domingo, 23 de octubre de 2022

CASTILL0S DE ORO - Paraiso de animales- EL CIELO ES TAN REAL –Parte 008

 EL CIELO ES TAN REAL

CHOO THOMAS –Parte 008

con fe para poder guiarlos y ayudarlos.

Ahora más que nunca sabía que cualquiera que desee puede venir a Él y recibir la vida eterna. Su Palabra dice muy claro: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna' (Juan 3:16).

UN ABISMO HUMEANTE

El siguiente día, 3 de marzo, estuvo lleno de muchas experiencias nuevas dadas por Dios. Desde las 2:30 A.m. hasta las 4:50 A.M., el Señor estuvo conmigo. Comenzó su visita diciéndome: "Hija, es tu Señor.s e que estás cansada, pero tengo que enseñarte mas cosas" Antes de su visita mi cuerpo tembló sin control durante quince minutos.

Tomó mi mano y fuimos a caminar por la playa. Esta vez era un nuevo lugar. Había muchos árboles. Subimos por un camino estreche que tenía árboles y arbustos a ambos lados. Caminamos por una vía que rodeaba una montaña, y ascendimos rápidamente. Cerca de la cumbre, descansamos en una roca enorme que tenía la forma de un oso gigantesco.

Miré hacia el océano, y me fijé que el agua se había tornado en sangre una vez más. De nuevo, vi gente que corría por la playa. No eran corredores ocasionales, sino que estaban corriendo por temor y pánico. Pude entender que estaban tratando de escapar. A mi izquierda, las montañas y los edificios situados a ambos lados de la montaña estaban totalmente en llamas. Era un infierno peor que los incendios anuales que se producen en los bosques del sur de California.

Entonces, noté unos incendios enormes que estallaban por todas partes. La gente estaba quemándose. Algunas personas saltaban al mar buscando alivio, pero cuando se metían al agua, caían a causa de las llamas. Todas se habían convertido en antorchas humanas. Empecé a gritar de horror y compasión por todos aquellos que llegué a ver.

El océano ensangrentado se había convertido en una caldera abrasadora de azufre. La arena era una cama de cenizas ardientes. La gente corría para escapar del fuego que los perseguía y rodeaba. Algunas personas estaban desnudas y no tenían protección alguna contra el fuego.

De todos modos, era inútil, porque no había escape alguno del enemigo abrasador que amenazaba con devorarlos. No podían escapar

hacia las montañas porque estaban rodeados por las llamas. Ningún sitio era seguro.

Yo gritaba todo el tiempo, y empecé a sollozar: "¿Señor, qué está pasando?"

"Tienes que recordar, hija, que estoy enseñándote estas cosas para que puedas compartir con todo el mundo lo que pronto va a pasar. » "¿Cuándo pasará esto, Señor?"

'Después de que lleve a mis hijos a casa. Mucha gente no cree en mi Palabra. Por eso quiero que escribas un libro que describa tus experiencias conmigo. Quiero que todo el mundo lea ese libro y se den cuenta de que estoy listo para recibirlos.

"Yo amo a mis hijos, y no voy a forzarlos a hacer nada si no tienen un corazón dispuesto para mí. He estado planeando por mucho tiempo que hagas este trabajo, porque mi reino está completamente listo. ",

El Señor tenía que seguir recordándome y asegurándome sus planes, Porque yo estaba todavía asombrada de que Él me hubiera escogido para una misión tan importante. Todo esto era incompresible para mí, pues transcendía mi capacidad para entender la magnitud del asunto.

Las implicaciones de las palabras del Señor eran abrumadoramente importantes para mí. Una parte de mí quería escaparse de todo este arduo trabajo, pero mi compromiso de obedecer al Señor en todo me permitía seguir adelante. Sabía que Él estaba preparándome para una obra de los últimos tiempos de proporción gigantesca, y estaba conten­ta, pero a la vez intimidada. Yo sabía que todavía Él tenía que trabajar mucho conmigo.

"Te llevaré al cielo de nuevo.

