martes, 11 de mayo de 2021

DEDICAN SUS VACACIONES AL BIEN DE LA HUMANIDAD

 LO QUE HEMOS APRENDIDO

ACERCA DEL SUICIDIO

SELECCIONES DEL READER`S DIGEST       Enero de 1972

En estudios recientes se han descubierto muchos de los síntomas que delatan al suicida en potencia y se han hecho progresos auténticos en la prevención de esta calamidad

POR FRED WARSHOFSKY

FNTRARON en la sala de urgencia de la Clínica Siquiátrica de la Universidad de Basilea, en la Suiza alemana. Era un matri­monio maduro; los dos tenían ya más de 50 años. El marido venía poco menos que arrastrando a la esposa, quien de muy mala gana se acercó por fin a la mesa del con­sultorio y se sentó mirando fila-mente algún punto por encima y más allá del hombro del médico. El marido explicó, muy agitado, que su mujer adelgazaba de un modo alarmante, perdía el apetito y el interés por todo; habló del insomnio que padecía y lo que era más de temer— de las amenazas de suici­dio proferidas por ella.

Tras una hora de sondeos, el si­quiatra fijó la causa de la depresión que padecía la señora. Poco tiempo antes, después de la boda de su úl­timo hijo, el matrimonio se había trasladado de Basilea a una remota aldea montañesa de la Suiza italia­na. Separada de sus amigos, de su familia y de su iglesia, obligada a expresarse en un idioma que no hablaba bien, incapaz de adaptarse a su nueva situación, la señora ha­bía empezado a pensar que el suicidio era su única salida. Cuando el siquiatra le explicó el problema, el marido accedió en seguida a volver a Basilea, a los lugares en donde ella había echado raíces. Y en efec­to, pocas semanas después la mujer había recobrado sus deseos de vivir y no volvió a hablar de suicidio.

Esta reacción inmediata ante una amenaza suicida, sirvió probable­mente para salvar una vida. Es ejemplo de una técnica llamada de intervención en crisis", y constitu­ye uno de los varios adelantos lo­grados en la prevención de suici­dios.

Las medidas preventivas del sui­cidio no son nuevas. Desde hace algunos años funcionan en varios países centros de prevención de este mal, dirigidos casi siempre por sacerdotes o seglares dispuestos a es­cuchar compasivamente a quienes van a desahogarse con ellos. Pero últimamente la clase médica ha aprendido cosas importantes acerca del suicidio, y su prevención se tra­ta ya de una manera más sistemá­tica.

La necesidad de esa profilaxis es evidente. La Organización Mundial de la Salud estima que, en Occi­dente, se suicidan 1000 personas cada día, y hay especialistas que calculan la cifra de suicidas en 2000. Además, se supone que cada 24 ho­ras ocurren de cinco a diez mil in­tentos de suicidio. Este mal es una de las diez causas principales de mortalidad en la mayoría de los países industrializados. "Una porción considerable de suicidios consumados o intentados tiene por causa algún trastorno mental, espe­cialmente la manía depresiva", de­clara el Dr. Erwin Stengel, profesor emérito de siquiatría en la Univer­sidad de Sheffield (Inglaterra).

Todos, virtualmente, experimen­tamos algún síntoma de depresión en un momento o en otro de la vida: en esos casos cualquier acto re­quiere un esfuerzo; se pierde la energía y la confianza en uno mis­mo. La persona deprimida tiene di­ficultades para dormir; se despierta muy temprano y se siente abatida por las mañanas. Domina en ella un sentimiento de culpa y de fraca­so, y el futuro se le aparece sombrío.

Hay, sin embargo, varios tipos de depresión anormal, y los médi­cos investigadores reconocen que en uno de ellos el riesgo de suicidio es mayor que en todos los demás: la depresión endógena, a menudo hereditaria. "El estado de ánimo en este tipo de depresión es diferente de todo lo que podamos encontrar comúnmente en el resto de los seres humanos", explica el Dr. Ian Skot­towe, de la Escuela Regional de Si­quiatría de Wessex (Inglaterra). "Es algo específicamente mórbido; no es una simple intensificación de las, vivencias normales".

El depresivo endógeno sufre a la vez trastornos orgánicos y menta­les. Pierde el apetito, el peso, la vi­rilidad, el sueño, e incluso puede caer en el estupor. Cuando estos síntomas persisten durante algún tiempo, el peligro de suicidio es in­minente. En un estudio que duró siete años y abarcó a enfermos que padecían este tipo de depresión en Gran Bretaña, se vio que la propor­ción de suicidios era de 307 por 100.000, esto es, 20 veces más eleva­da que el promedio nacional.

