Sábado, 22 de julio de 2017
POR TOM ANDERSON
CAMINO a la cabaña de la playa donde mi familia pasaba las vacaciones,
formulé un propósito: durante las siguientes dos semanas, intentaría ser
un esposo y padre cariñoso. Sería afectuoso y amable; no pondría peros
ni condiciones.
La idea se me había ocurrido al escuchar
por radio, en mi auto, a un comentarista que citaba un pasaje bíblico
relativo a la consideración que los maridos deben tener con sus esposas;
después, continuaba: "El amor es un acto de voluntad. La persona puede
optar por amar". Debía yo reconocer que había sido un esposo egoísta y
que mi falta de tacto había empañado nuestro amor, debido a mis
mezquindades: reñía a Evelyn por su morosidad: insistía en ver los programas de television que sólo a mí interesaban, echaba
a la basura los periodicos del día anterior que sabía que mi mujer no
había leído aún. Pues bien, durante dos semanas, todo eso cambiaría.
¡Dicho y hecho! Desde el momento mismo en que besé a mi esposa en el umbral de la puerta, la cumplimenté:
—¡Ese suéter amarillo que estás estrenando te sienta de maravilla!
—¡Gracias! ¡Me alegra que lo hayas notado! —repuso, sorprendida y contenta, y quizá hasta un tanto perpleja.
Cansado del largo viaje, sólo deseaba sentarme a leer, pero Evelyn sugirió que diéramos un paseo por la playa. Ya iba a decirle que no,
cuando pensé: Evelyn ha estado aquí sola con los niños toda la semana y
ahora desea estar sola conmigo. Así pues, nos fuimos a caminar por la
playa mientras los niños hacían volar sus papalotes.
Y así seguí cumpliendo mi propósito. Dos semanas sin telefonear a la
compañía de inversiones de Wall Street en la que soy uno de los
directores; una visita al museo de conchas, aunque por lo general
detesto los museos (y sin embargo, me gustó); ningún comentario hiriente cuando
la morosidad de Evelyn al arreglarse ocasionó que llegáramos retrasados
a una cena. Pasé todas las vacaciones relajado y feliz, y me hice un
nuevo propósito: seguir recordando que había yo optado por amar.
Sólo una cosa falló en mi experimento, y todavía mi esposa y yo reímos
al recordarlo: la última noche que pasamos en la cabaña, al ir a
acostarnos, Evelyn se quedó mirándome con expresión triste.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
—Tom —me contestó, acongojada—, ¿sabes algo que yo ignore?
—¿Qué? ¡Explícate!
—Bueno ... ese examen médico al que me sometí hace unas semanas ... ¿Te dijo el doctor algo al respecto? Has sido tan bueno conmigo estos días ... ¿Es que me estoy muriendo?
Tardé algunos momentos en comprender la inquietud que embargaba a mi mujer, pero en seguida solté la carcajada:
—¡No, mi vida! —repuse, abrazándola—. No estás muriéndote .. . ¡Lo que sucede es que yo estoy empezando a vivir!
CONDENSADO DE LA REVISTA —GUIDEPOSTS— (AGOSTO DE 1985). Ü 1985 POR
GUIDEPOSTS ASSOCIATES. INC., DE CARNEE. NUEVA YORK
GUIDEPOSTS ASSOCIATES. INC., DE CARNEE. NUEVA YORK
SELECCIONES DEL READER´S DIGEST ENERO DE 1987
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