CORAZÓN INQUIETO
Trinidad Nube de Nieve, nuestro tercer hijo, nació un domingo del mes de enero.
¡ Cómo nos gozamos viendo que estaba sano y que era normal, a pesar de que no
pesó más que dos kilos, setecientos trein ta gramos.
Pocos minutos después de su nacimiento noté una sensación en mi pierna y la
espalda dejó de dolerme. Estaba muerta de hambre y media hora después del
nacimiento del bebé me trajeron la cena. Comí sin cesar durante los primeros
días, mientras descansaba en el hospital. Mi vista era normal y no podía
acordarme de haberme encontrado jamás tan fuerte.
El médico dijo que estaba mejor, pero no quiso decir que yo estaba bien hasta
no haber realizado algunos análisis.
Cuando salí del hospital parecía como si nada saciase mi apetito, llegando a
comer seis veces al día durante las dos semanas siguientes. Al cabo de un mes
regresé al médico para que viese cómo andaba de salud. Nube de Nieve era
pequeño, pero tenía una salud estupenda. Mis últimos análisis de sangre no
mostraban nada malo, solamente un poco de tensión baja y azúcar. Las extrañas y
malformadas células que habían aparecido en todos los análisis durante los
últimos seis meses habían desaparecido.
El médico sonrió y dijo: "No sé lo que ha sucedido. Ha estado usted muy
enferma, sin que yo lograse averiguar cuál era el motivo y no sé por qué está
usted bien ahora. Quiero que le hagan a usted un análisis de sangre cada seis
meses, pero por lo que veo ahora, vivirá usted y podrá ver a sus nietos."
Continuaron realizándome los análisis de sangre, pero
el problema no volvió a aparecer nunca más. El médico no logró tampoco
averiguar qué era lo que había causado el problema o por qué había
desaparecido. Yo no tenía respuesta para las dos primeras preguntas, pero estaba segura de que la oración había sido la
respuesta a la última.
Ahora que sabía lo frágil que era la vida, ésta resultó mucho más dulce.
MI CORAZÓN INQUIETO 175
NUBE DE NIEVE
ojalá la vida te brinde en su camino cosas hermosas.
Puestas de sol doradas a la caída de la tarde
Un hogar tranquilo entre los altos árboles,
Un alma reposada, un corazón en calma.
tu vida se llene de horas felices,
De buenos libros, de colinas llenas de flores.
De amigos en los que confiar durante el año entero,
Y que nuestro dulce Jesús te bendiga ricamente .Pag176
CAPITULO VEINTIUNO
Estaba tan ocupada cuidando a mis tres niños
pequeños que me aislé del resto del mundo y durante seis meses no hablé con
nadie más que con Don y los niños
Finalmente Don me preguntó: —¿Es que no quieres
ver a otras mujeres? ¿No quieres ir a visitar a algunas vecinas o algo así? ¿Es
que no necesitas charlar ?
Yo me encogí de hombros y le contesté: —Estoy
contenta con mi familia y mi casa, no
necesito a nadie de afuera.
—Creo que te haría bien salir, ir a alguna parte y ver a alguien. Creo que
mañana deberías de llevar a los niños en el coche para ir a la ciudad a comprar
alimentos.
—Pero si tú siempre compras la comida y lo que necesito lo mando a pedir del
catálogo. No quiero ir a la ciudad.
Tenía la sensación de que ya había perdido el argumento y que Don ya se había
decidido antes de mencionar la visita a la ciudad.
—Te irá bien y no tendrás ningún problema. Ve solamente a la ciudad y lleva a
Nube a la clínica para su examen médico, compra un poco de comiday luego te
vienes a casa. ¿Qué podría salir mal? —razonó.
Esa noche apenas si dormí, preocupándome al pensar en todas las cosas que
estaba segura de que me sucederían, como pudiesen ser ruedas pinchadas, el
perderme o chocar; esos eran algunos de los más leves problemas que esperaba.
MI CORAZÓN INQUIETO 177
—No te preocupes, te irá muy bien —me dijo mi esposo a la mañana siguiente, al
cerrar la puerta de un portazo y entregarme las llaves.
—Todavía sigo deseando que vinieses con nosotros. ¿Qué sucederá si tengo problemas?
—le supliqué. —No tendrás ningún problema. Todo lo que vas a hacer es comprar
la comida, ir al médico y regresar a casa. ¿Qué es lo que te podía suceder?
