lunes, 6 de febrero de 2023

“! ADIOS, HIJO MIO ¡” 1944 Segunda Guerra Mundial

 Sábado, 20 de febrero de 2016

! ADIOS, HIJO MIO ¡” 1944 Segunda Guerra Mundial

Yo soy el pan de vida

San Juan 6.48

“! ADIOS,   HIJO MIO ¡”
Selecciones  Septiembre   1944
En enero de 1942, Howard Vicent O´brien, articulista del Daily News de Chicago describió en sencillas palabras, lo que siente un padre que se despide de su hijo que parte para la guerra. Antes de terminar ese año, millones de norteamericanos creían conocer de verdad a Donel O’Brien, el muchacho de veinte años, alto, delgado, y buen mozo, de ensortijado cabello rubio y de sonrisa a flor de labio. Y es que su padre, articulista que escribió ¡Adiós, hijo mío¡ había sabido llegar al corazón de los lectores. Selecciones dió cabida en versión castellana, al conmovedor artículo de O,brien. Lo mismo hicieron otras publicaciones, ya en castellano, ya en inglés. En todos los Estados Unidos se leyó el adiós a Donel, por la radio, en clubes de mujeres, en las escuelas, en los almuerzos de los rotarios. O´brien, el padre, había  pulsado una cuerda de universal resonancia.
Todo  ocurrió sin música marcial ni ceremonias. No hubo allí nada de dramático. Oyóse la bocina de un automóvil.
_Parece que me llaman- murmuró mi hijo echando mano a su maleta.
Besó a su madre-
_vaya… ¡hasta muy pronto_ exclamó tendiéndome la mano.
Se la estreché sin alcanzar a decirle más que:
_Dios te lleve con bien ¡
Cerróse la puerta, y eso fue todo… ¡un muchacho  más que se iba a la guerra¡
Enderecé los pasos a mi propio cuarto, de la pared colgaba el retrato de un niño…del mismo, que ya mozo, acababa de decirme” vaya… ¡hasta muy pronto¡” rubios y ensortijados rizos orlaban la carita en que una sonrisa candorosa
Marcaba graciosos hoyuelos. Y pensé cuán poco tiempo había transcurrido entre aquel día que se hizo aquel retrato y el momento en que se había cerrado la puerta minutos antes.
Y bien, cabecita erizada, ya eres todo un hombre. Ya portas lanza y brillante escudo. Me partió el alma verte salir de mi casa; ver cerrarse tras de ti esa puerta, pero, aunque hubiera estado en mi mano detenerte, no lo hubiera hecho. ¡Presente soldadito mío¡ no puedo ocultarte lo triste que  estoy.  Pero también estoy orgulloso de ti…y yo también te digo: ¡hasta muy pronto¡
El mismo día en que cumplió los veintitrés años, un parte oficial comunicó que Donel O´brien, teniente del cuerpo de aviación militar “había desaparecido  en combate” durante una incursión sobre Alemania.               Time
Y ahora el padre escribe de nuevo
Walth Withman compara la vida a una serie de colinas, y dice que apenas  acabamos de escalar una, otra nos sale al paso. Yo he hallado esto cierto. Más también he descubierto que, de cada nueva colina, dominamos una nueva vista, un horizonte más amplio.
Quien recibe ese telegrama marcado con estrellas rojas. El secretario de la guerra desea expresar a usted su más sentido pésame… se siente sumergido en valle de tinieblas. Por más que haya tratado de prepararse para esa noticia, de estar en cierto modo listo para recibirla…cuando en efecto la recibe, siente que le falta la tierra debajo de los pies, que se hunde en un abismo sombrío. Pero, queda una tarea que llevar a cabo. La vida no puede detenerse. El muchacho aquel que mira ahora desde el cielo sería el primero en reprocharnos que alterásemos el curso de nuestra existencia, que le volviésemos la espalda al deber. Él no hizo eso.
¡Hay que seguir adelante¡ se empieza a subir la otra colina. Y se siente entonces algo inesperado: la pena se mitiga. Y el cielo se ofrece a la mirada lleno de desconocidos
resplandores. y un suave calor va desentumeciendo  el corazón aterido . Súbitamente, a la pena sucede la conciencia  clara de la realidad.
Han empezado a llegar cartas. De amigos íntimos; de viejos amigos de los cuales vivíamos alejados; de extraños. Las firman nombres muy conocidos, nombres sin fama, humildes. Pero todas hacen florecer en el pecho una emoción en la que hay algo de sobrecogimiento. Esta frase de una  de esas cartas merece ser recordada: “Para Dios no hay accidentes”. A quien ve la vida de tejas abajo, se le hace duro convenir
 en esto. Alza los ojos al cielo y pregunta con insistencia quejumbrosa “por qué? Dios mío, por qué”
No nos es dado penetrar en la razón y finalidad de la cosas. Ni sabemos lo que se nos otorgará a cambio de nuestra sangre y de nuestras lágrimas. Ni cuanto pesan en los platillos de la balanza, y a qué lado la inclinan, la miel y el acíbar que vamos hallando en la vida. Y sin embargo, esas manos que se tienden a nosotros cargadas de compasión, ¿no están diciéndonos que todo se contrapesa, que hay un equilibrio en todo? Si la guerra desencadena la bestia  que hay en todo hombre, también hace que se manifieste lo que el hombre lleva en sí de divino.de lo más hondo del valle vemos mejor la luz que dora las cimas. Sobre la brutalidad y el caos de la contienda, resplandece a veces el afecto y la bondad. También llega a hogares alemanes ese telegrama
que anuncia la muerte de un ser querido. También empiezan a llegar después esas cartas. Y aquel muchacho que marcho a la guerra es ya recuerdo, sombra que va esfumándose. Y quienes lo amaron alzan los ojos al cielo, y preguntan igualmente: ¿por qué, Dios mío, por qué?
Quién dará una respuesta a tal interrogación? La dan, hoy, la fe, la Esperanza_ acaso la dé igualmente, en siglos venideros, una caridad más fervorosa. Y hay también, hoy mismo, una corriente de benigna simpatía- señal de que los hombres han empezado a elevar los corazones.
Otros niños irán creciendo en vigor, en hermosura; y se irán en la juventud -centellas que, al brillar, se extinguen en la noche. Pero dejarán _memoria empecedera de su paso_ aquel manantial de bondad que el dolor de su muerte hizo brotar en un corazón.

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