¡CUIDADO¡ EL PERRO ESCUCHA
¿Hasta dónde entienden los
perros el
lenguaje humano? ¿Obedecen automáticamente al sonido de ciertas pa-labras, o tienen idea de su significación?
HASTA QUE
PUNTO son los irracionales capaces de generalizar él sentido de las palabras? Por ejemplo: ¿la palabra «mesa, » significa para un perro
algo que no sea un objeto determinado con el cual tiene asociaciones
especiales ?
El ama de un perro perdiguero inglés llamado Topper acostumbraba darle un
hueso, siempre en la cocina, e invariablemente le decía: « ¡Topper, a la mesa! » Y al punto Topper se iba a roerlo
debajo de la mesa.
Cierto día estaban varios amigos de visita en la sala, y Topper se apresuró a
meter el hocico en las envolturas de los
caramelos y bombones que habían estado comiendo. « i Topper, a la mesa!» le
ordenó inmediatamente el ama con la intención de
que se fuese a lamer sus papeles debajo de la mesa de la cocina. En
vez de hacerlo así, el perro se dirigió a una mesita debajo de la cual apenas
cabía, se escurrió entrando de grupa, y empezó a
saborear allí sus golosinas. Evidentemente,
la palabra «mesa» significaba para ese perro, no tan sólo la mesa de la cocina, sino cualquiera otra. A invitación mía, la señora llevó a
Topper a mi laboratorio. Le di al perro un hueso y ella le ordenó: «
¡Topper, a la mesa!» El animal sin vacilar se
metió debajo de una mesa de laboratorio. Hicimos la prueba con mesas de
diferentes formas y tamaños. Topper
iba siempre a echarse debajo de la más cercana, y
nunca debajo de una silla o en un rincón.
Semanas después, la señora me contó este caso. Había ido con Topper al prado
que se extendía a espaldas de la casa. El perro desenterró un hueso. «¡Topper,
a la mesa!» dijo ella, llevada por la fuerza de la costumbre. En un extremo del
prado, donde casi no podía verse, había una vieja mesa rústica que Topper ya
conocía, y debajo
de ella fue a echarse a roer su hueso.
G. E.
LE CONTABA
mi abuelo a un amigo que había ido a visitarlo que Strom, nuestro perro de
muestra, estaba enseñado a buscar su gorra y llevársela a donde él estuviera.
— ¿Y qué haría el' perro si no la encontrara ?
Mi abuelo se guardó la gorra en el bolsillo y salió de casa en compañía del
amigo. A los pocos minutos llamó a Strom y le mandó: «Tráeme la gorra. »
Salió el perro disparado hacia la casa. Mi abuelo y el amigo aguardaron. Como a
los 10 minutos volvió Strom a carrera tendida, dejó a los pies del abuelo
lo que tenía en la boca y se puso a ladrar nerviosamente.
Lo que había llevado era la cofia de mi abuela.
A. L. O.
UNA DE MIS
tías abuelas acomodaba todas las noches a su falderillo en la cesta que le
servía de cama, le
echaba encima una manta y le decía: «Vaya, Dennie, así no sentirás frío. »
Cierta helada noche de invierno, uno de nuestros primos llegó de visita. Al
sentarse al amor de la chimenea frotándose las, manos, exclamó: «!Qué frío está haciendo esta noche, señores, qué
frío tan atroz!»
Dennie desapareció de la sala. ..
A poco oímos ruido, de algo que arrastraban por la escalera. Momentos después entró el falderillo llevando la manta, con la cual fue a sentarse al lado del visitante, como si se
la ofreciera.
UNA NOCHE sorprendí a Nerón, mi perro danés, echado en el sofá de la
sala, un mueble muy costoso, el cual ocupaba casi todo con su pesado corpachón.
« ¡Fuera de ahí, y cuidadito como vuelva a
verte en ese sofá!» le grité.
Se bajó al momento y salió de la sala muy avergonzado.
La noche siguiente Nerón no se trepó al sofá;
pero lo encontré plácidamente dormido en los
tres cojines que había bajado y dispuesto en el suelo como mejor cuadró a su
comodidad.
- M. H.
Selecciones Junio 1950
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