domingo, 13 de julio de 2025

CRISTO/MESÍAS/ EN ISAÍAS 11-14

  CRISTO EN ISAÍAS

POR F.B. MEYER

LONDRES

 MCMXI

11-14

Cuando el alma se encuentra en el período de su exilio y amargo dolor, debe hacer tres cosas: buscar consuelo, atesorarlo y transmitirlo

I.              BUSCA CONSUELO.—Sin duda llegará. Donde crece la ortiga, junto a ella crece la acedera; y donde hay una prueba severa, hay, en algún lugar cercano, suficiente consuelo, aunque nuestros ojos, como los de Agar, a menudo piensen que no podemos verlo. Pero es tan seguro como la fidelidad de Dios. «Nunca tuve», dice Bunyan, escribiendo sobre sus doce años de prisión, «en toda mi vida, una comprensión tan profunda de la Palabra de Dios como ahora; tanto que a menudo he dicho: «Si fuera lícito, podría orar para pedir  mayores dificultades, por obtener mayores consuelos».

II.             Dios no puede olvidar que somos sus hijos,  no puede dejarnos sufrir, fracasados ​​y solos. Él se acerca al pródigo; pero cabalga sobre un querubín, y vuela sobre las alas del viento hacia el discípulo que se hunde. Vendrá proporcionalmente.

 Tu Padre sostiene una balanza. Esta a la derecha se llama As, y es para las aflicciones leves; esta a la izquierda se llama So, y es para tu consuelo. Y la balanza siempre se mantiene nivelada.

Cuanto mayor sea tu prueba, mayor será tu consuelo. Así como abundan en nosotros los sufrimientos de Cristo, así también abunda nuestro consuelo por medio de Cristo. Pronto llegará.

 Es bueno, al encontrar a un amigo en la terminal, saber por dónde esperarlo, para que no llegue en una plataforma mientras nosotros lo esperamos en otra. Es igualmente importante saber dónde buscar consuelo. ¿Miraremos a las colinas, a las cosas estables y elevadas de la tierra? No; en vano se busca la salvación en la multitud de las montañas. ¿Miraremos a los hombres? No; porque él no puede llegar lo suficientemente profundo al corazón.

¿Miraremos a los ángeles? No; Entre los muchos ministerios que Dios les confía, rara vez los envía a consolar: quizá son demasiado fuertes o nunca han sufrido. Curar un corazón quebrantado requiere una delicadeza que un Gabriel no posee. Dios se reserva la prerrogativa de consolar. Es un arte divino. El nombre predilecto del Hijo y del Espíritu es Paráclito (el Consolador o Consuelo).

Tuyo es el Dios de todo consuelo. Es cuando Israel se encuentra en el extremo de su angustia, que la Voz Divina resuena desde el cielo con melodías: «Consolad, consolad, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén». «Yo soy el que os consuela». «Como aquel cuya madre lo consuela, yo os consolaré». a mano del que sufre y se sienta en silencio en su compasión. Este es el método de Dios. «Te acercaste el día que te invoqué; dijiste: ¡No temas!».

Vendrá inmediatamente. Lo que el profeta era como portavoz de Jehová, expresando al pueblo con voz humana las inspiraciones que le venían de Dios, así es para nosotros el gran Profeta, cuya correa del calzado, la más noble del grupo profético, no era digna de desatar; y nuestro consuelo es más dulce porque nos llega a través de Él. En estas palabras escuchamos al Padre llamando al Hijo y diciendo: «Consolad, consolad, pueblo mío». «Nuestro consuelo abunda por medio de Cristo.”

Vendrá de diversas maneras. A veces por la llegada de un amado Tito; /discípulo que  serv{iaa al apostol Pablo/ un ramo de flores; un racimo de uvas; una carta; un mensaje; una tarjeta. A veces por una promesa; la aplicación de un paño helado sobre nuestras frentes afiebradas; a veces por la cercanía de Dios.

 Vean en este capítulo la variedad de consideraciones con las que Dios quiere consolar al alma abatida.

**“Se interrumpió repentinamente. Mientras yo trataba de extraer del vacío de mi propio corazón algunas frases de aliento, habló de nuevo, y sus palabras constituyeron una revelación súbita para mí.

—¡Todos han sido tan bondadosos conmigo! El matrimonio que se hizo cargo del bebé, los vecinos a quienes antes no conocía y que insisten en que coma con ellos todas las noches, los compañeros de la oficina Dios ha contestado mi ruego a través de toda esa gente. Pero yo no escuchaba.

