domingo, 31 de julio de 2022

II - “POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS

“POR TIERRAS SANTAS Y POR TIERRAS PROFANAS

POR J. MOISÉS DELEON LETONA

(El escritor es tio abuelo del autor del blog- un huehueteco apasionado por lo de antaño.)

IMPRESIONES DE UN GUATEMALTECO EN SU VIAJE
ALREDEDOR DEL MUNDO DURANTE LOS AÑOS DE
1922 A 1924.

15-CAPITULO II.

Estados Unidos: algunas de sus ciudades más notables: NewOrleans, Filadelfia, Washington, New York,Brooklyn y Buffalo.

New Orleans.

Es la primera ciudad de importancia de la Unión America­na que se encuentra yendo por el Mississippi. A causa de la curva del río, no todas sus calles son rectas. La principal es Canal Street que divide la ciudad en dos porciones, la Ameri­cana y la Francesa; esta última con sus estrechas calles y sus edificios públicos de la época francesa o la española, es mucho más pintoresca que la primera. El servicio de automóviles y tranvías es bueno. Bajo el punto de vista comercial, New Orleans es una de las ciudades de más activo movimiento de los Estados Unidos y constituye el mercado de algodón más grande del mundo.

La maquinaria que tiene para aclarar y purificar el agua potable, es magnífica. Sus filtros son enormes, completos. Visi­tando esta obra maravillosa se ve de un lado, el agua sucia que desagrada, y del otro, el líquido cristalino y puro, después de haber pasado por la admirable maquinaria.

Aquí notamos que hasta en los tranvías se hace la separa­ción de razas, cosa que no ocurre en otras ciudades de los Esta­dos Unidos. Hay secciones separadas para la gente de color y para los blancos.

Tuvimos oportunidad de conocer la histórica casa que cons­truyeron los franceses en la época en que el Aguila del Sena era prisionera de los ingleses en la isla de Santa Elena. Se llegó a concebir esperanzas, en aquel entonces, de una fuga de Napoleón y, sus amigos de Luisiana, habíanle alistado esta casa para su alojamiento. Hoy constituye tan sólo un recuerdo his­tórico que se enseña a los viajeros.

Visitamos algunas escuelas públicas y conventos de monjas. Tuvimos oportunidad de ir al mercado, famoso por su gran va­riedad de frutas.

—16—  Centenares de automóviles pasan constantemente, sobre todo por Canal Street y Saint Charles Avenue.

Ya escuchábamos por doquiera los sonidos vigorosos y gu­turales de la lengua inglesa y la necesidad nos obligaba a ha­blarla como Dios y nuestros estudios durante el viaje nos ayudaban a hacerlo, tratando de imitar la pronunciación americana.

El Mississipi que, como se sabe, es el más largo de todos los ríos, divide la ciudad en dos partes y sobre él hay un movi­miento considerable de vapores. Es un espectáculo muy intere­sante el que presentan las embarcaciones surtas en los muelles, entre las cuales hay de todas las nacionalidades y de los más grandes calados.

Los habitantes de New Orleans son activos, aseados y serios, siendo raro encontrar analfabetos. Todas las mujeres, aún las sirvientes, usan sombrero y llevan trajes decentes y, cuando hace frío, confortables abrigos.

Después de algunos días de permanencia en New Orleans, lo suficiente para formarnos una idea más o menos completa de la ciudad, arreglamos de nuevo nuestro equipo de viajeros y, cómodamente instalados en un "pullman," con un libro ameno en nuestro regazo y un anhelo de nuevas emociones en el corazón, salimos con rumbo al interior de este enorme país.

Largos ratos pasamos en el "observation car" Pocas horas después de salir de New Orleans, atravesamos un bellísimo lago, que reflejaba en sus aguas los brillantes rayos de una magnífica luna de Abril. A medida que avanzábamos hacia el Norte, iba­rnos contemplando las vastas planicies cubiertas de inmensas sábanas de algodón, los verdes trigales y las praderas en donde pace el ganado.

