Domingo, 7 de enero de 2018
UNA ARTISTA DETECTIVE
Astutas, artificiosas, eran ladronas de joyas aparentemente inapresables. napresables. Entonces se las vieron con una escultora que resultó detective.
LA BANDA DE LAS PELIRROJAS
POR JOHN PEER NUGENT Y RICHARD BRENNEMAN
LOS AUTORES de este artículo han reconstruido en forma sorprendente estos sucesos, sobre la base de procedimientos legales, registros oficiales y entrevistas con las personas afectadas. Aunque se cambiaron los nombres, el proceso de la investigación es verídico
PARA LA
atractiva pelirroja que llegaba de Miami (Florida) al Aeropuerto Kennedy, se
trataba tan sólo de un viaje más. Viajar formaba parte de su
"negocio", lo mismo que arreglárselas para que sus
"clientes" no la olvidaran.
Sally Lynn Dobbins, de 41 años, recogió su equipaje y, como siempre, abordó un
taxi. Llegando a la Ciudad de Nueva York, compró algunos periódicos suburbanos
y revisó las columnas de solicitud de empleados. En el Reporter Dispatch de
Westchester encontró lo que buscaba:
AMA DE LLAVES
Dos habitaciones y baño individual. Televisión, aire acondicionado. Zona exenta
de delincuencia ...
Su ojo experimentado se fijó en el número telefónico y la espléndida situación
de la residencia de Westchester que prometía riqueza y vulnerabilidad. Esto iba
a ser cosa fácil para quien, como Sally Lynn Dobbins, bahía venido con la
intención de robar. Ella era el personaje central de una banda de tres o cuatro
negras que vivían de conseguir empleo como sirvientas en hogares de familias
acaudaladas, para cargar con las joyas y el dinero en el momento oportuno.
La Dobbins poseía ojo clínico para la joyería de calidad y podía calcular en un
segundo las posibilidades que ofrecía una faena. Su aplomo y buenos modales
causaban buena impresión, e invariablemente se las arreglaba para engañar a
familias enteras. Pero este trabajo iba a
enfrentarla con una víctima temible. Lo que Sally Lynn había
localizado aquel viernes 17 de febrero de 1978 era el anuncio de Barbara Cohn.
Barbara Cohn, de 44 años, había sido escultora durante 17; su labor consistía
en diseñar desde cucharillas para café hasta enormes estructuras de acero que
se exponían en el Museo Aldrich de Ridgefield (Connecticut). Su marido Eric, de
56 años, debía su posición económica a la importación de ferretería industrial:
tuercas, pernos y tornillos. Por su atareado estilo de vida, la pareja no podía
prescindir de un ama de llaves para su mansión
Tudor de 17 habitaciones, situada en Rye (Nueva York).
La Dobbins llamó a una cómplice desde su, hotel. Analizó con ella el anuncio y
la aleccionó para que se presentara al trabajo utilizando el nombre de Ruth
Anne Miller. Esta cómplice era alta y hermosa, y tenía un paso cadencioso que
hacía obligatorio volverse a mirarla. Su cabello, como el de Sally Lynn
Dobbins, estaba teñido de rojo.
Al encargarse Ruth Anne del trabajo de Westchester, su amiga se dedicó a otro
asunto: reducir los diamantes de un botín anterior.
A BARBARA Cohn le pareció inobjetable el aspecto de la falsa pelirroja, Ruth
Anne Miller. Su firme apretón de manos y su
voz serena y potente, revelaban confianza en sí misma. La
entrevista se efectuó sin tropiezos. Barbara indagó acerca de anteriores
empleos y Ruth Anne los enumeró en detalle. No surgió en ningún momento la
cuestión de las recomendaciones, pues Barbara había terminado por aceptar que
la peor ama de llaves llegaba sin falta con las mejores referencias, además de
que se consideraba a sí misma una buena juez de caracteres. Por fin, le ofreció
el puesto; Ruth Anne aceptó.
"¡Justo lo que necesitamos!", exclamó Barbara ante su marido cuando
el ama de llaves salió.
Al día siguiente, antes del mediodía, la Miller dejó su maleta en su habitación
y se dispuso a cocinar de inmediato un impecable
almuerzo para los Cohn. En la misma tarde hizo todo lo relacionado con el
aseo de la casa y además se ocupó de alimentar al perro. Los Cohn
habían planeado cenar fuera; sin embargo sugirieron quedarse, a fin de que su
flamante ama de llaves no pasara sola aquella primera noche en la casa. Pero
Ruth Anne se opuso: "No tengo miedo de quedarme sola". Y los Cohn se
marcharon.
Ruth Anne Miller, prudente como de costumbre,
aguardó 30 minutos antes de poner manos a la obra, por si sus víctimas
regresaban a buscar algo olvidado. Trascurrido ese tiempo se
dirigió al dormitorio principal, que ya había
inspeccionado aquella tarde, y cargó
con 150.000 dólares en joyas. Posteriormente solicitó un taxi.
Cuando los Cohn volvieron a casa, el ama de llaves ya no estaba.
A LA mañana siguiente, el detective Gene Berry explicó a la señora Cohn que, en caso de ser atrapada, Ruth Anne Miller podía
declarar que había abandonado la casa antes del robo; sería
imposible probar lo contrario. Además, un criado tiene derecho legal a estar en
la casa y eso inutiliza el recurso de las
Barbara Cohn muestra sus alhajeros
vacíos
huellas dactilares. El único modo de
hacer efectivo el arresto, había dicho Berry, era
sorprender a la pelirroja con las manos en la masa. Barbara pensó
que la policía se resignaba demasiado ante las dificultades para capturar a la ladrona.
