EL MINISTERIO DE LA NATURALEZA
POR HUGH MACMILLAN
LONDRES
1885.
LA NATURALEZA “HABLA” * MACMILLAN* 1-3
La Parábola del Sembrador nos remonta al principio de la vida, a la condición de semilla en la que se originan la vida orgánica y el reino de los cielos.
Así como en la naturaleza es mediante la dispersión de la semilla que se establece la primera forma de vida sobre la base de la materia muerta e inerte, así también es mediante la difusión de la verdad espiritual que la vida espiritual se establece sobre la base de la naturaleza humana.
En ambos casos, la siembra de la semilla debe ser el primer proceso hacia un estado superior de cosas.
La vida natural del hombre depende de la siembra del maíz. Toda su civilización surge de ella.
Su disciplina espiritual se lleva a cabo, como una de sus condiciones primarias, mediante el cultivo de la tierra con el sudor de su frente, lo cual, de principio a fin, es una parábola actuada, una gran imagen visible de la conexión más verdadera e íntima entre el cultivo externo de la tierra y el cultivo interno del alma.
Vemos una hermosa ilustración de la sabiduría divina en el primer mandato de la creación: "Hágase la luz", ya que ningún elemento en la constitución de la tierra es tan importante como la luz, o fuerza radiante, que desarrolla y organiza sus materiales, modifica sus características naturales, forma su clima y proporciona la energía física necesaria para el mantenimiento de toda vida y organización.
Vemos una ilustración igualmente hermosa de la misma Sabiduría que creó el mundo en la primera parábola, la del Sembrador, ya que del proceso de la siembra dependen la capacidad del hombre para mejorar y recibir instrucción espiritual, y, en consecuencia, todas las revelaciones y experiencias del reino de los cielos Para comprender plenamente el significado de las sencillas palabras con las que comienza la parábola, procederé a considerar, muy brevemente, cinco cosas que, a mi parecer, están implícitas en ellas. (i) Veamos, en primer lugar, la función del sembrador: «He aquí, un sembrador salió a sembrar».
En el mundo natural, la siembra no es el principal proceso agrícola.
El suelo, en su estado natural, no está adaptado para la recepción y el crecimiento de la semilla.
Está cubierto de bosque primigenio, con la enmarañada vegetación nativa de la naturaleza, y esto debe ser talado y arrancado de raíz. Enormes rocas y escombros cubren su superficie, y estos deben ser eliminados.
//*** EWIGKEIT-**20-Mie.12-11-25 * 9.51 a.m.- am
Regresemos en este momento a seguir escudriñando acerca de la creación de la tierra y de cómo Dios va formando los elementos de la misma.
“Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”IMPORTANCIA DE LA LUZSi nos trasladamos a un ámbito, aparte de lo físico, diremos que sin la luz es imposible hacer algo. Si estamos en un cuarto herméticamente cerrado, sin ventanas, sin rendijas, en un lugar donde no entra ninguna claridad, y añadimos que en el cuarto, no tenemos a la disposición ninguna vela, ningún cerillo, ninguna linterna, ningún instrumento por pequeño que sea, nada con que iluminarnos, o que pueda servir para intentar salir de unas gruesas paredes y techo. ¿Que podríamos hacer en tal situación? En un mundo oscuro, sin sol ni luna, ni estrellas en lo alto, viviendo en una noche eterna, en la más densa oscuridad, sin luz de antorcha, fogata, cerillos, madera, piedras para provocar la más pequeña llama. ¿Que podríamos hacer?
Nada. Porque en un mundo eternamente oscuro, en una tierra fría,
no se darían las condiciones ideales para nacer, ni existir. Simplemente no existiríamos como humanidad.
CREACIÓN DE LA TIERRA**21**-JUEV.13.11-25
*12.42a.m.-2.27am= Madrugada
La luz es lógicamente el elemento primero y necesario para avanzar en todo trabajo realizado. Y aquí lo vemos en la creación de la tierra, en el registro bíblico que ha llegado a nosotros.
Martes, 31 de mayo de 2022
Por el autor del blog.
Letras del año 1988
Aldea Yulmacap, Santa Cruz Barillas, Huehuetenango
I
Derriba los viejos árboles en la extensa selva,
Ahuyenta las serpientes, y a las fieras.
Extiende tu campamento en esta tierra
Habita por favor, en nuestro campo.
II
Ara, Señor, esta parcela,
Hiende muy hondo el arado en el surco,
Quita, por favor, toda mala hierba,
Arranca con tus manos las piedras.
III
Luego, ¡Ven! Y siembra,
Deposita la semilla en lo fértil de la tierra,
Cúbrela, y vele tu amorosa mirada,
Para que no la toque el adversario.
IV
¡Dios Mío¡ Riégala con tus divinas lágrimas,
Derrama tu lluvia sobre ella,
Límpiala de toda cizaña y maldad,
Aparta la plaga de sus tiernas hojas.
V
Jesucristo, recoge el hermoso fruto,
Que llene tu granero,
Mil veces multiplicada la semilla,
Que plantaste en nuestras Vidas y Corazones.
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