sábado, 22 de octubre de 2022

"TÜ VAS A ESCRIBIR UN LIBRO" - EL CIELO ES TAN REAL CHOO THOMAS –Parte 006

 

EL CIELO ES TAN REAL

CHOO THOMAS –Parte 006

compartiría la verdad de la eternidad con otras personas. Él me había llamado, elegido y escogido para esta obra importante.

Mientras reflexionaba sobre estas cosas maravillosas, me di cuenta de que era verdaderamente feliz por primera vez en la vida. Había encontrado mi propósito y satisfacción en Él, y mi amor era todo para Él.

Aunque mi confianza y fe estaban creciendo, yo seguía respondien­do con mansedumbre a las palabras del Señor.

"Señor, soy muy tímida, y no sé realmente cómo orar por otras personas en público."

"Yo me ocuparé de todo", Él me contestó. 'Estaré siempre contigo. Quiero que le cuentes a todo el mundo lo que yo te enseño y digo. El mundo entero sabrá estas cosas muy pronto.

"TÜ VAS A ESCRIBIR UN LIBRO"

Aunque yo vacilaba de vez en cuando, Jesús era siempre fiel. Paciente y amorosamente, Él me recordó el poder de su presencia, la cual había experimentado directamente.

"Choo Nam, hija mía, quiero que seas paciente", continuó dicién­dome, porque va a tomar un poco de tiempo el enseñarte y revelarte todo lo que tengo para ti. Hay mucho que hacer, porque vas a escribir un libro para mí. "

Esta noticia me tomó verdaderamente por sorpresa. No dije las palabras en voz alta, pero pensé, ¿cómo puedo escribir un libro cuando no sé nada?

A estas alturas, ya sabía que era mejor no contradecir al Señor. Había aprendido que si Él me decía algo, entonces me capacitaría para poder cumplirlo. Yo nunca pedí los dones que tan generosa y amablemente estaba derramando sobre mí, pero sí me acordé de orar por los dones de sanidad y ministerio que me permitiría guiar a otro a Él. ¡Ahora Él estaba contestando estas oraciones de una manera que sobrepasaba mis expectativas! Este es el Dios al que servimos.

Jeremías escribió: "Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces" jeremías 33:3). Esta era una promesa de oración que confirmaba ser verdadera y firme en mi vida. Una y otra vez, el Señor me honraba con abundantes bendiciones espirituales que yo no merecía.

"No quiero que olvides nada de lo que te enseño y digo", me instruyó.

"Nada más ni nada menos. Todo tiene que ser exactamente como yo te lo revelo. "

UN PUENTE DE ORO

Mientras la gloriosa primavera se acercaba, me di cuenta de que nada en esta tierra podía verdaderamente compararse con la gloriosa belle­za del cielo. Temprano en la mañana del primero de marzo, el Señor me visitó una vez más, de la manera usual, y me dijo: "Hija preciada, tenemos trabajo qué hacer"' Me recordó varias cosas de las cuales ya me había hablado: "Te escogí, hija, por tu obediencia a mí. Me gusta tu fuerza de voluntad y tu fe"

Desde que me convertí al Señor, ni una vez he dudado de mi Señor. En realidad, mi temor reverente hacia Él, mezclado con mi gran amor por Él, me han guiado a concluir que nunca debo causarle disgustos. Estas convicciones me mantienen obediente en mi caminar con Dios.

El Señor me dijo: "Tengo que enseñarte más de mi reino» Me tomó de la mano y volvimos a la orilla del mar. Entonces, mi cuerpo empezó a ascender a los cielos. Me di cuenta esta vez que el viaje hacia arriba era más como flotar que volar. Fui elevada de la tierra con mucho cuidado.

Con frecuencia me preguntaba por qué partíamos desde la playa, en vez de hacerlo desde algún otro lugar, y llegué a la conclusión de que debía ser porque la playa estaba generalmente desierta muy temprano en la mañana. Me dio risa cuando pensé lo qué pasaría si alguien nos veía ascender a los cielos. Probablemente pensaría que sería un secuestro extraterrestre o una alucinación. Posiblemente no lo mencionaría a nadie por miedo a que me tildaran de loca.

Entonces, me vino a la mente que algunas personas podrían pen­sar lo mismo sobre mí cuando empezara a contar mi relato. Este pen­samiento desapareció por medio de un maravilloso sentimiento de paz que vino sobre mí, cuando me di cuenta de que estos pensamien­tos no importan, porque sé que Jesús me ha aceptado totalmente. Por lo tanto, ¿por qué debería yo preocuparme por lo que otros piensen?

