miércoles, 19 de octubre de 2022

FIN II LIBRO MI CORAZÓN INQUIETO -VIENTO SOLLOZANTE

 MI CORAZÓN INQUIETO    229
Por favor, Dios, acompáñale cuando las gentes le llamen mestizo y peores insultos. ¡Hijo, siéntete orgulloso de lo que eres. Tú puedes disfrutar lo mejor de dos mundos. Puedes escoger; cuando crezcas podrás vivir como un indio y caminar por los senderos del bosque o podrás vivir como un hombre blanco, siguiendo las asfaltadas autopistas. Escoge lo que más feliz te haga, pero siéntete siempre orgulloso, orgulloso de llevar dos sangres por tus venas!
CAPITULO VEINTIOCHOGracias a mis hijos, podía ver la bondad y la ternura de Dios, manifestándose de tal manera que no se podrían predicar ni siquiera en mil sermones. Los niños parecen saber más acerca de Dios que nadie y escuchándoles yo podía oír a Dios que me hablaba.
Pequeño Antílope entró corriendo en la casa con los pedazos de un camioncito roto en sus pequeñas manos.
Mamá, arréglalo —me dijo.
Las ruedas se habían salido de sus ejes. Sería fácil arreglarlo, pues todo cuanto tenía que hacer era meterlas de nuevo en su sitio.
—No hay problema, te lo arreglaré —le dije, pero tan pronto como fui a tomar el juguete, mi hijo lo sujetó aún con más fuerza.
—¡Arréglalo, mamá! —me dijo sollozando.
—Hijo, para eso tienes que darme todas las piezas, si no, no me es posible arreglarlo.
De repente supe que le había estado pidiendo a Dios que "arreglase" mis problemas, pero no había entregado todos los pedazos. Ahora me daba cuenta de que tenía que entregárselo todo a él.
"Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 Pedro 5:7). No echéis una parte de vuestra ansiedad o unas pocas de ellas, sino todas.
Mi hijo me entregó las ruedas y en un segundo las coloqué en sus ejes, y el juguete quedó como nuevo y mi hijo volvió a sus juegos.
Yo no pude ayudarle hasta que no confió en mí lo suficiente como para darme todas las piezas y yo no había confiado en Dios entregándole todas las piezas de mi vida, pero lo iba a hacer.
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Cuando colgué el cuadro que representaba a Jesús llamando a la puerta, Ciervo se quedó muy impresionado.
Más tarde, ese mismo día, se desencadenó una fuerte tormenta y un violento trueno hizo retumbar la casa, sacudiendo las ventanas. A mi hijo se le abrieron mucho los ojos, me miró y me preguntó: —¿Es Jesús que llama a la puerta?
Le expliqué que era solamente un trueno, pero no me creyó hasta que no le abrí la puerta y le enseñé que no había nadie.
¡ Cuán real es Jesús para los niños! Qué seguro estaba mi hijo de que Jesús se encontraba en nuestro pórtico. Por algún motivo, a pesar de su temprana edad, él sentía que Jesús llamaría de una forma algo distinta de los demás. Su manera de llamar sería poderosa y fuerte y hasta es posible que sonase como un trueno.
¿Sabría yo cuándo llamaba Jesús a mi corazón o me encontraría demasiado ocupada? ¿Estaba yo lo suficientemente cerca como para poder oír su mensaje, pronunciado en un susurro, o tendría que golpear a mi puerta, hasta echarla abajo, para llamar mi atención?
Ahora cuando siento una llamada en mi corazón o en mi conciencia me pregunto a mí misma "¿Será Jesús que llama a mi puerta?" "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Apocalipsis 3:20).
Antílope derramó su desayuno en el suelo. Ciervo Perdido cogió un lápiz de color y pintarrajeó todo el espejo. Nube intentó subirse por los cortinajes y se salieron los clavos de la pared, con las cortinas, las varillas y mi hijo, que fueron a parar de golpe y porrazo al suelo. Mientras yo intentaba colgar de nuevo las cortinas, los niños se fueron a la cocina.
Sabiendo que estaban demasiado callados, les llamé y les pregunté: —¿Qué están haciendo?
 232    MI CORAZÓN INQUIETO
Antílope respondió rápidamente: —Nada, mamá, solamente estamos intentando juntar los huevos otra vez.
Yo solté las cortinas y me fui apresuradamente a la cocina. Habían roto sobre el suelo media docena de huevos para ver si todos eran parecidos por dentro y estaban tratando de recoger los huevos crudos y resbaladizos para meterlos de nuevo en sus cáscaras antes de que yo averiguase lo que habían hecho.
Aunque yo estaba un poco molesta por haber derrochado comida buena y por el desorden, no pude evitar echarme a reír al darme cuenta de los esfuerzos que estaban realizando para ocultar su travesura, ¡pues no hay manera humana de poner de nuevo el contenido en la cáscara.
Algunas veces yo me creo problemas, y hago lo posible por solucionarlos, esperando que Dios no se dé cuenta de que he obrado mal, pero los esfuerzas que yo hago para ocultarle mis pecados son tan inútiles como los esfuerzos que estaban haciendo mis hijos por ocultarme los huevos rotos.
"Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse" (Lucas 12:2).
¡Qué orgullosa estaba yo de mi nuevo rosal! En cada rama estaban floreciendo enormes capullos, esperando convertirse en preciosas rosas.
Los niños y yo salíamos todos los días a mirar el rosal y esperábamos con ansiedad a que estuviese finalmente cubierto de flores.
Una mañana Antílope llegó antes que yo junto al rosal y yo vi cómo iba deshojando cuidadosamente las hojitas verdes que protegían las rosas y con suma paciencia iba abriendo todos los pétalos.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté, intentando no darle la impresión de que estaba preocupada por mis flores.
Estoy intentando ayudar a las rosas para que florezcan sin hacer daño a los pétalos —me dijo muy serio.

