HISTORIA DEL CRISTIANISMO EVANGELICO EN COLOMBIA --2
HISTORIA DEL CRISTIANISMO
EVANGELICO EN COLOMBIA
Por Francisco Ordoñez
Armenia-Caldas-Colombia
1956
CAPITULO I
NUESTRA PRESENCIA HISTORICA
Entre los países latinoamericanos, es probablemente Colombia el que ha recibido las más antiguas y variadas influencias de núcleos protestantes, contándose entre ellos: aventureros y colonizadores del siglo XVII, soldados de la Independencia, agentes de las Sociedades Bíblicas y un número incontable de misioneros, médicos, profesores y enfermeras que han servido a nuestra patria con apostólico altruismo.
Volviendo nuestros ojos hacia el Norte, contemplamos dispersas en las aguas del Caribe las pintorescas islas de San Andrés, Providencia, Santa Catalina y otras, que forman lo que llamamos, una de las tres intendencias nacionales. Se hallan situadas hacia el Norte de Nicaragua y a una considerable distancia de las costas colombianas ; pero el dato que aquí más nos llama la atención es el siguiente: de los siete mil habitantes con que cuenta el archipiélago, más de 6.500 son protestantes, es decir que es el único lugar en Colombia donde el Cristianismo Evangélico se halla en absoluta mayoría.
No es mucho lo que nuestros compatriotas conocen sobre esta distante pero entrañable parte de la Patria, y vamos por lo tanto a consignar unas breves anotaciones acerca de su historia y su típico carácter social, tan diferente al resto del país. Las islas fueron descubiertas por Cristóbal Colón en uno de sus primeros viajes; y España tomó posesión de ellas por derecho de conquista, en el año 1595. Fueron agregadas a la Capitanía General de Guatemala, hasta que en 1803 pasaron a formar parte del Virreinato de Santa Fe.
Durante los primeros años de la Colonia fueron un puesto militar muy importante de las fuerzas españolas, las cuales for-tificaron poderosamente la isla de Santa Catalina, que más tarde perdieron y volvieron a capturar por repetidas veces en combates con los bucaneros, piratas errantes de diversas nacionalidades que impusieron el terror en todo el Mar de las Antillas.
Después de esto, probablemente en la segunda mitad del siglo XVII, llegaron los primeros colonizadores que habrían de establecerse definitivamente en las codiciadas islas, dejando en ellas imperecederos recuerdos de su religión, su idioma y sus costumbres. Hablando de ellos dice un conocido autor nacional: "Llegaron en los buques mercantes, como procedentes de diversas partes del mundo, por la vía de Jamaica. Vinieron luego otros de los Estados Unidos, que fueron los que dieron a los isleños la lengua inglesa y la religión protestante. Como los primeros colonizadores llevaron para sus trabajos agrícolas y de pesca de tortugas numerosos africanos, muy pronto vino a predominar en el archipiélago la raza de color, hasta el punto que se considera que alcanza un 90 por ciento. Sin embargo, en Providencia, donde hubo en sus primitivos tiempos muchos inmigrantes escoceses la raza es muy mezclada y hay un número considerable de blancos." *
Por largos años el archipiélago perteneció al departamento de Bolívar, hasta que en 1912 fué eregido en calidad de Intendencia Nacional, con San Andrés por capital. Los isleños se han
mantenido fieles a la herencia de sus antepasados. Su idioma vernáculo sigue siendo el inglés, aunque últimamente se están haciendo muchos esfuerzos, sobre todo en las escuelas, para difundir el castellano. La religión generalmente seguida y practicada con admirable fervor es el Cristianismo Evangélico, que cuenta con escuelas, iglesias y organizaciones bien dirigidas bajo
los auspicios de la Misión Bautista y otras denominaciones protestantes. Los poquísimos católicos que se hallan en las islas son por lo regular gentes del interior de la república, que han
ido a establecerse en los últimos años. Hay una misión de Padres Capuchinos que se empeña en propagar el catolicismo entre los isleños, valiéndose de los especiales privilegios que les otorga el gobierno, pero a pesar de esto no pueden realizar progreso alguno. Hablando de esto, el escritor católico Hno. Justo Ramón se expresa así: "Densamente pobladas están las tres islas principales. Los isleños son sanos y vigorosos, cultos y de excepcional honradez; católicos y protestantes conviven con mutuo respeto de su religión. La lengua corriente es el inglés." ** Nos alegramos infinitamente que un escritor católico pueda dar este honroso testimonio acerca de un territorio donde el protestantismo es mayoría. Quizá por eso sea que en las islas se goza de "mutuo respeto" religioso. Es una verdadera lástima que no podamos decir lo mismo del resto de Colombia, donde el protestantismo se encuentra en minoría !
