No recuerdo la fecha exacta (Agosto quizás) , solamente que en el año de 1994, encontré en una tienda de libros usados, una revista , donde leí el siguiente artículo, que impacto mi vida. Yo recién acababa de sufrir una pérdida y dolor inmenso en mi vida. El leer sobre la vida, sufrimiento y muerte de la familia de Joseph Racover en Polonia, me dio nuevas fuerzas para seguir adelante, considerando que otros han sufrido muchísimo más que uno. Nota del autor del blog-
Jueves, 13 de abril de 2017
INVOCACION A DIOS- SEGUNDA GUERRA MUNDIAL- JOSEPH RACOVER
MUCHO ANTES de que estallara el conflicto entre Israel y los países árabes, César Dávila Andrade trajo desde Mérida, para Zona Franca, el estremecedor texto del rabino Racover. Una vez que lo hubimos leído, acordamos publicarlo en nuestra revista junto con otros materiales que respondieran al mismo espíritu profético y combativo. El drama secular del pueblo judío, cuyo poderoso espíritu impregna hasta los tuétanos la cultura occidental, quedaba plasmado en las imprecaciones y escalofriante fe de aquel hombre a quien ya cercaba la muerte. Desde el fondo de sí mismo, clama e interroga a Dios, mientras las balas nazis le buscan. Nuevo Prometeo, con el alma devorada por la desgracia colectiva cernida sobre su pueblo, invoca el Destino y pregunta a la providencia.
Y la respuesta nace de su propia angustia de solitario—, a quien rodea la historia de una colectividad que ha sido la víctima secular de todos los fanatismos y tentativas hegemónicas de poder, desde los más antiguos tiempos.
La pertinaz negativa de los países árabes a dejar vivir a Israel, otorga particular vigencia a este clamor desesperado. Se han vuelto a oir las amenazas de intolerancia v del racismo v la palabra "extermiminación " ha sido pronunciada una y otra vez, dentro del contexto de una proposición de "guerra santa". Ninguna conciencia libre y despierta puede aceptar ese reto, esos propósitos de destrucción, esa invitación al genocidio, disfrazados de lucha contra el imperialismo. Son los mismos argumentos de odio mesiánico que fundamentaron las agresiones y los exterminio nacional-socialistas. Independientemente de los ínterses políticos regionales o internacionales que están e juego en el Medio Oriente, se impone una razón irrefutable: tanto derecho tienen a vivir los israelitas como los árabes. Zona Franca, con esta entrega, .rinde un homenaje de solidaridad al pueblo de Israel, en momentos en que su destino se confunde con el destino de la paz mundial.
En el término de un año mis tres hijos restantes fallecieron en medio de las Indesriptibles amarguras que se, cernieron sobre el santo y atormentado gheto de Varsovia. Después de resistir con la mejor carne de sus hombres y mujeres al hierro de la Bestia Nazi, la nación polonesa fue vencida, aplastada y tratada en forma tal que ningún hijo de las llanuras ubérrimas que riegan el Vistula y el Oder podrá olvidar jamás la inexpiable herida que la pezuña germánica abrió en las carnes de la virgen polonesa. Y los hijos de Israel, asesinados ya en masa sobre las tierras de Ashkenaz, sufrieron centuplicados todos los horrores que afligieron a la nación polaca. No hay palabras en lengua alguna de la tierra que puedan describir las torturas atroces, los sufrimientos inauditos que la Bestia Germánica infligió sobre las carnes de Israel. Cuando esto escribo, todo lo que queda de la vieja y floreciente Polonia Judaica son puñados de partisanos que, unidos al ruso, combaten en guerra subterránea en los pantanos más allá del Bug,los ghetos que resisten todavía en algunas ciudades y los que aún combatimos en esta Pascua de sangre, este año execrable de 5703, aquí en este glorioso y santo gheto de Varsovia. Eso es todo lo que ha sobrevivido de aquellas vetustas y venerables comunidades qué florecieron en sabios y en santos varones a lo largo de ocho siglos. Las pavesas sangrantes de Israel fueron cazadas como ratas a lo largo y a lo ancho de las ruinas de Varsovia; se las arrastró desde las márgenes del 'Wartha, desde los campos lituanos, desde