Una vez llegamos al cielo, pasamos rápidamente por el proceso de siempre. Esta vez no nos cambiamos de vestimenta, sino que de inme­diato el Señor me llevó al abismo que habíamos visto el día anterior afuera de las puertas del reino. Tuvimos que recorrer un camino mon­tañoso y pasar por un túnel oscuro hasta llegar a la cima de la montaña. Cuando llegamos, miramos hacia abajo, donde había un abismo gran­de, tan ancho y profundo que parecía ser interminable.

Era una escena espantosa y preocupante. El Señor dijo: "Quiero que veas esto otra vez'

 Era muy difícil mirar hacia dentro del abismo del infierno, pero enseguida dirigí mi atención hacia una figura que estaba haciéndome señas con la mano. A través del humo, podía ver que esta persona era una mujer. Entonces oí su voz. Hablaba en mi lengua nativa, en corea­no, y comenzó a gritar: "¡Está caliente! ¡Caliente!".

Reconocí la voz. El humo se disipó y pude mirar directamente a los ojos de la mujer atormentada. ¡Inmediatamente reconocí que era mi madre! Ella alzó su mano derecha, me saludó y dijo: "¡Está muy calien­te, tan caliente!". Recuerdo claramente de cómo sus ojos se cruzaron con los míos, y me suplicaron que la ayudara.

Mi propia madre gritaba por ayuda desde la boca abierta del abis­mo del Hades. Mi corazón se paralizó. Sentí como que un cuchillo frío de desesperación penetraba mi corazón. ¡Mi madre estaba en el infierno! Pareciera como si la roca grande en la cual estaba sentada cayera sobre mí. Quería desesperadamente alcanzar y tomar la mano de mi madre para librarla de los golpes de las lenguas de fuego que la rodeaban. Fue el peor momento de mi vida.

No existe palabra en el diccionario que verdaderamente identifique lo que sentí en ese momento. Fue una mezcla de miedo, desesperación, dolor, terror, tristeza y desolación. Pude darme cuenta de que esas serían las mismas emociones que mi madre tendría que experimentar por toda la eternidad.

Mi madre murió a los cuarenta años de edad, pero su rostro era el mismo que yo recordaba. Era una mujer hermosa, pero su expresión reflejaba el tormento que estaba experimentando en el abismo. Quería tocarla, abrazarla, decirle que todo estaría bien, pero yo sabía que era imposible por las decisiones que tomó en su vida. Sabía que no podía ayudarla, incluso el Señor no podía ayudarla, porque ella no lo conoció.

Ella no sabía nada del Señor, porque nunca nadie le predicó. El no conocer al Señor guía a una persona al infierno, y por eso quiero hablarle a todo el mundo sobre el abismo que vi y el maravilloso reino del cielo.

Después vi a mi padre, mi madrastra y una buena amiga, quien murió cuando tenía sólo diecinueve años. ¡Todos estaban en el infierno! Ellos se veían igual a como yo los recordaba, pero sus rostros estaban distorsionados por la agonía de sus castigos. Sentí que ya no podía más, y volteé mi cabeza en otra dirección para no mirar la escena espantosa que había ante mí.

Entonces, oí otra voz conocida gritando desde el abismo. Era una amiga, quien había muerto hacía diez años. A su lado estaba mi sobrino, quien murió cuando tenía veinte años. Cuando lo vi la última vez, tenía sólo diez años, y ahora tenía el mismo aspecto que yo lo recordaba, sólo que era más alto.

Lloré profusamente. Me pasé todo el tiempo llorando, gimiendo como una niña. ¡Muchos de mis seres amados y amigos habían tomado decisiones que los condujeron al fuego del infierno por toda la eterni­dad! ¡Esa era una carga demasiado pesada para mí!

Estoy segura que algunos de ellos habían oído sobre el Señor, pero a otros seguramente nadie les había explicado jamás quién era Jesús. Sabía que si ellos hubieran conocido quién era Él, de verdad, no hubie­ran tomado las decisiones que tomaron. Cómo hubiera querido poder hablarles sobre quien dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6).

El abismo del infierno estaba muy lejos de nosotros, pero era como si tuviera una lente telescópica que me permitía ver a estas personas muy de cerca. No podía controlar mis lágrimas, y el Señor cariñosamente enjugó mis lágrimas y acarició mi pelo. Fue entonces cuando me percaté que el Señor estaba tan triste como yo, y pude sentir que Él lloraba conmigo. Él rompió el silencio.

