viernes, 18 de julio de 2025

JESUCRISTO EN ISAÍAS 34-37

 MESÍAS EN ISAÍAS

POR F.B. MEYER

LONDRES

 1911

34-37

I.         “He aquí a mi siervo.” “Él no desiste ante tu impaciencia, sino que permanece a tu lado; paciente, inquebrantable, hasta que tú también desarrolles paciencia, y no te pierdas la agudeza que se ha convertido en costumbre, lo que lo asegura a tu lado.” H. HAMILTON KING (ISAÍAS xiii. 1.)

Cuando nuestro Señor tomó la forma de siervo, se ciñó y comenzó a lavar los pies de sus discípulos, no era un oficio nuevo el que desempeñaba; pues la vida de Dios es siempre de servicio, de ministerio. Él gobierna todo, porque sirve a todos. Siendo Él el más alto, también debe ser el más bajo, según el orden eterno del reino espiritual.

 El ministerio de Jesús fue, por lo tanto, la revelación de la vida que Dios siempre había vivido en las profundidades del cielo; y si alguna vez aprendemos los principios de esa vida que llenó cientos y miles de hogares de bendición y gozo durante esos maravillosos años de ministerio terrenal, tendremos un modelo sobre el cual basar nuestro propio servicio a Dios y a los hombres.

 La vida y el ministerio de nuestro Señor revelaron el ideal del servicio. No hay duda en cuanto a la aplicabilidad de este pasaje a nuestro Señor. El Espíritu Santo, por el evangelista Mateo, se lo refiere directamente a Él, y dice que su significado fue colmado hasta el borde por esa vida incomparable que, por un breve espacio, proyectó su resplandor sobre nuestro mundo (Mateo 12:18). ¡Oh, que Aquel que tomó forma de siervo —quien estuvo entre sus discípulos como alguien que servía, y que algún día se propone servir a sus cansados obreros mientras se sentaban juntos a su mesa en su reinose encarne en nosotros de tal manera que, a nuestra medida, podamos repetir aquellos rasgos de su ministerio terrenal, que Dios puede coronar con la investidura de su Espíritu Santo, y con los que Él puede cooperar! «He puesto mi Espíritu sobre Él». «Yo te sostendré de la mano». Son cualidades excepcionales que Jehová nos llama a contemplar al Siervo elegido en quien su alma se deleita: una modestia divina; una humildad divina; una perseverancia divina. I. LA MODESTIA DE LA MEJOR OBRA.—Dios siempre está obrando en nuestro mundo, guiando el progreso de los soles, refrescando la hierba con el rocío, dirigiendo el vuelo de los rayos matinales y la luz fugaz de la luciérnaga; marcando nuestro camino y nuestra postura, y determinando el fracaso de la concha en la arena del fondo del océano.

Pero toda su obra se realiza de forma tan silenciosa, tan discreta, con tal reticencia en cuanto a su intervención personal, que muchos afirman que Dios no existe en absoluto.

 Él prepara la mesa del desayuno cada mañana para miríadas de madera, el océano y los hogares de los hombres; pero se escabulle antes de que podamos ver a Aquel a quien todo le debemos.

 Sabemos que Él ha estado obrando; pero se ha ido sin un sonido, sin una sola huella, dejando solo el toque evidente de su mano.

Así sucedió con la obra de Cristo. Puso su mano sobre la boca de quienes proclamaban su deidad o pregonaban su fama. Reiteró a los destinatarios de su generosidad que no debían revelarlo. Se apartó de las multitudes que llenaban los pórticos de Betesda, de modo que el paralítico sanado no supo quién lo había sanado. Se demoró todo lo que pudo en las tierras altas de Galilea, hasta que sus hermanos le reprendieron.

 No forcejeó, ni lloró, ni se alzó, ni hizo oír su voz en la calle. 

Esta cualidad es el sello distintivo de Dios en la mejor obra. Sus más destacados artistas no inscriben sus nombres en sus cuadros, ni presentan sus retratos entre sus grupos. Les basta haber dado testimonio de la verdad y la belleza del universo; no desean nada más que revelar lo que ellos. La obra a la que Dios se acerca. 37 han visto en los santuarios más sagrados de la naturaleza, o en los fugaces destellos de belleza en el rostro humano. Ganar un alma para Dios; limpiar la cicatriz del leproso; hacer que los ciegos vean; devolver los muertos a la madre, a la hermana, a la amiga: esto es recompensa suficiente.

 Alzar la vista de la obra realizada hacia el rostro de Dios; captar su sonrisa de respuesta; recibir la recompensa del Padre que está en secreto: esto es el cielo, comparado con el cual la alabanza del hombre es tan insignificante como su censura.

 ¿Eres consciente, compañero siervo, de que este es el temple de tu alma, la calidad de tu obra?

 Porque si no, si en secreto tu alma busca la dulce voz de la adulación humana, si eres consciente del deseo de que los resultados de tu trabajo se reflejen en un párrafo periodístico o en la conversación común, ten por seguro que el deterioro está corrompiendo rápidamente tu servicio, como la podredumbre a la fruta de otoño.

 Ya es hora de que te retires a algún lugar solitario, donde el cieno que oscurece las aguas cristalinas de tu alma pueda desmoronarse, y de nuevo no reflejen nada más que el cielo con su azul profundo y su multitud de estrellas.

La única obra que Dios aprueba es permanente y fructífera, que participa de la naturaleza de Cristo, es aquella que no busca ni necesita publicidad.

El pájaro se contenta con cantar; la flor con ser hermosa; el niño con desplegar su naturaleza a la mirada del amor; y el verdadero trabajador con hacer la voluntad de Dios.

I.              LA HUMILDAD DE LA MEJOR OBRA.—Los tratos más selectos de Dios han sido con pastorcitos recién salidos de sus rebaños; con hijos menores sin reputación; con doncellas que maduran su belleza en la oscuridad de algún pueblo de las tierras altas. Él ha depuesto a los poderosos de su trono y exaltado a los humildes y mansos.

Y así fue con nuestro Señor. Pasó por alto el palacio de Herodes y eligió Belén y su lecho de muerte. Rechazó los imperios del mundo y tomó el camino de la cruz. Seleccionó a sus apóstoles y discípulos de entre los pobres.

Reveló sus secretos más selectos a los niños.

 Dejó la compañía de los fariseos y los escribas, y se entregó a las cañas cascadas y al pábilo humeante, a los ladrones moribundos y a las mujeres caídas, y al campesinado de Galilea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADA DESTACADA

MESÍAS EN ISAÍAS 37-41

MESÍAS EN ISAÍAS POR F.B. MEYER LONDRES   1911 37-41 ¡Una caña! ¡Qué típica es del corazón roto, aplastado por la crueldad y la...