martes, 26 de diciembre de 2023

"ÁTALA" , DE CHATEAUBRIAND- P R E F A C I O

"ÁTALA"

DE CHATEAUBRIAND

P
R E F A C I O

Se ve por la carta precedente lo que ha dado lugar a la publicación de Átala, antes de mi obra sobre el genio del cristianismo, o las bellezas poéticas y morales de la religión cristiana de que hace parte.

 Sólo me falta decir de qué manera se ha compuesto esta historia.

Era todavía muy joven, cuando concebí la idea de hacer la epopeya de la naturaleza, o de pintar las costumbres de las salvajes, contrayéndolas a algún acontecimiento conocido; y no encontré, después del descubrimiento de la América, pasaje más interesante, especialmente

para los Franceses, que el destrozo de la colonia de los Naches en la Luisiana, año 1727. Todas las tribus indianas conspirando a reponer el Nuevo-Mundo en su libertad, al cabo de dos siglos de opresión, presentaban, en mi concepto, al pincel un asunto casi tan feliz como la conquista de México. Esparcí, pues, en mi papel algunos fragmentos de esta obra; pero conocí al instante que me faltaban los verdaderos colores, y que era necesario, si quería formar una imagen parecida, visitar, a ejemplo de Homero, los pueblos que intentaba pintar.

En 1789. Comuniqué a M. de Malsherbes el designio que tenía de pasar a América. Pero deseando al mismo tiempo dirigir por tierra el pasaje tan buscado, y sobre el cual, aun el mismo Cook había dejado dudas. Partí, vi las soledades americanas, y volví con planes para otro viaje que debía durar nueve años. Pensaba atravesar todo el continente de la América septentrional, seguir luego remontando, las costas al norte de la California, y volverme por la bahía de Hudson girando bajo el polo. M. de Malsherbes se encargó de presentar mis planes al gobierno, y entonces fue cuando oyó los primeros fragmentos

de la obrita que ahora doy al público. Se sabe el estado en que se ha visto la Francia, hasta el momento en que la Providencia ha hecho parecer uno de estos hombres, que ella envía en señal de reconciliación, cuando ya se ha cansado de castigar. Cubierto de la sangre de mi hermano único, de mi cuñada, y del ilustre viejo su padre: después de haber visto a mi madre y a otra hermana mía muy instruida, morir de resultas del maltrato que habían padecido en los calabozos, anduve errante por tierras extrañas donde el solo amigo que me quedaba se dio de puñaladas entre mis brazos (1).

De todos mis manuscritos sobre la América, no he salvado sino algunos fragmentos, particularmente la Átala; y aun ésta no era más que un episodio sobre los Nachez. Átala se ha escrito en el desierto, y bajo las chozas mismas de los salvajes. No sé si el público gustará de

una historia, que sigue unos trámites diferentes de todos los conocidos, y que presenta una naturaleza y unas costumbres del todo extrañas para la Europa. No hay aventuras en Átala. Es una especie de poema (2) mitad descriptivo, mitad dramático. Todo consiste en la pintura de dos amantes, que andan y conversan en la soledad. Todo se encierra en la descripción de las turbaciones del amor, en medio de la quietud de los desiertos y de la calma de la religión. La distribución de esta obra es la más antigua: ella se divide en prólogo, narración y epílogo.

Cada una de las partes principales de la narración toma su respectiva denominación, como los cazadores, los labradores, etc., y así era como, en los primeros siglos de la Grecia, cantaban los Rapsodas, bajo diversos títulos, retazos de la Iliada y de la Odisea... No disimulo que, exceptuando la parte descriptiva, he buscado en el plan y en el estilo una extrema sencillez; sin embargo, siempre es cierto que, aun en la descripción, hay una manera de ser al mismo tiempo pomposo y simple.

(1) Cinco días nos habíamos pasado los dos sin alimento. "Mientras que toda mi familia sufría, ya el asesinato, ya las cárceles, ya el destierro, una de mis hermanas que debía su libertad a la muerte de su marido, se hallaba en Fugeres pequeña ciudad de la Bretaña. El Ejército realista llega, toma 800 hombres del republicano, y los manda pasar por las armas. Mi hermana se echa a los pies de la Roche Jacquelin, y alcanza el perdón de los prisioneros. Vuela al punto a Eennes, se presenta al tribunal revolucionario con los certificados de haber salvado la vida a 800 hombres, y pide por única recompensa que se pongan en libertad sus hermanas.

El presidente del tribunal le responde: "Es preciso' que tú seas una picara realista que yo haré guillotinar, puesto que esos malvados hacen tanto honor a tus súplicas. Por otra parte, la república no te agradece lo que has hecho, porque tiene demasiados defensores y le falta pan".

(2) En un tiempo en que todo está trastornado en la literatura, me veo precisado a advertir que, si me sirvo aquí de la voz poema, es porque no sé como darme a entender de otra manera. Yo no soy uno de estos bárbaros que confunden la prosa con los versos. Dígase lo que se quiera, el poeta es siempre el hombre por excelencia, y volúmenes enteros de prosa descriptiva, no valen cincuenta versos de Homero, Virgilio, o Racine.

OBRAS COMPLETAS - TOMO II 439

Ni por eso diré que haya correspondido la ejecución a mi intento. Después de largo tiempo no leo sino a Homero y la Biblia, lo que me alegraría se trasluciera, y que yo hubiese logrado incorporar en los tintes del desierto, y en los sentimientos peculiares de mi corazón, los

coloridos de aquellos dos grandes y eternos modelos de lo bello y de lo verdadero.

Diré todavía, que no ha sido mi designio arrancar muchas lágrimas; y me parece que es un error peligroso avanzado, como otros muchos, por M. de Voltaire, el decir que, las mejores obras son aquellas que hacen llorar más. Hay dramas de que nadie querría ser autor, y qué hieren el corazón de muy diversa manera que la Eneida. No es uno gran escritor porque ponga las almas al tormento. Las verdaderas lágrimas son aquellas que hace correr una bella poesía. Es necesario que se mezcle en ella tanto de admiración como de dolor.

Por ejemplo: Priamo diciendo a Achiles:

Juzga del exceso de mi desgracia, pues que beso la mano que ha muerto a mis hijos.

. . . Joseph exclamando:

Ego sum Joseph, frater vester, quem vendidistis in Egyptum.

Yo soy Joseph, vuestro hermano, que vendisteis para Egipto.

He aquí las únicas lágrimas que deben mojar las cuerdas de la lira, y enternecer sus sonidos. Las musas son mujeres celestiales que no desfiguran sus facciones con gestos. Cuando lloran, es con un designio secreto de parecer más hermosas.

 

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