Filadelfia.

Por Filadelfia pasamos rápidamente. La bella ciudad fun­dada por William Penn en la angosta lengua de tierra que se encuentra entre los ríos Schuylkill y Delaware, fué para noso­tros como una visión fugaz que impresionó nuestra retina al través de las ventanillas del ferrocarril. Apenas tuvimos tiem­po para pasar revista en nuestra imaginación a tantos gloriosos nombres y tantos acontecimientos históricos que han tenido por escenario esta ciudad.

Recordamos los gestos heróicos de Filadelfia durante las primeras agitaciones de la independencia americana; recorda­mos que aquí dejó oír su tañido glorioso "la campana de la Liber­tad," llamando a los independientes a la lucha contra Inglaterra,

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Recordamos que aquí fué donde ocurrieron los acontecimientos más importantes de la Revolución; que fué aquí, en el Carpent­er's Hall, donde se reunió el primer congreso continental Nor­teamericano; que aquí fué nombrado Washington Comandante en Jefe del Ejército Continental; y que fué aquí donde se redac­tó el acta de la independencia el 4 de Julio de 1776 y ese otro documento luminoso que no pertenece sólo a la historia Norteamericana, sino a la historia de la Humanidad y que se llama la Constitución de los Estados Unidos de América.

 Fué en esta ciudad donde Benjamín Franklin publicó su periódico "Plain Truth" (La Verdad Llana) que, durante la guerra del Rey Jorge con los franceses, despertó los entusiasmos bélicos del pueblo y comenzó a demoler los cimientos del pode­río inglés en las colonias de este lado del Atlántico.

Se nota en Filadelfia, como en las demás ciudades ameri­canas, el mismo sello arquitectónico. No es la belleza precisa­mente lo que os impresiona, es la magnitud, muchas veces la monstruosidad.

Científicamente, es Filadelfia uno de los principales centros de cultura del mundo; casi es obvio recordar que sus escuelas de Medicina y Dentistería producen profesionales brillantes, para quienes el sólo hecho de haber recibido su preparación en estos, centros constituye una positiva ejecutoria. Hay entre las poblaciones de Estados Unidos algunas que, como Boston y Filadelfia, constituyen, por así decirlo, un grupo aristocrático. Son ciudades en que, si es cierto que se rinde culto al dollar, no por eso se deja de alzar templos al dios Apolo y a las nueve hermanas que, según refiere la leyenda, habitaban el Parnaso y protegían las ciencias, el arte y la poesía. Desde los tiempos ya lejanos de la Revolución, en que florecieron escritores como Robert Bell, Andrew Stewart y Roberto Aitken hasta los tiem­pos más recientes de Thomas Buchanan Read y Walt Whitman, Filadelfia presenta una pléyade de luminosos espíritus, una constelación de estrellas literarias que han esparcido y esparcen su luz en los cielos del pensamiento.

Pero permítasenos, después de esta ligera disquisición, volver en alas de la imaginación a nuestro "pullman," que va devorando leguas hacia la capital.

Washington.

Era ya de noche cuando llegamos a Washington: hacía calor y ordenamos al "chauffeur" que nos llevase a dar una vuel­ta cerca del Río Potomac. El río, que ya aquí, cerca del mar,

—18—(La pag. 19 contiene una ilustración de Jorge Washington)

es navegable por grandes barcos, se deslizaba tranquilo y majestuoso. No es este ya el río inquieto que un poco más arribaviene saltando y rompiéndose en espumantes cascadas comoun escolar travieso que trajera rotos los vestidos de tanto reto‑zar. El río es aquí tranquilo, serio, se pudiera decir que esun estuario respetable, el hijo mayor de la bahía de Chesapeake.
El Potomac es un río de peregrinaciones que atrae todoslos años centenares de miles de peregrinos a esta especie desantuario del patriotismo americano. Difícilmente arriba una celebridad extranjera a esta parte del país que no vaya a visi­tar la tumba de Washington y a dirigir una mirada al río majes­tuoso, cuyas orillas guardan los recuerdos del Padre de la Patria y de hombres como Lee, Hanson, Calvest, Monroe, Carter y tantos otros cuyos nombres suenan gloriosamente en la historia de la Nación Americana.