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Le dije que no se podía apresurar a la naturaleza y que la rosa florecería cuando le llegase el momento.
Esa noche, mientras le arropaba en su cama, viendo lo pequeñín y frágil que era, pronuncié una oración silenciosa: Por favor, ,Señor, enséñame a ayudar a mis hijos a florecer sin dañar sus pétalos.
"Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él" (Proverbios 22:6).
Hoy Pequeño Antílope ha cogido para mí algunas flores. Las tenía apretadas de tal manera que casi aplastaba los tallos y en su frente había gotas de sudor por haber estado corriendo bajo el cálido sol del verano.
—Mamá, te quiero y te he juntado estas florecitas para ti —me dijo entregándomelas.
Flores de verano
—De tal palo tal astilla —pensé sonriendo al recordar el día, hacía muchos años, cuando su padre me había entregado "flores de verano".
Le di un beso. Se necesitaba ser una persona especial para poder encontrar belleza en todas partes y hasta un semilla corriente se vuelve hermosa cuando la toca el amor.
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Durante más de un mes Ciervo Perdido había estado pidiendo un perrito, pero su padre no hacía más que decir: —¡No quiero perros! Un perro haría cuevas en el jardín, perseguiría a los patos y nos mataría a los conejos. No quiero perro y no se hable más.
Pero todas las noches Ciervo Perdido
pedía un perrito en oración y por la mañana se quedaba decepcionado al no encontrar un perrito esperándole.
Yo estaba pelando papas para la cena y él estaba sentado sobre el suelo a mis pies preguntando por enésima vez: —
¿Por que no quiere papá que tenga un perrito?
—Porque da muchos problemas. No llores, a lo mejor algún día te lo dará —le dije para animarle.
—i No, no me lo va a dar, no tendré un perrito ni de aquí a mil años! —dijo llorando.
Vi su carita sucia y llena de lágrimas y no pude negarle su único deseo, así que pronuncié las palabras que fueron dichas por primera vez por Eva:__ Sé de qué manera hacerle cambiar de opinión a papá.
—¿De veras? —dijo Ciervo Perdido, 

