martes, 24 de enero de 2023

EL EXTRAÑO ALTO Y RUBIO - Ángeles de Dios

Jueves, 17 de marzo de 2016

 EL EXTRAÑO ALTO Y RUBIO

Nelson Sousa

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 El 19 de diciembre de 1979, mi compañero Ray y yo estábamos trabajando como buzos en la construcción de un puente cerca de Somers Point, Nueva Jersey. La nieve había comenzado a caer temprano, y para el mediodía estaba tan fuerte que tuvimos que dejar el trabajo. Mientras atravesábamos por el lote de estacionamiendo noté que e auto de mi jefe no tenía cadenas para la nieve. "Oye John", le dije: "¿Quieres que te lleve a tu casa?, creo que no llegarás con esos neumáticos".

John lo consideró por unos momentos, luego moviendo Ia cabeza me dijo: "Está bien Nelson, puede que tengas razón". Pero tan pronto como comenzó a caminar hacia mi camioneta, se detuvo y regresó hacia su auto. "Oh, casi se me olvidaba", me dijo, buscando en su maletero, "aquí tienes el traje de bucear que me prestaste el mes pasado. Al fin recordé traerlo".

 Estuve a punto de dejarlo en nuestra oficina situada en uno de los carros de remolque donde almacenamos nuestro equipo; pero como el traje tenía algunos huecos, decidí llevarlo a casa y repararlo. Lo tiré en laparte de atrás de mi camioneta. Era la primera vez en mis diez años como buzo en que yo viajaría con uno de estos trajes protectores de goma en el carro. Estos siempre se dejaban guardados en el trabajo.
El viaje hacia el norte a través de la nieve era difícil; frenando y acelerando por todo el camino. Lo que debió habernos tomado una hora, nos tomó más de tres. Pero pasamos el tiempo hablando sobre la Navidad y los juguetes que le íbamos a comprar a nuestros hijos.

 Realmente no me importaba salir de la ruta para llevar a John, y cuando llegamos al desvío que conducía hacia su casa, eran ya las tres de la tarde. Cuando dimos la vuelta, observamos un camión de bomberos que tocaba su sirena con fuerza  deteniéndose al final de la calle. Había una gran  conmoción en ese lugar.
"Oh Dios amado, no puede ser...", dijo John. delante de nosotros había una escena alarmante; una laguna pequeña congelada, con  un siniestro hueco negro en su centro. Alli se encontraban los camiones de bomberos con sus luces intermitentcs y las personas amontonándose en la orilla. una mujer daba gritos y lloraba.

Estacioné la camioneta a un lado de la carretera , me tiré de ella, tomé mi traje de buzo de la parte de atrás, me lo puse y corrí hacia la laguna. Ray me seguía a tropezones mientras yo cerraba la cremayera del traje.
Un bombero con rostro serio nos dijo que un niño seis años había salido a caminar sobre él hielo y se había caído en el agua helada. —Pero es imposible para nosotros llegar hasta allá", dijo. "el hielo está muy delgado". Dos hombres ya lo habían intentado. Tampoco una escalera puesta sobre el hielo funcionó. El agua eastaba  tan fría que cualquiera que resbalara en ella caería en un estado de inconsciencia en cuestión de minutos.
"yo lo voy a intentar', dije. Alguien ató una cuerda alrededor de mi cintura y comencé a dirigirme hacia el lugar, astillando el hielo a medida que con mucho esfuerzo adelantaba camino. Cuando llegué al hueco donde el niño había desaparecido, mis manos  estaban sangrando del esfuerzo.
El agua helada entró por los huecos que tenía el traje. Supe que sólo tenía uno o dos minutos  para sumergirme. Entonces descubrí que había dejado mi  pesado cinturón de bucear en el trabajo. Sin él sería muy difícil nadar en lo profundo con mi traje de goma flotante. Pero tenía que llegar al fondo. Todo lo que podía hacer era impulsar mi cuerpo hacia lo profundo. El agua estaba oscura. Más o menos  a seis pies, de profundidad toqué el fondo, subí como un corcho. Arriba y abajo, arriba y abajo. Una y otra vez me zambullía, moviéndome alrededor de la abertura en el hielo y palpando frenéticamente tratando de hallar un cuerpo, Pero no había nada, sólo agua helada y un fondo resbaloso y pantanoso. ¿Dónde estaba él'
Echando bocanadas de aire y tosiendo exhausto, grité con desesperación: iEl no está aquí! No lo encuentro, ¿Dónde  está?"miré hacia arriba, al otro lado del lago, vi a un hombre rubio con un abrigo ligero, parado solitario en la nieve. Ël levantó su brazo y me señaló hacia un punto, al otro lado del hueco, opuesto a mí.

