Sábado, 26 de marzo de 2016
GUERRA DEL YOM KIPPUR--Geoge Otis- Cap. 2 Saga Sokolov
EL FANTASMA DE AGAR
Geoge Otis
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2
Saga Sokolov
Era ese rítmico y
persistente canto israelí que en el atestado aeroplano llegaba hasta mí.
Cincuenta y nueve variedades de judíos y un solo gentil
inadaptado, todos dirigiéndonos a una
nación sacudida por la guerra. ¡Y sin embargo, había más gozo
que en un pasaje de graduados que regresaran a sus casas !
Había sido un problema para
esta gente regresar a sus unidades.
Pocos sabían que había
muchos generales israelíes que se hallaban en el extranjero cuando los
sorprendió el comienzo de la lucha.
Había algo maravilloso y
contagioso en el espíritu que imperaba en ese reactor de AL Yo mismo me
sorprendí bromeando con los judíos que iban a ambos lados de mi asiento con
respecto a la comida que nos sirvieron a bordo. Qué comimos, nunea lo sabré;
pero mi lonja de carne tenía precisamente el color de una deliciosa
tajada de jamón.
-Aguarden a que les diga
qué nos dio de comer El Al . . . y precisamente en un día viernes, después de
la puesta del sol -les dije.
_-¿Qué quiere decir? ¿Qué
estamos comiendo aquí entonces? -preguntó uno de ellos.
-Averígüelo usted mismo. ¿
No es ese hermoso jamón de El Al? -le dije.
Casi se atoraron. Ambos
gritaron a Ia vez:
-¡ Esto no es jamón !
El que estaba sentado al
lado del pasillo me miró a la cara y vio que había estado bromeando. Nos
divertimos mucho en ese vuelo.
Con todas las luces
apagadas, nuestro Capitán maniobró el Boeing en un
rápido descenso como si fuera una insignificancia. Luego lo niveló y el gran pájaro rodó suavemente sobre la
pista del aeropuerto de Lod. Una nación oscurecida por la guerra
puede ocultarse bastante bien de Ios ojos naturales. Pero esta noche oscura
resultó estar llena de agitación. El aeropuerto estaba
atestado de tránsito. Camiones, autobuses, remolcadores de carga, aviones de
combate que corrían por las pistas, dispositivos antiaéreos, soldados y gente,
mucha gente.
la estación terminal había
sido oscurecida,
pero en su interior todas. las luces estaban encendidas y ese mismo alegre
parloteo se oía por todas partes. Gente de todo
aspecto, estatura y edad había venido a ofrecer voluntariamente su ayuda para
mantener el país en marcha mientras el personal regular estaba en los campos de
batalla. ¡Qué fantástico pueblo !
No es extraño que Dios lo ame.
El "Sábado"
judío había comenzado esa misma noche del viernes mientras llegábamos
procedentes de Londres. Puesto que seguía la guerra, había más actividad que la
que en otras ocasiones había visto en lsrael durante el "Sábado".
Pero más tarde descubriría que con guerra o sin ella esta gente sigue
observando bastante bien el "Sábado”.
Me dirigí a Tel Aviv y, por
último, al Hotel Hilton. El enorme vestíbulo estaba completamente desierto, con
excepción de los militares y de varios representantes de la prensa extranjera.
No tuve ningún problema para conseguir habitación. Sólo se sorprendieron de ver
un cliente vivo y que pagaba. ¡ Hombre, dormí profundamente !
Me levanté el sábado por la
mañana y bajé al café para tomar desayuno. Pero momentáneamente había olvidado
qué día era. No había absolutamente nada que tuviera que cocinarse . . . ¡ni
siquiera en un Hilton ! No había huevos, ni carne, ni harina de avena, ni
tostadas. Sólo fiambres preparados desde antes de la puesta del sol del
viernes. Era conmovedor ver una nación que
honraba la Palabra de Dios de este modo particular.
Me había impresionado tanto
el hecho de que había logrado llegar a Israel, que debo haber dado por
descontado que Dios me tendría un hermoso tanque esperándome en el
estacionamiento del hotel. Pero estaban a punto de venírseme encima los
problemas de ir a una guerra en un pequeño paseo de fin de semana.
Mientras comía pensé:
"Bueno, ¿cómo se llega a una guerra entonces?"
Después de un delicioso
desayuno, fui al escritorio que el ejército había instalado en el vestíbulo del
hotel. Luego de esperar pacientemente en una fila de
unos quince o veinte corresponsales, llegó finalmente mi turno de
entrevistarme con el Oficial de Prensa israelí que estaba sentado al
escritorio.
-Me gustaría saber qué
trámites hay que efectuar para ir hoy al frente de batalla -le dije.
-¿ En qué
medio de transporte proyecta usted llegar allá'? -me preguntó.
-En ninguno todavia. Vea
usted acabo de llegar -le contesté.