las montañas galicias, y se las encerró a morir de hambre y podredumbre entre los muros de este gheto, venerable por las virtudes inflexibles de los hombres y mujeres que en él vivieron a lo largo de los siglos, por la sabiduría de los gloriosos maestros que en él enseñaron, por la santidad de los ,justos que en él murieron glorificando el Nombre. Hombres, mujeres, niños y ancianos de Israel llegaron al gheto eternamente santo, de hoy en día, con las pupilas dilatadas y el alma triturada por el horror de las visiones: sabios rabíes, crucificados y destrozados a latigazos, mientras los verdugos germánicos —pederastas de corsé y monóculo— leían displicentemente a Nietsche o a Rosenberg; toneles de gasolina llenos de ojos humanos extraídos a jóvenes judíos, volcados ante el perro perfumado que se hacía manicuras; montañas de anteojos y de gafas a la entrada de los hornos crematorios; doncellas violadas por regimientos enteros de campesinos sajones; miles de niños entregados al furor de los pederastas prusianos y asfixiados luego en las cámaras de gases; centenares de sinagogas incendiadas; los libros santos tirados a los albañales; órdenes escritas con sangre sobre trozos de piel arrancada a seres humanos, clavadas sobre muros en ruinas; hileras infinitas de ahorcados; centenares y centenares de familias sepultadas vivas en fosas de cal; fábricas de jabón alimentadas con carne israelita. . . Toda la milenaria y tradicional crueldad de la Bestia Alemana ejercida sobre un pueblo inerme, cuya inermidad sabía segura y, por consiguiente, sin castigo inmediato o sin represalias todos los crímenes horrendos que se estaban perpetrando. El viejo y cobarde heroísmo de la Bestia Germánica que huye como un perro apaleado y se oculta temblando en sus fétidos pantanos cuando Roma omnipotente cruza el Rin, pero luego cae sobre Roma y la saquea, cuando ya Roma no es sino el fantasma de sí misma; que ante la espada fulgurante de Carlos el Francés acepta el Nazareno de rodillas y se hace humildemente bautizar, pero cuando ya el Franco se ha marchado a otra parte, entonces asesina a los monjes y quema las iglesias, viola a las vestales nazarenas y destroza todo lo que antes veneró; la raza abyecta y maldecida que lame la bota del gran Napoleón cuando cae como un rayo en Jena y Austerlitz, pero cuando ya no existe ningún Emperador, entonces se ensaña en los vencidos, exige el oro, roba, humilla e implanta sobre Europa una jauría de déspotas sumisos y feroces. Esta es la raza maldita, cobarde y execrable que se cebó en el pueblo de Israel.
Mi quinto hijo, Jacob, un muchacho de trece años, murió de tu- berculosis el día mismo en que llegaba a bar-mitsvá. La muerte fue para él el mejor de los regalos en aquel día solemne. El último de mis hijos, Eva, era una doncella de quince años. En el último roshhashana, mientras en el gheto martirizado se entonaban las oraciones por el comienzo de un nuevo año, los negros guardias de asalto nazis entraron con camiones celulares y se llevaron los últimos muchachos entre diez y quince años y las muchachas entre catorce y diecisiete. Todos los demás niños, menores de esas edades, fueron muertos a tiros en presencia de sus padres. De ese modo, los nazis celebraban el año nuevo en Israel. De los muchachos que se llevaron vivos tuvimos poco después la certeza del destino que habían sufrido. Los tuvieron primero dándoles buena comida en galpones cercanos a los cuarteles de las tropas alemanas. Los entregaron luego a la tradicional pederastia germánica y, finalmente, después de haber servido a los apetitos depravados de la soldadesca, los pasaron a las cámaras de gases. Las muchachas corrieron igual suerte, pero muchas de ellas, antes de ser violadas, prefirieron el suicidio. Entre éstas estuvo mi hija Eva, quien se lanzó de cabeza desde un tercer piso, antes de ser llevada al apartamento de unos oficiales alemanes. La certeza que tuvimos de estos últimos actos de la civilización alemana encendió finalmente la rebelión de este santo gheto, en esta Pascua de sangre y de fuego.
