Jueves, 6 de abril de 2017
EL
PASTOR VASCO
Y
EL SALMO
DE
LOS PASTORES
Por James E. Wallace.
(Condensado de
“The National Wool Growers”)
Selecciones Septiembre
de 1950
FERNANDO
D’ALFONSO,
Viejo pastor vasco, trabaja en una gran ganadería de Nevada goza fama de ser
uno de los mejores que hay en la comarca. Motivos hay para que lo sea quien,
como él, cuenta en su ascendencia no menos de 20 generaciones de pastores
ibéricos.
Y d’Alfonso es algo más que pastor; es un patriarca
depositario de los secretos y tradiciones de su oficio, transmitidas de
generación en generación en forma semejante a como los armeros de Damasco y
otras asociaciones gremiales se transmitían
los suyos desde tiempos anteriores a la Edad Media. Aunque ausente de la
patria por 30 años, vive aún lleno de las leyendas, los misterios y el
religioso fervor de sus nativas
montañas.
En una clara noche estrellada nos hallábamos él y yo
sentados cerca del lugar donde estaban recogidas las ovejas; a corta distancia
había un remanso de espejeantes aguas.
Íbamos ya a envolvernos en las mantas para entregarnos al
sueño, cuando d’Alfonso empezó a hablar en una jerga mescla de griego y
vascuence. Así que terminó
Le pregunté qué había estado diciendo. Su respuesta fue
recitar, acompañándolos de su respectivo comentario, los versículos del salmo
XXIII de David. De esta suerte, que en
la soledad del desierto de Nevada, aprendí de labios del anciano la
interpretación literal que daba un pastor al inspirado cántico del salmista.
“Tanto David como sus antepasados empezó d’Alfonso_conocían
bien las ovejas y sus costumbres; y el trasladó en fáciles palabras los mudos
soliloquios de una oveja. La diaria repetición
de ese salmo infunde en el pastor reverente entusiasmo por su oficio. Nosotros lo hemos escogido como
un imán que nos guía. En días abrasadores o tormentosos, o en noches lóbregas,
o cuando las fieras del monte, nos
rodean y amenazan nuestros rebaños, ese
salmo es nuestra fortaleza. Muchos de sus versículos expresan las pocas
cosas que ha menester el pastor de Tierra Santa y las faenas que ha de
ejecutar, lo mismo hoy que hace 6,000
años. Frase por frase, tienen para todos nosotros los pastores un sentido común
muy claro”
El
Señor me apacienta: nada me faltara
Las ovejas saben por instinto__dice d’Alfonso__que antes de
recogerlas a pasar la noche, el pastor ha cuidado de elegir los pastaderos del
siguiente día. Así pues, no se Preocupan. Como las cuidaron bien en lo pasado,
confían en lo futuro, porque están seguras de que el pastor mira por su
bienestar.
En
lugares de verdes pastos me hará yacer.
“Las ovejas pastan desde eso de las tres y media de la
madrugada hasta las diez de la mañana. Luego se echan a descansar por tres o
cuatro horas horas__explica d’Alfonso__.
Al verlas rumiar satisfechas, el pastor se da cuenta de que esto las engorda.
Por lo tanto, el buen pastor saliendo tempranito con su rebaño lo conduce a
lugares donde la yerba está más seca y dura, de los cuales sigue en el curso de
la mañana a otros de yerba más jugosa y blanda, hasta que por fin, ya a
mediodía tiene a su rebaño en un sitio sombreado y abundante en yerba verde,
que proporciona la mejor comida. Las ovejas se sientes muy a gusto al reposar
en tan delicioso paraje.”
Junto a aguas
tranquilas me conduce
“Todo pastor sabe__comenta el vasco__que la oveja no bebe en
aguas correntosas. En Tierra Santa
abundan los arroyuelos que bajando por rápidas vertientes van a evaporar sus
aguas en los valles abrasados por el sol del desierto, aunque necesitadas de
agua, las ovejas no beben la de esas corrientes impetuosas. El pastor ha de
buscar un sitio donde las peñas o la erosión hayan formado un pozo; y a no
hallarlo, debe cavar con las manos un hueco capaz de contener siquiera un cubo de agua.
Conforta mi alma: por sendas de justicia me guía para que
honre su nombre
Las ovejas de Tierra Santa__continúa d’Alfonso__superan en
instinto social a las merinos de España y las rambouillet de Francia. Al
llevarlas de mañana al pastadero, cada cual toma el puesto que le corresponde y
allí permanece durante el día. Una sola vez en el curso de éste se aparta de
allí para ir en busca del pastor y acercásele balando tímidamente. El pastor le
frota la nariz y las orejas, le rasca debajo del hocico, le dirige unas
palabras cariñosas. La oveja, entre tanto, se restriega contra las piernas del
pastor, o si él está sentado, le roza con su cara la mejilla. Después de unos
minutos de esta comunión con el amo torna a ocupar su puesto entre las que
están pastando.”