-¿A cuál frente quiere ir?
-volvió a preguntar el oficial.
-Me es igual . . . A
cualquiera de los dos. A Suez o a las Cumbres de Golán
-le respondí.
-Eso es muy indefinido.
¿Quién es usted entonees?
-Me llamo George Otis. Soy
ciudadano norteamericano y vivo en Los Angeles.
El Oficial de Prensa se
estaba poniendo nervioso. La gran responsabilidad, día tras día, y la presión
continua de la guerra hacían que muchos de ellos se pusieran irritables, y era
comprensible que actuaran así.
-Me refiero a qué documento
trae consigo. Permítame ver su carnet. de Periodista. ¡
Rápido ! No podemos pasar todo el día en esto.
Mire la fila detrás de usted. Hay
seiseientos corresponsales extranjeros_con quienes tenemos que tratar aquí
en Tel Aviv.
Cuando le contesté que no
tenía, dijo:
--¿Qué es eso? ¿No tiene
carnet de Periodista? ¿Qué está haciendo aquí entonces?
__No ; no tengo carnet de
periodista. Mire, no soy corresponsal de ningún periódico. Soy escritor de
libros. Hace pocos días estuve en Londres y
sentí el impulso de venir acá , para ir al frente de batalla.
Ahora, ¿dónde debo llenar los formularios para obtener mi permiso?
El oficial saltó,
de su silla y su rostro se puso rojo.
_ -¡ Mire, Otis, o como se
llame ! -me dijo-. ¡ No tiene carnet de periodista ! ¿Cómo puedo saber si usted
ha escrito un Iibro en su vida? Muéstreme uno.
-Lo siento -le contesté-;
pero no tengo conmigo_ningún ejemplar. Tampoco sabía
que ustedes iban a tener esta guerra y regalé los pocos ejemplares
que generalmente llevo en mi portafolios. pero tengo un catálogo viejo
que contiene una lista de algunos de mis libros. ¿Le serviría de
algo?
Se reclinó de nuevo en su
silla tratando de decidir qué hacer conmigo.
Finalmente, dijo:
-Mire, señor Otis, ¿tendría
inconveniente en volver mañana?
__Preferiría no
hacerlo, si a usted no le molesta _le contesté:_. ¿ No podríamos encargarnos
de esto ahora? Si no me apresuro, la
guerra podría terminar antes de llegar al frente.
Cuando miré la
expresión de su rostro, me cuenta de que había dicho algo delicado que
no contribuiría a mejorar mucho la situación.
-Lo siento -le
dije.
Al Parecer, se le ocurrió
una idea. Parecía bastante buena pero más tarde demostró ser sólo una manera
disimulada de deshacerse de mí.
-Es amable de su parte,
Otis, que haya venido de todos modos a Israel durante nuestro tiempo de prueba.
Tenemos aprecio por ustedes, los escritores de todo tipo .Sin embargo, debe
entender que nos crea problemas especiales por no tener carnet de Periodista. Y
el hecho de no tener ni un solo libro que pruebe que usted es escritor lo pone
en una categoría que sobrepasa mi autoridad. Le sugiero que vaya a la Oficina
de Prensa Israelíen la Casa Sokolov. Quizá pueda ayudarle uno de los
departamentos de allí.
-Muchas gracias -le dije.
Muchos años de
realízar trámites comerciales y gubernamentales me han enseñado a
reconocer el ardid de pasar el bulto a otro. Pero la ingeniosa variedad
que experimenté durante los días siguientes, yendo de un lugar a otro por todos
los pisos de la Oficina de Prensa Israelí, era muy superior.
Seguía recordándome a mí
mismo que era cristiano y, además, un visitante en su país. Esta gente estaba ocupada con una guerra y tenía
problemas al tratar con centenares de reporteros curiosos y parlanchines que
les habían caído encima.
Pero después de vagar
kilómetros por los salones de Sokolov y de pasar horas contestando preguntas,
mi paciencia cristiana comenzó a minarse.
Por fin,creo que
una tarde Dios puso un extraño espíritu en mí. ¡De repente, me
enfurecÍ y comencé a contar a gritos mis frustaciones ! Me oí decir cosas
como éstas:
__"¡ Estoy aquí a
trece mil kilómetros de mi casa y todos ustedes me contestan con evasivas ! No soy enemigo de ustedes. Soy amigo del pueblo de
Israel. Me encuentro aquí, porque deseo escribir un libro sobre
los aspectos espirituales de esta guerra y ustedes me ponen toda clase de
obstáculos. Ustedes mismos permiten que los engañen
dejando que vayan al frente todos los periodistas. La mayoría de ellos presenta relatos destructivos sobre
Israel a su regreso. ¡Y ustedes LES dan toda clase de facilidades !
