domingo, 26 de marzo de 2023

CARTAS AL PADRE DE ANA FRANK

Cara Wilson encontró en Otto Frank a un segundo padre-El amor a la vida de Otto Frank y de su querida hija inspiró a muchos jóvenes  en todo el mundo
CARTAS AL PADRE DE ANA FRANK
SENTADA sobre mi maleta en un vagón de tren, me dirigía al lugar de una cita con la que soñaba desde hacía 20 años. Allí me esperaba Otto Frank, el padre de Ana Frank, con quien me carteaba desde Frank que tenía 14 años y al que había llegado a considerar mi segundo padre.  Deseaba que el encuentro fuese  muy emotivo, que hubiera abrazos y lágrimas, pero sabía que tal vez tuviera que conformarme con un educado apretón de manos y una conversación muy formal, y estaba preparada por si eso ocurría.
Mi sueño empezó a forjarse cuando tenía 12 años y vivía en California. Me presenté a las audiciones en las que se eligió a la actriz que protagonizaría la película El diario de Ana Frank. No me dieron el papel, pero el texto de Ana me reveló un mundo enteramente nuevo.
Pese a las abismales diferencias que había entre su vida y la mía, me identifiqué profundamente con esa elocuente chica de mi edad. Me conmovió mucho enterarme de que, junto con sus padres, Otto y Edith, su hermana mayor, la familia Van Daan y un dentista, permaneció dos años encerrada "como un canario en una jaula" en el pequeño anexo secreto del edificio donde su padre tenía una tienda; que los nazis los capturaron y los enviaron a un campo de exterminio (donde finalmente ella murió), y que aun habiendo sufrido tanto, mantuvo una convicción: —A pesar de todo, sigo creyendo que la gente es buena en el fondo".
A los dos años de haber leído el diario por primera vez, le escribí a Otto, que a la sazón vivía en Birsfelden, Suiza, con su segunda esposa, Fritzi. Me preguntaba si me contestaría. ¿Sabría inglés? ¿Podría hablarlo de Ana, o sería demasiado doloroso para él?
Entonces me llegó una carta; creo que la leí cien veces:
21 de agosto de 1959
Te agradezco tu amable carta. Ana anhelaba fervientemente hacer el bien a la humanidad, y para perpetuar su, deseo se ha creado en Amsterdam la Fundación Ana Frank. Tienes razón al suponer que recibo muchas cartas de jóvenes de todo el mundo, pero debes entender que me es imposible cartearme con todos, aunque, como ves, al menos procuro contestarles.
Con mis mejores deseos,
Otto Frank