Aunque
ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno. Tu estarás conmigo: tu
vara y tu cayado me infunden
aliento.
“Hay en realidad en Palestina un Valle de Sombra de Muerte,
y de ello están al tanto todos los pastores, desde España hasta Dalmacía.
Situado al sur del camino de Jericó que
va de Jerusalén al Mar Muerto, forma un estrecho paso en las montañas. Las
condiciones del clima y la necesidad de buscar pastos,
obliga a llevar anualmente los rebaños al otro lado de ese
valle. “El valle, de más de siete kilómetros de largo, se halla encajonado
entre vertientes cuya altura llega en algunos sitios a 500 metros, y mide
apenas de tres a cuatro metros de ancho en el fondo. El suelo presenta cárcavas
de dos o más metros de profundidad, que hacen peligroso el paso. En muchos
puntos el terreno de roca firme donde puede asentarse el pie es tan angosto que
no da espacio a una oveja para volverse. Es costumbre que rige con fuerza de ley entre los
pastores, que la subida del valle se emprenda en las primeras horas de la
mañana, y el descenso a la caída de la tarde, a fin de evitar que dos rebaños
que marchen en opuesta dirección se encuentren en el desfiladero.
“Hacia la mitad del valle interrumpe el sendero un barranco
de dos metros y medio de hondo y un desnivel
de cosa de medio metro entre una y otra orilla. Las ovejas tienen que
saltar. El pastor avanza hasta el borde y las anima. Cuando alguna cae al
Barranco, la saca valiéndose del cayado. Si éste es de los antiguos, anchos en
la parte corva, engancha al animal por
el cuello o por el cuerpo, según se trate de una oveja o de un cordero. Si el cayado es de los modernos,
cuya parte corva es estrecha, ase con ella una de las patas de la res.
“En las sombras del valle acechan perros salvajes. Una vez
que el rebaño se ha embarcado por el desfiladero, puede ocurrir que la oveja
delantera vea frente a sí uno de esos perros, imposibilitada de volverse y
huir, da la alarma con sus balidos. El pastor lanza su vara contra el perro,
que cae al barranco donde es fácil matarlo. Así pues las ovejas han aprendido a
no temer mal alguno aunque anden por valle de sombre de muerte, porque su
pastor está con ellas.
Dispusiste delante de mí una mesa abundante, a la vista de
mis enemigos
“Para quienes conocen los campos de Tierra Santa, el sentido
de las palabras de David es muy claro__observa
d’Alfonso__,Abundan allí las yerbas venenosas. En la primavera el pastor
ha de vivir alerta. No bien asoman esas plantas, toma el zapapico y marchando
adelante del rebaño arranca cuantas ve. Conforme lo hace, las va amontonando en
hogarcillos de piedra, la construcción de algunos de los cuales se debe a los
pastores de los días bíblicos. A la mañana siguiente están lo bastante secas
para prenderles fuego. Mientras arden, el pastor conduce al recién escardado
campo su rebaño, que pace allí tranquilo, a la vista de esas plantas que son
sus mortales enemigos.”
Ungiste mi cabeza con aceite; mi
copa está rebosando.
“En todo redil hay siempre una orza de aceite de oliva y una
tinaja de agua. A la caída de la tarde, el pastor se sitúa junto a una de las
dos estacas que forman la entrada del
redil, entre las cuales atraviesa su vara a altura un poco mayor que la de una
oveja. A medida que las ovejas van entrando, el pastor se cerciora rápidamente
de que no traen cadillos en las orejas, espinas en los carrillos ni llorosos
los ojos. Si nota cualquiera de estas cosas, baja la vara y toca el lomo de la
res, que se aparta entonces de la hilera.
“El pastor limpia cuidadosamente las heridas de cada oveja y
las unge con aceite de oliva. Saca luego de la tinaja una vasija colmada.
Cuando la oveja está calenturienta, hunde el hocico en esa vasija y bebe hasta
refrescarse.
“Una vez recogidas las reses, el pastor deja el cayado a
mano, por si lo necesitare durante la
noche, se arrebuja en su gruesa capa de
lana y se tiende a descansar en la entrada del redil, de cara a sus ovejas.
“Bien puede imaginarse__concluye D’Alfonso__que cuando muere el día, la oveja
que se ha visto tan bien cuidada y defendida por el pastor soliloquie con las
palabras de David: Ciertamente la bondad y la misericordia me seguirán todos los días de
mi vida, a fin de que yo more en la casa del Señor por largo tiempo.”
Señor, tú nos
has sido refugio de generación en generación
Salmo 90.1
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