VIENTO SOLLOZANTE
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¿Podría ser que este Dios había creado al viento realmente? Comencé a darme cuenta de que los únicos momentos en que me sentía siquiera medianamente feliz, eran aquellos que pasaba en la iglesia hablando con el reverendo McPherson o Audrey. Me decía a mí misma que era el aburrimiento y la soledad lo que me llevaban a acudir a ellos vez tras vez. Después de todo, eran las únicas personas que conocía, con excepción de Pedernal, y el pocas veces tenía tiempo para ocuparse de mí.
Había comenzado a presentarme en la puerta de la iglesia con creciente frecuencia. Me gustaba sentarme en la cómoda oficina del reverendo McPherson, con sus estantes de libros y el escritorio lleno de papeles y las plantas en flor al lado de las ventanas.
–¿Cómo estás hoy? – preguntó a modo de saludo.
–No sé – le respondí, y era cierto.
Sonrió como comprendiendo.
–Te sorprenderías de la cantidad de personas que se sienten exactamente igual que tú. Saben que les molesta algo, pero no saben lo que es. Tal vez, si me contaras lo que sientes ... tal vez podría ayudarte.
Me quedé en silencio por varios minutos.
–No hay caso, no puedo encontrar las palabras adecuadas. Cuando tengo lleno el corazón, la cabeza está vacía. Cuando estoy sola puedo pensar en una cantidad de cosas para decir. En el trayecto hasta llegar aquí, practico lo que voy a decir cuando lo vea. Luego, cuando paso por la puerta, las palabras se quedan afuera y el viento se las lleva. –Tragué fuerte–. No hago más que hacerle perder tiempo.
–No, no es así. A veces es bueno estar con alguien, aunque uno no diga una sola palabra. – Hizo una pausa –. ¿Te parece que sería más fácil si escribieras lo que piensas y lo que quieres preguntar? Podrías tener una libreta, y cuando se te ocurre una pregunta o te viene una idea que quieres plantear, la escribes. Si luego te parece que quieres compartirla conmigo, podría leer la libreta cuando vienes. Comenzó a revolver el desorden que tenía sobre el escritorio.
– ¡Ah! ¡Aquí está! Hasta te voy a ayudar a empezar la libretita. La compré el otro día. No he tenido tiempo de usarla todavía, así que es nueva, para las nuevas ideas de Viento Sollozante. – Sonrió y se estiró por encima del escritorio para alcanzármelo. Buscó en el bolsillo de la camisa y sacó un lápiz –. Ya tienes la libreta, y tienes un lápiz. Yo sé que tienes ideas. Lo único que tienes que hacer es que se junten las tres cosas.
Alargué la mano con ganas y tomé los regalos que me ofrecía. Sonreía mientras pasaba las hojas limpias y frescas de la libreta que esperaban ser llenadas con mis ideas.
– Creo que me voy a ir ahora. – Me puse de pie Quiero volver a casa a escribir algo.
– Voy a tener interés en leer lo que escribas. – Me acompañó hasta la puerta.
– Tal vez venga a verlo en algún momento – le dije.
–Espero que sí
Tenía deseos de quedarme.
–Tal vez el viernes – agregué.
– En cualquier momento que sientas deseos de venir, serás bienvenida.
–Nos dimos la mano, y bajé las escalinatas. Cuando llegué al último escalón, me di vuelta y miré hacia atrás. Estaba parado a la puerta, mirándome.
Saludé con la mano en que tenía la libreta y el lápiz y me fui sin demora. Cuando estaba a mitad de camino, ya tenía tantas ganas de escribir, que corrí el resto del trayecto. Cuando llegué al departamento, estaba completamente exhausta. Me quité el abrigo de inmediato y me senté a la mesa y abrí la libreta. Tomé el lápiz y escribí: "Viento Sollozante" en letras grandes a todo lo ancho de la primera página.
Me detuve un momento apenas, y en el acto el lápiz
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funcionó como si fuese mágico. Las palabras y las ideas me salían a borbotones. Escribí varias páginas antes de detenerme a leer lo que había escrito. Escribir era algo tan sencillo, algo tan fácil de hacer. Uno podía escribir cualquier cosa que tuviese en el corazón o en la mente. ¿Por qué sería que hablar siempre resultaba tan difícil y penoso?.
Escribí algunas preguntas que quería hacerle al reverendo McPherson acerca de ese hombre Jesús, y su Padre, Dios. Recordaba que el reverendo McPherson me había preguntado quién creía yo que era el viento, de modo que comencé a describir al viento por escrito. Luego escribí algo sobre el Caballo Espíritu. Evidentemente tenía miles de palabras sin utilizar en el corazón, que esperaban el momento de la liberación. Los pensamientos me venían más rápido de lo que podía escribirlos.
