lunes, 23 de enero de 2023

LA MUJER QUE TENÍA EL ALMA DORMIDA- Historia real

 

Sábado, 21 de mayo de 2016

HACE A UN LADO SU FAMA Y BELLEZA PARA SERVIR AL PROJIMO -Fulton Ousler 1952

LA MUJER QUE TENÍA EL ALMA DORMIDA.

Una mujer hace a un lado su fama y belleza para servir al prójimo

Por Fulton Oursler

1952

 Esta historia, por extraña que parezca, es cierta. Sólo cambiaré los nombres de las personas y de los lugares. Quién me la contó fue el marido, “Warren Bellman,” persona muy activa como empresario teatral.

    WARREN BELLMAN la vio por primera vez en la noche del estreno de una revista.

   Con una lanza en la mano, bajaba al escenario del Ziegfeld Follies por una escalera de  terciopelo negro. Llevaba un -casco de plata que no alcanzaba a apagar la hoguera de su cabellera.  Como una sonámbula, descendía lentamente y solemnemente, con los ojos fijos en las candilejas como si no tomara en cuenta al público que tenía por delante. El compañero de Bellman, le dijo a éste con cadencia romántica:

_ “¡Que misterio  tienen los grandes ojos verdes de esa mujer¿”.__

 Y Warren, escéptico incorregible:__

 “! Astigmatismo ¡la chica es miope y necesita lentes. ¡Cómo me gustaría ser el que se los comprara¡”.__

Eran muchos los que se habían ahogado en las aguas tranquilas de Jou-Jou, que tal era el nombre de combate de la actriz. Por varias temporadas venía como la belleza favorita, y su rostro y su cuerpo solían aparecer en la cubierta de las revistas. En su corta vida Jou-Jou había tenido muchos coqueteos pero  jamás un amor de verdad. En los salones  nocturnos de moda la habían cortejado muchos galanes que trataban de halagarla con regalos.  Corría el cuento de cómo recibía los regalos los vendía para entregarle el dinero a su madre, puritana y dominante.

Warren Bellman se consideraba a sí mismo como el más astuto de todos los empresarios teatrales. Él no creía en semejantes historias. Ponía de lado toda consideración sentimental. Una vez me dijo: “Un hombre que de veras sea inteligente es capaz de planear cualquier cosa sin que puede hacerle daño, pase lo que pasare. Por eso, yo siempre lo estudio todo desde todos sus ángulos.”

Después de la noche del estreno en El Ziegfeld Follies, Warren comenzó a estudiar a Jou-Jou, que en realidad tenía muchas curvas y pocos ángulos.

Por fin, un día Jou-Jou respondió a uno de sus billetes, que en un ramillete estaba sobre su tocador. En letra gorda e infantil le decía que  por el momento no tenía día libre. Tal vez más tarde en la primavera…¿Querría entonces volverle a escribir?

Murmuró Warren: “Se está haciendo la difícil; yo me haré el obstinado: ya veremos quién gana.”

Al fin, ya alta la noche, cierto día del mes de mayo, se sentaban juntos en la azotea de un club e moda. Warren estaba encantado.

   Luego les decía a sus amigos: “Es una mujer que no sabe nada, excepto lo que por fuerza ha de saber: el paso del baile, las canciones que canta en la revista del día, y cómo puede hacerse feliz a un hombre. No ha leído nada, y no le preocupa una higa lo que pasa en el mundo. Lo único que hace es mirarle a uno con esos enormes y maravillosos ojos verdes que le siguen hasta la última silaba mientras uno habla, así no entienda ella una palabra.”

  Entre los invitados al desayuno con que se celebró la boda en el Salón de Cristal del Ritz no había menos de una docena de admiradores de Jou-Jou. Warren los llamaba  “la vieja guardía.” Sólo para que ellos lo entendieran, el novio propuso un brindis. Alzó a Jou-Jou y la puso sobre la mesa. En seguida saltó a su lado y le pasó un brazo por la cintura. Con la cara radiante de orgullo por haberla hecho suya, levantó una copa de champaña y dijo:

  “!Atención, señores¡ Yo sé lo que muchos están pensando en este momento, y se equivocan. Me he unido a una artista, a uan mujer que nació con la ciencia del placer. Entre nosotros- mi mujer y yo- hay un completo acuerdo; así nos hemos casado: en la unión de la belleza y- ¿por qué no decirlo? – el cerebro. Yo dejaré que mi mujer haga lo que le plazca:!nada de celos¡ Y ella, en cambio, no me negará nada a mí. Créanme: lo hemos visto desde todos los ángulos. ¡Beban, pues, por nuestra dicha¡”

   Un silencio embarazoso siguió a este discurso grosero. Pero Jou-Jou pareció aceptar su papel como una humilde niña mendicante que descalza se acercara al trono en donde reinaba la sabiduría de su esposo.

 En el barco que los llevó a Inglaterra figuraron como los pasajeros más activos e infatigables: siempre practicando algún deporte sobre cubierta, nadando en la piscina, bailando hasta la  medianoche. Quizás uno y otro tenían miedo de lo que pudiera pasar si se sentaban simplemente a conversar.

  En Londres, un viejo amigo fue a ver a los Bellman y cenó con Jou-JOU. 

 Warren_ le dijo jou- jou_ había salido esa noche  a visitar a una novelista, una mujer caballuna 

que fumaba pequeños cigarros negros.

__No tengo nada  que objetar a estos “intelectuales,” como Warren los llama__agregó Jou-Jou_ sólo me parece que gastan un infierno de tiempo. Hablan toda la noche. Hablan de todo. Pero, hasta donde puedo verlo, jamás hacen nada de lo que tratan.