Refiriéndose a esto mismo dice así un distinguido jurisconsulto bien enterado del asunto: "Ninguna unidad etnográfica es
* Camilo Jiménez en "Geograíía de Colombia".
** Hno. Justo Ramón, F.S.C. en "Geograiía de Colombia", Segundo Curso. Póg. 73.
más perfecta en su organización social que los isleños. Pueblo dedicado a la explotación del coco, la naranja y otros productos, como también la pesca. Se distingue por sus sanas costumbres. Ni robos, ni hurtos, ni delitos de sangre. Los que resultan son fácilmente localizables, pues con seguridad los responsables son personas del interior de Colombia. Podría decirse que es el núcleo humano más civilizado, honesto, moral y sencillo que hay en el país. Podríamos agregar que si todo el país fuera como los isleños, Colombia podría exhibirse ante el mundo como una nación verdaderamente culta y cristiana."
Qué distinto aquello a la manera como viven los demás colombianos en el resto de la república, donde el fanatismo religioso corre parejas con las más repugnantes manifestaciones de miseria material y espirítual, de ignorancia, corrupción y criminalidad. La historia de la violenta lucha fratricida de estos últimos años demuestra con trágica elocuencia que una gran parte del pueblo — por decir lo menos — carece en absoluto de los más elementales sentimientos, no digamos cristianos, sino simplemente humanos; todo lo cual constituye una prueba más del estruendoso fracaso del sistema religioso que por cuatrocientos años ha dominado la conciencia de los colombianos, habiendo logrado hacer de ellos un pueblo ritualista y fanático; pero alejado de Dios, sin ley ni moral en sus corazones; ni respeto para sus semejantes.
Nos alegramos de que en Colombia, centro arraigado de la religión católica, podamos contar con aquel hermoso ejemplo de esas islas de paz y de honradez; donde también se ha predicado el Cristianismo, pero un Cristianismo diferente . . . sin ritos ni ceremonias ; ni sufragios, ni santos milagrosos ; pero pletórico de fe y de vida espiritual. Naturalmente, los frutos tenían que ser distintos. Cristo no se equivocaba cuando dijo: "Por sus frutos los conoceréis . . . todo buen árbol lleva buenos frutos ; mas el árbol maleado lleva malos frutos."
Nuestro segundo contacto histórico con el cristianismo protestante ocurrió en los días de la Independencia, cuando vinieron muchos de esta religión; mas no en calidad precisamente de
pastores o misioneros, sino en traje de soldados, que venían de la lejana Inglaterra, a solicitud de los patriotas revolucionarios, dispuestos a unir con ellos sus espadas en defensa de la libertad americana. Una vez terminada la contienda, se quedaron muchos de ellos y establecieron sus hogares en diferentes ciudades de Colombia. El más sobresaliente de todos, tanto por el hon-
roso testimonio de su fe, como por los elevados cargos que ocupó, fué el Coronel James Fraser de quien tendremos oportunidad de hablar más adelante.
Más tarde fueron los agentes de las Sociedades Bíblicas, quienes anduvieron por caminos casi intransitables para visitar nuestras incipientes ciudades y poner en manos del pueblo mi-
llares de libros bien empastados que contenían el mensaje puro de la Palabra de Dios. Diego Thomson y Lucas Matthews son nombres memorables que nos recuerdan aquellas jomadas valerosas. Por fin, en 1856 llega a Bogotá el primer misionero protestante, el Dr. Henry Barrington Pratt, y establece un centro de predicación que llega a ser, andando el tiempo, la primera iglesia evangélica organizada dentro del país.
Así empezó su carrera de conquistas espirituales este movimiento dinámicamente creador, que no es como algunos piensan, un elemento exótico venido a última hora; sino que sus raíces
arrancan de los tiempos coloniales, vienen de los mismos días gloriosos de la Independencia y se confunden con el esfuerzo heroico de los forjadores de nuestra nacionalidad. Hoy, tras un siglo de lucha infatigable, en un ambiente de hosca intolerancia, sin más armas que la fe y la verdad, el Cristianismo Evangélico se levanta como una colectividad religiosa fuertemente constituida e íntimamente ligada a la cultura y al progreso patrios, con centenares de iglesias bien organizadas, escuelas, colegios, imprentas, periódicos, clínicas, centros especializados de preparación bíblica y millares de creyentes firmes y gozosos en su fe; pertenecientes a todas las clases sociales y distribuidos a lo largo y a lo ancho del territorio nacional.
"Levántate, resplandece, que ha venido tu lumbre,
y la gloria del Señor
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