Escribí hasta llenar la última página. Dejé el lápiz sobre la mesa y miré la hora. Eran las dos de la mañana. Noté que tenía los dedos duros de sostener el lápiz tantas horas, y estiré los músculos del cuerpo, que estaban cansados de estar inclinada sobre la libreta tanto tiempo. Me sentía muy
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bien. Pensamientos y sentimientos que estaban sepultados en el silencio desde hacía años, habían finalmente logrado salir a la superficie. Me dormí con una sonrisa, y sabía que no iba a poder esperar hasta el viernes para ver al reverendo McPherson. Lo iría a ver al día siguiente.
Y así fue. Apenas lo ví, le entregué los versos que había escrito. Esperé ansiosamente a que terminara de leerlos. Para mí era importante que le gustaran.
EL VIENTO
por Viento Sollozante
El viento del verano es cálido, apasionado, y vivo. Acaricia a las flores hasta que tiemblan de emoción. Los árboles susurran los misterios del bosque, y las rosas silvestres se sonrojan ante los secretos delatados. Un columpio se mece yendo y viniendo suavemente, como si el alma de una niñita de épocas pasadas todavía riese y jugase debajo del mismo árbol.
El tiempo se ha escapado ya. El viento está más viejo, más sabio, quizá un poco más frágil y enojado, porque no puede luchar contra su destino.
Lanza desordenadamente por el aire las hojas secas del otoño del mismo modo que un amante contrariado hace a un lado sus sueños. La parda hierba rasguña los tallos quebrados de flores, cuyos marchitos pétalos hace tiempo han sido arrancados por el viento.
Ya ha llegado el invierno. El viento se siente viejo y amargado y tan frío y solitario como una viuda. Las hojas están cubiertas de nieve, y la luna está quebradiza y brillante, a la vez que contempla su belleza en el hielo de la laguna.
El columpio está quieto ahora, con el peso de la nieve, que lo tiene aprisionado en silencioso cautiverio.
Vuelve a soplar, pero el espíritu y la fortaleza han parecido. Ese viejo arrugado grita rodeando las casas implorando que lo dejen entrar para poder poder calentar al del fuego su cuerpo enfriado. Hace sonar las ventanas y golpea las puertas, pero nadie quiere contestarle, y se queda solo en la noche. Furioso, tironea el columpio hasta que lo libera de su esclavitud.
Luego el viento envejecido se encamina lentamente por el valle y desaparece en la noche. Se va sin un sonido; silenciosamente, tristemente. Los árboles no hacen ningún ademán para decirle adiós. Se quedan erguidos, mirando, tal vez un poco tristes, tal vez sin sentir nada.
SOLO
(Escrito para Pascal)
Es demasiado tarde, pero ahora lloraremos;
Algunos hablarán de él con desprecio
. Tal vez si una vez alguien hubiese dicho, "Te amo", él no estaría muerto.
El tiempo no se marca en dias, meses, o años, Se marca con la vacuidad y las lágrimas.
¿Acaso era realmente tan malo él?
Vivió solo y murió de ese modo también. A nadie le importó, ni siquiera a unos cuantos. Nadie sabrá la razón por qué,
Apagó la vida y prefirió morir.
La gente lo pasaba por alto en la calle,
El no era importante, no había por qué hablarle.
Se mató, eso es lo que dijeron.
Si algunos lo hubieran amado,
No estaría muerto.
EL CABALLO ESPIRITU
por Viento Sollozante
No habrá sueño para mi esta noche,
El viento está llorando y la luna está brillante.
Es sólo entonces que tú vienes a mí,
Cuando la luna está plateada y el viento está libre.
Con ojo salvaje y corveteando
Te paras en elcésped,
Para llevarme contigo y regresar antes del amanecer.
El furioso viento es tu ardiente aliento,
¡Tus cascos truenan cuando hacemos carreras con la muerte!
Me llevas hasta el borde del mar,
Las fieras, rugientes olas se despedazan alre‑
dedor de mí.
Siento esa espuma salada contra mi cara, ¡Luego sales galopando a tu paso mortal!
Por las laderas y los valles nos vamos,
Y nos paramos sobre los montes con el mundo entero abajo.
Luego a través del desierto por el polvo y las arenas,
Vagamos errantes por tierras extrañas y distantes.
Tus cascos siguen golpeando, y yo siento tu poder,
Aceleras el paso a la hora de la medianoche.
Con tu pescuezo estirado y las crines de flotante blancura,
¡Seguimos galopando a través de la noche tormentosa!
Mi corazón se vuelve pesado cuando te vuelves,
Y comenzamos el regreso por terreno familiar.