Ahora ha llegado mi hora, y lo mismo que Job, puedo decir de mí mismo —y no soy el único judío que aquí puede decirlo— que desnudo a la tierra, desnudo como el día en que nací. Tengo cuarenta y tres años, y delante de la muerte, cuando hago memoria de toda mi vida, puedo afirmar con seguridad, hasta donde un hombre puede estar seguro de sí mismo, que he vivido una vida pura, que no he hecho mal a nadie, que mi corazón siempre estuvo lleno de amor al prójimo y que he sido siempre fiel cumplidor de la Ley.' Alguna vez fui favorecido con tener dinero, pero jamás me envanecí de ello. Mi riqueza era grande, y un dia, ante los trece testigos de la. Ley, renuncié solemnemente a ella, de tal modo que si alguien me llegaba a hurtar algo era como si tomara cosas que ,no tenían dueño. Jamás pedí a nadie que me -devolviera nada que le hubiese yo dado; nunca cobré interés de nada, ni a judíos ni a gentiles. No jamás un día sin que, uno o varios menesterosos comieran o durmieran en mi casa. Siempre me sentí feliz de que pudiera favorecer de algún modo a mi prójimo, con mi dinero o con mi influencia .Servía al Señor con todo el ardor de mi alma, y lo único que le pedía era que me dejará servirle como está escrito: con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas". Después de todos los horrores que he padecido, mi fe en el Señor no se ha modificado, pero mi actitud ante El si ha cambiado completamente. Antes, en mi prosperidad, mi actitud era como la de aquel que recibe siempre favores y nunca puede retribuirlos. Pero ahora, después de lo que he padecido, es el Señor el que me debe a mí, el que está en deuda conmigo, el que me debe mucho. Y me siento con el derecho y con la fuerza de reclamarselo y con - la fuerza de reclamárselo todo. Pero no diré, como Job,que el Señor me indique con su dedo cuál es mi pecado, cuál mi falta, para que yo sepa por qué ha sobrevenido todo esto. Las desgracias de Job son caricias al lado de las desgracias que en estos años terribles han caído sobre Israel. Con todos los sabios de mi pueblo, éstoy firmemente convencido de que, ahora no se trata de un castigo por pecados o por faltas, sino que está aconteciendo algo más terrible en el mundo: estamos en una época de "ocultación del. rostro". El -Señor ha ocultado su Rostro y los hombres y -los pueblos han regresado a la barbarie. El Señor oculta su Rostro cuando se está produciendo uno de esos terribles y espantosos cambios de la historia. Tiempos totalmente nuevos vendrán después de estos días sin nombre.
Ahora estoy en condiciones de contemplar la vida y el mundo en una perspectiva especialmente clara, como sólo en raras ocasiones se le concede a un hombre antes de morir. Ahora veo que la extraña diferencia entre nosotros y los pueblos de Europa es que ellos dicen creer en un "dios de amor", pero en nombre de ese "dios de amor", desde hace mil ochocientos años, se nos mata sin piedad y sin causa, día tras día, con un pretexto o con el otro, en una horrenda orgía de crueldad hipócrita y cobarde. En cambio, nuestro Dios es llamado el Dios de las Venganzas y nuestros Escritos están llenos de amenazas de muerte por las más pequeñas transgresiones, pero cuando morábamos libres en nuestro suelo sagrado, está escrito que bastaba que en sesenta años el Sanedrín Supremo hubiera condenado a muerte a un solo hombre para que al paso de aquellos jueces las gentes gritaran: ¡asesinos!
En el momento en que esto escribo bajo la luz ya moribunda de una linterna de mano, todavía tengo en mi mano tres frascos de gasolina. Me son tan preciosos como el vino al borracho. En e
Al principio del levantamiento éramos doce hombres en este reducto y_hemos luchado con los asesinos durante nueve días. Todos mis once compañeros han caído. Hasta la mañana de ayer, cuando los criminales iniciaron un fuego concentrado contra nuestra fortaleza, una de las últimas que quedaban en el gheto, sólo quedaban cinco de mis compañeros, la mayor parte de ellos gravemente heridos. De ayer a hoy cayeron todos muertos, montando guardia y disparando contra los asesinos.