Al día siguiente de nuestra llegada, comenzamos a recorrer la ciudad, con la calma de quien, libre del afán mercantil que parece agitar en este país a todos los hombres, se dedica a ver su ciudad capital por el placer noble y estético de conocerla simplemente.

-20-La Capital de los Estados Unidos, la ciudad en donde reside esa formidable condensación de poderes políticos que se llama el Gobierno Americano, tiene cierto sello de distinción, cierto matiz especial, único, distinto al de las demás urbes estadouni­denses. El afán por la conquista del dollar está aquí amorti­guado, suavizado por la vida diplomática tan intensa, por las recepciones oficiales, por el hecho de residir aquí muchas gentes a quienes su alta posición política o su gran fortuna, las coloca fuera de esa vida afanosa tan corriente en las otras ciudades americanas.

No hay en las calles esa congestión de gentes y de vehículos propia de New York y de otras ciudades americanas.

 Los automóviles parece que fueran menos rápidos, la vida es menos inquieta, más digna y respetable. Pasa de pronto un auto suntuoso cuyo motor suena suave y acompasadamente. El caballero de sombrero alto que va adentro es el Embajador de Inglaterra.

Más allá regresa de la Casa Blanca, en otra máquina
—21—soberbia, un hombrecillo de ojos relucientes y de uniforme diplomático. Es el Embajador del Japón. Aquella residencia suntuosa cerca del Hotel "EL CAIRO," que ostenta una ban­dera con el Quetzal alegórico, es la residencia del Ministro de Guatemala, Señor Sánchez Latour, que representa a nuestra amada patria ante el Gobierno de Washington.

En la época en que visitamos Washington, estaban acampa­das en la ciudad varias divisiones del ejército americano de maniobras. Aquella circunstancia daba una pincelada de milita­rismo a la ciudad.

Sin ninguna dificultad, sin esas trabas tan frecuentes en otros países, obtuvimos acceso a la Casa Blanca, habiendo tenido ocasión de conocer personalmente al extinto Presidente Harding, un ejemplar representativo del hombre vigoroso y luchador que logra triunfar sobre los hombres y los aconteci­mientos con sólo el propulsor potente de su propia voluntad.

Asistimos también, durante nuestra permanencia en Wash­ington, a una de las sesiones del Congreso en el Capitolio, espec­táculo que interesó vivamente nuestro espíritu eminentemente democrático y ansioso de conocer y palpar las prácticas polí­ticas de países que van adelante de nosotros hacia la conquista de los altos ideales de la Humanidad.

Entre los grandes monumentos de la ciudad, merecen citar­se, desde luego, el Capitolio, la Biblioteca del Congreso, la más rica del mundo, y el gran monumento erigido a Washington que se terminó en 1922, al cual se sube por medio de elevadores eléctricos y desde cuya cima se contempla el bello panorama de la ciudad, que se extiende en el gran valle formado por el Potomac.

La Biblioteca del Congreso está, hablando con más exacti­tud, en un espacio abierto que forma una especie de prolonga­ción del terreno del Capitolio. El local fué comprado por la suma de medio millón de dollars, habiéndose gastado después, seis millones más en el edificio, que fué comenzado el año de 1889 y concluido 8 años más tarde.

Es una bella construcción de 3 pisos, de estilo Renaci­miento. El largo es de 150 yardas y su ancho como unos dos tercios del largo. Cubre un espacio de 3 acres y medio o sea la misma extensión que el Capitolio.

New York.

De Washington nos dirigimos a New York, la ciudad por­tentosa y febril, la cosmópolis orgullosa que ha arrebatado, después de la guerra mundial, el cetro de las finanzas del mundo

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a la antigua Señora de la Banca, la capital del Reino de la Gran Bretaña.