 Me dirigí hacía el lugar y me tiré hacia abajo. El agua helada cubrió mi cabeza, y luego mis pies tocaron algo.

¡ El cuerpo del niño! Subí de nuevo. Ahora, con violentos movimientos de mis manos, me lancé al fondo y coloqué mis pies alrededor del cuerpo y lo levanté. Flotando sobre mi espalda, atraje  el cuerpo rigido, empapado, hasta mi pecho y lo sostuve fuertemente.

El abrigo azul del niño parecía estar pegado a él. Tiré hacia atrás la caperuza que cubría su cabeza y grité. El rostro descubierto, ¡era tan azul como el abrigo! El niño no estaba respirando. No podía continuar mirándolo más...iHalen!", grité, la cuerda se ajustó a mi alrededor, mientras los bomberos con trabajo la halaban arrastrándome hacia la orilla.John  se tiró en el  agua, tomó el cuerpo y se lo pasó a los médicos que esperaban. Yo me quedé rígido: me zafé el traje y comencé a dirigirme hacia ellos cuando dos policías me detuvieron. "Vamos', me instaron. "entra en nuestro auto patrulla y caliéntate"."Pero el niño!.... les grité. Para ese entonces las puertas de la ambulancia se habían cerrado y se alejaba velozmente, sonando la sirena. Yo me quedé moviendo la cabeza, me sentía desamparado, deseaba que hubiera podido salvarlo. John. mi jefe, me llevó a su casa donde me calenté un poco más y luego Ray y yo manejamos a casa.  Cuando entré, mi esposa Patricia, estaba  preparando la cena. Ni siquiera le di un beso, solamente me tiré en el sofá y comencé a llorar. Había sido todo en vano. Pat miró a Ray. "Nelson sacó a un niño del lago", le explicó Ray. Patricia había cocinado mi plato favorito, carne estofada, pero yo no podía ni probarla. Me senté en el sofá de la sala y sólo pensaba en el pobre pequeño y cómo se sentirían sus padres. Patricia llamó al hospital donde habían llevado al niño. Ellos le dijeron que el pequeño Michael Polukard había estado bajo el agua alrededor de diez minutos, estaba inconsciente 

¡Qué Navidad!, pensé, mirando fijamente las luces brillantes de nuestro árbol. Debajo del mismo estaba el nacimiento de Navidad; la camita del pesebre estaba vacía.Nuestra costumbre es poner al Niño Jesús dentro de ella en la víspera de Navidad. Me sentí aun peorpensando en una camita real que estaba vacía esa noche Miré con tristeza alrededor . Sobre la televisión estaban dos ángeles blancos que patricia había hecho para la decoración de la casa ese año. uno sostenía una hilera de estrellas, el otro tocaba el arpa, cuán frívolo parecía todo ahora, ¡Angeles! Recordé cómo mi abuela portuguesa de niños nos contaba sobré los ángeles que cantaron a los pastores aquella noche lejana cuando Jesús nació. Pero esta noche los ángeles y Jesús no me parecían muy reales. Y sin embargo, mi corazón lloraba por el pequeño niño. Era lo único que podía hacer. recosté mi cabeza y oré por él. Le pedí a Dios que le ayudara a vivir.

pasaron horas en las que me quedé sentado, sin moverme, mirando a la pared. patricia llevó a nuestras dos niñas pequeñas a la cama y Ray trató de  animarme. "El está aún con vida, sabes", me dijo Ray, "hay esperanza. Debieras estar agradecido por haber sabido dónde encontrarlo en esa laguna".

Lo miré. “Yo no sabía dónde éL estaba, Ray", le dije. "Fue ese hombre alto y rubio que me señaló el lugar correcto. Si no hubiese sido por él nuncá hubiera encontrado al niño".

Ray me miró extrañado.