Yo sé que pronto habrá una luz del Naciente, Y nuestro paseo se habrá acabado hasta mañana por la noche.
Caballo Espíritu, vuelve a mí. No me dejes aquí sola.
No temeré a la muerte si voy contigo, a ese
gran lugar desconocido.
Con ojo salvaje y corcoveando, te paras en el
césped,
Para llevarme contigo y regresar antes del
amanecer.
Terminó de leerlos y cuando levantó la vista para mirarme sonrió.
– Son buenos. Son realmente buenos y me gustan. Más todavía, "El Caballo Espíritu" es hermoso. Me doy cuenta de que hay mucho de ti misma en esa composición. Creo que por fin estamos descubriendo el secreto de Viento Sollozante. – Me devolvió la libreta –. Tendrías que conseguir que te los publiquen.
–A nadie le interesaría leer algo escrito por Viento Sollozante – dije.
– Se reclinó en su silla. Sus ojos se encontraron con 1os míos y los sostuvo. ¿Quién es Viento Sollozante? – preguntó. Me cuenta por la voz, de que esperaba una respuesta.
– Yo no soy nadie – dije. Creía que había terminado pero sus ojos se quedaron mirándome fijos mientras esperaba que siguiera hablando.
– Soy el fruto accidental de dos personas que se odiaban. Nunca vi la cara de mi padre, porque abandonó a madre antes de que yo naciera, y ella lo odiaba porque la abandonó. Mi madre era joven y no quería verse atada a un bebé que no había querido, para empezar, así que me dejó con mi abuela en la reserva. No tenía importancia de todos modos. Yo no necesitaba padres. Mi abuela cuidó, y estaban mis tíos. Nos arreglábamos bien. –parecía que se me estaba poniendo rígida la mandíbula mientras hablaba — Soy una mestiza inservible; dos personas tratando de vivir en un solo cuerpo. –Agrequé amagargamente: – Esa es la que se llama Viento Sollozar…una nadie.
Juntó las manos levemente, y habló en voz baja.
- Entonces sé más acerca de Viento Sollozante qué lo que sabes tú. Pintas cuadros... eso significa que eres una artista. . Escribes versos hermosos ... eso significa que eres una poetisa. Eres una hermosa joven con una mente despierta que podría tener un futuro ilimitado. Tus padres no te crearon. . . ¡Dios te creó! El mismo Dios que creó los cielos y la tierra te creó a ti. Tú no eres lo que te hicieron tus padres. Puedes ser lo; que tú quieras ser. Tienes un valor Especial eres única. No existe ninguna otra persona en todo el mundo exactamente como Viento Sollozante. Dios te hizo y para él eres valiosa. Para él tú eres más valiosa que una estrella, porque tiene millones de estrellas, ¡pero tiene una sola persona como tú! Tú vales más para el que las montañas y los ríos.
Era más de lo que yo estaba en condiciones de entender.
– ¿Que valgo más que una estrella que brilla en el cielo de noche? – pregunté.
– ¡Sí! – contestó –. Vales más que la propia vida de su único Hijo. En la Biblia dice: "Porque de tal manera amó Dios a Viento Sollozante, que ha dado a su Hijo unigénito, para que muriese en lugar de ella, y ella no se pierda, mas tenga vida eterna.
– No dice eso – le contesté, sabiendo que mi nombre no aparecía en la Biblia.
–Bien podría decirlo, porque tú eres tan valiosa para Dios, que si fueses la única persona en el mundo entero, Jesús igual hubieramuerto, en la cruz por ti. Nunca digas que no eres nadie porque eres alguien especial. Para Dios, como para Audrey y para mí, eres especial. Tengo la impresión de que algún día miles de personas se van a enterar de quién es Viento Sollozante. No conozco los planes de Dios para tu vida, pero esto sí lo sé: que él tiene un plan especial para ti. A lo mejor quiera usar tus obras de arte o tu poesía o algún otro talento que está enterrado por ahora, pero que surgirá a la luz en su momento. ¡Dios tiene puestas sus manos sobre ti, y cuando dejes de luchar con él y le dejes guiarte, van a pasar grandes cosas! – Hizo una pausa –. ¿Quieres que ore por ti?
– No – dije rápidamente –. No quiero creer en su dios.
– Sonrió. – Creo que ya crees en él, porque de otro modo no tendrías tanto temor que conteste mis oraciones que te hagas cristiana.
Lo estudié atentamente. Evidentemente creía juntillas todo lo que me había dicho. Creía que yo valía algo. ¿Realmente valdría más que una estrella para Dios?
Camino a mi casa esa noche, miré las estrellas y pensé.
¡ lo mejor... a lo mejor realmente valgo algo, después de todo!
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