También existe la depresión sico­genética, causada en general por factores emocionales o ambientales. En esta forma —muy frecuentede depresión suicida, muchos en­fermos se sienten, impulsados a pe­dir auxilio. El Dr. Erwin Ringel, siquiatra vienés fundador de la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, calcula que más de la mitad de los suicidas buscan al médico antes de atentar contra su propia vida. "Es claro”, añade "que lo hacen con la espe­ranza de que el médico se lo im­pida".

A veces el grito de auxilio se en­mascara con algún acto que no pa­rece tener relación con un intento suicida. Tenemos, por ejemplo, el caso reciente de un joven japonés que secuestró un avión de pasajeros amagando a los tripulantes con una pistola de juguete y obligándolos a volar a la base aérea de Hamamat­su, 257 kilómetros al sur de Tokio, donde están acuarteladas algunas unidades de las Fuerzas de Auto-defensa del Japón.

Después de capturar al secuestra­dor, supieron las autoridades que, en realidad, había querido suicidarse indirectamente. "Estaba cansado de vivir y quise que me mataran las Fuerzas de Autodefensa", decla­ro el joven a la policía. "Nunca tuveintención de matar a ningún pa­sajero".

Para instruir al médico a fin de que sepa oír e interpretar el grito de auxilio, el Dr. Walter Póldinger, siquiatra de la Clínica Siquiátrica de la Universidad de Basilea, se valió de una computadora en la investigación sicológica de los casos de suicidio. La computadora hizo una lista de 35 características que se advierten con la mayor frecuen­cia en la personalidad y en el histo­rial médico de 1300 individuos que optaron por quitarse la vida, de los cuales 300 lo lograron. En esa lista figuran la vida amorosa, el matri­monio y los problemas sexuales, las dificultades económicas y profesio­nales, las enfermedades y la hipo­condría, diversos grados de soledad, la depresión, las amenazas y planes suicidas, los antecedentes familiares de suicidio y otros factores. Se asig­nó a cada característica un valor numérico (por ejemplo, si hubo in­tentos anteriores de suicidio, ese antecedente pesa más que los pro­blemas matrimoniales del enfermo) y se trazó un perfil típico del sui­cida".

El perfil, elaborado por la compu­tadora, muestra que los suicidas son gente ansiosa, tensa y nerviosa, que difícilmente establece contac­tos sociales. La comparación de una serie particular de problemas de alguna persona con el perfil tí­pico puede ser útil para determi­nar las tendencias suicidas de esa persona.

La investigación de las causas del suicidio ha llevado a descubrir un particular estado síquico que se pre­senta antes del acto suicida. Ese es­tado se llama "síndrome pre-suici­da" Y. según su definidos, el Dr. Ringel, es "nuestra mejor oportuni­dad de descubrir al presunto suici­da antes de que intente matarse".

Tres síntomas constituyen dicho síndrome: el primero es lo que de­nomina el Dr. Ringel "estrecha­miento progresivo". El suicida, ex­plica, "se siente encerrado, como si estuviera en la celda de una cárcel o en una habitación cuyas paredes se van juntando. Y tiene el senti­miento de que sólo le queda una puerta de escape: la muerte". Esta vivencia de estrechamiento puede venir de afuera, como el hecho de estar realmente en la cárcel o de haber sufrido una súbita muerte en la familia. O puede proceder del interior de la personalidad, como sucede a mentido con los neuróticos o los depresivos endógenos.

El segundo síntoma es la inhibi­ción del impulso agresivo. "Freud", declara el Dr. Ringel, "descubrió que el paciente con complejo suici­da desea en realidad matar a otra persona, y, al no poder satisfacer su deseo, lo dirige contra él mismo quitándose la vida. Cuanto más di­ficultad tenga una persona para ex­presar sus instintos de agresión, mayor será el peligro que corre de suicidarse".

La tercera faceta del síndrome pre-suicida es lo que llama el Dr. Ringel "las fantasías de la muerte". Los inminentes suicidas imaginan detalles en torno a su muerte, y a menudo se recrean pensando en el medio que van a emplear para sui­cidarse.

"Si un paciente presenta los tres síntomas descritos", explica el Dr. Ringel, "será un candidato muy probable para el suicidio y es preci­so tratarlo inmediatamente".

En el aspecto del tratamiento de las tendencias suicidas, se han con­seguido grandes progresos. A me­diados de los años cincuentas se introdujeron dos tipos de medica­mentos que modifican la química cerebral y suprimen la depresión en un elevado porcentaje de los pa­cientes. Esas medicinas antidepre­soras son ya de primera necesidad en el tratamiento de las enfermeda­des mentales.