"La razón por la cual estoy enseñándote esto, hija mía, es para que entiendas completamente que no importa qué tan buena sea la gente, irán al infierno si ellos no me aceptan. »

Incliné mi cabeza.

"Sé que tus padres y amigos eran buenas personas en muchas maneras, pero no fueron salvos. Por eso, éste es el único lugar para ellos. Es aquí donde ellos tendrán que pasar la eternidad.

"Hija, sé que te duele verlos, pero tú tienes que incluir esta experiencia en el libro que vas a escribir para mí. Por eso te muestro a tus padres y a otros como tú los recuerdas. Tienes que advertir a la gente sobre la realidad del infierno. Yo quiero ver salvadas tantas almas como sea posible antes de que vuelva a buscar a mi Iglesia.

Mi Padre ama a todos sus hijos, pero les ha dado ciertas leyes por las cuales Él espera que vivan. Cuando vi a tus seres queridos, sentí un dolor más profundo que tú, pero tengo que vivir según la palabra de mi Padre. Una vez que una persona va al infierno, no hay ninguna manera que pueda salir de ahí. Quiero que los no salvos conozcan esto, la realidad del infierno es para siempre.

Yo amo a cada uno de mis hijos, pero no puedo forzara nadie a que me ame ni obedezca. Si ellos me entregan su corazón, entonces puedo ayudarles a creer en mí y amarme. Quiero salvara tantas almas como sea posible. Quiero que los creyentes en todas partes prediquen el evangelio. Esto es muy importante. '>

Era suficiente. Había visto y oído lo suficiente como para animar­me a entrar en un ministerio de evangelismo con un fervor que jamás podría apagarse. ¿Cómo podría yo quedarme callada después de todo lo que había visto y oído?

Contaría a todo el mundo lo que sabía sobre Jesús para que todos pudieran recibir la entrada al cielo y vivir eternamente. Nada en el mundo es más importante que eso. Mis propios padres y tantos otros miembros de la familia y amigos están en el infierno. No podía cruzar­me de brazos y ver que alguien se siga perdiendo. Estaba tan contenta de saber que mi libro estaría en las manos de mucha gente que necesi­taría saber que el infierno es tan real como el cielo.

Las cosas que vi en el infierno me perturbaron; plantaron en mi espíritu una resolución que nada ni nadie podría disipar jamás. Determiné que ninguna persona a mi alcance podría negar la realidad del infierno y el cielo. El cielo es muy real, y quiero que todo el mundo pueda ir allá conmigo. Sé que este es el deseo del Señor. Él lo dice en su Palabra:

"E] Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshe­chos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas."

-2 PEDRO 3:9-10

Los últimos días, verdaderamente, se están acercando. La paciencia del Señor ha sido muy grande hasta ahora, pero Él está listo para venir nuevamente por sus hijos. Será entonces cuando la gente que se quede en la tierra, realmente experimentará el infierno terrenal antes de que terminen en el ardiente infierno de destrucción eterna. Mi trabajo es advertir al mundo entero sobre estos eventos que están "a la vuelta de la esquina".

Capítulo 7

IMARANATA¡

"Ciertamente vengo en breve. »

APOCALIPSIS 22:20

Después de la visión horrorosa del infierno, el Señor y yo descendimos por la montaña, pasamos por el túnel oscuro, y regresamos a un sitio que yo había empezado a llamar "la montaña de los animales". Este es el lugar maravilloso que he descrito brevemente en el capítulo anterior, un lugar de paz y gozo donde todos los animales coexisten en espléndida armonía.

La Biblia describe este lugar en el libro de Isaías, donde el profeta proclama:

"Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. El lobo y el cordero serán apacentados juntos, y el león comerá paja como el buey; y el polvo será el alimento de la serpiente. No afligirán, ni harán mal en todo mi santo monte, dijo Jehová."

—1SAíAs 65:24-25

Después de ver los fuegos tormentosos del infierno, esta escena que impartía paz y tranquilidad. El cielo es un lugar de paz y gozo en contraste a la violencia y depresión del infierno. La "montaña de los animales" es un lugar de gozo eterno y felicidad.