Aquí fué donde nos esperaba un querido amigo nuestro, cuyo nombre no puede ser omitido en estas impresiones de viaje, un joven compatriota cuya personalidad está ya impuesta entre propios y extraños, en gracia de los quilates de su carác­ter y del vigor de su inteligencia. Nos referimos a Vitalino Guerra, a quien abrazamos al salir del vagón que nos condujo a la metrópoli norteamericana, al luchador que es dueño de .tantas simpatías como el Artista Harold Lloyd—a quien mucho se parece—y que lleva en su espíritu el precioso líquido del triunfo.

Foto de Vitalino Guerra.

¿Quién no ha oído mentar su nombre en Guatemala? ¿Quién no ha oído hablar de este muchacho audaz y talentoso, con mu­cha ambición en el alma y mucha fuerza en el músculo?

En New York, en ese campo de formidables competencias, esa ambición y esa fuerza se impusieron, como se impone en todas partes lo que vale positivamente. En esta ciudad estu­dió, entre otras cosas, los últimos procedimientos de la indus­tria del calzado, yendo a establecer más tarde una fábrica al estilo americano a Guatemala, factoría que ha tenido un brillan­te éxito en todo sentido.

Como resultado de su cultura adquirida en el exterior y de sus capacidades personales, mereció el honor de ser electo en 1925, Alcalde de la capital de Guatemala, puesto en el cual cola­boran con él personas de más años y de títulos universitarios y en donde, con frecuencia, la ley lo llama a presidir sesiones en las cuales figuran caballeros de viejo abolengo peninsular.

Para el lector poco enterado de las condiciones de vida en Centro-América, es bueno advertir que la democracia en aque­llas latitudes, no ha alcanzado el desarrollo que tiene en los Estados Unidos. Por consiguiente, es aquí donde reside el mérito de una persona que, como Vitalino Guerra, todo lo debe a sí mismo, y ha venido subiendo los escalones que conducen a la alta posición que hoy ocupa, únicamente en virtud de intrínsecos merecimientos.

 Es un representativo de Guatemala moderna, de lo que aquí vale por sus condiciones de eficiencia social.

Un escritor ha dicho que Constantinopla, vista por la maña­na, es la ciudad  más bella del mundo. Sus paredes amarillas,

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sus torres de rojo ladrillo, los mil detalles de sus minaretes producen en el espíritu una impresión que difícilmente se borra.

Cosa rara. No obstante el opuesto carácter de las dos ciudades, la una oriental, somnolienta, perezosa; la otra, occi­dental, activa, con actividades de locura; ambas ciudades se parecen. Hasta el Hudson guarda sus similitudes con el Már­mara, y el Río del Este las tiene con el "Cuerno de Oro." Pero, desde luego, vista desde donde nosotros contemplamos New York, en el observatorio del edificio Woolworth, esta metrópoli es la más impresionante del Globo. Desde este punto que domi­na la ciudad y sus alrededores, nos deleitamos en la contempla­ción del espléndido panorama recortado, como formando un gigantesco delta, por las dos cintas de plata de los brazos en que se divide el Hudson:

El río del Este y el Hudson (que así se sigue llamando uno de ellos), que van a desaguar en la bahía del mismo nombre. La corriente de ambos es muy suave; va silenciosamente, con ligero desnivel, sobre su ancho cauce y en busca del mar de ellos), que van a desaguar en la bahía del mismo nombre.

Hacia el Sur, la bahía extiende sus aguas relucientes y tranquilas, y hacia la izquierda, dominante y soberbia, se alza la célebre estatua de la Libertad lanzando su poderosa luz hacia el. Atlántico.

De noche, el espectáculo está fuera de toda descripción. Antes de que la luz solar haya desaparecido, la ciudad comien­za a iluminarse fantásticamente, como en los cuentos de las Mil y Una Noches. Los focos eléctricos principian a brillar por todas partes como si quisiesen continuar la iluminación que el Astro Rey va a suspender y no es exagerado decir, que muchos parajes están más claros durante la noche que durante el día.

