domingo, 26 de marzo de 2023

ENIGMA RESUELTO -Intolerencia la fructosa

ENIGMA RESUELTO  

Por Trisha Rowe

 HASTA DONDE se remontan mis recuerdos de la infancia, mi hermana menor, Nicola, y yo siempre estuvimos aquejadas de una inexplicable mala salud, cuyos Síntomas eran cansancio, dolor abdominal intenso y náuseas. Por si fuera poco, yo también era propensa a sufrir desmayos repentinos, mientras que a Nicola la atormentaban unos atroces dolores de cabeza que con el tiempo la obligaron a abandonar sus estudios de Cnfermería.
Papá y mamá nos llevaron a que nos examinaran varios médicos de Auckland, Nueva Zelanda, donde residíamos, pero ninguno fue capaz de explicar por qué padecíamos aquellas molestias. Cuando éramos recién nacidas, las dos vomitábamos
,iolentamente cada vez que nos daban un biberón con leche azucarada, y casi todas las frutas y verduras nos causaban repugnancia. A diferencia de los demás chicos, detestábamos los pasteles, las galletas y los dulces.
Un médico llegó a la conclusión de que teníamos defectuosas las papilas gustativas.
Al correr del tiempo nuestra salud se fue deteriorando todavía más, sobre todo la mía. En 1991, cuando tenía 22 años, tuve que renunciar a mi empleo de enfermera veterinaria porque sufría náuseas y debilidad constantemente. Me recetaron diversos fármacos —complementos de hierro, laxantes, antiácidos—, pero en vez de aliviarme aumentaban mi malestar. Luego de acudir a varios especialistas que coincidieron en que mis trastornos posiblemente fueran mentales, llegué a creer que me estaba volviendo loca. Nunca sabré lo que me pasa, pensaba.
Cierta tarde, unos años después, una tía mía entró intempestivamente en nuestra casa agitando en alto un ejemplar de Reader's Digest de junio de 1993.
—¡Ya sé de qué están enfermas las chicas! —les dijo a mis padres.
Entonces abrió la revista y nos mostró un artículo titulado "The Man Who Hated Sweets" [publicado en Selecciones de mayo de 1993 con el título "Dulce enemigo"]. Yo me puse a leerlo en voz alta, al principio con escepticismo, pero luego con interés y emoción.
El artículo trataba de un hombre a quien le habían diagnosticado intolerancia hereditaria a la fructosa (IHF), una rara enfermedad de causa genética cuya característica principal es la carencia de una enzima necesaria para convertir la fructosa (un tipo de azúcar presente en las frutas) en glucosa, la forma de azúcar que el organismo utiliza.
La fructosa también se encuentra en muchas verduras, y se forma en el tubo digestivo como producto del desdoblamiento de la sacarosa, o sea el azúcar de mesa, que se obtiene de la caña y de la remolacha y se emplea para endulzar alimentos y medicinas. Los síntomas del trastorno, seguí leyendo, son dolor abdominal y vómito, así como dolor de cabeza y debilidad causada por hipoglucemia, o insuficiente concentración de glucosa en la sangre.
—Eso me suena conocido —comentó papá.
Un colaborador de Reader's Digest nos puso en contacto con Timothy Cox, el médico londinense mencionado en el artículo. El equipo de investigadores dirigido por este especialista había ideado un método para identificar a los portadores de esta anomalía genética. A principios de 1994, después de analizar nuestras muestras de sangre, Cox confirmó que Nicola y yo padecíamos IHF.
—Tienen suerte de haber acudido a nosotros —nos dijo. Si el enfermo no recibe tratamiento, puede sufrir lesiones en el hígado y los riñones (los órganos en los que se acumula la fructosa) y morir de insuficiencia hepática.
Hoy en día, mi hermana y yo estamos sometidas a un régimen que restringe nuestra ingestión de fructosa a dos gramos al día —cantidad inferior a la que contiene la cuarta parte de una manzana y estamos más sana que nunca. Nicola ya casi no padece ningún síntoma y yo voy mejorando día con día a medida que mi organismo elimina la fructosa acumulada. Nicola trabaja media jornada como operadora de computadoras y yo estudio anatomía, fisiología y terminología médica con un subsidio del Instituto de Tecnología de Auckland. Gracias a Reader's Digest, ambas vislumbramos un futuro saludable y feliz.
 Seleccionesdel Reader's Digest Abril1998- En mayo de 1993, Seleccionesdel Reader's Digest publicó un artículo sobre la enfermedad que padecen.

 

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