“Eso suena muy raro Nelson. Tú sigues hablando de un hombre al otro lado del lago, pero..'", se rascó la cabeza...,..no había nadie en ese lado”,

Alrededor de las nueve sonó el teléfono. Patricia contestó , y me lo pasó a mí. “Es el padre de Michael, desea darte las gracias". con manos temblorosas tomé el teléfono. "No se preocupe por rní', le interrumpí,

“Lo único que deseo saber es cómo está su pequeño". Stand Polukard dijo que Michael estaba aún en una condición seria, pero parecía que se iba a salvar .La misma frialdad del agua, había bajado la velocidad del funcionamiento del cuerpo de Michael, me explicó, reduciendo su necesidad de oxígeno. Experimenté un gran alivio y en mi corazón, agradecí a Dios por haber salvado al pcqueño. Entonces pude ir a la cama y dormir.

Nos mantuvimos en estrecho contacto con el hospital durante los Próximos días, pero las noticias no eran buenas. La  f'amilia Polukard había sido informada que era posible que Michael tuviese un grave daño cerebral. Los doctores estaban preocupados por el tiempo que había pasado anntes que su corazón y pulmones funcionaran de nuevo

Un examen de su cerebro mediante un electroencefalograma había arrojado resultados "inconclusos". Los doctores decían que sólo hasta después que el niño recuperara el conocimiento, podrían saber cuánto había sido afectado.

Supimos que sus padres se habían mudado al hospital para quedarse con el niño. Las noticias reportaron que ellos estaban orando por él las veinticuatro horas del día. Personas de todas partes enviaron mensajes ánimo, diciéndoles que estaban orando con ellos. Yo no sabía que habían tantos creyentes.

Los periódicos continuaron publicando la historia de la triste condición  de Michael. Eileen y Stan Polukard continuaban hablándole a su niñito, que yacía inconsciente, conectado a una máquina de respirar, un monitor del corazón y suero intravenoso. Los doctores trataron de no infundirles falsas esperanzas.

"Recuerde", dijo un doctor a Eileen, "eI niño que usted conoció, puede que ya no exista”.

 Al tercer día, viernes, el equipo médico quitó a Michael del respirador.

Stan y Eileen continuaron su paciente vigilia de oración al lado de la cama de su hijo. Después el niño abrió los ojos lentamente y se viró hacia ellos. "Hola mami, hola papi, susurró.

El  lunes en la tarde, la víspera de Navidad, recibimos una llamada telefónica. "iMichael está en casa!", gritó mi esposa. La familia Polukard había llamado diciendo que los exámenes habían revelado que  Michael estaba completamente bien y que se lo podían llevar a su casa . ellos  nos invitaron a su hogar para celebrar juntos. Patricia y yo abrigamos a nuestras dos niñitas, entramos en el auto, y fuimos para allá rapidamente.

Michel estaba vestido con unas pijamas y sentado en el sofá de la Cuando  llegamos. "¿Sabes quién soy?", le pregunté. Por el resto de la noche, no se apartó de mi lado. A medida que hablábamos éI mencionó  que una de las primeras cosas que vio cuando abrió los ojos en el hospital fue un ángel.

"¿Un ángel?" ,le pregunté sorprendido.

Alló había realmente un ángel. Un gran ángel de papel que colgaba sobre la cama de Michael como parte de la decoración de Navidad del hospital.

Ángeles de  nuevo. Una vez más pensé en esos momentos misteriosos que mi abuela nos contaba cuando los ángeles hablaron con los pastores en el campo y le dijeron sobre el pequeño Bebé acostado en el pesebre.

Imaginé nuestro propio pesebre en la sala de nuestra casa. Y me dije:”Cuando regresemos, nuestras dos niñitas pondrán el Bebé Jesús en Su camita en el pesebre".

Miré hacia arriba y vi a Michael en los brazos de su padre y le di gracias a Aquel que envió a Su Hijo... y quien, ahora estaba seguro, énvió su ayúda, de alguna forma, para que otra pequeña cama estuviese tibia esta noche.

Pero había otra imagen en mi mente, un hombre alto y rubio, de pie, solitario en la nieve, a la orilla del lago, señalando. ¿Quién era éI?

Durante todas las semanas y meses que siguieron, no encontré a nadie que lo hubiera visto allí. En esta víspera de feliz Navidad, en una habitación llena de solemnidad, yo no podía evitar hacerme esa pregunta.

 

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