Poco a poco, van apareciendo aquí y allá más y más focos eléctricos. Todos los colores del iris concurren a la ilumina­ción. El anaranjado se mezcla al violeta, el violeta al verde y éste al rojo o al purísimo color blanco. Avisos eléctricos en mil raros caprichos, en donde el arte comercial ha desplegado toda su fuerza, se mezclan aquí y allá.

.El mismo París, La Ciudad Luz, aparecería pálida ante el fulgor de New York en plena iluminación. Se dijera que la mano del hombre ha bajado las constelaciones y las ha puesto -a brillar sobre la ciudad.

El Puente de Brooklyn es una filigrana bordada con estrellas de plata y oro. Allá abajo, en el río del Este, los "ferry boats" van y vienen como brillantes exhalaciones, la zona del "South

—24—Ferry" y la de "Battery" resplandecen con sus luces de arco; los trenes del "elevated" simulan los eslabones de una cadena de fuego; los edificios para oficinas muestran millares de venta­nas iluminadas, la cúpula del "Woolworth Building" es un anillo de diamantes luminosos y la Torre de la Singer se ostenta bañada de fulgores de oro.

Como ya dejamos dicho, nosotros subimos a este raro edifi­cio de la compañía Woolworth. Los elevadores eléctricos funcionan aquí activamente subiendo y bajando a la gente y distri­buyéndola en los cincuenta y ocho pisos de que consta el edifi­cio. Desde aquí alcanzamos a ver los puentes levadizos que, en la parte en que el Hudson se divide, se suben y bajan, según es necesario, para servir a los trenes o para dejar pasar los barcos que entran y salen en aquel paraje.

De los dos brazos del Hudson, el que conserva este nombre separa a New York de Jersey City, y el otro o Río del Este, la separa de Brooklyn. Sobre estos ríos hay centenares de mue­lles en donde atracan millares de barcos de todas partes del

—25—mundo para contribuir a la vida material de la gran urbe americana, pues constantemente llevan miles de toneladas de comestibles y de materia prima.

Según leyenda que circula entre los habitantes de New York, el terreno de la Isla de Manhattan fué comprado en aquellos lejanos tiempos de su fundación a los nativos del país, por la insignificante suma de diecisiete dollars. Resul­ta curioso comparar esa cantidad con los billones de dólares que hoy representan los valores acumulados en la superficie de dicha isla.

 Las aguas del Río Hudson, que tienen la peculiaridad de estar siempre cristalinas, sirven de fondeadero a los barcos inactivos, propiedad del Gobierno Americano. Es por este río también que se va a West Point, por la vía fluvial, y por sus orillas van muchísimas vías férreas a diversos puntos de los Estados Unidos.

No cabe en las limitadas dimensiones de un capítulo, la des­cripción detallada de los hermosos parques de la ciudad de New York. Nos limitaremos a citar los siguientes : El Central Park, comenzado en 1857, que ocupa un área de ochocientos cuarenta acres cubiertos en gran parte de bellos bosques. Entre sus curiosidades está el obelisco egipcio enviado por el Jedive en 1880 y entre sus monumentos, la estatua ecuestre de Simón Bolívar, regalo del pueblo venezolano a la ciudad de New York.

El Prospect Park, perteneciente a Brooklyn y en cuya entrada se levanta un espléndido arco erigido a los soldados muertos en la guerra de secesión. El Bedford Park y el Brook­lyn Forest Park se hallan también en Brooklyn.

Wall Street es el lugar en donde la vida financiera es más intensa que en cualquiera otra parte del Mundo.

Es una especie de hervidero en donde bullen los valores cotizables de la tierra. Allí ya no se comercia; se juega al azar, se especula con el ingenio financiero. Las grandes fortunas se improvisan en horas con la clarividencia del judío o huyen de las manos del inexperto que se atreve a entrar en esos mares profundos y desconcertantes, pues muchas riquezas han caído a un golpe de bolsa. Se creyera que se está en el interior de un manicomio. Los rostros contraídos con expectante avidez, la alegría que se muestra en los que oyen la cotización alta de sus valores y el abatimiento que se nota en los que ven perdidos sus haberes, hacen de aquel lugar una especie de gloria e infier­no a la vez.