Es confortante saber que los animales vivirán con nosotros en el paraíso. Tantas personas preguntan si sus mascotas estarán en el cielo, y me gozo en dejarles saber que el cielo es un lugar de flores preciosas, animales pacíficos y resplandor glorioso donde la gente y los animales nunca más experimentarán dolor, dificultades, muerte o sufrimiento.

CASTILL0S DE ORO

Después de nuestra breve visita al paraíso de animales, el Señor y yo regresamos a la orilla donde visitamos mansiones brillantes y castillos con calles de oro puro. Nos acercamos a uno de los castillos, y el Señor abrió la puerta para que yo entrara. Mi vocabulario no me permite des­cribir de forma adecuada el interior de esta regia morada. Las paredes estaban construidas con piedras preciosas y multicolores que brillaban y relumbraban de una manera mágica.

Abrí mi boca de sorpresa y no pude cerrarla por un rato, porque nunca imaginé que vería semejante belleza. Por un momento, pensé que era un sueño, pero éste era un castillo real; no cabía duda alguna al respecto.

El Señor descansó en una silla mientras subí por una escalera en forma de curva que era enorme y espectacular, más que la de la hacien­da 'Tara' en la famosa película "Lo que el viento se llevó". Me llené de asombro mientras me imaginaba el esplendor de los cuartos del piso de arriba.

En la parte superior de la escalera, noté que la moqueta era blanca y lujosa. Entré en un cuarto de baño espacioso que tenía por todas partes espejos grandes y relucientes. Estos reflejaban el resplandor del cuarto y la gama de colores que se reflejaban en cada pared. Era el lugar más maravilloso que pudiera existir, como un castillo de fantasía.

El gozo refulgente que estaba experimentando se interrumpió de momento por un recuerdo extremadamente doloroso. La imagen de mi madre se proyectó por un segundo ante mí, y me puse triste otra vez. Me acosté en la alfombra y empecé a llorar.

Oí al Señor llamándome desde abajo; me levanté, me arreglé un poco y bajé. El Señor se puso en pie y caminé hacia Él. Me extendió su mano y me preguntó: `Te gusta esta casa?"

"Es maravillosa, Señor, pero no estoy verdaderamente feliz. Anteriormente, cada vez que visitaba el cielo me llenaba de gozo y cantaba canciones espirituales, pero esta vez no es así." El Señor inclinó su cabeza como si me hubiera entendido. Entonces tomó mi mano y me llevó afuera del castillo. Cruzamos un puente de oro hacia el edificio blanco donde normalmente nos cambiamos de vestimenta.En el edificio blanco, el Señor me presentó a un caballero muy impresionante. "Quiero presentarte a Abraham", dijo.

UNA CIUDAD AGUARDA

¡Abraham!, el gran patriarca de la fe y obediencia; el hombre que había desafiado al mundo entero por proclamar que sólo hay un Dios. Este fue el gran líder que había fundado el judaísmo y abierto el camino hacia Cristo. Fue un honor tan grande haber conocido realmente a este gran hombre de quien el escritor del libro de Hebreos dijo:

"Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios."

—HEBREOS 11:8-10

Ahora sabía que el padre Abraham había recibido la recompensa al ser justificado por su fe. Él estaba viviendo ahora para siempre en "la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios", ¡y yo estaba allí con él! Era algo demasiado maravilloso para poder comprender totalmente.

Abraham fue una persona muy digna, y llevaba su cabello blanco largo y una abundante barba blanca. Aunque tenía un aspecto mayor, sus ojos brillaban llenos de vida y gozo. Él me tocó en mi hombro y simplemente dijo: "Hija".

La sonrisa en su rostro me hizo saber que su bendición estaba sobre , e inmediatamente amé a este gran hombre a quien, todos los cre­yentes del mundo, debemos tanto. Quizás más que cualquier otra per­sona, fue Abraham quien nos enseñó que "sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonados de los que le buscan" (Hebreos 11:6).

Él fue uno del gran ejército de patriarcas y profetas de quienes se decía:

"Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir"

-HEBREOS 11: 16-19

Por primera vez en mi vida, entendí las verdades de este versículo con tanta claridad. Dios ha preparado una ciudad para Abraham, y para todos nosotros que creemos y obedecemos. Así como Dios, Abraham había voluntariamente ofrecido a su único hijo, plenamente conven­cido de que Dios podía levantarlo de los muertos si fuera necesario.