—Supongo que tienes razón —le dije poniendo el coche en marcha. Era la primera
vez que salía sola con los niños desde el nacimiento de Nube y no estaba segura
de poder arreglármelas con los tres, conducir y hacer las compras, pero sonreí
para mí misma. Don tenía razón, ¿qué es lo que podía salirme mal?
Al llegar a la ciudad vi un letrero que decía LAVE SU COCHE CON UNA VARITA
MAGICA y decidí lavarlo para darle una sorpresa a Don. No había lavado nunca el
coche, pero había visto cómo lo hacía Don y me parecía bastante sencillo.
Me metí con el coche donde lo tenía que lavar y me subí a la acera. Cuando el
coche dio contra la acera el pito del coche pitó de manera estridente. Salí del
coche y tomé con una mano la varita mágica y con la otra metí la moneda en la
ranura. Comencé a echarle agua al coche y los niños empezaron a dar grititos y
a saltar en los asientos de atrás del coche y entonces me di cuenta de
que las ventanillas estaban todavía abiertas y el jabón y el agua habían
empapado el asiento de atrás y a los niños.
—¡ Cierren las ventanillas! —les grité y dirigí el chorro de agua al maletero del
coche.
—¡No puedo! —gritó Antílope— ¡la manija está cubierta de jabón!
Cuando intenté abrir la puerta para ayudarle, se me resbaló de la mano la
varita mágica y dio sobre el techo del coche. Yo corrí alrededor del coche,
intentando agarrarla, pero golpeaba sin control, de manera que no me era
posible acercarme a ella. Salté al interior del coche y arranqué a toda
velocidad, antes de que la manguera pudiera destrozar el
cris
178 MI CORAZÓN INQUIETO
tal de adelante. Dejé al monstruo retorciéndose en
donde se lavaban los coches, pegando contra las paredes y echando jabón y agua
por todas partes. Cuando me encontraba a una cuadra de
allí todavía podía oír la manguera golpeando el suelo, preguntándome cuánto
tiempo duraban los veinticinco centavos.
Me preguntaba si Don se daría cuenta de que el coche estaba a medio lavar y
tenía la esperanza de que se les secase la ropa a los niños y a mí el vestido
antes de que llegásemos al mercado.
El viaje al mercado se realizó sin acontecimientos, a excepción de los catorce
repollos que salieron rodando por el pasillo después de que Antílope tirase uno
de abajo.
Finalmente todo lo que me quedaba por hacer era llevar a Nube a la clínica para
su examen médico y después podría dirigirme a casa.
La sala de espera estaba llena y todos los asientos ocupados. Yo me situé al
lado de la pared, con Nube en mis brazos, mientras que Antílope y Ciervo
andaban rondando por la sala. No tardaron en atraer la atención de todos los
presentes, muy ocupados, haciendo amistades.
Una señora, que llevaba alrededor de sus hombros un chal color blanco, empezó a
hablarle a Antílope. De repente, sin el menor aviso, Antílope tomó una esquina
del chal y se limpió la nariz con él y a continuación salió corriendo por el pasillo
con Ciervo detrás de él.
Yo creí que la señora se iba a desmayar y me acerqué a la pobre mujer, que se
había quedado horrorizada. Le pedí perdón por lo acontecido y me ofrecí a
ocuparme de la limpieza de su chal, pero se negó murmurando algo respecto a no
volverle a decir nunca más a ningún niño que usase un pañuelo.
De repente un terrible grito hizo que todo el mundo dirigiese su atención en
dirección a la sala de emergencias. Una enfermera dejó su escritorio y salió en
esa dirección. Una señora que estaba a mi lado dijo que le parecía que estaban
tratando a un niño al que le había atropellado un coche
MI CORAZÓN INQUIETO 179
El ruido que procedía de la sala de emergencia se hizo más intenso.
—¡Es terrible! ¿Por qué no hacen algo por aliviarle el dolor a ese niño? —dijo
una señora.
Yo busqué con la vista a mis hijos, pero no los vi por ninguna parte, así que
me fui por el pasillo a buscarles. Al pasar junto a la sala de emergencia vi
cuál era la causa de todo el ruido y toda la confusión. Ciervo y Antílope
corrían alrededor de la mesa de exámenes y detrás de ellos iba una enfermera y
un médico.
