temblando a un grado tal, que maldita sea si puedo marcar un
número. ¡Váyase al infierno!"
No puedo
explicar por qué no colgue. Simplemente permanecí sentado en el suelo, con el
auricular en mi oreja. Lo que a continuación oí,
fue "Buenas tardes. Alcohólicos Anónimos. ¿Podemos servirle en algo`—
Después de haber dejado de beber en A.A. durante cuatro meses, mi esposa y yo
volvimos a juntarnos. Yo siempre había dicho que por su culpa yo bebía tanto:
sus quejas, aquellos niños llorones, harían que bebiera cualquiera. Pero
después de volver a juntarnos durante tres meses, me dí cuenta de la maravilla
de esposa y madre que ella era. Por vez primera supe lo que verdaderamente era
el amor, en lugar del sinple, uso de su condición de mujer.
Entonces sucedió. ( Siempre tenido miedo de amar. Paramí, amar significaba
perder. Yo creía era la forma en que Diosme castigaba por todos los pecados que
había cometido.) Mi esposa se puso muy grave y fue internada de emergencia en
el hospital, Tenía cáncer. Me lo dijo finalmente el doctor. Ella no podría
soportar la operación, —me dijo— y si-no moría en el curso de ésta, sería solo
cuestión de unas horas más.
Me volví y corrí hasta el vestíbulo de abajo. En
todo lo que podía pensar era en conseguir una botella. Sabía que si cruzaba la
puerta de salida, eso sería exactamente lo que haría. Pero un poder mayor que
yo mismo me hizo detenerme y llorar a gritos, "¡Dios mío, sosténme! ¡Llama
a los A.A! "
Corrí hacia el sanitario de hombres y permanecí ahí llorando,. suplicándole a
Dios que me muriera yo en lugar de ella. Otra vez el miedo hizo presa de mí, y
con auto-lástima dije, "¿Es ésto lo que obtengo por trabajar esos malditos
pasos?"
Miré a mi alrededor, y el cuarto estaba lleno de hombres parados ahí mirándome.
Me pareció como si todos me dieran un apretón de manos y me dijeran sus nombres
al mismo tiempo. "Somos de A.A."
"Grítalo todo," me dijo uno de ellos. "Te hará sentirte mejor. Y
nosotros te comprendemos."
Les pregunté, "¿Por qué Dios me está
haciendo ésto? He tratado tan arduamente, y esa pobre mujer. . ."
Uno de los hombres me interrumpió y dijo "¿Cómo rezas?" Dije que yo
le pedía a Dios que no se la llevara, que en su lugar ine llevara a mí. Y entonces me dijo, "¿Por qué no le pides a Dios que
te dé la fortaleza y el valor para aceptar
Su voluntad? Dí ¡Hágase tu voluntad, no la mía!"
Sí, esa fue la primera vez en mi vida que recé
para que se hiciera Su voluntad. Cuando miro a mi pasado, veo que yo siempre le
pedí que hiciera las cosas a mi manera.
Estaba sentado en el vestíbulo con los hombres de A.A., cuando dos cirujanos
entraron y se dirigieron hacia mí. Uno de ellos me preguntó, "¿Podemos
hablarle en privado?"
Me oí contestar, "Cualquier cosa que usted tenga que decirme, puede
decírmela enfrente de ellos. Ellos son mi familia."
El primer doctor habló entonces. "Hemos hecho por ella todo lo que
podíamos hacer. Aún está viva, y eso es todo lo que podemos decir."
Uno de los A.A. puso su brazo sobre mis hombros y me dijo: ¿Por qué no la cambias ahora al cuidado del mejor Cirujano
de todos? Pídele que te de el valor para aceptar." Todos nos tomamos de
las manos y juntos dijimos la Oración de la Serenidad.
Cuánto tiempo pasó, no lo recuerdo. La
siguiente cosa que oí fue mi nombre dicho por una enfermera. Esta me dijo
suavemente, "Puede ver a su esposa ahora, pero sólo por un par de
minutos."
Mientras subía corriendo al cuarto, agradecí a Dios por darme esta oportunidad
de hacer saber a mi esposa que la amaba y que me apenaba mi pasado. Esperaba
ver a una mujer moribunda. Para mi sorpresa, mi esposa tenía una sonrisa en su
cara y lágrimas de alegría en sus ojos. Trataba de extender hacia mí los
brazos; y con voz débil dijo, "No me dejaste sola, no te fuiste a
beber."
Esto sucedió hace tres años y cuatro meses. Hoy, estamos juntos aún. Ella
trabaja su programa, Al-Anón, y yo trabajo el mío, ambos viviendo en el hoy, un día a la vez.
Dios respondió a mis oraciones, por medio de la
gente de A.A.
Huntington
Beach, California DIOS ME
ENCONTRO
Creo que Dios me encontró, en vez de que yo lo haya encontrado. Fue algo
similar a observar a un niño caminando; se cae una y otra vez, pero es mejor no
intentar ayudarlo hasta que llegue a darse cuenta de que no lo puede hacer
solo... y extiende la mano. Me metí en una, posición en la que no tenía a donde
volverme; era un punto de casi total desesperación. Entonces, y sólo entonces,
actué honestamente, y con sencillez pedí a Dios que me
Vino a mí al instante, y pude sentir Su presencia, tal como lo llago en este
momento.,Nasville, Tennessee
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