Aquí se ve el judío con el rostro comprimido por la angus‑

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tiosa preocupación que ha de resolver la multiplicación de sus acciones en unos cuantos segundos.

Aquí se confabulan los grandes financieros, los señores feu­dales del oro para decretar el alza de un producto que sumirá en la miseria a muchos hogares, la baja de otro que arrojará de las factorías a millares de obreros o para alterar determinado precio que hará entrar millones de dollars en las arcas de unos cuantos magnates.

Aquí también se fraguan revoluciones que van a conmover países lejanos y que ignoran el origen de su desgracia; y no falta quien diga que el horroroso drama de 1914 a 1918 tuvo su verdadera incubación en este centro, que no vacilamos en calificar de infernal reunión de amontonadores de monedas.

Es interesante el número enorme de aparatos telegráficos, telefónicos y radiográficos que funcionan simultáneamente en la bolsa de New York, trasmitiendo a todas partes las últimas cotizaciones.

Los reporteros de los diarios no faltan en este centro finan­ciero, recogiendo informaciones para alimentar la curiosidad pública. Se dice que Wall Street tiene la dirección económica del mundo y que es como un gobierno previsor e invisible que se cierne sobre toda la superficie del planeta.

La Gran Biblioteca Pública de New York.

Esta biblioteca ha fundido en una sola gran institución, varias otras que anteriormente existían.

Ocupa un edificio valuado en cinco millones de dollars, todo de mármol y con los techos decorados por célebres artis­tas franceses. El salón principal mide noventa metros de largo por veinticuatro de ancho y en él están a la orden de sus lectores —entre los cuales hay siempre niños aún de poca edad—más de ochenta mil obras de referencia.

Hay salas especiales de Música, Historia, Literatura, libros raros como la primera Biblia impresa en Gutenberg y manus­critos de personajes como Washington. En 1901 Carnegie ofreció a la ciudad $5.200,000 oro americano para la creación de sucursales y con esta base se han construido cincuenta de ellas.

No es posible concluir una descripción de New York sin mencionar la Universidad de Columbia, ese foco de luz que el espíritu de los norteamericanos mantiene perpetuamente encendido en este lado del Atlántico, como si se quisiera emular a la Estatua de la Libertad en el sentido espiritual. Sólo la

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biblioteca de esta célebre Universidad consta de 400,000 volú­menes y en sus facultades se enseñan todos los ramos del humano saber.

Tampoco nos es posible pasar adelante sin referir algo que para nosotros los centroamericanos, es un motivo de orgullo y de profunda satisfacción.

Foto de Dr. Mario J. Wunderlich

de la Facultad de Medicina de
Guatemala.

Frecuentemente oímos pronunciar el nombre de nuestro compatriota el Doctor Mario J. Wunderlich en New York, como más tarde lo oímos en París, y siempre fué en los términos del más alto elogio para sus méritos científicos. Estos elogios que escuchamos, no fueron de labios de personas allegadas a él por vínculos de amistad o de nacionalidad. Eran personalidades científicas, verdaderas autoridades del mundo médico.

Su nombre suena en el extranjero con amplias sonorida­des. Se conocen bien aquí su profunda ilustración, su luminoso talento, y sobre todo, sus excepcionales condiciones de Cirujano.

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Y supimos casos de enfermos llegados de Centro-América a quienes los Hermanos Mayo, de Rochester, en cuyas famosas clínicas él ejerció su profesión, habían manifestado su sorpresa de que se vinieran a curar a los Estados Unidos, teniendo en su país acceso a la clínica del Doctor Wunderlich en la capital de Guatemala.