Volví a escribirle diciéndole que no tenía que contestarme, que yo seguiría enviándole cartas aunque él no lo hiciera. Desde entonces, cada vez que pasaba yo por una situación difícil, se lo contaba en una larga carta... y él siempre me respondía.
A los 15 años le revelé mi deseo de ser actriz, y él me contestó:
Sigue practicando la danza; no dejes de estudiar literatura y teatro, pero que sea sólo un pasatiempo... Ser actor y bailarín profesional es muy difícil.
Seguí contando con el consejo de Otto Frank cuando fui a la universidad, donde cambié de carrera muchas veces. En mi peregrinaje de danza a teatro y después a literatura inglesa, mi querido "orientador vocacional" radicado en Suiza se mostró mucho más comprensivo que los de la facultad.
También me ayudó cuando tuve que decidir si debía casarme o no con un hombre que no era judío. Otto me aconsejó que instruyera a mi novio dándole a leer libros sobre judaísmo. Lo hice y él los leyó.
Cuando nos casamos, Otto me envió un mensaje:
Que no te importe la desaprobación de los demás. Lo importante es que ustedes dos se lleven bien y respeten lo que cada uno cree.
Aunque yo era feliz en mi matrimonio, corría el tormentoso año de 1968. Poco después del asesinato de Robert Kennedy, le escribí a Otto:
Bobby Kennedy ha muerto, al igual que Martín Luther King, John Kennedy y Medgar Evers; todos a manos de locos. ¿Cómo traer un hijo a este mundo?
Su respuesta me reanimó:
¡Nunca te des por vencida! Una vez leí: 'Aunque el fin del mundo estuviera cerca, yo plantaría un árbol". La vida sigue, y quizá tu hijo ayude a mejorar un poco a la humanidad.
Ese año, el día de mi cumpleaños, me llegó una nota: "O. Frank, de Birsfelden, ha plantado dos árboles en Israel en nombre de la señora Cara Wilson, por su cumpleaños".
El amor a la vida de Otto Frank nos infundió a mi esposo y a mí el ánimo que necesitábamos para ser padres. Tuvimos dos hijos, Ethan y Jesse, de los que no me separé ni un día hasta que hice el viaje a Suiza.
El tren frenó, el revisor anunció la llegada y las puertas se abrieron. Eché un vistazo a la multitud y vi a un hombre alto, muy erguido y de semblante grave. El poco pelo que le quedaba era blanco como la nieve. Aunque su aspecto denotaba una edad avanzada, todavía era fuerte y bien parecido.
Era él: Otto Frank.
—¡Cara! ¡Por fin! —exclamó al verme.
Lo abracé efusivamente. Gracias a Dios, no hubo saludos formales ni educados apretones de manos. No sin un poco de timidez, él me tomó del brazo; su esposa me asió del otro y salimos de la estación.
Cuando entré en casa de los Frank, me sentí como en la mía. Otto me condujo hasta su despacho. Sobre su escritorio había un rimero de correspondencia sin abrir. Me mostró una colección de carpetas que estaban a reventar de cartas.
Luego tomó una y dijo:
Aquí están tus cartas, Cara. Las he guardado todas.
No podía creerlo: allí estaba mi vida, retratada en 20 años de cartas. Vi mis garabatos de jovencita de 14 años convertirse poco a poco en letra de adulta y luego en páginas mecanografiadas. Había signos de exclamación y subrayados por todas partes, un diluvio de sentimientos.
—No eres la única que me ha escrito en estos años —me hizo ver Otto.
Sonriendo, me habló de sus otros corresponsales. Uno era una chica japonesa llamada Sumi que había perdido a su padre. Luego de leer el diario de Ana, se sintió impulsada a escribirle a Otto. Le dijo que le gustaría ser su "hija por carta", y siempre firmaba "Tu hija, Sumi". Otto le dio muchos consejos en el curso de los años.Otro era John Neiman, quien releyó El diario de Ana Frank cuando estudiaba en la universidad y luego le escribió a Otto. "Si quieres honrar la memoria de Ana y la de todos los que murieron", le contestó éste, "haz lo que ella tanto deseaba hacer: el bien a los demás".
John se ordenó sacerdote católico. Actualmente vive en California y sigue ayudando a los sobrevivientes del Holocausto.
Otra corresponsal era una chica griega llamada Vassa. Hacía tiempo Otto había recibido una carta suya, escrita en griego, y con ayuda de la embajada de Grecia consiguió que un maestro se la tradujera.
En ella Vassa le contaba de su doloroso pasado: su padre, partisano de la resistencia contra los nazis, había sido asesinado delante de ella, y eso la, hizo perder el interés en todo, hasta en la vida.
Entonces vio una obra de teatro basada en el diario de Ana y decidió escribirle a Otto para desahogarse. Él le contestó que su hija no había vivido para ver realizados sus sueños, pero que ella tenía muchas cosas buenas por delante. Siguieron carteándose y, con las palabras de aliento de Otto, Vassa se sobrepuso.
Al ver que la chica ya no necesitaba sus consejos, Otto le escribió explicándole que era muy difícil llevar sus cartas a traducir, que estaba envejeciendo y que ya no podrían cartearse.
Después de un año de no tener más noticias de Vassa, recibió una carta suya, pero no estaba escrita en griego, sino en francés, lengua que Otto leía. La joven había dedicado ese año a estudiar francés para poder escribirle.
Durante toda mi visita escuché con verdadera avidez las palabras de Otto, convencida de que más tarde sería de vital importancia recordarlo todo. Como si me hubiera leído el pensamiento, él me dijo en voz baja:
—¡Qué bueno que hayas venido! Como ves, ya estoy viejo.
Seguimos escribiéndonos dos años, más, y un buen día recibí una carta de Fritzi que empezaba así:
Queridísima Cara:
Mi amado Otto me ha dejado, as como a todos sus amigos... gos
..
No puedo menos de maravillarme ante la cantidad de personas en quienes influyó este buen hombre y sentir me afortunada de haber sido una de ellas. Todos somos de razas y religiiones distintas, pero creo que algo nfos une: Ana debe de habernos enviado para hacerle compañía a su padre.

CONDENSADO DE LOVE, OTTO: THE LEGACY 0F ANNE FRANK.  1995 POR CARA WILSON,
PUBLICADO POR ANDREWS AND MCMEEL, COMPAÑÍA DE UNIVERSAL PRESS SYNDICATE, DE KANSAS CITY, MISSOUF -SELECCIONES • ABRIL 1998

 

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