  En París, según Warren me contó más tarde, cierta noche lo despertaron unos sollozos. Vio que Jou-Jou estaba en la ventana mirando hacia la plaza de la Concordia.

--¡Este sitio¡ ¡Este Paris¡ __exclamó ella__. Me paso los días sin entender lo que dice la gente. No puedo estar yendo a los teatros sin entender una palabra.

Warren la abrazó, la arrulló como a un niño:

 __Mañana tendrás un maestro de francés…el más hermoso que haya en parís.

   Y Warren le explicó a Armand, que era ya un estudiante de medicina graduado de la universidad: “Todo lo que mi mujer realmente quiere es aprender unas cuantas frases…apenas lo necesario para no hacer papel de muda. ¿Me explico? Ella no ha tenido mucho tiempo para estudiar.”

  Como Armand estaba haciendo estudios de medicina tropical, antes de irse para el Camerón Francés, recibió encantado una propuesta que le permitiría ganarse unos francos extras dando clases de francés. Rápidamente Jou- Jou aprendió algo más que unas pocas palabras y frases.  Supo de las grandes mujeres de la historia de Francia, desde Juna de Arco hasta Madame Curie. Pensadoras, realizadoras, Inspiradoras: ellas son una trinidad sagrada decía Armand.

 Cosa sorprendente: Jou- Jou mostró un don natural para los idiomas. Antes que terminará el verano hablaba muy bien  francés; desde luego mucho mejor que Warren. Un día Armand le dijo a Warren.

__Usted debe darse cuenta de una cosa: que su mujer ha descubierto su propia mente. Y se ha enamorado del universo…rival formidable, aún para usted ¡

  En el viaje de  regreso, en el barco, difícilmente encontraba Warren tema para hablar con Jou-Jou. Parecía una mujer madura. La seguían entusiasmando los deportes de cubierta y el baile. Pero insistía en dejar un tiempo libre para leer.

  De regreso en Nueva York, Jou-Jou tomó cursos por correspondencia y buscó tutor para que la guiara en sus estudios. Al propio tiempo cumplía escrupulosamente con todo lo que Warren esperaba de ella. Usaba armiño y rubíes, conversaba sin embarazo con estrellas y ex estrellas, con cronistas de los periódicos, con los elegantes de los clubs de moda. Daba comidas impecables a sus amigos. Cuando se encontraba sola con Warren, escuchaba sus charlas sobre negocios teatrales.

  Entonces tomó algunos cursos en la universidad, en Brooklyn.

__¡ Qué estudias ahora? __ le preguntó Warren.

  --BIOLOGÍA.

Quizás esta contestación hizo que Warren la mirara como por primera vez, y notara que los sueños o el astigmatismo o lo que fuera habían huído de sus ojos.  En esas profundas pupilas verdes lo que ardía ahora era la luz de una determinación.

__ ¿Tienes alguna idea de para qué estudias_- le preguntó él.

__ Tengo la esperanza de llegar a ser ayudante de laboratorio. He trabajado ya con un profesor y su mujer, y creo que podré ser microscopista de un patólogo especialista en células.__

!Repíteme eso¡__ le dijo Warren.

 Sin que él se diera cuenta, su mujer había pasado por una serie de experiencias que sirven de prueba y purifican y transforman. Pero pasó bastante tiempo antes de que él captara la pura verdad: Jou-Jou había renunciado total y definitivamente a eso de ser nada más que una niña bonita.

  Ya tarde, una noche, se oyó el teléfono. Warren contestó. Era una persona desde Sur América que llamaba a su mujer.

__Aló__dijo Jou-Jou__Sí, profesor…sí,sí,…claro que sí…!Saldré en el primer avión¿ ¡Hasta luego¿…

__¿Qué es eso¿__preguntó Warren.

__Me voy para el Brasil. Estaremos allí varios años__le explicó con cariño, pero firme como una roca__. Tenemos que seguir allí la pista de una investigación que estamos haciendo. ¡ ¿Te das tú cuenta Warren? Es sobre cáncer … No pretenderás que ahora voy a detenerme… y menos para un trabajo como éste. Claro: no sería justo pedirte que me esperaras… 

  De las tierras que quedan debajo de la línea ecuatorial no han venido casi noticias sobre Jou-Jou. No ha llegado a ser famosa por haber descubierto ningún secreto de la naturaleza.  Se ha convertido en una desinteresada, incansable y experta ayudante para quienes encendieron en ella el deseo de ser útil En su búsqueda dura, sin dramatismo, ha encontrado el sentido de su vida.

  En Broadway se ha formado una leyenda. Que un día en París Warren  se encontró con Armand, transformado en un hombre de pelo gris, quemado  por los soles del trópico.  El médico misionero estaba entonces en breves vacaciones, de regreso del Camerón.

   __Fue mi primera alumna__dizque le dijo Armand__. Yo  asistí al momento en que ella se descubrió a sí misma.  Como quien  es testigo, Monsieur, del nacimiento de una estrella.  Los artistas trabajan  sobre una materia que puede ser mármol o lienzo; y eso es perecedero.  No así el maestro.  Su material es humano. Ayudar a que la mente se amplíe por el conocimiento, y a que el corazón se haga más comprensivo, es participar en la creación con Dios…

Y que Warren, tomando la mano del maestro, le dijo secamente:

__Mil gracias. Usted fue mucho más sensato que yo. Despertó su alma, y yo ni siquiera sospechaba que ella tenía alma.

 

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