lunes, 13 de mayo de 2024

LA ORACIÓN DE UNA MADRE

MÁRTIR HEROICO

LA HISTORIA DE GUIDO DE BRES

EL HACHA, LA CUERDA Y EL FUEGO

  

-«Puede costaros todas estas provincias, señor, dijo un obispo.

-«Pues bien, replicó Felipe- prefiero no reinar, que reinar sobre herejes».

Así embarcó en una flota real compuesta de noventa buques, por un Océano tempestuoso hasta el punto de que su Majestad corrió el peligro de no llegar a España.

En el país que Felipe dejó gustosamente, un predicador hereje estaba escribiendo una famosa Confesión de Fe. Este pequeño libro es la historia de este predicador y del famoso documento.

***

Capítulo II

EL PREDICADOR HEREJE

Una mujer salió de la casa cercana al convento de monjas, acariciando su Rosario con los dedos anduvo sobre las calles empedradas de la ciudad de Mons, capital de la provincia más al sur de Bélgica. Una vez hubo pasado el castillo y el Ayuntamiento, situado al lado de la confina, pasó también de largo por la soberbia catedral, hasta llegar al otro extremo de la ciudad.

 Allí un monje italiano, viajero, estaba predicando en plena calle. La mujer se juntó a la muchedumbre que estaba oyéndole.

 Escuchó con devota atención y finalmente dijo en silenciosa oración:

 «Dios mío ¿por qué no me darías un hijo como éste? Haced que el hijo que llevo en mis entrañas sea un predicador de vuestra «Palabra.

Poco después, en el año 1522, la familia de Juan de Bress celebraba el nacimiento de un hijo. Era el cuarto de la familia, y sus padres le llamaron Guido.

Cuarenta y cinco años más tarde en la oscura celda de una prisión, Guido de Bress escribió a su madre una carta de despedida en la cual le recordaba el caso de aquel monje, y su oración de que el hijo que llevaba en su seno pudiera ser un predicador.

Con sus manos encadenadas escribió:

«Tú pediste a Dios, madre mía, y el oyó tu oración; y porque es rico en misericordia te dio más de lo que pediste. Tu le pedías un hijo que pudiera ser como aquel jesuita; pero Él me ha hecho, no un imitar de los jesuitas, sino de Jesucristo mismo; el cual me ha llamado a su santo misterio. No para enseñar las palabras de otros hombres, sino para predicar las puras palabras de Jesús y sus apóstoles. Esto he hecho hasta ahora».

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