viernes, 3 de junio de 2022

LOS MÁS BELLOS CUENTOS DE HADAS LA PRINCESA Y EL GUISANTE

 LOS MÁS BELLOS CUENTOS DE HADAS 
LA PRINCESA Y EL GUISANTE

Susaeta Ediciones 

Madrid, España 

Ilustraciones por Carmen Guerra

 En aquellos viejos tiempos, además de abundantes duendes, hadas, brujas y hechiceras, había también muchas más princesas de las que hay ahora; pero no todas eran verdaderas princesas, pues sucedía a menudo que los príncipes se llevaban desengaños al casarse con una mujer que de princesa sólo tenía el aspecto y el nombre. 

En un pais lejano, había un príncipe que deseaba contraer matrimonio, pero las leyes del reino le obligaban a casarse  con una princesa. Entonces comenzó a buscar esposa por todos los países del mundo, pero por más que buscó no logró conseguir la mujer que además de ser guapa y tener muy buenas cualidades, fuese una verdadera princesa.

Muchas jóvenes deseaban casarse con el príncipe –que además era muy guapo– y se presentaron en palacio haciéndose pasar por princesas, pero todas fueron descubiertas por la reina, que era una mujer muy lista y no deseaba que nadie engañase a su hijo.

El príncipe estaba triste y desesperado, pensando, que no podría ver cumplidos sus deseos, cuando una noche que había estallado una tempestad y la lluvia caía sin cesar en medio de relámpagos y truenos, alguien llamó a la puerta con fuerte aldabonazos.

La reina en persona acudió a abrir la puerta y se encontró, frente a una joven de deslumbrante belleza, con las ropas tan empapadas por la lluvia, que se podía admirar su cuerpo escultural.

Tenía desgreñada su rubia cabellera, lo cual hacía difícil adivinar si se trataba de una princesa o de una hermosa campesina.       
Ilustraciones por Carmen Guerra



Ilustraciones por Carmen Guerra

La reina le hizo unas cuantas preguntas y la joven contestó:

-Soy una princesa,  señora.

he salido de caza y me he perdido en el bosque persiguiendo a un ciervo.

Por favor, dadme cobijo hasta que cese la tormenta.

  --De verdad eres una auténtica princesa? —preguntó la reina con dudas.

—Sí, señora—contestó la hermosa la joven con mucha suficiencia

—, soy una princesa.La reina, que deseaba de todo corazón encontrar una digna esposa para su hijo el príncipe, pensó que tenía que averiguarlo sometiéndola a una prueba.

De este modo mientras el rey y el príncipe atendían solícitos a la recién llegada para que se secara al fuego de la chimenea, la reina se dirigió a la alcoba de los huéspedes y, deshaciendo la cama, colocó en el centro de ella un guisante, cubriéndolo con otro colchón y muchos almohadones de plumas. Allí era donde debía dormir aquella noche la joven extaviada que decía ser una verdadera princesa.

La reina tuvo la precaución de no decir a nadie lo que había tramado, de modo que cuando hubo arreglado la cama bajo al salón.

Prestaron ropas a la joven y organizaron una pequeña fiesta de bienvenida en en su honor.

Finalmente, todos se retiraron a dormir.

A la mañana siguiente, mientras desayunaban juntas, la reina preguntó a su bella huésped:–¿ Habéis descansado bien, princesa?–¡No, ha sido horrible! –contestó-.Apenas he podido dormir en toda la noche. En mi cama habla un objeto tan duro que tengo todo el cuerpo dolorido

.La reina ya no tuvo duda alguna de que aquella bella muchacha era una auténtica princesa, pues nadie sino una princesa de verdad puede tener la piel tan delicada como para notar un guisante a través de un      colchón y muchos almohadones.

Corrió a comunicárselo al rey y a su hijo el príncipe.

Además de ser una princesa, la joven era muy bella. 

El príncipe se apresuró a rogarle que fuera su esposa.

La princesa accedió gustosa porque el príncipe era apuesto y cordial
No se recuerda ninguna otra boda tan feliz, fantástica y fastuosa en aquel país.

Y cuentan las crónicas que la reina ordenó que aquel guisante de su noche de hospedaje fuese depositado en una fina cajita de cristal sobre un fino terciopelo.
Y es que el guisante tenía para ella el valor de la más valiosa joya, ya que por él consiguió un buen esposo y un trono, y lo que es más, el corazón del pueblo.

 

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