Fuera de los tres frascos de gasolina, no cuento con más municiones. Se dispara todavía un fuego violento desde los tres pisos superiores. Pero ya no pueden enviarme ninguna ayuda, porque, según todas las señales, las escaleras han sido reducidas a escombros por obra del cañoneo y creo que el edificio está a punto de derrumbarse. Estoy tendido en el suelo y escribo estas líneas rodeado de mis compañeros muertos. Observo sus caras yertas y me parece que una ironía tranquila y burlona se derrama sobre ellas, como si me dijeran: "Ten un poco de paciencia, hombre necio; sólo unos minutos más y ya todo será claro para ti también." A mi lado está tirado un mozo de la mitad de mi edad. Isacar, la timidez y la mansedumbre hechas hombre. Quizá por estas "cualidades" casi femeninas, pasó inadvertido, mientras todos los hombres fuertes de su edad eran requisados para trabajar al servicio del criminal nazi. Es casi un niño aquí en el seno podrido de la muerte. Yace a mi derecha y parece como si durmiera, y su boca dibuja un, rictus como de risa y de desdén. Me parece como si se burlara de mí, como si se burlara de que yo todavía esté vivo. Se ríe de mí, que todavía estoy vivo, que siento y pienso todavía como un ser de' carne y de hueso. Y se ríe, evidentemente, con esa risa silenciosa y elocuente, tan penetrante y tan propia de las personas que saben de verdad, cuando hablan con aquella§ otras - que no saben realmente nada, pero que presumen de. saberlo todo. Isacar si lo sabe todo ahora. Para él todo está claro ahora. Hasta sabe por qué nació si debía morir tan temprano y por qué murió si había nacido hacía tan pocos años. Y aunque no lo sepa realmente, al menos sabe que el hecho de no saberlo no tiene ninguna importancia ni sentido a la luz de la majestad de aquel mundo infinito en que el existir o el no existir sólo son el murmullo grotesco de las sombras airadas, el recuerdo olvidado de los murmullos iracundos, como ha escrito uno de nuestros poetas. Dentro de una o dos horas Yo también lo sabré. Sí mi cara no es abrasada por el fuego, quizá repose sobre mi rostro una sonrisa semejante a la de Isacar, pero un poco más vieja. Y eso será todo. Entretanto, quiero hablar al Señor, antes de morir como un hombre vivo como un hombre vivo que ha tenido la honra inmensa de nacer judío,
:::::::::::::::::: (Laguna de cuatro líneas en el original.)::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
::::::::::::::::::y orgulloso entonces moriré de ser judío, no a pesar del comportamiento del mundo con nosotros, sino precisamente en virtud de ese mismo comportamiento. Yo me avergonzaría de pertenecer a esos pueblos asquerosos que han engendrado los monstruos responsables de los actos atroces que se cometen contra nosotros. Pero estoy orgulloso de ser judío, porque el ser judío es un arte: el más noble arte, el arte más difícil que ha sido ofrecido al espíritu de la raza humana. No es ningún arte, el ser inglés,ruso o francés. Es simplemente más fácil, más cómodo, mas útil, ser como cualquiera de los pueblos del mundo. Pero no es más hermoso, de ningún modo. Ser judío es ser un combatiente. Un eterno nadador contra la corriente sucia y criminal de los hombres. El judío es un héroe, un mártir y un santo por definición y por necesidad. Nuestros enemigos, que ignoran totalmente lo que es Israel, sostienen que somos malos o que hacemos el mal. Yo sé que la sustancia de Israel es mejor que la de todos los demás pueblos del mundo. Porque desde hace cuatro mil años se nos ha perseguido y se ha tratado de exterminarnos, y la lógica más simple nos dice que en tan largo tiempo y el puñado de judíos que siempre hemos sido, no podíamos haber dañado a la humanidad de tal modo que si ella hubiera querido no nos hubiese podido exterminar. Luego la impotencia de la humanidad perseguidora entera, durante ,cuatro mil años, es la gran prueba de nuestra inocencia y de nuestra bondad. La prueba suprema de que, si somos perseguidos, es porque cumplimos una misión superior a los designios viles y rastreros del común de los hombres.
Por ello me siento feliz de pertenecer al pueblo más desgraciado e infortunado del mundo, cuya Ley representa lo más sublime y lo más bello que el hombre ha logrado columbrar en los horizontes sangrientos de la justicia y de la moralidad. Nuestra Torá ha sido ahora más santificada y eternizada por el hecho de haber sido infringida y profanada por los enemigos del Señor.
