miércoles, 15 de mayo de 2024

LA HIJA DEL ADELANTADO - Guatemala - CAP XXI

LA HIJA DEL ADELANTADO

JOSÉ MILLA

CAPITULO XXI

La muerte de Agustina Córdoba y la entrega del  escrito de retractación que puso en manos de su confesor, tuvieron lugar, como ya lo dejamos indicado, en la mañana del 29 de agosto del año 1541. Pocas horas después, un acontecimiento extraordinario, aunque no enteramente inesperado, conmovió a los habitantes de la capital. Un correo de Méjico atravesó la ciudad y se dirigió á la casa del alcalde primero, Gonzalo Ortiz. Era un portapliegos que enviaba el Virrey, don Antonio de Mendoza, con cartas en que comunicaba de oficio la funesta noticia de la muerte del Adelantado.

Dijimos antes que no era inesperado aquel suceso,  y fué asi en efecto. Desde mediados de agosto se había esparcido, sin saberse cómo, la nueva de la terrible desgracia ; pero no teniéndose un aviso cierto, no se le dio entero crédito, cuidándose de que no llegase el rumor á oídos de la esposa y de la hija de don Pedro. Las cartas del Virrey, dirigidas una al ayuntamiento, otra al teniente de gobernador y otra al señor obispo Marroquín, confirmaron lo que ya la fama se

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Había  anticipado d pregonar, y produjeron en el vecindario grande alarma y consternación. El alcalde hizo reunir el cabildo, y en sesión secreta, se dio lectura al plegó del Virrey. Don Francisco de la Cueva y  el señor Marroquin recibieron igualmente los que les  estaban dirigidos, y ambos personajes quedaron abru-mados bajo aquel golpe fatal. Armándose, hasta donde fué posible, de valor y de serenidad, encargáronse de la penosa comisión de participar el acontecimiento á la familia del Adelantado. Muy distante la desgraciada doña Beatriz -de aguardar tan espantosa nueva, fueron inútiles las precauciones que su hermano y el venerable prelado emplearon para prepararla. Las indicaciones vagas, al principio, y más significativas después, que se le hicieron, no fueron comprendidas, siendo  necesario revelarle la catástrofe en toda su verdad.

!Juzgúese cual seria el dolor de aquella infeliz señora,  que amaba a su marido con idolatría 1 Diríase que había perdido el juicio, tal era su aflicción y los extremos que hacia. No fué menos viva la pena de doña Leonor, si bien su carácter no le inspiró las demostraciones que hizo la viuda del Adelantado. La joven, que acababa de probar la satisfacción más pura que en su vida había disfrutado, al ver en sus manos la prueba clara y convincente de la inocencia de su amante, comentaba con doña Juana la retractación de Agustina Córdoba, y se disponía a enviar un mensaje á Portocarrero, pidiéndole le perdonase la injusticia con que lo había tratado. Su decidido empeño, desde que se retiró el buen religioso que le entregara el papel,

era satisfacer á don Pedro y asegurarle su invariable

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afecto. La terrible nueva de que era portador el correo del virrey de Méjico, hizo lo olvidase todo, para pensar únicamente en llorar el fin prematuro y desgraciado de su padre

El ayuntamiento, terminada la sesión en que se dio lectura al pliego, mandó publicar oñcialmente la noticia, y de acuerdo con el teniente de gobernador y con el obispo, se ocupó desde luego en disponer las solemnes honras fúnebres del ilustre difunto. Los caballeros de la ciudad vistieron luto espontáneamente, y las campanas de las iglesias hicieron oir pronto sus lúgubres clamores. El sentimiento fué general, Alvarado era un hombre grande, á pesar de sus defectos, y el público hacía justicia á sus distinguidas cualidades

LA HIJA DEL ADELANTADO

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