secándose las lágrimas y dando un respingo.
Le di una papa y le dije: —Llévala contigo para que se convierta en un perrito.
Eso lo dije muy bajo para que nadie pudiese oírme.
—No la pierdas de vista ni por un momento. Tenla contigo siempre y al tercer día átale una cuerdecita alrededor y paséala por el patio y veremos lo que sucede.
Ciervo Perdido tomó la papa con las dos manos. —Mamá, ¿cómo se convierte una papa en un perrito? —dijo dándole vueltas.
—i Sh. Es un secreto! —le dije en voz baja y le mandé para afuera.
—¡Señor, tú sabes lo que tiene que hacer una mujer para que haya paz en su hogar! —dije en oración.
Ciervo Perdido llevó la papa fielmente con él durante dos días.
Al tercer día le dije a Don: —Tenemos que conseguirle un animalito a Ciervo Perdido.
MI CORAZÓN INQ11WTO    235
—¿Qué te hace pensar que necesita un animalito? —dijo Don apoyándose en la puerta.
—Me temo que tiene problemas emocionales —le contesté. —Ha estado paseando una papa durante días enteros, le llama Skipper y dice que es su perrito. Se la lleva con él a la cama, la baña y ahora mismo le ha atado una cuerdecita y la está paseando por el jardín.
—¿Una papa? —preguntó Don, mirando por la ventana y viendo a Ciervo que llevaba a su papa a dar un paseo.
Cuando la papa se pudra le destrozará el corazón. Guardé los últimos cacharros y continué: —Además, cada vez que pelo papas para la cena Ciervo se echa a llorar porque dice que estoy matando a la familia de su perrito.
—¿Una papa? —repitió Don— ¿mi hijo tiene una papa como si fuera un perrito?
—Bueno, como tú dijiste que no podía tener un perrito y creo que para él fue una terrible decepción, algo le ha afectado la mente y está seguramente a punto de, un colapso nervioso —le dije.
—¡
Pero si no tiene más que tres años! —dijo Don. —¡ Los niños de tres años no tienen colapsos nerviosos!
—Entonces ¿por qué se dedica a pasear una papa con una cuerdecita por el jardín? —le pregunté.
—Mañana le traeré a casa un perrito —me dijo y salió a buscar a Ciervo. Cuando le dio un portazo a la puerta le oí decir una vez más: —¿Una papa como si fuese un perrito?
Al día siguiente Don trajo a casa un perrito inquieto y dos gatas que esperaban gatitos, de los cuales tendríamos pronto catorce.
Todo el mundo estaba contento. Don creía que había evitado que su hijo sufriese un colapso nervioso y Ciervo Perdido tenía su perrito (y dieciséis gatitos) y creía que su madre podía convertir una papa en un perrito.
    ¡ Bienaventurados los pacificadores!

 236    MI CORAZÓN INQUIETO
Pero en el fondo de mi mente había una pequeña vocecita que me recordaba constantemente que yo le había hecho un truco a mi esposo y no había sido sincera con él. Cierto que le había convencido para que le trajese un perrito a Ciervo, pero hubiese deseado haberlo conseguido de otro modo. Lo que había comenzado como algo perfectamente sencillo había ido aumentando, convirtiéndose en un peso que llevaba en mi corazón. Yo me preguntaba si no debía de contarle a Don mi engaño y decirle que lo sentía.
Una noche mientras cenábamos Pequeño Antílope dijo —Hoy he visto un potrillo en la granja de los Oaks y era muy bonito. Daddy ¿puedo tener un caballito?
Se hizo el silencio en la, habitación y todos los ojos estaban fijos sobre Don. El colocó su tenedor sobre la mesa y puso su mano sobre el hombro de Pequeño Antílope.
En un susurro exagerado le dijo: —Hijo mío, si quieres un potrillo,
así es como lo conseguirás. Primero, toma una sandía grande, átale una cuerdecita y arrástrala por toda la casa ...
Yo le di un golpe a mi vaso, que estaba lleno de té helado y me atraganté. —¿Cómo lo sabías? —pregunté casi ahogándome.
Don se echó a reír. —Cuando le di el perrito a Ciervo Perdido
me dijo que tú le habías dicho que podría lograr que una papa se convirtiese en un perrito. Entonces fue cuando me imaginé lo que había pasado.
—¿Estás loco? —le pregunté. —Ya sé que estuvo mal engañarte, aunque no me di cuenta de ello hasta después y entonces era ya demasiado tarde.
Si yo no hubiese sido tan duro y tan cabezón no hubieses tenido que recurrir a los trucos. Cuando vi la expresión en el rostro de Pequeño Antílope al abrazar a su perrito, supe que había estado equivocado. Si hubiese sido más abierto y hubiese estado más dispuesto a escucharte, y no hubiese estado tan seguro de llevar siempre la razón y de que los demás
MI CORAZÓN INQUIETO    237
estaban equivocados, podríamos haberlo arreglado —dijo riendo otra vez. —Te perdonaré si tú me perdonas a mí.
Yo me sonreí
al borrarse de mi corazón la culpa que había sentido. —¿Una sandía que se convierte en un caballito? —le pregunté y todos nos echamos a reír.
CIERVO PERDIDO
Creo que hay dos en mí.
Yo y otro,
Pero se parece muchísimo a mí, Así que no puede ser mi hermano.
A veces cuando me despierto, Siento ganas de ser malo;
Doy patadas y tiro los juguetes, ¡Y me pongo tan furioso!
Me pongo de muy mal humor,
Y entonces nada me va bien;
Quiero meterme de nuevo en la cama Y hacer como si fuese de noche.
Me he puesto los zapatos en el pie equivocado
Me he puesto la camisa al revés, Me tiro al suelo
Y pataleo, grito y me enfurruño.
Ojalá fuese un hombre grande Y muy, muy mayor ...
Nunca me pondría ropa
Sólo cuando hiciese frío.
Me pongo tan furioso que quiero llorar,
Y después quiero gritar,
Pero entonces mi madre querría saber
¿Qué es lo que me pasa?

