martes, 21 de mayo de 2024

NO HAY AMOR MAS GRANDE QUE ESTE

Jueves, 19 de mayo de 2016

2 GUERRA MUNDIAL-

NO HAY AMOR MAS GRANDE QUE ESTE

Era justo que Kovitz le inyectara el plasma de la sangre que tantos norteamericanos habían dado abnegadamente para salvarle la vida a sus paisanos?   ¿Estábamos allí para MATAR japoneses, o para SALVARLOS? 

UN JAPONES VE LA VERDAD  (Condensado de la revista “The American Mercury”) 

Por William Bradford Huie

  Selecciones MAYO 1944 

Hidalguía en la guerra __ I.

Durante el ataque de la isla de Attu por los norteamericanos, el doctor Cass Stimson y sus ayudantes emprendieron, en el barco de suministros donde se hallaban, la ardua tarea de atender  a los heridos que les llevaran. Los lanchones de la cruz roja iban a la costa y volvían cargados de victimas. Stimson y McCroskey, su anestesista, se afanaban por operar con toda la prontitud posible. En cubierta, varios heridos aguardaban estoicamente su turno. Kovitz, el practicante de a bordo, y Yeargin, un marinero les aplicaban plasma, morfina y los maravillosos sulfos. Desde el encarnizado combate de Chichagof, las lámparas  del cuarto de operaciones permanecían encendidas toda la noche.

Ni un torpedo hubiese producido la conmoción que causó la camilla con el soldado japonés Ito. Cuando lo depositaron en la cubierta al lado de los norteamericanos, todos lo miraron con sorpresa y rencor. Ito no era un hermano de armas. ¡Era el enemigo! DESPRECIABLE ENANO DIENTUDO QUE ODIABA a los Estados Unidos y a los norteamericanos. No hay palabras para pintar lo sucio que estaba. Hedía a carroña. Un artillero que lo miraba desde su barbeta gritó “Oigan mentecatos, échenlo al agua antes que nos asfixie a todos” Un soldado diminuto que tenía la cadera abierta de un bayonetazo se incorporó en la camilla y exclamó furibundo: ¡Denme acá mi cuchillo y verán como opero a ese hijo de…¡Quien tapándose las narices se acercaba a Ito, advertía en seguida que el hombre estaba muriéndose de miedo, aunque resuelto a ocultarlo. Antes de caer en manos de los norteamericanos, él y un compañero habían resistido desesperadamente en su abrigo, hasta disparar el último cartucho, Se apretaron la última granada contra el vientre para suicidarse. La del otro soldado estalló y le destrozó las entrañas, despedazándole además una pierna a Ito. La granada de Ito no estalló. Incapaz de moverse, estuvo Ito varios días en un fétido charco de sangre corrompida y excrementos. La pierna era una masa sucia y verdosa atacada ya por la gangrena. Cuando los soldados norteamericanos lo capturaron, todavía tenía Ito la granada fuertemente asida. Ito le dijo a un intérprete que él sabía muy bien por qué no lo habían despachado de un bayonetazo. Estaba seguro de que lo habían llevado al buque para darle tormento. Le rebanarían las orejas, le saltarían los dientes a patadas y luego lo harían picadillo. Y allí estaba ahora tendido en la cubierta, atormentado por dolores espantosos, pero resuelto a enseñarles a esos yanquis bárbaros cómo muere un japonés.¿Qué diablos se iba a hacer con el niponcillo?  ¿Era justo que Kovitz le inyectara el plasma de la sangre que tantos norteamericanos habían dado abnegadamente para salvarle la vida a sus paisanos?  Tenía el doctor Stimson derecho a arriesgar su propia vida poniéndose en contacto con la gangrena altamente infecciosa de aquel enemigo inmundo?  ¿Estábamos allí para MATAR japoneses, o para SALVARLOS? Dos noches antes, los nipones habían penetrado en el campamento norteamericano y dado muerte a mansalva a varios enfermeros desarmados. ¿No era mejor tirar al agua aquella hedionda carroña?El doctor Stimson contempló a Ito, y después de breve vacilación preguntó:__¿Hay heridos nuestros esperando?__Por ahora no_-respondió Kovitz__,Ya hemos curado a todos los que había.--Entonces tráiganlo. 