Se sabe  de sus frecuentes peregrinaciones a los centros científicos de Europa, se sabe también de su arsenal quirúrgico enriquecido constantemente con los últimos adelantos de la Ciencia y que, no obstante ser ya un verdadero Maestro, puede llegar con el tiempo a destacar mundialmente su personalidad científica, puesto que todavía es bastante joven y lleva una vida de constante trabajo y de intenso estudio.

Su mágico bisturí salva, día a día, muchas vidas, y arrebata de la muerte y del dolor, heterogéneos factores de la humanidad que sufre.

Es un artífice de la Cirugía: ¡Maestro de sus Maestros!

No debemos concluir este bosquejo sin mencionar uno de los más interesantes factores de la vida intelectual, comercial y financiera de New York. Nos referimos al conocido rotativo "The New York Times," cuya circulación es la mayor del mun­do. Sus linotipos y maquinarias están a la vista del público; y es frecuente ver grupos de gente frente a los cristales exterio­res del edificio respectivo, contemplando cómo se imprime este poderoso orientador de la opinión pública .

New York es la ciudad cosmopolita por excelencia. Todas las razas del globo están aquí representadas; por sus calles congestionadas por la multitud, se desliza una eterna corriente humana.

Allí se puede ver el rubio habitante de los países del Norte de Europa y al negro hijo del Senegal; al francés nervioso y al inglés flemático, al chino apacible y al japonés reservado y pe­ligroso.

Es una especie de Crisol gigantesco en que hierve perpe­tuamente la ambición humana. La ambición del oro, la caza del dollar, es la característica de esta vida en que tanto el rico como el pobre corren sofocados como si los minutos fueran oro de altos quilates.

Un detalle que nos llamó la atención fué la baratura de los medios de locomoción. "El Subway" tan sólo vale cinco centavos, y con esa pequeña suma puede uno hacer grandes recorridos que no se podrían hacer en otras ciudades.

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Pero a pesar de ser New York una ciudad eminentemente mercantil, lo bien retribuido que son el trabajo intelectual y el mérito artístico, hace afluir de todas partes del mundo a grandes celebridades que aquí encuentran justa compensación a sus afanes. Ningún país del mundo paga mejores sueldos a sus maestros de enseñanza que los Estados Unidos. Y esto que se dice del país en general, se puede afirmar especialmente de New York.

Brooklyn y Buffalo.

 A la inmediata ciudad de Brooklyn, que es considerada co­mo parte de New York, llegamos por el "subway." No hay aquí ese hacinamiento sofocante de edificios de New York, en donde los hombres viven como enjaulados.

Aquí la vida es un poco más tranquila y hay muchas casas de un solo piso. Recordamos entre sus teatros, el de Brooklyn, en que Caruso comenzó a sentirse enfermo de la dolencia que lo llevó al sepulcro. En este teatro hay casi todos los domingos conferencias (lectures) dadas por altos pensadores, a algunas de las cuales tuvimos el gusto de asistir.

Es en Brooklyn donde se encuentra el célebre centro de distracciones conocido bajo el nombre de "Luna Park," en Coney Island, cuyas playas constituyen magníficos balnearios.

En este mismo lugar nos tocó presenciar algunos ejerci­cios o maniobras de hidroplanos, cuyos pilotos con maestría admirable permanecían grandes ratos verificando sorprendentes maniobras en el espacio y descendían luego sobre la superficie de las aguas, para navegar rápidamente.

De Brooklyn pasamos a visitar la ciudad de Buffalo, que tanto ruido hizo en el mundo civilizado con su gran exposición mundial que tuvo verificativo el año de 1901.

El sitio en que está actualmente la ciudad es el mismo que anteriormente era un terreno cubierto de bosques opulentos en donde abundaba el búfalo, de donde le viene el nombre a la ciudad. Era un lugar favorito para los organizadores de gran­des cacerías de búfalos, y llama la atención el que un sitio que, hace relativamente poco tiempo, estaba cubierto de bosques, esté ahora cubierto de fábricas, edificios públicos y privados, cruzado de vías de comunicación y constituya una de las ciu­dades más florecientes de la frontera américo-canadense. Printed in the United States of America.

—30—

 

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