Los médicos usan también otros sistemas, como la sicoterapia de grupo, para tratar simultáneamente a muchos pacientes, o métodos des­tinados simplemente a enfrentar al paciente con la crisis inmediata que precipitó su impulso o su conato suicida. Muchos siquiatras creen que buen número de suicidios se cometen por un error al juzgar al­guna crisis repentina. Ejemplo clá­sico de ello son Romeo y Julieta. Romeo se suicidó porque creía que Julieta había muerto. Si hubiese esperado uno o dos días, hubiera visto que Julieta vivía. Si se logra ayudar al suicida potencial para que no se abandone a la crisis, si se le puede convencer de que su Julie­ta está viva, se podrá conjurar vir­tualmente el peligro de suicidio.

Con esta idea se practica la "in­tervención en crisis", o forma de tratamiento que pretende impedir el suicidio prestando apoyo al paciente hasta que la crisis haya pasa­do Además, este tipo de tratamien­to se administra al presunto suicida fuera del hospital. "Sacar a un pa­ciente de su hogar y de su trabajo para conducirlo a un hospital leja­no agrava el desajuste que sufre Ya", dice el Dr. Donald Langsley, siquiatra de la Universidad de Ca­lifornia.

En la terapéutica de intervención en crisis del Dr. Langsley se supone asimismo que no sólo el paciente re             qluiere tratamiento inmediato, sino que tal vez toda su familia neceitará ayuda. En efecto,muchas veces la situación que des emboca en un intento de suicidio se precipita por un problema fami­liar. Es el caso de una adolescente de 17 años de edad que tomó un frasco entero de tabletas de aspirina para morir. Al estudiar su caso, los médicos descubrieron que estaba muy deprimida desde que le apare­cieron los síntomas de su condición femenina. Sus padres le habían he­cho creer que todo pensamiento sexual es sucio, y que cualquier ac­to con muchachos es condenable. Cuando ella les confesó que había tenido ciertas relaciones, le prohi­bieron que viera a su novio. Enton­ces trató de suicidarse.

"La mayoría de las familias seenfrentan a estas crisis de adoles
ia sin recurrir al siquiatra", declara el Dr. Langsley. "Y cuando aparecen síntomas sicopatológicos se suele tratar únicamente al miem­bro de la familia calificado de paciente. Pero hemos descubierto que lo más conveniente sería ayudar a toda la familia".

El problema del suicidio nunca se resolverá totalmente, pero hay muchos factores (intervención en crisis, medicamentos, sicoterapia, orientación) que ayudan evidente­mente a reducir sus trágicas dimen­siones. Pueden ser eficaces incluso algunos expedientes tan sencillos como invitar al solitario a una reu­nión social. Recordemos, por ejem­plo, lo ocurrido en Berlín Occiden­tal, donde la policía contaba con 30 suicidios, por lo menos, cada No­chebuena, y los médicos, además, tenían que hacer lavados estomaca­les o vendar muñecas de cien frus­trados suicidas tan sólo en esa no­che del año, cuando la soledad y el aislamiento resultan insoportables para algunos berlineses.

Sin embargo, desde hace 15 años el Dr. Klaus Thomas, jefe del Cen­tro de Prevención de Suicidios de Berlín, celebra una reunión anual el día de Nochebuena en una gran iglesia, adonde acuden los solitarios de la ciudad (las viudas, los ancia­nos, los sin hogar). El índice de suicidios en esa noche bajó ahora a la décima parte de lo que era antes de que el Dr. Thomas demostrara prácticamente el esencial humanita­rismo del hombre y su compasión por sus semejantes.

  

Sin aspavientos, centenares de médicos toman tiempo de sus giras regulares para llevar su pericia a regiones remotas, donde los médicos escasean y las enfermedades proliferan.

DEDICAN SUS VACACIONES AL BIEN DE LA HUMANIDAD

SELECCIONES DEI. READER'S DIGEST Agosto de 1971

POR CLARENCE HALL

AL PENETRAR, hace algunos años, en un hospital de la selva africana, me detuve en una ocasion para echar una mirada por encima del hombro de un mé­dico que le estaba vendando a un niño el pie mordido por una ser­piente. El médico debió de sentir mi presencia, porque se volvió, ¿y cuál no sería mi sorpresa al recono­cer en él a un amigo mío de los Es­tados Unidos?

—Pero, ¡por Dios! —exclamé¿Qué está haciendo usted aquí?