 238    MI CORAZÓN INQUIETO
Me siento en mi cama pensando,
Sintiendo deseos de ser un hombre mayor,
    entonces mi madre entra de puntillas
   me mira con una alegre sonrisa.
Me pregunta si me puede ayudar a vestirme,

 Pero yo me puedo vestir solo, ¡supongo!
 Le sonrío y me alegro tanto
De que no sepa que estaba muy furioso.
Agarro mis pantalones y Me pongo la ropa,
Y la camiseta ni siquiera Se me engancha en la nariz.
Mamá me abraza y me hace el desayuno ¡Y yo estoy muy alegre
Porque no quiero que se entere
De mi otro yo!
CAPITULO VEINTINUEVE
Fl sol del verano rojo y ardiente, se ocultaba tras los cerros, mientras Don y yo tomados de la mano, contemplábamos desde las colinas rocosas, nuestra casa en tonta manera.
Los niños estaban ocupados, corriendo entre los altos pinos, jugando a la escondida.
Pequeño Antílope había crecido mucho. Era un muchachito callado, pensativo y sensible y yo sabía que nuestro primogénito nos daría siempre motivos de estar orgullosos.
Ciervo Perdido era todo risas y chistes y le hacía rabiar a su hermano pequeño hasta las lágrimas. Ciervo Perdido siempre podía hacer reír a cualquiera, incluso en sus peores días y la vida le resultaría mucho más fácil que a la mayoría de las personas.
Nube de Nieve era pequeño para su edad y a veces difícil de comprender, pero tenía la carita de un ángel y al hacerse mayor logrará grandes cosas.
Y Tormenta Primaveral es una gordita cariñosa. ¡Qué preciosa eres, hija mía y qué gozo nos das!
Tormenta Primaveral se acercó a mí y me entregó una florecita que había aplastado con su manita regordeta.
Yo la tomé, la acerqué a mis labios y la besé. ¡ Flores de verano! i Qué recuerdos me traen!
Miré a Don, mi maravilloso, fuerte y paciente esposo, mi ancla, mi roca y mi gran amor.
Se volvió, me sorprendió mirándole y me sonrió. —
Creo que la próxima primavera te compraré un caballo —me dijo.
 240    MI CORAZÓN INQUIETO
¡Un caballo, voy a tener un caballo! —dije encantada. —¡ Con un caballo seré otra vez india!
¡Viento Sollozante tú nunca has dejado de ser india! Siempre pertenecerás a la puesta de sol de hace cien años. El resto del mundo vive en el siglo veinte y habla acerca de enviar cohetes a Marte, pero tú vives en el siglo dieciocho y hablas acerca de los caballos que corren por el dilatado desierto. Tú has sido siempre india y siempre lo serás. Tu amor por los espacios abiertos es parte de nuestros hijos, lo veo en sus ojos. Las montañas, el viento, les llaman y los ponen inquietos. Míralos ahora, corriendo entre los árboles, no son solamente niños que juegan, se parecen más a los caballos salvajes que corren en estampida por el valle.
Mi esposo agregó con tristeza: —
Viento Sollozante, son tus hijos y qué poca sangre mía llevan.
—Pero se parece más ti —le dije, queriendo borrar la tristeza de su voz.
Sí, tienen la piel sonrosada y los cabellos rubios, pero en sus ojos negros se dibuja esa expresión cerril que viera yo una vez en el rostro de una doncella kielcapu en un bosque, hace tiempo. Y al decirlo, sonrió.
Durante tanto tiempo la vida me había parecido un puñado de polvo, pero cuando le entregué mi vida a Dios, él había llenado ese vacío, me había quitado el temor y había colmado de paz mi corazón.
¡No me falta nada, absolutamente nada en el mundo —dije sonriendo.
Don me tomó de la mano, y emprendimos el regreso a casa.
Nuestros tres hijos corrían fuertes delante de nosotros, riendo y gritándonos que nos diésemos prisa, mientras Tormenta Primaveral daba pasitos inciertos a nuestro lado.
Se estaba poniendo el sol, cubriendo de arreboles cielo y tierra.
"Viento Sollozante, me dije, se han cumplido tus sueños." FIN

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