Creo profundamente que el ser judío equivale a una virtud innata. Se nace judío del mismo modo que se nace artista y creado. Ningún judío puede librarse de ser judío, y todo el que tiene en sus venas alguna partícula de la sangre de Israel tarde o temprano se sublevará contra la iniquidad, contra la injusticia. contra la prepotencia de los perversos, contra la corrupción y contra la opresión. Esta es una particularidad divina dentro de nosotros. Antes de Israel, el hombre aceptaba la iniquidad sin alzar la cerviz: nosotros nos alzamos contra la prepotencia del Faraón e inauguramos en la historia la era de la resistencia contra la injusticia y la opresión, la Era de la Libertad. Desde ese tiempo y hora, los tiranos no pueden dormir tranquilos en la historia. El hombre, antes de Israel, era un rebaño; después es humanidad. Y ése es el gran secreto. Por eso se nos odia: nos odian los tiranos de todos los tiempos y nos odian los siervos que no tienen en sus entrañas el relámpago de la hombría o cuyo corazón nació para la esclavitud. Los que no entienden esto, los que no captan el sentido profundo de la historia, no entenderán nunca el sentido profundo de nuestro martirologio. Uno de nuestros más grandes sabios dijo una vez:" No hay nada más entero que un corazón quebrantado ,ni Pueblo más elegido que el que es siempre golpeado". Si yo no supiera que Israel fue designado en la historia como el pueblo elegido para enseñar la moral y la justicia a las naciones, creeria.ahora que nuestras desgracias nos han ungido como los grandes elegidos de la historia.
Estoy plenamente convencido de que el pago que recibirán nuestros enemigos será algo tan espantoso como los hombres hasta el presente no han visto ni imaginado. Hace muchos años que nuestros videntes gimen y retuercen sus manos al ver en el horizonte armas de un poder mortífero tan grande como jamás lo presenció la historia y hecatombes humanas tan inmensas como para llenar de cadáveres todas las fauces del océano. Sé que estos castigos están ya en los almacenes del futuro y sé que caerán implacablemente sobre los pueblos que nos han herido, pero todavía dudo si hay algún castigo en el mundo que pueda hacer expiar el crimen inaudito cometido conti;a el pueblo inocente de Israel. Sé que la nación maldita de Ashkenaz está condenada a muerte y en el curso de este siglo será borrada de sobre la faz de la tierra. Y ello se cumplirá en el curso de este siglo de la era nazarena. "El Señor hizo de piedra sus corazones y ha condenado al Tófet todo semen." Pero se dice que ahora sobre Israel no se trata de un pecado o de un castigo. Algunos han llegado a, decir que esas palabras son ya viejas y que los tiempos que vienen tendrán otras nuevas palabras. Se dice que es un estado de Ocultación de Rostro y que Tú, Señor, han abandonado a los hombres a sus instintos originarios. La humanidad de parto sangra en sus más sagradas partes, y Tú, Señor,ocultas tu Rostro poderoso, mientras que nace un nuevo tiempo en la historia. Pero ¿qué más, Señor, debe todavía suceder para que muestres nuevamente tu Rostro al mundo? Quiero decirte, Señor, que ahora. _más que en niguna otra época pretérita de nuestra interminable ruta de padecimientos, nosotros, los afrentados, los atormentados los ahogados los degollados, los quemados vivos, los ofendidos, burlados, los escarnecidos, los ridiculizados, los ultimados a millones, nosotros 'tenemos el derecho de conocer dónde estan los límites de tu paciencia y el derecho de juzgar al mundo con la espada y el fuego . No apartes de nosotros la gloria sangrienta del futuro ni la implacable hoguera de laz. purificaciones. No tires tampoco demasiado la cuerda del suplicio, porque la prueba a que estamos sometidos es tan dificil y tan intolerable que debes perdonar a aquellos de tu pueblo que convirtieron, el acero en corcho y en su desdicha y cólera se apartaron de Ti y de tu Ley. Perdona a aquellos a aquellos de tu pueblo que se apartaron de Ti en su horrible adversidad, pero no perdones jamás a aquellos de tu pueblo que se apartaron de Ti-en su dicha y prosperidad, e ignorantes de su sangre israelita, quisieron ser, como los demás pueblos, adoradores de la mentira, favorecedores del ocio injusto y del lucro sangriento. No perdones jamás a los que se durmieron en los divanes de la prosperidad y engordaron sus nalgas con la sustancia de sus corazones. No perdones, Señor, a los que quisieron ser ellos solos y salvarse ellos solos, con desdén de su pueblo y de sus vínculos eternos. Pues está escrito que no es bueno que el hombre esté solo, y esto se entiende en todos los sentidos, y cada hombre responde coi la humanidad entera. No perdones, Señor, jamás a los hijos de Caín que se negaron a ser guardianes de sus hermanos y que por amor a sus pútridos pellejos vendieron el Pacto de Hermandad y el honor de la suerte común. Maldice, Señor, eternamente a los egoístas que han pretendido ignorar que la Humanidad es Una, como es Uno el, Señor, y que nosotros los judíos no podemos existir sino en el río de la Sangre, en la unidad eterna de Israel,donde cada hombre es guardián dé su hermano y responde por él.
