jueves, 12 de abril de 2018
LA EXTRAÑA ANGEL QUE VINO A CASA-MAGNIFICOS VISITANTES
Ann Wedgeworth
CAPITULO DOS
VINO UN EXTRAÑO
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Trece a la mesa
La mujer sobriamente vestida que llamó a la puerta de nuestro hogar en Newberg, Oregón,alrededor de las 10:30 una mañana, era totalmente extraña para mí.
Me sentía tan débil y enferma que apenas podía permanecer de pie, y me agarré de la puerta para sostenerme. Todo lo que capté de lo que ella dijo fue la palabra oración.
Supuse que había venido a pedir ayuda, y como mi esposo estaba ausente, celebrando reuniones evangelísticas en otra ciudad, aun cuando me sentía enferma y mareada, consideré que no debía despedirla.
La invité a entrar y me postré débilmente sobre mis rodillas al lado del sofá, mientras ella se quitaba un pañuelo mojado de su cabello empapado por la lluvia y dejaba su abrigo a un lado.
Al comenzar a preguntarle sobre su necesidad, ella dijo: — No vine para pedir oración. El Padre me ha enviado a ministrarte a ti, hija querida. El me ha enviado a ti a causa de tu aflicción y tu gran necesidad; llamaste con todo tu corazón y pediste en fe.
Al, decir eso me levantó en sus brazos, me acostó en el sofá, me tapó y me dijo: — Cuando clamaste a El en la noche, tu Padre celestial escuchó tu oración. Duerme ahora, hija mía, porque El cuida de ti.
Maravillada le dije: — Oh, gracias. Pero, ¿Cómo vino acá?
— Como el cuervo vuela, así vine a ti — fue su extraña respuesta —. A causa del clamor de tu corazón en tu gran necesidad.
Me preguntó si podría usar el baño para lavarse. Cuando regresó, parecía una persona casi diferente. No había ni una muestra de haber estado en la lluvia; su abundante cabello castaño rojizo estaba hermosamente peinado, con trenzas suavemente enrolladas sobre la cabeza. Había un indescriptible resplandor sobre su brillante rostro, aunque era un rostro simple, de agradable aspecto.
Esto es lo último que recuerdo, porque yo, que no había podido dormir por varias noches, me dormí prontamente. Sólo Dios sabe cuánto lo necesitaba.
Habíamos pastoreado iglesias en los estados de California, Michigan y Iowa desde que nos casamos, pero sólo recientemente habíamos venido a Oregón, mi estado natal. El pastor de la Asamblea de Dios de Newberg me había pedido ayuda en la escuela dominical, en la obra entre la juventud y en la obra de visitación de casa en casa, de acuerdo a mis posibilidades de tiempo. Mi esposo estaba celebrando cultos en iglesias de los alrededores mientras esperaba una oportunidad de pastorear alguna iglesia.
Cuando fue llamado para las reuniones de avivamiento que estaba dando ahora, vaciló en dejarme sola. Después del nacimiento de nuestro nuevo hijo, el octavo, mi fuerza física no había retornado en plenitud. Sin embargo, no quise obstaculizar su ministerio. Le aseguré que podría arreglármelas de alguna forma, porque todos los niños habían sido enseñados a hacer su parte y eran magníficos para ayudarme.
Ese mismo lunes por la mañana, después de una noche de insomnio, me había quedado dormida a la hora que debíamos habernos levantado, y se me pasó la hora. Los niños y yo nos desayunamos a la carrera, pero dedicamos algún tiempo al devocional de la mañana. Durante toda nuestra vida matrimonial habíamos tratado siempre de tener una lectura de la Biblia y unos minutos de oración con todos los niños reunidos, inmediatamente después del desayuno.
Los dos niños mayores, Loren, estudiante de primer año de secundaria, y Delta, que estaba en el octavo año de primaria, lavaban los platos por lo general; pero esa mañana los había despedido para la escuela con mucha prisa. Delta se dio cuenta de mi situación y quería ayudarme, pero pensé que ella, no debía faltar otra vez a la escuela.
Los niños siempre ordenaban sus cuartos y hacían sus camas, pero esta lluviosa mañana todo estaba revuelto porque nos había faltado tiempo. Quedamos en que después de clases todos ayudarían en poner todo en orden.
Cuando se cerró la puerta después de salir el último niño, me sentí tan agotada, que me' pareció que no podría llegar al final del día. El montón de platos sucios, las camas sin hacer, la casa desordenada, y una gran cantidad de ropa para lavar, me abrumaban.
Me desplomé sobre el sofá, con la esperanza de descansar lo suficiente como para recuperar fuerzas para bañar a los dos pequeños, pero había sido interrumpida por la mujer que llamó a la puerta.
Tres horas más tarde, cuando desperté fortalecida, me quedé mirando con aturdida incredulidad mi transformada casa. Todos los juguetes y pertenencias de los niños habían sido recogidos, . y los pisos estaban limpios. Mi bebé de tres meses, recién bañado, dormía en su cuna. La mesa del comedor estaba extendida al máximo, cubierta con mi mejor mantelería, y puesta con mi mejor vajilla, con puestos para 13 personas; además de la silla alta para nuestra hija de 16 meses.
El aspecto de la cocina era aun más sorprendente. El montón de platos usados había sido lavado y colocado en su lugar. La niña, que por lo general no estaba quieta ni por un momento, estaba limpia y tranquilamente sentada en una silla cerca de la mesa, jugando con una cuchara. ¡Ella jamás había hecho esto! Había un bizcocho recién hecho, una gran fuente de ensalada, y otra comida preparada sobre la mesa de la cocina.
