miércoles, 13 de diciembre de 2023

MARÍA- Cartas- 2

MARÍA

María

Historia real por  Jorge Isaacs

"Anoche no concluí esta carta porque mamá y Emma vinieron á buscarme : ellas creen que me hace daño estar aquí, cuando si me impidieran estar en tu cuarto, no sé qué haría.

"Juan se despertó esta mañana preguntándome si habías vuelto, porque dormida me oye nombrarte.

"Nuestra mata de azucenas ha dado la primera, y dentro de esta carta va un pedacito. ¿No es verdad que estás seguro de que nunca dejará de florecer?

Así necesito creer, así creo que la de rosas dará las más lindas del jardín."

MARÍA.

CAPITULO LV

Durante un  año tuve dos veces cada mes cartas de María. Las últimas estaban llenas de una melancolía tan profunda, que comparadas con ellas, las primeras que recibí parecían escritas en nuestros días de felicidad.

En vano había tratado de reanimarla diciéndole que esa tristeza destruiría su salud, por más que hasta entonces hubiese sido tan buena como me lo decía; en vano. "Yo sé que no puede faltar mucho para que yo te vea, me había contestado : desde ese día ya no podré estar triste : estaré siempre á tu lado... No, no; nadie podrá volverá separarnos."

La carta que contenía esas palabras fué la única de ella que recibí en dos meses.

En ios últimos días de junio, una tarde se me presentó el señor A***, que acababa de llegar de París, y á quien no había visto desde el pasado invierno.

— Le traigo á usted cartas de su casa, me dijo después de habernos abrazado.

— ¿De tres correos?

— De uno sólo. Debemos hablar algunas palabras antes, me observó, reteniendo el paquete.

Noté en su semblante algo siniestro que me turbó.

— He venido, añadió después de haberse paseado silencioso algunos instantes por el cuarto, á ayudarle á usted a disponer su regreso á América.

— ¡ Al Cauca ! exclamé, olvidado por un momento de todo, menos de María y de mi país.

— Sí, me respondió, pero ya habrá usted adivinado la causa.

— ¡Mi madre! prorumpi desconcertado.

— Está buena, respondió.

— ¿Quién pues? grité asiendo el paquete que sus manos retenían.

— Nadie ha muerto.

— ¡María! ¡María! exclamé como sí ella pudiera acudir á mis voces, y caí sin fuerzas sobre el asiento.

— Vamos, dijo procurando hacerse oir el señor A***:

para esto fué necesaria mi venida. Ella vivirá si usted llega á tiempo. Lea usted las cartas, que ahí debe venir una de ella.

 

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