A los aislados, a los que alzaron el culto de sí mismos, maldícelos, Señor, a ellos y a sus hijos hasta la duodécima generación. Pero perdona Señor a los que doblaron sus espinazos bajo el cordel de la desdicha : Has puesto a nuestra vida en un combate de pavor tan grande, que sólo los fuertes de Israel han podido perseverar. Los cobardes lamieron la mano del asesino y huyeron con la piel de sus dientes. No los golpees por ello. No se golpea a los cobardes. Perdona A los débiles de corazón y Tu piedad los hará engendrar hijos con meollo de leones. ...Dudaron de Tu suprema y eterna Paternidad, dudaron de que alguna vez sobre los cielos hubiera existido la palabra PADRE, Perdónalos, Señor.
Pero no te puedo alabar, oh Señor, por los actos que toleras. Sin embargo, te bendigo y te alabo por el hecho mismo de Tu existencia en la mente de los hombres puros, de Tu terrible grandeza concebida en la, mente perdurable de tus profetas, en la,pluma centelleante de tus sabios, en el vientre inexhaurible de las mujeres de Israel. Tu grandeza, que cubre la historia, tan grande e inefable, tan omnistante y tan misma, que aun todo lo que está ocurriendo no te produce ni la más leve conmoción. Pero, Señor, desde lo pequeño de mi pequeñez, hablando hasta lo inmenso de tu inmensidad, por el beneficio mismo de tu Santo Nombre, te digo: cesa ya de aceptar esa grandeza inmutable que permite se hiera al inocente. No es necesario tampoco que hieras a los culpables. Sabemos que en la lógica inmutable de la historia el perverso se hiere a sí mismo cuando hiere a los hijos de Dios. Un mundo entero ha sido asesinado con el asesinato de Israel, y es la idea misma de Dios la que se encuentra cubierta de llagas cuando gime llagado el Santo de Israel. El mundo se devorará a sí mismo, como el león hambriento y cubierto de gusanos, el mundo devorará en su locura sus propios testículos, se ahogará en su propia sangre, se emborrachará con la pus de sus maldades: los mismos asesinos se han dictado su propia sentencia y no podrán escapar de ella jamás ni ellos ni sus hijos hasta la cuarta generación. Pero mira, Señor, con ojos de doncella a las almas humanas de Israel: mira con ojos de blandura a los pequeños de tu pueblo que como hombres, cada uno, solo han probado el acíbar del terror y no verán jamás como hombres cada uno la majestad de tu futuro. Dicta además tu sentencia severa, doblemente cruel e implacable, contra aquellos que han callado ante la iniquidad. Contra aquel pero se alegran de él en sus corazones. Contra aquellos que piensan en sus corazones impuros: "Nos sienta bien que digamos que el tirano es malo, pero hace un trabajo que nos conviene." Contra aquellos, Señor, la lanza de tu furor debe' ser doblemente inflexible. Ellos' son los grandes malvados de la historia. En tu Ley está escrito que el ladrón furtivo debe—ser castigado con más severidad que el asaltante armado, a pesar de que el furtivo no ataca físicamente a la víctima. Porque el asaltante ataca y es visto; lleva armas porque teme a los hombres y arriesga su carne ante el que ataca. Pero el furtivo teme a los hombres y por eso no les da la cara, pero se ríe del Señor y su justicia. Así son todos aquellos que se aprovechan de la maldad y del asesinato y muestran a los ojos del mundo un rostro de compunción y fingimiento. Los prósperos y gordos,_que viven de la explotación de la carne y de la sangre de las víctimas, y se golpean el pecho cuando oyen los alaridos que los engordan. Que al reunirse en sus inmundas asambleas hablan contra el hombre de armas, contra la avilantez de los crueles y torturadores, pero se postran reverentes en la calle cuando encuentran al verdugo que viene de practicar la injusticia, con el alfanje chorreante y el cuerpo sudoroso por el ejercicio de la iniquidad. Contra aquellos que callan ante la maldad y ante la tiranía, que cubren con pávido silencio los actos de los malvados; contra aquéllos, Señor, que caiga el hacha de tu justicia y en ellos y en sus hijos hasta la duodécima generación.