—Gracias por el alto patrocinio que usted me atribuye —respondió sonriendo—, pero, en realidad, es­toy aquí simplemente de vacaciones.

Desde entonces, en mis viajes a muchos rincones del mundo, he en­contrado a otros facultativos que (al igual que mi amigo) toman va­caciones, para beneficio de la huma­nidad, en lugares donde los médicos escasean y las enfermedades abun­dan. Salen del país sufragando sus propios gastos, en períodos de tres semanas a tres meses, y forman lo que un periódico médico norteame­ricano ha designado como "un nue­vo tipo de curadores en el escenario mundial, esto es, el médico interna­cional que considera que el privile­gio  de ejercer la medicina en un país rico y científicamente avanzado lle­va aparejada la obligación de dedi­car algún tiempo atendiendo a los mil millones de seres humanos que nunca o rara vez ven un médico".

Entre los muchos organismos que reclutan médicos para el servicio li­mitado en el extranjero figura una entidad llamada Medical Assistance Programs, Inc. (Programas de Asistencia Médica, S. A.) Hija (le la Sociedad Médica Cristiana, que tiene unos 3000 afiliados, la MAP es en gran parte obra de J. Ray­mond Knighton, individuo alto, muy activo, de 48 años de edad, quien se niega a creer que haya ta­reas imposibles.

Convencido de que el sentido humanitarlo que inspira las vocaciones médicas se puede poner al servicio de los colegas extranjeros, en 1954 ¡lizo público un programa con fases múltiples y carácter de reto. Traza­da una fase del mismo, la de "servi­cio misionero en período breve" (STM) para los miembros de la So­ciedad Médica Cristiana (con el le­ma "encuentren ustedes el tiempo, y nosotros les encontraremos la ac­tividad"), no tardó en tener volun­tarios en abundancia.

Destaca entre los reclutas entu­siastas de Knighton el Dr. C. Eve­rett Koop, cirujano jefe del Hospi­tal Infantil de Filadelfia, quien ha participado en más de una expedi­ción médica por cuenta de la MAP. Una de ellas tuvo efecto hace pocos años, cuando los niños de la Repú­blica Dominicana morían a centena­res, deshidratados por la disentería. Las autoridades del país acudieron a la MAP en demanda de ayuda. El Dr. Koop voló al lugar, estudió la situación, estableció centros de re-hidratación y preparó a médicos y enfermeras locales para que pudie­ran atenderlos. Hoy funcionan 25 de estos centros y la mortalidad in­fantil ha bajado de 40 por ciento a casi cero.

Otro voluntario es el Dr. Ralph Blocksma, eminente cirujano plás­tico. Blocksma ha visitado a Centro­américa y Sudamérica, al Oriente Medio, África, Tailandia, Corea y Vietnam. En algunos viajes obtuvo resultados sorprendentes que tras­cienden los aspectos estrictamente médicos.

En 1958, por ejemplo, durante una estancia en Panamá por encar­go del STM, Blocksma oyó hablar de un muchacho, indio cuna, que presentaba un desfigurarte labio le­porino. Ahora bien, desconfiando de todos los extranjeros, los cunas se habían negado por espacio de siglos a permitir que abrieran escuelas y hospitales en su tierra nativa de las Islas de San Blas, frente a la costa de Panamá. También a los misione­ros les tenían vedado el acceso.

Pero Blocksma llegó audazmente hasta el hogar del muchacho en avioneta y en piragua,, y, pese a la violenta oposición de los curanderos indígenas, persuadió a los padres de que le permitieran corregir la de­formidad. Habiendo tenido la ope­ración un éxito completo, el caudi­llo de la isla exclamó:

—j Cómo pudo un simple mortal realizar semejante milagro!

A lo que Blocksma respondió:

Sirvo a un Dios que quiere ayu­dar a todo el inundo. ¿Os gustaría saber más acerca de Él?

El muchacho y sus padres se con­virtieron en pequeñas celebridades y los llevaron de isla en isla para mostrar el "milagro". Los jefes de otras islas invitaron a misioneros y médicos a que fueran a visitarlos. Actualmente funcionan en las 350 islas varias misiones, clínicas y es­cuelas.

Si bien la mayoría de los médicos que sirven en el extranjero deben trazar sus planes con mucha antici­pación, hay muchos que están listos para salir al primer aviso, cuando alguna crisis requiere su rápida in­tervención. Tal fue el caso en 1969, al declararse una violenta epidemia de poliomielitis entre la tribu, antes muy temida, de los indios aucas, que viven cerca de las fuentes del Amazonas. En el momento en que una llamada de onda corta llegó a la MAP, 250 aucas estaban afectados por la enfermedad y 16 habían muerto ya. Knighton localizó rápi­damente un voluntario, el Dr. Juan Correa, del Centro Médico de la Universidad de Oklahoma.