Le quitaron a Ito el apestoso uniforme y los vendajes provisionales. Entraron en acción el agua, el jabón y los antisépticos. Le inyectaron plasma. Le aplicaron la raquianestesia. El doctor Stimson se adelantó hacía la mesa, bisturí en mano. Iba a cortar la pierna gangrenada. Hasta entonces, Ito había estado ceñudo y desdeñoso. Más, de pronto empezó a mover, interrogantes y recelosos, los oblicuos ojillos. Tenía conciencia de todo. Se veía claramente la lucha que sostenían en su ánimo la seguridad de que los norteamericanos le darían tormento, y el testimonio de sus propios sentidos, que le estaba diciendo que no había tal. Ito se resistía a creer que cuanto sus superiores le habían asegurado fuese mentira. Le temblaban los labios. El sudor le bañaba el rostro. Se le vio esforzarse por encontrar una palabra. Al fin, tartajeó. “! A…mé…ri…ca!  ¡A…mé…ri…ca!”  desecho en lágrimas, parecía dudar aún de lo que para él era INCREIBLE. Sonreía, sacudía violentamente la cabeza.La operación duró más de una  hora, el doctor Stimson operaba con sumo esmero. Hacía una pausa de cuando en cuando para que McCroskey le humedeciese la careta  con una solución desinfectante para mitigar el hedor. Le hizo el tipo de amputación más artístico del oficio. Le cubrió con un colgajo el extremo del muñón para facilitar la articulación de una pierna postiza.  Ito, cuando al fin le desataron las manos, agarró por un brazo al cirujano, rompió en sollozos, y volvió a exclamar. “!A…mé…ri…ca!” Se cruzó las manos debajo de la barba, y varias veces trató de hacer una venia. El médico, que parecía  muy cansado, le sonrió. “Llévenselo, muchachos, y tiren esa pierna al agua.” Yeargin arrojó la pierna al mar. Después vomitó hasta por las narices  Cuando sacaron a Ito del cuarto de operaciones, los norteamericanos que lo vieron salir empezaron a refunfuñar“El doctor debió de haberle hecho la amputación por el pescuezo.”  “ A que no trataron así a nuestros compañeros en  Corregidor?”Sin embargo, cuando el doctor Stimson salió del cuarto, todos se cuadraron y le hicieron el saludo militar con respeto no exento de admiración.A Ito se le cuidó y atendió igual que a los heridos norteamericanos. A los cuatro días ya estaba deshaciéndose en visajes y sonrisas tratando de granjearse la amistad de todo el mundo. Recogió abundante cosecha de barras de chocolate, cigarrillos, maní y frutas. Las naranjas, sobre todo, lo volvían loco de contento.  ¡Qué triste se puso cuando tuvo que abandonar el buque! Estaban ya a punto de bajarlo a una lancha cuando se dio cuenta de lo que pasaba. Entonces comenzó a llamar a gritos al doctor Stimson. El médico se acercó a la camilla; Ito se le abrazó a las piernas sollozando. Quería irse a los Estados Unidos con el doctor. Éste lo calmo y lo envío a un campamento de prisioneros

.Días después, el médico y yo, sentados en su camarote, hablamos del interesante lance. __Si yo me hubiera tropezado con Ito en su agujero__ me dijo__ y hubiera ido armado, lo más probable esque hubiera atravesado al japonés con la bayoneta, por si acaso tenía otra granada. El soldado que dio con él, no lo mató, quizá porque un prisionero bien vale  correr el riesgo. Sea como fuere, el Ito que llegó al buque era un ser humano  que sufría. Era, además, un prisionero de guerra cuyos  derechos había que respetar. El cuerpo médico de la armada debía hacer por él cuanto fuera dable._- ¿Lo operó usted con tanto cuidado como si hubiera sido un soldado norteamericano? _-le pregunté.__ Por supuesto que sí__ contestó__, para el cirujano, en su misión de salvar una vida, no hay diferencias. No hubiese yo operado al propio capitán con más cuidado. Téngalo por seguro._- ¿ y traerá eso algún efecto favorable pregunté.Creo que sí__ dijo después de reflexionar un momento__, pero con tal que lo interpretemos debidamente El primer móvil de nuestra conducta fue, desde luego, de orden militar. Uno de nuestros soldados expuso su vida por hacerlo prisionero. Mis ayudantes y yo también arriesgamos la nuestra por salvar al prisionero. Lo hicimos, en primer término, por la posibilidad de que la vida de Ito tuviese alguna utilidad militar. Puesto que su cuerpo fétido debía permanecer a bordo, tuvimos que cortarle un pedazo y limpiar el resto. Esto lo hicimos tanto por protegernos a nosotros mismos como por salvar a Ito.  Nos movió,finalmente, un sentimiento humanitario. Creo que el afán de Ito por manifestar su gratitud es buena señal, Opino que  debemos tratar al pueblo japonés  de la misma manera. Debemos exterminar su parte más enferma. Y luego, puesto que tenemos que vivir en el mismo mundo que ellos, debemos ayudar a devolver la salud física y mental a lo que quede.  DEBEMOS DAR una prueba más de nuestra humanidad, y esperar que el efecto en los otros japoneses sea el mismo que en Ito. 

JESUCRISTO EN LA BIBLIA  No paguen a nadie mal por mal. Procuren hace lo bueno delante de todos…Queridos hermanos, no tomen venganza ustedes mismos, sino dejen que sean Dios quien castigueSi tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber, así harás que le arda  la cara de vergüenza, no te dejes vencer por el mal. AL CONTRARIO, vence CON BIEN el mal.Romanos 12 17_21PERO YO LES DIGO: AMEN A SUS ENEMIGOS, Y OREN POR QUIEN LOS PERSIGUEN.Mateo 5. 43_48

 

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