El Angel de la Muerte no puede esperar más y debo ya acabar esta mi carta temblorosa y veraz. Desde los pisos superiores el tiroteo contra el criminal enemigo va decreciendo más y más. Están cayendo ya los últimos defensores de esta fortaleza y con ellos cae y muere la grande, la bella, la piadosa y la santa Varsovia judaica. El sol llega ya a su ocaso. Un resplandor rojizo de incendios penetra por la pequeña abertura y el pedazo de firmamento que alcanzo a ver está cubierto por un oleaje, como una catarata de sangre. A lo más dentro de una hora ya estaré con mi esposa , con mis hijos y con los millones de mi pueblo que han perecido en esta era de la bestialidad desatada. Muero tranquilo, pero no satisfecho; golpeado, pero no esclavizado; lleno de amargura, pero no decepcionado; creyente firme, pero no-suplicante; amante del Señor, pero no ciego aceptador de sus dictámenes. He seguido al Señor hasta cuando El me ha alejado de Su rostro; he cumplido, Sus mandatos hasta cuando me ha herido por hacerlo; Lo he amado y Lo he, seguido amando hasta cuando me ha degradado en el polvo, hasta cuando me ha atormentado mortalmente, hasta cuando me sometido a la vergüenza y al escarnio.
Mi rabí solía siempre narrar él caso de.un judío que había huido de la feroz inquisición española en compañia de su mujer y de un hijo. El pobre perseguido había logrado llegar en una barca a una isla desolada, después de haber atravesado la tempestad de un mar. Al llegar sobre las playas vino un rayo y mató a su mujer, una ola gantesca arrebató a su hijo y lo sumió en los abismos. Sólo, pobre como una piedra, desnudo y descalzo, golpeado por la tempestad y amedrentado por los truenos y los relámpagos, con los cabellos revueltos y las piernas vacilámes, el judío prosiguió su marcha sobre la isla desierta e invocó al Señor con estas palabras: "Dios de Israel, de Moisés y de Abraham, he huido hasta aquí para poder servirté sin estorbo alguno, para poder observar Tus mandamientos y santificar tu Nombre, pero Tú has hecho todo lo posible para que yo no crea en Ti. Pero Te hago saber, oh -Dios eterno de mis padres y de mi pueblo, que será en vano todo lo que trates de hacer. Puedes ofenderme, puedes golpearme, puedes quitarme lo más querido de mi corazón y los bienes más preciados del mundo, puedes atormentarme con todas las artes de la desgracias y del suplicio, pero yo siempre creeré en Ti, en- Tu inmanencia avásallante, en Tu infinita majestad. Y Te amaré hasta el último aliento de mi vida, aún a pesar de TI".
Y éstas son también mis últimas palabras a Ti, Señor de Cólera y Espanto: lo has hecho todo para que yo pierda confianza en Tí. para que no crea en la bondad de Tu esencia ni en la eterna actuación de Tu poder sobre los hombres, sobre los seres y los tiempos, sobre las mentes y los corazones. Pero yo muero como he vivido, como creyente inconmovible en Ti.
Alabado sea por toda la eternidad el Dios de los vivos, el Señor de los seres, el Dueño de todos los tiempos, el terrible Dios de las Venganzas, de la Verdad, de la Justicia y del Amor, el que pronto en los tiempos nuevos volverá a mostrar Su Rostro al mundo y sacudirá sus basamentos con su Palabra omnipotente.
¡Oye, Israel! ¡EL SEÑOR, NUESTRO DIOS, ES UNICO!
El texto original está escrito en seis hojas grandes de papel de estraza, escritas a lápiz, en escritura manuscrita hebraica (poTaquí). Estaban en una lata vacía de frijoles y fueron hallados por Isaac Guisburgo en el año 5707 en víspera de? Nueve de Ab, al remover los escombros del santo gheto de Varsovia. En la hoja tercera al pie hay cuatro líneas ilegibles en el texto hebraico. Esta hoja es la más larga de las seis. Todas son de un tamaño desigual y recortadas a mano. El texto es fácilmente legible pero contiene infinidad de abreviaturas
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