De la misma manera, nuestro Padre celestial había dado a su único hijo, Jesús, como sacrificio por nuestros pecados. Él fue crucificado y enterrado, pero al tercer día Dios lo levantó de entre los muertos, ¡y por su resurrección ninguno de nosotros tenemos que temer a la muerte jamás!

Abraham llamó a un ángel para que me acompañara. El ángel me llevó al cuarto de baño, donde me cambié de vestimenta y me puse mi preciosa túnica y corona celestiales. Entonces, el Señor me llevó de regreso al pequeño lago.

Cada vez que el Señor me llevaba al pequeño lago, yo empezaba a cantar y danzar desde el momento que llegábamos, pero esta vez sólo quería llorar. El Señor sabía cuán triste estaba. Él permitió que me sentara a su lado y comenzó a hablarme.

EN EL VALLE DE LA SOMBRA DE MUERTE

Jesús sentía la tristeza que yo llevaba en mi corazón, sólo por el recono­cimiento de que mis padres y amigos estaban en el infierno.

"Hija mía", dijo, "sé lo que sientes por los seres queridos que viste en el abismo. Cómo hubiera deseado no haber tenido que enseñarte estas cosas, pero no quiero que ninguno de mis hijos vaya a ese sitio. Te muestro estas cosas para que todos los que oigan mis advertencias ¡sean salvos!"

Entonces, el Señor me tomó de la mano y regresamos al lugar donde Abraham estaba. Cambiamos nuestra vestimenta de nuevo, y me llevó a otra montaña alta desde donde podía mirar otro valle interminable. Una muchedumbre, vestida con túnicas grises, estaba vagando con aparente abatimiento. Sus túnicas me recordaban a las batas que llevan los pacientes en los hospitales.

La gente parecía estar débil y perdida, y sus rostros eran del mismo color que las túnicas que llevaban puestas. Miraban fijamente  hacia abajo mientras caminaban en círculos sin ninguna dirección ni esperanza. En ese lugar, la mayoría eran hombres, y sólo había unas pocas mujeres.

"¿Quiénes son esta personas, Señor?"

"Ellos son cristianos pecadores. "

"¿Qué ocurrirá con ellos?», pregunté en voz alta.

“La mayoría de ellos irá al lago de fuego después de ser juzgados.”

Me pregunté por qué esta gente estaba ahí, y entonces me acordé que el valle de ellos conduce al abismo ardiente. Esos llamados "cris­tianos", quienes realmente no conocen al Señor y continua y volunta­riamente pecan, si no se arrepienten antes de morir o antes del rapto, estarán eternamente perdidos. Romanos 1:29-32, Gálatas 5:19-21 y Apocalipsis 21:18, todos son ejemplos de cómo algunos cristianos viven. Alguien una vez me preguntó sobre cómo los cristianos pecado­res podrían entrar en el cielo. Todos nosotros tenemos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir según lo que hayamos hecho mientras estemos en la tierra, sea bueno o malo (2 Corintios 5:10).

"Hija mía, es por eso que continuamente te hablo sobre la importancia de la obediencia y la pureza", dijo Jesús.

Entonces me di cuenta que cada vez que íbamos a los lugares bellos del reino celestial, cruzábamos el puente de oro del edificio blanco donde normalmente nos cambiábamos vestimenta. Sin embargo, cuan­do el Señor me llevó a ver esos lugares terribles, fuimos por diferentes caminos que estaban en las afueras de la puerta del reino celestial.

TRISTEZA Y GOZO

Esta revelación me ayudó a entender algunos de los preparativos por los cuales pasábamos antes de que me enseñara otra parte diferente del reino. Por eso, no era necesario que nos cambiáramos de túnicas cuando el Señor me llevaba a la playa terrenal. En esta ocasión, nos sentamos en la arena y reflexioné sobre todo lo que había experimenta­do. Empecé a llorar mientras recordaba lo que había visto en el abismo y en el valle. El Señor tomó mi mano y me dijo: "No llores, hija mía".

Esta era una de las órdenes más difíciles de cumplir, pero me forcé en hacerlo y contuve mis lágrimas, a pesar de las memorias horribles que tenía, y empecé a hacer todas

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