“! Yo estoy aquí de
parte de ustedes ! |Estoy ansioso por presentar un buen informe ¡Ustedes debieran ayudarme a ir al frente y animarme a
escribir.! Encuentro dificil seguir siendo amigo de ustedes bajo
estas circunstancias. Israel está perdiendo
amigos rápidamente por todo el mundo.
No creo que puedan darse
el lujo de perder uno más. O
me dan permiso para ir al frente o me voy al aeropuerto a tratar de
conrcguir un vuelo para regresar a mi país . No voy a pelear más con
ustedes. ¡ Saben que merezco un sí o un no y ahora mlsmo “
Por
entonces la gente estaba mirando a hurtadillas desde sus oficinas hacia el
pasillo. ¿Quién era este bullicioso norteamericano que perturbaba la paz? Mis ojos despedían llamas.
Unos minutos más tarde un
teniente vino apresuradamente hacia mí y me tomó de un hrazo. Y muy suavemente me dijo:
-Venga conmigo a hablar
directamente con el Coronel Simons.
Todavía estaba furioso
y retiré mi brazo.
-¿Quién es Simons?
Pero cuando miré al
teniente, vi algo en la expresión de su rostro que me tranquilizó.
-El Coronel Simons es quien
puede dar órdenes aquí -me dijo-. Usted ya ha dado
suficientes vueltas. Arnie Simóns es
un hombre
excelente.
Diez minutos después yo
estaba de pie, con las manos en las caderas, mirando a un coronel de mediana
estatura, que también estaba de pie y con las manos en las caderas.
-Señor Otis -me dijo , ya
tengo conocimiento de su caso. ¿Puede estar otra vez aquí en la Casa Sokolov,
mañana a las 6:15 de la mañana? Aquí hay alguien a quien quiero
presentarle. Señor Otis, éste es el Mayor Nachman. He asignado a "Nachi" para que le sirva de Oficial
de Escolta Militar. Estoy concediendo el
permiso para que usted vaya al frente sirio mañana por la mañana.
-Coronel Simons -le dije-,
nunca podré agradecerle lo suficiente por esta tremenda ayuda. Al fin y al cabo habrá un libro y usted tendrá el primer
ejemplar que salga de la imprenta . Tendré
cuidado de que no tenga que lamentar esta decisión.
En realidad,
soy amigo del pueblo de Israel, como lo es todo verdadero cristiano.
Mientras tanto, mi hijo
George III había llegado a Tel Aviv y decidí, de repente, sacar el máximo
provecho de mi buena
Fortuna.
Le pregunté a Simons si
podía incluir a George en el permiso.
-¡Oh ICreo que sí -dijo el
Coronel,
Sucedió algo cruelmente
chistoso cuando mi hijo y yo regresamos al Hilton. Dado que la guerra había
comenzado cuando yo estaba ausente de mi casa, no traje mi cámara
fotográfica. Pero ahora me daba cuenta de que ésta me sería esencial para
el viaje que realizariamos al día siguiente en la mañana. Cuando subimos
a un taxi, le dije al conductor:
-Al Hilton de Tel Aviv, por
favor.
El taxista asintió con la
cabeza. Resultó ser que ésas eran algunas de las pocas
palabras que realmente entendía en nuestro idioma.
Durante el recorrido me
recliné en el asiento posterior y le dije que necesitaba comprar una cámara. Me
dirigió una mirada vaga. Hice un nuevo intento, usando diferentes palabras;
pero sencillamente no entendía. Por último, cuando nos había llevado casi hasta
el hotel, comencé a preocuparme. Casi no nos quedaba tiempo para comprar. Todas
las tiendas cerrarían dentro de unos veinte minutos y tenía que encontrar una
cámara. Por fin me las arreglé para hacer que detuviera el taxi. Entonces
comencé a hacer movimientos con las manos, como si estuviera sosteniendo una
cámaray tomando fotografías.
-Tras un minuto, poco más o
menos, de hacer estos ademanes, se le iluminó el rostro y nos fuimos de
allí.
Me sentí desconcertado
cuando pasamos dos tiendas de artículos fotográficos; pero por fin hizo
rechinar los frenos frente a . . . una barbería. Lo seguimos al interior,
creyendo que quizás el taxista sabía de alguna cámara usada que quisieran
vender allí. En cambio, después de hablar un momento en hebreo con el
propietario, abrieron un cajón inferior y sacaron una caja de . . .
¡fotografías sucias !
De repente nos dimos cuenta
del humor negro de todo el asunto y salimos de allí. Un poco más allá, vi una tienda
de artículos fotográficos y logramos entrar cuando sólo faltaban dos minutos
para que cerraran. Pasan cosas extrañas con las barreras idiomáticas. Esto era
un tranquilizante después de un día lleno de frustraciones, pero de triunfo al
fin.
Al día siguiente,
muy de mañana, iríamos a la guerra. . .
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