PLATERO Y YO
POR JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
XII
LA ARRULLADORA
La chiquilla del carbonero, bonita y sucia cual una moneda, bruñidos los negros ojos y reventando sangre los labios prietos entre la tizne, está a la puerta de la choza, sentada
en una teja, durmiendo al hermanito.
Vibra la hora de mayo, ardiente y clara como un sol por dentro.
En la paz brillante, se oye el hervor de la olla que cuece en el campo,
la brama de la dehesa, la alegría del viento del mar en la maraña de los eucaliptos.
Sentida y dulce, la carbonera canta:
Mi niño se va a dormir en gracia de la Pastora . . .
Pausa. El viento en las copas . . .
... y por dormirse mi niño, se duerme la arrulladora . . .
El viento . . .
Platero, que anda, manso, entre los pinos quemados, se llega, poco a poco . . . Luego se echa en la tierra tosca y, a la larga copla de madre, se adormila, igual que un niño
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