lunes, 11 de diciembre de 2023

MARÍA - LAS HORAS DEL DOLOR Y DEL PLACER SE VAN...

 MARÍA

María

Historia real por  Jorge Isaacs

 MARÍA - LAS HORAS DEL DOLOR Y DEL PLACER SE VAN...

338 ISAACS.

— ¿ Qué es lo otro que has hecho ?

— ¿ Lo malo?

— Sí, lo malo.

— ¿ Rezas esta noche conmigo y te cuento?

— Sí.

— Pero no se lo dirás á mamá, porque se enojaría.

— Prometo no decírselo.

He estado aplanchando.

— ¿ Tú ?

— Pues yo.

— Pero ¿ cómo haces eso ?

— A escondidas de mamá,

— Haces bien en ocultarte de ella.

— Si lo hago muy rara vez.

— Pero ¿ qué necesidad hay de estropear tus manos tan...

— ¿ Tan que?... ¡ Ah I sí ; ya sé. Fué que quise que llevaras tus más bonitas camisas aplanchadas por mí. ¿ No te gusta eso ? Sí me lo agradeces, ¿ no ?

— ¿Y quién te ha enseñado á aplanchar? ¿ cómo se te ha ocurrido hacerlo?

— Un día que Juan Ángel devolvió unas camisas á la criada encargada de eso, porque diz que á su amito no le parecían buenas, me fijé yo en ellas y le dije á

Marcelina que yo iba á ayudarle para que te parecieran mejor. Ella creía que no tenían defecto, pero estimulada por mí, le quedaron ya siempre intachables, pues no volvió á suceder que las devolvieras, aunque yo no las hubiese tocado.

— Yo te agradezco muchísimo todos esos cuidados;

pero no me imaginé que tuvieras fuerzas ni manos para manejar una plancha.

— Si es una muy chiquita, y envolviéndole bien el asa en un pañuelo, no puede lastimar las manos.

— Á ver cómo las tienes.

— Buenecitas, pues.

— Muéstramelas.

— Si están como siempre.

— Quién sabe,

— Míralas.

Las tomé en las mías y les acaricié las palmas, suaves como el raso.

— ¿ Tienen algo ? me preguntó.

— Como las mías pueden estar ásperas...

— No las siento yo así. ¿ Qué hiciste tú en la montaña?

— Sufrir mucho. Nunca creí que se afligirían tanto con mi despedida, ni que me causaría tanto pesar decirles adiós, particularmente á Braulio y á las muchachas.

— ¿ Qué te dijeron ellas ?

— i Pobres ! nada, porque las ahogaban sus lágrimas : demasiado decían las que no pudieron ocultarme...

Pero no te pongas triste. He hecho mal en hablarte de eso. Que al recordar yo las últimas horas que pasemos juntos, te pueda ver como hoy, resignada, casi feliz.

— Sí, dijo volviéndose para enjugarse los ojos ; yo quiero estar así... ¡Mañana, ya solamente mañana!...

Pero como es domingo, estaremos todo el día juntos : leeremos algo de lo que nos leías cuando estabas recién venido ;


y debieras decirme cómo te agrada más verme, para vestirme de ese modo.

Gomo estás en este momento.

— Bueno. Ya vienen á llamarte á comer... Ahora, hasta la tarde, agregó desapareciendo.

Así solía despedirse de mí, aunque en seguida hubiésemos de estar juntos, porque lo mismo que á mí, le parecía que estando rodeados de la familia, nos hallábamos separados el uno del otro

CAPITULO LIII

Á las once de la noche del vientuiueve me separé de la familia y de María en el salón. Velé en mi cuarto hasla que oí al reloj dar la una de la mañana, primera  hora de aquel día tanto tiempo temido y que al fin llegaba; no quería que sus primeros instantes me encontrasen dormido.

Con el mismo traje que tenía me recosté en la cama cuando dieron las dos.

El pañuelo de María, fragrante aún con el perfume que siempre usaba ella, ajado por sus manos y humedecido con sus lágrimas, recibía sobre la almohada las que rodaban de mis ojos como de una fuente que jamás debía agotarse.

Si las que derramo aún, al recordar los días que

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precedieron á mi viaje, pudieran servir para mojar mi pluma al historiarlos; si fuera posible á mi mente tan solo una vez, por un instante siquiera, sorprender á mi corazón todo lo doloroso de su secreto para revelarlo,


las líneas que voy á trazar serían bellas para los que mucho han llorado, pero acaso funestas para mí.

 No nos es dable deleitarnos por siempre con un pesar amado : como las de dolor, las horas de placer se van.

 Si alguna vez nos fuese concedido detenerlas,

María hubiera logrado hacer más lentas las que antecedieron á nuestra despedida. Pero ¡ay! ¡todas, sordas á sus sollozos, ciegas ante sus lágrimas, volaron, y volaban prometiendo volver

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