viernes, 29 de diciembre de 2023

ÁTALA" DE CHATEAUBRIAND- 449-451

 "ÁTALA"

DE CHATEAUBRIAN

 [EDICIÓN EN 2 TOMOS] Traducción de "Átala" de Chateaubriand

Nota. Se reproduce el (texto de la obra de Chateaubriand, Átala, EN LA VERSIÓN CASTELLANA DE SIMÓN RODRÍGUEZ, PUBLICADA EN PARÍS, 1801.

aquí Chactas se vio obligado a interrumpir su narración. Una multitud de memorias oprimieron su alma, y dos fuentes de lágrimas corrieron de sus ojos cerrados, por sus mejillas marchitas; así como dos manantiales escondidos en la profunda noche de la tierra, se manifiestan por las aguas que dejan filtrar entre las peñas.

"¡O hijo mío! prosiguió en fin, tú ves cuan poco prudente es Chactas, a pesar de la fama de su prudencia. ¡ Ay mi caro hijo! ¡ Los hombres no pueden ver ya, y pueden todavía llorar! Por espacio de muchos días la hija del Sachem volvió todas las noches a hablarme

junto a la lumbre. El sueño había huido de mis ojos, y Átala ocupaba mi corazón, como la casa de mis padres mi memoria".

El décimo-séptimo día de marcha, hacia el tiempo en que el efémero sale de las aguas, entramos en la gran sabana Alachua.

Esta se halla rodeada de colinas, que huyendo unas tras otras, y elevándose hasta las nubes, hacen una gradería de florestas variada de copales, de limones, de carrascas y de magnolias. El jefe dio el grito que indicaba la llegada, y la tropa se acampó al pie de los collados.

A mí me retiraron a poca distancia, junto a la orilla de uno de aquellos pozos naturales tan famosos en la Florida, me ataron al tronco de un árbol, y un guerrero, con un semblante impaciente, me velaba. Pocos instantes había que estaba en este lugar, cuando

se aparece Átala bajo los liquidámberas de la fuente; y volviéndose hacia el héroe Muscogulge le dice: "Cazador, si quieres seguir las cabras monteses, yo guardaré el prisionero". A la propuesta de la

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hija del jefe, el guerrero saltó de contento, y bajando a toda prisa de la cumbre de la colina, se desapareció en la llanura.

¡Extraña condición del corazón del hombre! Yo que había deseado tanto declarar el misterio a la que amaba ya como al sol, en aquel instante, suspenso y confuso, creo que habría querido más bien ser echado a los cocodrilos de la fuente, que verme solo con Átala. La guarda del hombre del desierto estaba tan turbada como su prisionero: los Genios del amor nos habían arrebatado las palabras, y el silencio cerraba nuestros labios. Por último la hija del belicoso Simaghan, esforzándose, dijo así: "Guerrero, tú estás flojamente

atado, podías escaparte con facilidad". A estas palabras mi lengua recobró su valor, y la respondí: "¡Flojamente atado, oh, mujer! . . . " y no pude proseguir. Átala se quedó indecisa por algunos instantes, y después me dijo: "Huye": y me desató de] árbol. Yo tomé el cordel, lo puse en manos de la doncella extranjera, forzando sus delicados dedos a apretar mis lazos: "Vuélvelo a tomar, vuélvelo a tomar! exclamé yo". "Tú eres un insensato, dijo Átala, con

una voz agitada: ¡ desventurado! ¿ no sabes que serás quemado ? ¿ Qué pretendes? ¿Estás bien seguro que soy la hija de un temible Sachem?"

"Hubo un tiempo, repliqué yo enternecido, en que mi madre me llevaba sobre sus espaldas en una piel de castor: mi padre tenía también una bella choza, y sus cabritos bebían las aguas de mil arroyuelos; mas ahora ando errante y sin patria: cuando ya no exista más, no tendré un amigo que eche un poco de hierba sobre mi cuerpo

para preservarlo de las moscas: el cuerpo de un extranjero desgraciado no interesa a nadie".

Estas palabras enternecieron a Átala, y sus lágrimas cayeron en la fuente. "¡ Ah! proseguí yo con viveza, ¡ si tu corazón hablara como el mío! ¿No está libre el desierto? ¿No tienen las selvas en su verde ropaje pliegues en que ocultarnos? ¿Necesitan acaso los hijos de las cabañas tantas cosas para ser felices? ¡Oh doncella, más hermosa que el primer sueño del esposo! Oh amor mío! Atrévete a seguir mis pasos a la soledad". A estas palabras, Átala con una voz dulce me respondió "Tierno amigo mío, tú has aprendido el lenguaje de los blancos, y una india es fácil de engañar". "Cómo, repliqué yo, tu me llamas tierno amigo tuyo! ¡Ah! si un pobre esclavo...

"Pues bien!" díjome inclinándose sobre mi pecho, "un pobre esclavo..." Entonces, lleno de ardor, dije: "Que un solo beso lo asegure de tu fe". Átala oyó mi súplica, y yo quedé colgado a los labios de mi amada, como parece quedarlo el cervatillo a las flores

OBRAS COMPLETAS - TOMO II 451

o de los bejucos rosados, que coge con su delicada lengua en lo escarpado de la montaña.

"¡Ay de mí! querido hijo, la felicidad toca de cerca el infortunio.

¡Quién hubiera creído, que el momento en que Átala me daba la primera prenda de su amor, era el mismo que escogía para clavarme un puñal en el pecho! Canas del viejo Chactas, ¡ cuál fué vuestro espanto al oír a la hija del desierto pronunciar estas palabras!

"Bello prisionero, yo he cedido locamente a tu deseo; pero ¿a dónde nos llevará esta reciente pasión? Mi religión me separa de ti para siempre.. . ¡O madre mía! ¿qué has hecho?.. ." Átala se contiene, y muestra en la prontitud de su silencio, que algún fatal secreto había querido escaparse de sus labios. Sus palabras me indujeron a una desesperación, tanto mas violenta, cuanto mis esperanzas habían sido más vivas.

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