Aquellos hombres querían volver a sus hogares, con sus familias. ¿Cómo mantenerlos ocupados hasta que se les diera de baja?
INESPERADO ESPECTÁCULO PARA SOLDADOS
POR J. BRYAN
EN cierta ocasión, Hugh Troy, conocido como uno de los grandes bromistas del siglo, se involucró inadvertidamente en una chanza no intencional. Contó la historia a Joe Bryan, quien la incluyó en su libro.
HABíA terminado la Segunda Guerra Mundial, y los hombres que prestaban servicio en Guam no sólo estaban impacientes por recibir su baja del Ejército, sino también inquietos e irritables por el confinamiento en la isla. Hugh Troy, capitán de la Fuerza Aérea, preguntó una noche en el club de oficiales si a nadie se le ocurría algún nuevo entretenimiento que pudiera servirles como válvula de escape.
Un capitán del Batallón de Constructores dijo: "¿Por qué no contratamos la compañía de danza hawaiana de la señora Johnson? He oído decir que tienen un éxito arrollador donde se presentan".
Hugh no pidió detalles, sólo la dirección de la señora Johnson, a donde enfiló rápidamente en un jeep que tomó prestado. La señora resultó ser nativa de Guam, persona seria y bien educada, viuda de un cabo de la infantería de marina. Hugh le preguntó si su compañía estaría libre el siguiente sábado por la noche.
—Sí, estamos disponibles —le contestó—. ¿Cuántas muchachas necesita usted?
—¿Cuántas tiene?
—Cuarenta, poco más o menos.
El único "teatro" de que disponía Hugh era el pequeño comedor. Se lo imaginó repleto con 40 muchachas contoneándose y 120 soldados locos de emoción.
—Me temo que lo más que podamos manejar sean unas quince.
—Muy bien —dijo la señora Johnson—. ¿Podrían mis muchachas bailar con los hombres después de la función? La última vez que fuimos a un campo militar los capellanes lo prohibieron y las chicas se enfurecieron.
—No se preocupe por eso, señora Johnson. A propósito, ¿cuánto cobran ustedes por una función? —preguntó Hugh.
—¿Cobrar? Ni un centavo, capitán. A las niñas les gusta pasar un buen rato.
Hugh regresó al campo preguntándose si no se había metido en un lío. Con cierto recelo, puso este aviso en el tablero de notificaciones:
15 BELLAS MUCHACHAS 15
Las Mundialmente Famosas Bailarinas Hawaianas Johnson Han Aceptado Darnos una Exhibición en Nuestro Comedor Este Sábado a las 19:00
15 BELLAS MUCHACHAS 15 GIRAN OSCILAN SE
CONTONEAN
(¡Y CÓMO SE CONTONEAN!) UNICA NOCHE 15
BELLAS MUCHACHAS 15
Las mujeres de Guam son sumamente hermosas, así que Hugh no dudó en calificarlas de "bellas" sin haberlas visto. Después puso un segundo aviso:
LOS CAPELLANES DECLINAN TODA RESPONSABILIDAD EN ESTA FUNCIÓN
El sábado por la mañana, designó a cuatro hombres para que construyeran un escenario provisional y un telón. Esa tarde partieron del campo dos trasportes de personal para traer a la compañía de danza hawaiana de la señora Johnson. Mucho antes de que regresaran, el comedor estaba atestado de hombres.que silbaban, gritaban y golpeaban el piso con los pies, ansiosos por ver a las chicas. Cuando oyó Hugh que los trasportes venían subiendo por la colina, salió a recibirlos. Los choferes habían salido sonrientes y relamiéndose; ahora parecían extrañamente serenos. Bajó la señora Johnson seguida de su compañía. Hugh supo después que la mayor de las 15 acababa de cumplir 11 años.
Dijo después: "¡Niños! ¡No podía creerlo! En el grupo venían tres o cuatro muchachitos con ropa inmaculada, el cabello perfectamente cepillado y riéndose de emoción. Las niñas eran... pues, tímidas y recatadas, más lindas que capullos. El grupo entero, niñas y niños, eran del todo adorables. Los guié hacia el fondo del escenario y la señora Johnson me dio el programa. Lo miré, salí por entre el telón y anuncié: El primer número será un solo ejecutado por la señorita Rosa Batanga. ¡Un fuerte aplauso para Rosa Batanga!
"Y salió Rosa, meciendo una muñeca casi tan grande como ella misma. ( Difícilmente tendría más de seis años.) El ruido de los espectadores subió como veinte decibelíos. Los hombres creyeron que se trataba de una broma. Entonces, Rosa empezó a cantar, y el ruido se convirtió en silencio absoluto. Era una canción de cuna, y la cantó con una vocecita susurrante mientras mecía a su muñeca. Cuando terminó, el silencio duró unos cuantos antes que los hombres empezaran a aplaudir furiosamente. Fue tal la gritería, que parecía que se celebraba nuevamente el fin de la guerra.
"El segundo número fue un dueto: Pequeño señor eco, que cantaron Antonia Solan en el escenario y uno de los niños —Ramón... no recuerdo su apellido— entre bastidores. La chiquilla cantaba: Pequeño señor eco, ¿cómo estás? ¡Hola, hola!, y Ramón contestaba cantando ¡Hola, hola! Otro éxito arrollador. Deben de haber hecho unas veinte reverencias para agradecer aquellas ovaciones.
"El tercer número fue un baile hawaiano ejecutado por cuatro niñas que vestían jubones y faldas hawaianas hechas con tiras de celofán y, ¡Dios es testigo!, calzones largos de lana. Cualquiera hubiera estallado en carcajadas sí las niñas no se hubieran mostrado tan serias. Hubo otra media docena de números, y luego vino el final: apareció Ramón, el niño que había sido el Pequeño señor eco, y recitó el famoso Discurso de Gettysburg del presidente Abraham Lincoln. Yo tenía en la garganta un nudo del tamaño de un coco.
"En el momento de terminar Ramón, todos los hombres que formaban el público, sin excepción, se dirigieron al escenario, llorando la mitad de ellos. ¡Fue una estampida! Tomaron a los niños en brazos y regresaron con ellos a sus asientos; se los sentaron en las piernas y los abrazaron. Algunos de los hombres sacaron fotos de sus hijos. Esta es mi Sue-Ellen. Es como de tu edad. Ojalá pudieran conocerse. ¡Sé que se llevarían bien! Los que no tenían fotos sacaron barras de chocolate, sonrieron mucho y lloraron un poco. Todos se enternecieron. Nadie pensó en bailar; sólo querían estar sentados allí, prodigando atenciones a los niños, hasta que la señora Johnson ordenó: ¡Es hora de acostarse! y se los llevó a casa.
"A la mañana siguiente uno de los capellanes me dijo que había sido una tarde maravillosa y francamente, ¡qué sorpresa! No encontré ninguna razón para decirle que mi sorpresa no había resultado menor que la suya".
SELECCIONES DEL READER'S DIGEST Diciembre de 1986
CONDENSADO DE - MERRY GENTLEMEN (AND ONE LADY)-. C 1985 POR J. BRYAN 111, REPRODUCIDO CON AUTORIZACIÓN DE LA JULIAN BACH LITERARY AGENCY. INC— NUEVA YORK
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