Pero yo no escuchaba. Fue como si esas palabras abrieran una puerta en mi espíritu. Yo también había pedido ayuda, mas esperaba alguna solución dramática que borrara milagrosamente el dolor de la pérdida sufrida. Cuando eso no ocurrió (¿ y cómo podría haber ocurrido?) me alejé de Dios, diciéndome que Él no había escuchado mis oraciones. Sin embargo, y no obstante haberle vuelto la espalda, Él había contestado mi súplica, y yo lo habría comprendido así si hubiera sabido escuchar.

Sentada junto a ese desconocido, recorrí con el pensamiento los largos meses anteriores. Mi médico me había enviado a pasar las primeras semanas a la playa para que pudiera descansar. No bien los otros huéspedes del pequeño hotel descubrieron que yo acababa de enviudar, me rodearon como un pequeño ejército de amigos, decididos a no dejarme sola. Me obligaron a nadar, a bucear, a compartir sus paseos en bicicleta. Ni una sola vez se me ocurrió que su cálida amistad podía ser una respuesta a la plegaria que yo elevaba a Dios: "¡Ayúdame a soportar esta soledad y desesperación!"
Por Pamela Hennell- Díos sí nos oye
Una viuda joven y solitaria !" descubre cómo Dios ayuda a  sobrevivir y a rehacerse 
 a  los desventurados que han perdido toda esperanza”***

 Que el tiempo de luto está a punto de cumplirse; que voces anunciadoras anuncian la superación de las dificultades y la llegada del amanecer; que el pacto se mantiene firme; que el Dios de las estrellas y los mundos es el tierno Pastor que no abrumará a su rebaño; que el hombre, en su momento más fuerte, no es más que una flor de la hierba, mientras que la Palabra de Dios es como las grandes montañas.

 Hay muchas cuerdas en el dulcémele del consuelo. En la tristeza profunda, no es lo que dice un amigo, sino lo que es, lo que nos ayuda. Consuela mejor quien menos habla, sino que simplemente se acerca, toma la mano del que sufre

***OCURRIO esto el 23 dé octubre de 1948, durante aquel espantoso incendio que devastó a York, distrito del estado de Maine. La población de Newfield se hallaba en la zona incendiada, y los vecinos recibieron orden de evacuarla.

 Un camión atravesaba a escape la calle en uno de los costados de la cual hacían ya presa las llamas.

 De pronto, el chofer ve salir de una de las casas del costado opuesto una anciana. Para al momento, la ayuda a subir al camión y la acomoda lo mejor que puede haciéndole sitio entre su propio asiento y el lugar que ocupa un perro de gran tamaño.
El largo recorrido por la carretera que flanquean campos incendiados somete a la anciana a angustiosa prueba. Fácil es imaginar lo que experimenta al decirse que su casa y todo lo que allí acaba de dejar quedará pronto reducido a cenizas. El perro parece caer en la cuenta de ello, o adivinarlo, o sentirlo; porque, apartando la vista de las llamas que forman cortina a lado y lado del Wiinión, mira a la anciana y le pasa suavemente el hocico por la mejilla. Ella advierte que algo pesa sobre su regazo: es que el perro le ofrece una de las manos para que la lleve asida entre la suya mientras pasan aquellos momentos de angustia.
No es más mi cuento. Pero nunca olvidaré lo que significó para mí esa actitud cariñosa del «mejor amigo de una anciana. » Porque la pasajera del camión era yo.

—G. E. II. (Concord, New Hampshire) 1948- UN PERRO CONSUELA A UNA ANCIANA Por Alan Devoe **

y se sienta en silencio, compadeciéndose de él. Este es el método de Dios.

 «Te acercaste el día que te invoqué: dijiste: ¡No temas!».

III.              ALMACENA CONSUELO.—

Esta era la misión del profeta. Tenía que recibir antes de poder impartir. Tenía que ser instruido antes de poder enseñar a otros. El mundo está lleno de corazones desconsolados. Niños huérfanos lloran en la noche. Raqueles lloran por ellos. Hombres fuertes son aplastados en el lagar, porque su sangre es la vida del mundo. Nuestro Dios se apiada de ellos. Él no puede detener el progreso de estos terribles años hasta que el misterio de la iniquidad haya terminado. Aun así, se compadeció y quiso aliviar la angustia del mundo a través de ti. Pero antes de que seas suficiente para este sublime ministerio, debes ser preparado. Y tu preparación es extremadamente costosa; pues para perfeccionarla, debes pasar por las mismas aflicciones que están desgarrando innumerables corazones de lágrimas y sangre. Así, tu propia vida se convierte en la sala de hospital donde estás. Te enseñó el divino arte del consuelo. Estás herido, y al vendar tus heridas el Gran Médico, tal vez aprendas a prestar primeros auxilios a los heridos en todas partes. Tus miembros están quebrados, y al enfrentarlos, la mayoría puede tener un conocimiento personal de la anatomía y la cirugía ( espiritual) del corazón.

