EL PRINCIPE IRLANDES
Y EL PROFETA HEBREO
LIA FAIL
By ROBERT G. KISSICK,
1896
125-128
Se dio la respuesta,( afirmativa de la Princesa hebrea al Principe Irlandés) se sellaron las promesas y el príncipe durmió. Después de que Eochaid fuera abatido por los rufianes, dos de la banda lo tomaron en brazos y lo llevaron rápidamente hacia la ciudad. Al encontrarse con el etíope camino a la cueva del profeta, le dijeron que habían encontrado a un hombre que se había caído en el camino y que lo llevaban a la ciudad. Cuando el etíope llegó a la cueva, donde debería haberse encontrado con el príncipe, sus sospechas se despertaron y se culpó por no haber echado un vistazo al enfermo que había encontrado, así que se apresuró a regresar a Jerusalén para averiguar, si era posible, dónde se alojaba el príncipe. Conocía a casi todos en la ciudad, pues había sido esclavo favorito del rey Sedequías, y ahora era el favorito de todos, ya que Sedequías estaba cautivo. Conocía cada mazmorra y bóveda bajo el palacio, pero no sospechaba que hubiera prisioneros en la mazmorra, pues, por orden de Nabucodonosor, había abierto todas las puertas.
Sin embargo, pensó que no estaría de más investigar, pues algo que había oído decir a uno de los mozos de cuadra le hacía temer que el príncipe había sido asaltado por la banda, decidida a arrancarle la contraseña a un maestro albañil, y sabía que Eochaid era un albañil de alto rango; y si había sido asesinado por los hombres que rodeaban el palacio, no habría mejor lugar que una de las mazmorras para ocultar a la víctima; de ahí su búsqueda y su horror al encontrar al príncipe.
Decidió entonces llevar a los culpables a juicio, e informó al mozo de cuadra que había encontrado al príncipe y que estaba en condiciones de revelarles la contraseña de un albañil. Los cuatro hombres, pensando que el esclavo ansiaba obtener la contraseña, lo siguieron por los pasadizos inferiores hasta la mazmorra donde habían encerrado al príncipe. El etíope abrió la puerta y les dijo que entraran. En cuanto el último entró en la celda, la puerta se cerró tras ellos, la llave giró en la cerradura, los cerrojos se cerraron y quedaron sometidos a la pena máxima de la ley etíope
CAPÍTULO XI.
MUERTE DE MYRA.
El crujido del cabrestante, el tintineo de las cadenas, el aleteo de las velas, todo indicaba a los viajeros que emprendían un largo viaje hacia el hogar del "Príncipe Occidental". Sentados en el camarote del barco estaban Jeremías y Baruc.
El príncipe, junto con Myra y Tea Tephi, observaban a los marineros en cubierta izar las velas y escuchaban el peculiar grito del marinero cuando el ancla emergió del agua fangosa y fue asegurada al costado del barco. El etíope ayudaba a los marineros, pues todos lo admiraban por su destreza en el reciente combate contra los hombres de Ismael. "Será mejor que revises el mapa cuidadosamente", dijo el Vidente, "para que no haya ningún error. Debes recordar que dejamos a los siete aquí en Jerusalén, y la muerte podría arrastrarnos a los tres antes de que podamos cumplir nuestro propósito. Estoy seguro de que el arca y la columna llegarán sanos y salvos, pues Dios así lo ha ordenado, y sus promesas son tan duraderas como las colinas eternas. El hombre desfallece y vuelve al polvo, pero la palabra de Dios es segura y firme."
El mapa parece imperfecto", dijo Baruch. "Ah, y esa misma imperfección es lo que oculta nuestro (127) 128 EL PRÍNCIPE IRLANDÉS. secreto. La salvación del hombre se logrará a través de su imperfección. "He aquí que el hombre se ha convertido en uno de nosotros, conocedor del bien y del mal", lo transformó de hijo del hombre en hijo de Dios. De lo terrenal a lo celestial; pues, dice Eva sobre el nacimiento de Caín: "He adquirido un hombre del Señor", y de nuevo sobre el nacimiento de Set, de quien surgió nuestra raza: "Porque Dios me ha designado otra descendencia en lugar de Abel, a quien Caín mató". Caín y su posteridad fueron destruidos; Set fue salvado por Noé. De nuestras imperfecciones surgió la promesa de un Redentor. Prefiero ser pecador con ese conocimiento que ser perfecto sin él, pues los ángeles caen, y por ende, el hombre inmortal; pero en el mismo momento en que participaron del fruto del árbol del conocimiento, en ese mismo momento se convirtieron en herederos del cielo mediante la sangre prometida de un Salvador, y por esa sangre deben permanecer redimidos para siempre
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