Yo entré en la sala, les agarré y les obligué a sentarse en una silla, mientras
yo les tenía agarrados por el cuello de la camisa.
—¡Esos son los niños más rápidos que jamás he visto! —decía el médico jadeante.
—Había dos pacientes más antes de usted, pero creo que les recibiré ahora.
Al cabo de unos minutos me aseguró que Nube gozaba de una excelente salud y que
no había necesidad de que regresásemos antes de un año. Metí a los tres niños
en el coche y me dirigí hacia casa.
De camino a casa me di cuenta de que justo delante de mí había un coche negro
muy grande. De repente las ruedas de mi coche pasaron por un profundo charco y
el coche dio una sacudida violenta. La bocina comenzó a tocar. Tenía un corto
circuito. Procuré que dejase de sonar, pero no pude. ¡Cuando levanté la vista,
vi que el coche que tenía delante era una carroza fúnebre!
Traté de dar marcha atrás, pero el conductor del camión que venía detrás de mí
me hizo señas para que siguiese hacia delante. La carretera era demasiado
estrecha y llena de barro como para que me pudiese detener o echarme a un lado
sin que se me atascase el coche.
No podía hacer nada, así que no me quedó más remedio que seguir a la carroza
fúnebre, con el ruido constante de la bocina. Fuimos avanzando por la carretera
llena de baches kilómetro tras kilómetro, la
180 MI CORAZÓN INQUIETO
carroza fúnebre, yo y mi bocina y el camión detrás de mí.
Por fin la carretera se ensanchó, permitiéndome detenerme junto a ella y
dejando que el coche fúnebre siguiese su camino sin el acompañamiento de mi
bocina y entonces salí para ver si encontraba la manera de poner fin a ese
ruido.
El camión que me había estado siguiendo se detuvo también y se me acercó el
conductor. —¿Por qué le tocaba usted la bocina a ese coche fúnebre? —gritó por
encima de todo el ruido.
—¡ Es una antigua costumbre india que tiene como propósito alejar a los
espíritus malignos! —le grité, levantando el capó. —¿Sabe usted cómo hacer para
parar este ruido?
Pocos minutos después me dirigía tranquilamente a casa.
Cuando llegué al patio, Don salió de la casa a
recibirme y para ayudarme con las bolsas de la comida. —¿Has tenido algún
problema? —me preguntó, mientras tomaba algunas bolsas.
—No, ni mucho menos —le dije— siguiéndole a la
casa. —Después de todo ¿qué podía haber ido mal?
Yo amaba a mis tres hijos, pero a Don y a mí
nos hubiese gustado tener una hija.
Yo oraba sobre tener otro niño y tenía la seguridad de que Dios me ayudaría
a salir bien.
Cuando Nube de Nieve tenía seis meses teníamos otro bebé de camino. En esta ocasión mi salud fue estupenda y no tuve ningún
problema. Desde el principio estuve segura de que tendríamos una hija
y todo lo que iba comprando era de color rosa.
EL NUEVO BEBE
Un nuevo bebé para sostener en mis brazos, Un nuevo y pequeño bebé para tener a
mamá despierta toda la noche.
Papá se limitó a sonreír y a decir:
'% Allá vamos otra vez!"
MI CORAZÓN INQUIETO 181
Dos niñitos corriendo hacia la puerta,
Un bebé en la cuna y otro andando a gatas,
Cuatro niños pequeños, cuatro años tiene el mayor...
Somos ricos en hijos, así que nunca seremos pobres.
Juguetes, mantas y pañales por todas partes;
Puede que estemos cansados, pero hay una
sonrisa en mi rostro.
"Id y multiplicaos" fue el primer mandamiento en el Gran Libro .. .
Puede que dijese mucho más, pero he estado
demasiado ocupada como para haberlo leído.
CAPITULO VEINTIDOS
-- No me digas que estás esperando otro bebé! —me dijo mi amiga mirándome y meneando la cabeza. —¿Cuatro hijos en cuatro años? ¿Es que no has oído nunca hablar de planear una familia?
—Sí, he oído hablar acerca de planear una familia y yo había planeado tener una
familia y la estoy teniendo —le contesté.
Ella se echó a reír. —¡ Debes de estar loca!
Estaba tan furiosa que estaba a punto de echarme a llorar, pues con ese comentario tan desconsiderado había echado
a perder mi día y le había quitado el brillo al anuncio del nacimiento del
bebé.