No te preguntas por qué tu arte del consuelo está pasando por un momento especial de duelo? Espera a que pasen diez años. Te aseguro que en ese tiempo encontrarás a algunos, quizás diez, afligidos como tú. Algún día les contarás cómo has sufrido y has sido consolado; entonces, a medida que se desarrolle la historia y se apliquen los apaciguadores que una vez tu Dios te envolvió, en la mirada ansiosa y el brillo en los ojos, y el destello de esperanza que ahuyentará la sombra de la desesperación en tu alma, sabrás por qué te afligiste y bendecirás a Dios por la disciplina que llenó tu vida de tal caudal de experiencia y ayuda.

 Guarda un recuerdo preciso de cómo Dios te consuela. Observa atentamente cómo lo hace. Lleva un diario, si quieres, y anota todos los procedimientos de su habilidad. Reflexiona sobre la longitud de cada tablilla, los pliegues de cada vendaje, el efecto de cada opiáceo, cordial o fármaco. Esto te traerá una doble bendición.

Desviará tus pensamientos de tus miserias hacia las innumerables misericordias; y eliminará esa sensación de existencia inútil y sin propósito que a menudo es la cruz más pesada del que sufre.

IV.          TRANSMITE A OTROS EL CONSUELO QUE RECIBES.

En una estación de tren, un hombre bondadoso encontró a un colegial llorando porque no tenía suficiente dinero para pagar el pasaje de regreso a casa. De repente, recordó cómo, años antes, él mismo había estado en la misma situación, pero había recibido la ayuda de un amigo desconocido, quien le instó a que algún día transmitiera su bondad. Ahora veía que el momento esperado había llegado. Llevó aparte al niño lloroso, le contó la historia, le pagó el pasaje y le pidió, a su vez, que compartiera su bondad. Y mientras el tren se alejaba de la estación, el muchacho exclamó alegremente: «Yo lo haré, señor». Así que ese acto de maravilloso amor se está transmitiendo por todo el mundo, y no durará hasta que sus ondas hayan dado la vuelta al globo y se hayan reencontrado.

 «Ve y haz tú lo mismo». Habla con consuelo a Jerusalén y llora por ella.

Que Dios te consuele, para que puedas consolar a quienes están en apuros. No puedes pasarlos por alto; no son escasos.

 Tu propio pasado triste te hará detectarlos rápidamente, donde otros podrían pasarlos por alto. Si no los encuentras, búscalos; el corazón herido va solo a morir. El dolor evita la compañía.

 Obtén del Varón de Dolores la dirección donde se esconde el afligido. Él conoce sus escondites, de los cuales han clamado a Él. Él ha estado allí antes que tú. ***”A menudo  oímos decir a personas afligidas y desilusionadas: "Oré, pero mis ruegos nunca fueron atendidos"

Entonces mi plegaria constante fue: "¡Ayúdame, Dios mío, a soportar esta soledad y desesperación!" en mi amargura y desolación traté de marchar sola, pero a cada paso me hundía más profundamente en el egoísmo del dolor reprimido.

A lo largo de mi senda solitaria me encontré con otras personas que también padecían. Aquéllos cuya fe era fuerte recobraron el valor y la esperanza. Pero otros, como yo, seguíamos extraviados, vacilantes. Conocí a un hombre que había perdido su único hijo, a una viuda mucho mayor que yo, a una jovencita cuyos padres perecieron en un incendio. Todos comentábamos que habíamos pedido ayuda a Dios para Soportar la separación, sin que nada ocurriera. "¿Por qué escucha Él otras oraciones, pero nunca las nuestras?" nos preguntábamos. Por Pamela Hennell- Díos sí nos oye
Una viuda joven y solitaria !" descubre cómo Dios ayuda a  sobrevivir y a rehacerse 
 a  los desventurados que han perdido toda esperanza”***

 Y cuando llegues a donde están, haz por ellos como el Buen Samaritano hizo por ti, cuando vendó tus heridas, vertiendo aceite y vino. "Consuelo, sí, consuelo, pueblo mío, dice tu Dios".

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