Jueves, 3 de noviembre de 2016
Antonio trabajó como maestro en un pequeño pueblo rodeado de un caserío. Allí vivían algunas familias cristianas. El pueblo no tenía una escuela. Así que, Antonio enseñó a los niños en su casa dos veces a la semana. Les daba a los niños sus lecciones y ejercicios para hacer en sus casas. Los niños podían estudiar solamente en su tiempo libre. Para ellos el tiempo libre era cuando no estaban ayudando a sus padres en el campo.
Antonio pasaba sus días libres haciendo reuniones en la vecindad. Quería divulgar el mensaje de la Palabra de Dios. Podía caminar distancias cortas con la ayuda de un bastón. Como cristiano, vivía una vida sobria y piadosa, y su salud mejoró grandemente.
¿Qué era de la vida de Giovanni? Llegó el momento en que nuestro amigo Giovanni consintió que su hija mayor se casara con un maestro de escuela. El nombre de este joven maestro era Antonio. El mismo que había escondido la Biblia en la pared.
Los cambios en la vida del joven habían agradado a Giovanni. Tanto Giovanni como su esposa e hijos habían recibido la verdad de la Palabra de Dios. Se habían negado a servir al reino de las tinieblas. Giovanni había prometido que al morir, la Biblia que encontró en la pared llegará a ser propiedad de su yerno. Por supuesto, Antonio nunca pudo mirar aquella Biblia tan preciosa, con los golpes en la portada, sin sonrojarse.
Mientras tanto, Giovanni seguía encontrado su placer más grande al leer su libro precioso. De este Libro aprendía cada día más acerca de la gracia y la misericordia de Dios. La Biblia siempre lo había librado de las cadenas del error y de la superstición. Por su Biblia llegó a entender el error de la enseñanza falsa que conduce a uno a profesar la salvación sin un verdadero arrepentimiento.
Por otra parte, Antonio también había aprendido por la Palabra de Dios, que siempre se requiere el arrepentimiento antes del perdón de pecados. Tal y como vemos en Marcos 1:4: “Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados”.
Además, la Biblia le había enseñado a adorar a Dios “en espíritu y en verdad.” Ya comprendía lo dicho por el Señor, cuando le habló a la mujer de Samaria: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. (Juan 4:23, 24).
No podemos agradar a Dios con formas exteriores y ceremonias inútiles. Las ceremonias de los hombres no pueden satisfacer los anhelos de un alma que tiene hambre y sed.
Ahora Giovanni y Antonio habían encontrado la bendición del compañerismo cristiano, como se dice en Hebreos 10.24, 25: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.
“Porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas” Salmo 138:2.
ANTONIO SE CASA CON HIJA DE GIOVANNI - LA BIBLIA EN LA PARED
La conclusión
En el otoño de 1863 Antonio salió del hospital. No regresó a Tecino porque ese lugar todavía no estaba abierto a la Palabra de Dios. Llegó a ser un maestro en una escuela cristiana en Italia.Antonio trabajó como maestro en un pequeño pueblo rodeado de un caserío. Allí vivían algunas familias cristianas. El pueblo no tenía una escuela. Así que, Antonio enseñó a los niños en su casa dos veces a la semana. Les daba a los niños sus lecciones y ejercicios para hacer en sus casas. Los niños podían estudiar solamente en su tiempo libre. Para ellos el tiempo libre era cuando no estaban ayudando a sus padres en el campo.
Antonio pasaba sus días libres haciendo reuniones en la vecindad. Quería divulgar el mensaje de la Palabra de Dios. Podía caminar distancias cortas con la ayuda de un bastón. Como cristiano, vivía una vida sobria y piadosa, y su salud mejoró grandemente.
¿Qué era de la vida de Giovanni? Llegó el momento en que nuestro amigo Giovanni consintió que su hija mayor se casara con un maestro de escuela. El nombre de este joven maestro era Antonio. El mismo que había escondido la Biblia en la pared.
Los cambios en la vida del joven habían agradado a Giovanni. Tanto Giovanni como su esposa e hijos habían recibido la verdad de la Palabra de Dios. Se habían negado a servir al reino de las tinieblas. Giovanni había prometido que al morir, la Biblia que encontró en la pared llegará a ser propiedad de su yerno. Por supuesto, Antonio nunca pudo mirar aquella Biblia tan preciosa, con los golpes en la portada, sin sonrojarse.
Mientras tanto, Giovanni seguía encontrado su placer más grande al leer su libro precioso. De este Libro aprendía cada día más acerca de la gracia y la misericordia de Dios. La Biblia siempre lo había librado de las cadenas del error y de la superstición. Por su Biblia llegó a entender el error de la enseñanza falsa que conduce a uno a profesar la salvación sin un verdadero arrepentimiento.
Por otra parte, Antonio también había aprendido por la Palabra de Dios, que siempre se requiere el arrepentimiento antes del perdón de pecados. Tal y como vemos en Marcos 1:4: “Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados”.
Además, la Biblia le había enseñado a adorar a Dios “en espíritu y en verdad.” Ya comprendía lo dicho por el Señor, cuando le habló a la mujer de Samaria: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. (Juan 4:23, 24).
No podemos agradar a Dios con formas exteriores y ceremonias inútiles. Las ceremonias de los hombres no pueden satisfacer los anhelos de un alma que tiene hambre y sed.
Ahora Giovanni y Antonio habían encontrado la bendición del compañerismo cristiano, como se dice en Hebreos 10.24, 25: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.
“Porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas” Salmo 138:2.
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