¿Por qué consideran algunas personas que es una equivocación tener un bebé?
¿Qué es lo que anda mal en este mundo donde se considera que un bebé es una
carga en lugar de ser una bendición? ¿Por qué creen las madres que tienen que
pedir perdón por tener bebés y por querer a sus familias? ¿Por qué se pone
tanto énfasis en el trabajar fuera del hogar y llegar a ser "alguien"
y tener una carrera? ¿Por qué no puede ser la
maternidad una carrera?
Una hora más tarde me estaba mordiendo la lengua mientras colgaba la ropa que
había lavado. —¡No lo comprendo! ¡No lo entiendo ni aunque me maten! —me dije a
mí misma. Sabia que estaba mal ponerme tan furiosa, pero
me sentía como una osa protegiendo a sus oseznos.
Mi amiga andaba buscando trabajo y yo escribí, en mi imaginación, un anuncio
para un periódico y sabía que era la clase de anuncio al que ella jamás
contestaría.
MI CORAZÓN INQUIETO 183
SE BUSCA: Mujer atractiva, de buena presencia, de educación esmerada y
personalidad agradable. Debe ser sociable, alegre y estar dispuesta a trabajar
durante veinticuatro horas al día, sin sueldo, sin vacaciones, sin días de
enfermedad. Debe fregar los pisos, hacer comidas, limpiar la casa, lavar la
ropa, planchar y hacer limpieza a fondo. Debe de ser capaz
de estirar el dinero, llevar el mismo vestido durante cinco años y seguir
teniendo un aspecto agradable. Debe tener tiempo
libre para leer cuentos, para secar lágrimas, para besar un codo arañado, para
hacer galletas y para jugar con los niños pequeños. Debe
ser una compañera para su marido, su amiga, su esposa, su contable, su
enfermera, su mujer de la limpieza y su jardinera. SE. BUSCA : UNA MADRE.
Había dejado de sentirme furiosa y sentía verdadera lástima de mi amiga, que no
sabía ni podía comprender las ricas recompensas de una madre. Cuando regresé a
la casa llamé a mis hijos: —Vengan y les daré leche y galletas.
Contestaron con grititos de emoción y entraron a la casa corriendo, tropezando
al entrar por la puerta. Me pusieron sus bracitos gorditos y sucios alrededor
del cuello y me hicieron perder el equilibrio, yendo los cuatro a parar al
suelo, riéndonos a carcajadas.
—¡ Te queremos mami! —me dijeron y se
acercaron a la mesa.
Mis hijos eran siempre una bendición, jamás una
carga.
El bebé que llevaba en mis entrañas se movió.
Gracias Dios mío, por mis hijos.
Durante tres horas habían salido advertencias de que había tornados. Cuando
estalló la tormenta era media noche, el viento soplaba con furia abriendo las
ventanas del dormitorio, empapando la cama con la lluvia. Yo puse una almohada
contra la ventana y me senté al borde de la cama. Mi cuarto bebé estaba a punto
de nacer y Don tardaría todavía horas
en
184 MI CORAZÓN INQUIETO
llegar a casa y yo sabía que no podía esperar tanto tiempo.
No teníamos teléfono y yo no tenía coche y nuestro
vecino más cercano estaba a un kilómetro y medio de distancia.
Desperté a mis tres hijos, les puse los zapatos y les puse sus abrigos encima
de sus pijamas. Tenían sueño y Nube de Nieve estaba tan flojo como un trapo,
así que le tomé en mis brazos y le entregué la linterna a Antílope. Agarré a
Ciervo por la mano y nos dirigimos a través del campo a buscar ayuda.
Antílope apuntaba con la linterna a todas partes, menos al camino lleno de
barro frente a nosotros. Los relámpagos cruzaban el cielo, iluminando nuestro
camino mejor que la errante linterna. Cuando llegamos a casa del vecino, los cuatro estábamos empapados hasta los huesos.
Yo golpeé la puerta y grité y al cabo de unos minutos nos abrió la puerta un
hombre con cara de sueño.
—¿Me permitiría usted usar su teléfono? Tengo que llamar a mi esposo —le dije—
empujando a los tres niños fuera de la lluvia.
Llamé al establecimiento donde trabajaba Don y el sereno me prometió que le
daría el recado a Don.
—Me gustaría ayudarla, pero mi camioneta no funciona —me dijo el hombre
bostezando.
