Viernes, 19 de mayo de 2017
¿COMO ES UN "LAVADO DE CEREBRO"? RICHARD WURMBRAND
¿Como
es un “lavado de cerebro”?
Probablemente
los occidentales han oído del empleo del “lavado de cerebro” en la guerra de
Corea y ahora en Vietnam. Yo pase a través de esta experiencia personalmente.
Es una tortura horrible.
Durante
años se nos obligo por diecisiete horas al día a escuchar lo siguiente:
¡El
Comunismo es bueno!
¡El
Comunismo es bueno!
¡El
Comunismo es bueno!
¡El
Cristianismo es estupido!
¡El
Cristianismo es estupido!
¡El
Cristianismo es estupido!
¡El
Cristianismo es estupido!
¡Déjelo!
¡Déjelo!
¡Déjelo!
¡Déjelo!
Diecisiete
horas al día – por semanas, meses y años.
Muchos
cristianos me han preguntado como pude resistir el lavado de cerebro. Existe un
solo método de resistencia: el “lavado de corazón”. Si su corazón esta limpiado
por el amor de Jesucristo, y en el hay amor hacia El, Ud. puede resistir
cualquier tortura. ¿Qué no haría una novia amorosa por su prometido? ¿Qué no
haría una madre amante por su hijo? Si Ud. ama a Cristo, como lo hizo Maria,
quien tuvo en sus brazos a Jesús cuando era bebe; si Ud. ama a Jesús como una
novia ama a su prometido, entonces puede resistir tales torturas.
Dios no
nos juzgara por lo que fuimos capaces de soportar, sino por lo que fuimos
capaces de amar. Puedo testificar y declarar que los cristianos en las prisiones
comunistas fueron capaces de amar. Ellos podían amar a Dios y a los hombres.
Las
torturas y brutalidades en la cárcel continuaron sin cesar. Cuando caía
inconsciente o estaba demasiado confuso para poder dar alguna esperanza de
confesión a mis torturadores, era devuelto a mi celda. Allí quedaba, tendido
solo y medio muerto hasta lograr recuperar algo de mi energía, para poder
comenzar de nuevo su labor conmigo. Muchos morían
en estas circunstancias, pero en mi caso, sin saber como ni por que, siempre
lograba recuperar algo de mis fuerzas. En los años siguientes, a mi paso por
varias diferentes cárceles me quebraron cuatro vértebras y muchos otros huesos.
Me cortaron, quemaron, y me causaron profundas heridas en diferentes partes del
cuerpo que me dejaron dieciocho cicatrices permanentes.
En Oslo,
los médicos que me examinaron y vieron esas cicatrices y los restos de la
tuberculosis pulmonar que sufriera a causa de tan prolongado martirio,
declararon que el hecho de estar vivo hoy, constituía ni más ni menos que un
milagro. De acuerdo a sus conocimientos y sus libros médicos, yo debería haber
muerto hace muchos años. Se muy bien que es un milagro. Es que Dios es un Dios
de milagros.
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