Y todavía eso no era lo más asombroso. El canasto de lavado del bebé y un cesto lleno de lavado de la familia, además de la ropa de todas las camas que había sido cambiada el sábado, había sido lavado, secado, planchado'y colocado en su lugar. Mi visitante estaba justamente en el proceso de guardar la tabla de planchar.
Yo miraba llena de incredulidad. De ningún modo mi máquina de lavar era capaz de procesar las varias tandas de toda esa carga en tres horas. Yo no tenía secadora, y estaba lloviendo. ¿Cómo había secado ella toda esa ropa?
Mis tres canastos de ropa para planchar que comúnmente yo hacía a ratos en dos días y que a menudo los niños me ayudaban a terminar, cuando llegaban de la escuela, ella los había hecho sin ayuda alguna. Descubrí más tarde que la; ropa de cada niño había sido doblada y colocada en el cajón correspondiente y que todas las camas habían sido hechas.
Cuando le expresé mi agradecimiento y mi admiración por la transformación de la casa, le pregunté: — ¿Cómo pudo hacer tanto en tan corto tiempo?
— No es por mi fuerza, sino por la capacitación de Dios — dijo ella.
Le pregunté dónde vivía, dónde había pasado la noche, y otras preguntas, tratando de descubrir quién era y de dónde había venido, pero sus respuestas eran extrañas e imposibles de comprender.
Finalmente le pregunté: —¿Por qué hay tanta comida preparada y por qué la mesa del comedor está puesta? Por lo general comemos en la cocina cuando mi esposo está de viaje, y además, no somos tantos en la familia.
Su respuesta me dejó casi sin habla: — Oh, hija mía, pronto tendrás invitados.
Di un gran suspiro. —Trece personas a la mesa?
—Sí — repitió ella — trece personas a la mesa.
Hablamos durante un rato en la cocina. Recuerdo muy bien la extraña sensación de reverencia que experimenté mientras ella me ministraba dulcemente con palabras de fe. Me sentía totalmente confundida respecto a todo el asunto. ¡Y todavía lo estóy!, Sin embargo, sé que sus palabras nunca se borrarán de mi memoria.
Cuando los niños regresaron de la escuela, cada uno echó una mirada a mi visita y se acercó a mí. Yo pude notar que estaban extrañados. Varios de los más pequeños susurraron: — ¿Quién es ella, mamá? Ella tiene algo extraño, luce tan diferente.
Un poco antes yo le había preguntado su nombre con el fin de presentarla a mi familia. Ella me respondió: —Sencillamente di que soy una amiga, o una hija de Dios que vino causa de tu oracion. __asi les dije a los niños_Esta es una maravillosa dama que Dios envió para ayudarme hoy. Como ustedes ven, mamita oró durante la noche pidiendo ayuda, y Dios envió a esta maravillosa amiga.
Cuando mi esposo regresó, inesperadamente, poco después que los niños regresaron a casa, había cinco personas más con él. Alguien había fallecido en la iglesia, y las reuniones habían sido suspendidas por algunos días. Ya que mi esposo había dejado nuestro automóvil para mi uso, el pastor, su esposa, su hija, y otra pareja habían viajado para traerlo a casa. El regresaría posteriormente para continuar las reuniones.
Nuestra visita estaba a punto de partir cuando mi esposo entró a la cocina. Yo se la presenté a él, como lo había hecho con los niños. El dijo con dulzura: — Esto es maravilloso. Así es Jesús_
A las cinco, cuando estábamos sentados alrededor de la mesa para comer, con nuestros seis hijos mayores, nosotros dos y las cinco visitas, había trece personas a la mesa, además de la pequeña en la silla alta y el bebé en su cuna.
Nuestra visita desapareció para entonces, y descubrimos que todos los utensilios de cocinar habían sido lavados.
¿Qué podría yo haber hecho, en mi débil condición, en mi desordenada casa, sin la ayuda de esta admirable visitante? Me habría sentido desconcertada hasta las lágrimas. Mi esposo y mi familia se habrían sentido avergonzados, porque normalmente manteníamos nuestras tareas domésticas al día. Los invitados no se habrían sentido bienvenidos ni cómodos. Bajo tales circunstancias, no sé qué habría podido prepararles a ellos para comer. Cualquier mujer que haya estado desconcertada por un apuro similar, puede apreciar mi inmensa gratitud a Dios por la ayuda de esta maravillosa visitante.
No podíamos comprender lo que nuestros ojos habían visto. Nunca habíamos oído de una visitación tal. Aunque sabíamos que era total mente imposible para ser humano alguno hacer todo lo que se había hecho en tan corto tiempo, en nuestra curiosidad e incredulidad naturales consultamos a amigos y vecinos, y aun a la policía de nuestro pequeño pueblo, acerca de la extraña. Nadie había oído hablar de tal persona, ni nadie nos podía dar pista alguna de su identidad. Nuestra única explicación es que ella era un ángel ministrador "enviado para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación" (Hebreos 1:14).
Nunca he podido hablar de esta experiencia sin deshacerme en lágrimas ante la inefable misericordia y la tierna benevolencia de mi Padre celestial en enviarme ayuda en mi extrema necesidad. Ha sido algo tan sagrado para mí, que no lo he compartido muy a menudo por temor que otros pudieran burlarse con incredulidad.
Yo afirmo, delante de Dios que es mi Juez, que esto sucedió tal como lo he relatado. Por días yo había estado sin ánimo ni fuerzas; había orado durante las noche-~—pidiendo fuerzas para seguir adelante; y Dios, que vive para siempre contestó mi oración.
¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!" (Romanos 11:33).
Hay un versículo que debía ser reexaminado cuidadosamente, porque a menudo es leído superficialmente sin mucha meditación: "No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles" (Hebreos 132).
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