Antes de 24 horas de haber salido de Oklahoma, Correa llegaba, con 1000 dosis de vacuna antipolio, a un modesto hospital de misión situado al borde de la selva ecuatoriana:. Sirviéndose de un pulmón de acero y de dos respiradores que tomaron prestados de un hospital público de Quito, el Dr. Correa y un médico misionero trabajaron día y noche. Antes de dos semanas habían domi­nado la epidemia. Luego, a bordo de una avioneta de la misión, Co­rrea voló a cinco remotas clínicas de la selva para inmunizar a las veci­nas tribus de los jíbaros y los que­chuas. El resultado fue que la epi­demia quedó localizada dentro de sus límites iniciales y que tres tribus se salvaron de una mortandad casi inevitable.

Hay otras muchas entidades que fomentan el servicio médico en el extranjero: para que efectúen ope­raciones quirúrgicas irrealizables con los medios de que disponen los cirujanos locales; para hacerse cargo temporalmente de algún hospital de misión que ha quedado vacante por defunción o enfermedad del médi­co titular; para ayudar a establecer nuevas clínicas en la selva y prepa­rar enfermeras y auxiliares que las atiendan; o para demostrar nuevos procedimientos y equipos a médicos que durante mucho tiempo han es­tado sin contacto con los últimos adelantos de la medicina.

Pero donde la MAP va más allá que otros grupos similares es en su abundancia de servicios subsidia­rios. Uno de ellos es un departamen­to de compras a través del cual los médicos y los hospitales de misión pueden adquirir material médico con descuentos que llegan al 70 por ciento. Ofreciéndolas gatuitamente a aquellos que no pueden pagarlas, hay suscripciones a revistas de me­dicina, filmes y grabaciones de con­ferencias sustentada~ en sociedades médicas, libros de texto y equipo usado.

La MAP ofrece asimismo un servicio de asesoramiento a los médicos cuando se enfrentan a problemas que rebasan su capacidad. Por
e
jemplo, un médico ssolicitó recientemente desde África consejo para corregir un caso grave de pie zambo en un recién nacido. "Presenciéuna vez una demostración de este
tratamiento, pero no recuerdo losdetalles", escribía el médico. Knigh tonse puso en contacto con una pediatra, quien resultó socio en el
consultorio del especialista cuyo procedimiento hahía precenciado 'el médico que escribía de África. Antes de 24 horas remitieron  una descripción detallada del tratamiento. El resultado de la con­sulta epistolar fue el pie normal.

En términos de mera cantidad, el servicio más voluminoso de la MAP a los médicos y hospitales del ex­tranjero es la colecta y distribución que hace de medicamentos sobran­tes y de otros artículos regalados por los fabricantes de productos farma­céuticos y de material médico. El año pasado, por ejemplo, envió unas 950 toneladas (valoradas en 16 mi­llones de dólares) a unos 500 médi­cos de 64 países.

El cuartel general de la MAP, en Wheaton (Illinois), es una colmena desbordante de actividad. Su centro vital es un almacén que ocupa una superficie de más de 3500 metros cuadrados y está repleto de produc­tos médicos. Knighton envía cada quincena una lista de más de 600 artículos disponibles a unos 100 mé­dicos cuidadosamente seleccionados que trabajan en países en vías de desarrollo. Preside el registro de los pedidos un farmacéutico titulado. Todos los artículos están cuidadosa­mente empacados en cajas con flejes, metálicos, construidas especialmen­te para resistir los modos de tras­porte más primitivos.

.-Quién financia una obra tan vas­ta y tan extensamente ramificada? Principalmente las contribuciones individuales, más de dos tercios de las cuales proceden de donativos pequeños; los gastos generales son bajos porque sólo se trabaja con un equipo mínimo de empleados, se­cundado por grupos de voluntarios sin paga.

Dice Knighton: "En un trabajo como el nuestro es imposible prever las proporciones de la demanda. Si llega dinero, lo empleamos; si no llega, no gastamos, a no ser en si­tuaciones de urgencia. En tales ca­sos solicitamos un préstamo banca­rio y rogamos a Dios que los fondos lleguen antes del vencimiento del pagaré. Sin embargo, pese a que la mayor parte del tiempo estamos de rodillas, nos arreglamos de una for­ma o de otra para mantener la cabe­za fuera del agua".

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