UN TRONO DORADO

Jesús me tomó de la mano mientras nos elevábamos de este planeta. Llegamos al mismo lugar de siempre, y me llevó a un huerto de árboles frutales. Era muy extenso, y cada fila de árboles frutales formaban líneas perfectas. Cada árbol estaba lleno de frutas maduras y apetitosas. Todos produjeron diferentes tipos de frutas. El huerto era tan inmenso, que parecía interminable.

El Señor escogió una fruta de forma ovalada de color morado, y me la dio. Hizo lo mismo con una fruta redonda de color rojo oscuro. Yo las comí, pero no podía distinguir el sabor muy bien.

Asimismo, escogí una fruta pequeña, redonda y rosada para que el Señor la comiera. Aunque no podía ver su cara claramente, sentí que sonreía, y sabía que estaba muy contento por lo que yo había hecho.

Después, fuimos al conocido palacio blanco donde nos pusimos las vestimentas celestiales. El Señor tomó su lugar en el trono de oro. Una vez más, la sala estaba llena de gente que llevaba hermosas túnicas y coronas como la mía.

El ambiente en la sala estaba lleno de paz y adoración. La gente se humillaba delante del Señor. Intenté unirme a ellos, pero me sentía tan asombrada y maravillada que no podía enfocarme en la adoración tan rápido como me hubiera gustado.

Antes de que pudiera apreciar todo lo ocurrido, el Señor ya se había puesto su túnica normal. Él me tomó de la mano y me guió hacia afuera. Las experiencias que he tenido en el reino de Dios ocurren tan rápido, que parece como si estuviera viviéndolas en una cinta de vídeo cuando se oprime el botón para avanzar las escenas.

El Señor me llevó a cruzar un puente de oro que formaba un arco sobre un río de corriente veloz. Las orillas del río eran muy fértiles, y los árboles y las flores crecían en ambos lados del río. Los árboles y las flores en el cielo son muy diferentes, en muchas maneras, a los que conocemos en la tierra. Hay mucha variedad, y son más grandes, más saludables, más coloridos y más hermosos que cualquier planta que jamás haya visto. Sentí como si estuviera en un país de hadas, tal como aparecían en las ilustraciones de los libros que les leía a mis hijos, con la excepción de que esto no era una fantasía.

"ME QUEDARÉ CON SUS BEBÉS"

Después de andar sobre el puente de oro, el Señor me guió a un lugar donde guardaron muchos niños y bebés, muchos de ellos parecían ser recién nacidos. Era un cuarto muy grande, como un almacén, y no era

bonito ni lujoso. Estaba lleno de bebés desnudos y acostados uno cerca (]el otro.

"¿Por qué hay tantos bebés aquí?", pregunté.

Estos son los bebés de las madres que no los querían. ¡Yo me quedaré con sus bebés!", el Señor contestó.

"¿Qué vas a hacer con ellos, Señor?"

"Si sus madres son salvas, ellas podrán tener a sus bebés de nuevo.

"¿Qué pasará si sus madres no se salvan? ¿Qué harás entonces?"

"Otras madres los tendrán cuando todos mis hijos vengan al reino."

Entonces entendí que estos bebés fueron abortados por sus madres, y empecé a llorar.

 Jesús exclamó: '¡No me gusta el aborto!" Su voz y comportamiento llegaron a ser severos, y me di cuenta ensegui­da de que éste era un mensaje que yo estaría compartiendo pronto con  todos.

Al Señor no le gusta el aborto. Es uno de los peores pecados para Él. Fue Jesús quien dijo: "Dejada los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios" (Marcos 10:14). Jesús ama a los niños, y yo pude ver su tierna compasión para con estos bebés.

Actualmente, casi uno de cada cuatro embarazos en los Estados Unidos termina en un aborto. ¡Cuánto aflige esto al Señor! Estados Unidos tiene las leyes de aborto más permisivas que cualquier demo­racia, y el número de abortos continúa aumentando. Nunca olvidaré lo que vi aquella mañana en el cielo, y nunca más podré quedarme callada sobre el horrendo pecado del aborto.

Desde ese momento, he estado orando por las mujeres de nuestra nación, pidiendo a Dios que Él abra sus ojos a la verdad sobre el aborto, para prevenir que ellas tomen malas decisiones. Ahora sé que la decisión de un aborto tiene consecuencias eternas, y yo oro para que el entumecimiento de la conciencia en los Estados Unidos, en cuanto a esta forma de asesinato, sea quitado.

Aún puedo oír la voz del Señor —enojada y temblorosa por el sen­tiimiento— decir: "¡No me gusta el aborto!" "El cielo es mejor que esto / Alabado sea Dios / Qué gozo y gloria / Caminando en calles de oro puro / Entrarás en una tierra donde nunca envejecerás."

UN LUGAR PARA LOS FIELES

El  Señor me llevó a un lugar estéril fuera de la puerta del reino y me enseñó que, en esta región, mucha gente llevaba túnicas del color de

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