—Estoy bien. Gracias por permitirme usar su teléfono —le dije y me llevé a los
niños otra vez por la oscura y lluviosa noche. Tardamos
más en andar el kilómetro y medio que nos separaba de la casa porque
tenía que llevar a Nube en mis brazos y Ciervo iba
sobre mis espaldas y el cuarto bebé me recordaba constantemente que
no tardaría en reunirse con nosotros.
Cuando llegamos de nuevo a casa les puse a los niños ropa seca y yo misma
también me cambié de ropa. Entonces recogí algunas mantas y almohadas para
hacer una cama para los niños en el coche. Ha-
MI CORAZÓN INQUIETO
185
bía noventa y un kliómetros de distancia
hasta el hospital y los niños podrían dormir en el asiento de atrás.
Normalmente le llevaba a mi marido una hora llegar del trabajo a casa, pero esa
noche, a pesar de la lluvia, llegó en veinte minutos. Al meter a los niños bien
tapaditos, en el coche me dijo: —Un tornado ha tocado tierra a dos kilómetros
de aquí y no podremos cruzar el puente en Twin Oaks. Tendremos que cruzar el
arroyo Spring y pasar por las colinas.
—No llegaré —le dije con los dientes apretados.
—Yo creo que sí —me dijo y las ruedas giraron al salir del jardín.
Durante noventa y un kilómetros tuvimos
que pasar por charcos en los que el agua llegaba hasta el parachoques de la
parte de delante, resbalar por el barro y pasar por carreteras llenas de
curvas. Cruzamos la línea del estado y nos detuvimos bruscamente frente al
hospital Siloam Springs, de Arkansas.
Cuando mi esposo me dejó en la sala de partos para regresar junto a los niños,
a fin de cuidarse de ellos, que estaban acostados en la sala de espera, yo quería oír de él algunas palabras que me fuesen de
ayuda, algo así como: "te amo" o "oraré por ti",
pero en lugar de eso me miró y me vio morderme los labios y apretar los
nudillos a causa del dolor y me, dijo: —Que te
diviertas, querida.
Poco tiempo después nació nuestra única hija y ya habíamos decidido su nombre; le pusimos Tormenta Primaveral.
Una enfermera gordita me entregó a mi nuevo bebé, a mi preciosa niñita. Hacía
solamente unas horas que había nacido y yo la abracé contra mi corazón, llena
de felicidad.
Alcé la vista y me encontré que la enfermera estaba mirando cómo alimentaba a
mi bebé.
—¿Tiene usted hijos? —le pregunté.
—Sí, tenía una hija pero la perdí —me contestó.
—Lo lamento —le dije.
186 MI CORAZÓN INQUIETO
—No quiero decir que se muriese, sino que, por algún motivo, la perdí. Yo
estaba tan contenta cuando nació, pero sentía que estábamos demasiado
endeudados, así que cuando tenía seis meses me coloqué unas horas cada día, con
la intención de que durase solamente un par de meses, hasta haber pagado
algunas facturas. El trabajo de unas horas se convirtió
en un trabajo de ocho horas diarias y los dos meses se convirtieron en años.
Ahora tiene dieciocho años y se va a casar este mes y yo no la conozco ni
poco ni mucho; somos dos extrañas y ahora se me ha ido. Cuando era pequeñita me suplicaba que le leyese cuentos a
la hora de irse a la cama, pero yo estaba demasiado cansada o
demasiado ocupada y nunca llegaba a hacerlo. Siempre
le prometía "mañana", pero nunca llegaba ese mañana.
¿Sabe usted una cosa? Yo no podría enseñarle a usted ni una sola cosa que haya
comprado con el dinero que me he ganado trabajando. La verdad es que no necesitaba trabajar, nos hubiéramos podido arreglar sin
mis pequeños ingresos. Me he engañado a mí misma y a mi hija y ya no hay nada que pueda devolverme a mi bebé —dijo secándose
los ojos.
Mi bebé estaba dormida y la enfermera la tomó con delicadeza para llevársela de
nuevo a la sala de los bebés.
—Tiene usted una niñita preciosa, no la pierda
usted —me dijo.
—No lo haré —le dije, y sentí dolor en mi
corazón por aquella mujer. Al acostarme me prometí a mí misma que a mi niñita
le leería muchas historias cuando se fuese a dormir para compensar a aquella otra niñita cuya madre había
estado siempre demasiado ocupada para leerle a ella.
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