Solicitó huellas digitales e informes del
proceso, y llevó a cabo pruebas de
laboratorio por su propia parte. Proporcionó a Berry muchos más
detalles fisonómicos acerca de Ruth Anne Miller
de los que traía el cuestionario policiaco, y elaboró aún más preguntas. Cuando vio tal determinación, el detective le
proporcionó algunas pistas.
Un día después del hurto, Barbara seguía necesitando una buena servidumbre. Y
al entrevistar a una aspirante le comentó el robo de que había sido objeto.
—¡Dios mío —exclamó la entrevistada—, lo mismo le pasó a una señora que conocí
en la Navidad!
En unos minutos, Barbara hablaba por teléfono con la otra víctima de Rye. Se había convertido en una detective de 24 horas al día.
Empezaron a llover pruebas de
casos semejantes. La señora Cohn hablaba con una
víctima tras otra, reconstruyendo cada robo. Pronto, doce
investigadores de Westchester le suministraban información.
Su capacidad de observación,
propia del artista, le sirvió de mucho. Sus
interrogatorios incluían preguntas que otros investigadores habían
descuidado: maquillaje, estructura ósea
y talla de la ropa íntima; esquema de los dientes, ángulo nasal, situación de la mandíbula;
amplitud de las caderas, inclinación de la
barbilla, y tono de piel de la culpable.
Por fin llegó a una conclusión incontrovertible: se enfrentaba no
sólo con una Ruth Anne Miller sino con un
círculo de tres o cuatro mujeres.
Finalmente, basándose tan sólo en la descripción física, pudo separar varias
falsas amas de llaves que compartían diversos alias, usaban el mismo esquema de trabajo y tenían
el cabello rojo. El color de la cabellera era un ardid para aparentar que sólo era una ladrona pelirroja la que
andaba suelta.
Barbara llegó a la conclusión de que la banda sabía
que las 44 comisarías policiacas de Westchester apenas intercambiaban
información sobre delitos no violentos contra la
propiedad, tales como robos de cantidades importantes. La utilización repetida
de los mismos alias por parte de las pelirrojas, asi lo indicaba. Y puesto que no existía un archivo general
referente al truco del ama de llaves, la señora Cohn
instaló un registro en su casa. Contrató a una secretaria y conversó
con más de 60 víctimas. Gastaba cantidades de
cinco cifras de su propio bolsillo. Y aun así las pelirrojas
cometieron cuatro hurtos en la parte alta del Lado Este de Nueva York durante
el verano de 1978.
Barbara pensaba cada vez más en el comentario del detective Berry: la única
forma de probar el delito consistía en sorprender a la pelirroja con las manos
en la masa. Así, un vecino le prestó su casa todo un fin de semana de julio.
Luego ella recabó entre amigos y aliados joyas
por valor de 15.000 dólares para usarlas como cebo. Después,
obtuvo pasta ultravioleta para marcar las gemas. Por último, pidió a su hija
que simulara ser la propietaria de la casa.
Pocos días antes de que el escenario estuviera dispuesto, Barbara se comunicó
con las personas de Westchester que recientemente habían solicitado ayuda
doméstica por medio de anuncios. Expuso su plan para atrapar a la banda y pidió a sus oyentes que dirigieran a cualquier sospechosa
de cabello rojo al escenario indicado. Por desgracia no se presentó
ninguna pelirroja.
Casi terminaba el verano cuando Barbara encontró nuevo apoyo en una mujer de
Nueva York, quien cedió voluntariamente su departamento de dos pisos en Park
Avenue para instalar otro escenario. Esto condujo a Barbara hasta el detective
Gerry Varley, de la Unidad de Investigación del Distrito 19, quien recordó un
caso reciente, similar a los que ella estaba relatando, con cabelleras rojas y
todo. La víctima estaba por anotarse un punto a su favor cuando tuvo la
sensación de reconocer una cara en la foto que Varley le mostró. Se trataba de
una mujer que coincidía con las descripciones
proporcionadas a Barbara por las
víctimas de robo: Sally Lynn Dobbins.
En noviembre, la señora Cohn proseguía con sus telefonemas a personas que
habían puesto anuncios. Estaba explicando su investigación a una mujer de Nueva
Rochelle (Nueva York), cuando esta exclamó:
—¡Acabo de admitir a un ama de llaves pelirroja!
¡Ahora mismo está aquí!
—Reténgala —dijo Barbara—. Llamaré a la policía.
La nueva criada oyó que su patrona bajaba la voz y
sospechó algo. Intentó huir pero la aprehendieron poco después,
cuando iba a la estación del ferrocarril.
Y así fue cómo Barbara Cohn vio a Sally Lynn Dobbins a través de un cristal
polarizado en la comisaría de Nueva Rochelle. Por fin se encontraban sus
caminos. Pero la policía no podía retener a la
Dobbins, pues no había tenido tiempo de cometer su fechoría, y no existían
pruebas sólidas para relacionarla con delitos anteriores.
EN EL invierno de 1978 a 1979 Barbara se encontró inmovilizada. Era muy simple:
las pelirrojas no estaban trabajando. Calculó que entre el 3 de septiembre de
1973 y el 16 de diciembre de 1978, el círculo de amas de llaves había obtenido
unas 60 colocaciones, por medio de las cuales habían sustraído más de dos millones de dólares en alhajas.
Barbara creía conocer bien a las pelirrojas y presuponía que no iban a permanecer
inactivas mucho tiempo. El 2 de junio de 1979 comprobó su hipótesis.
Una ex discípula de su cátedra de escultura la llamó desde Bel Air en
California. Se murmuraba que una especie de banda
de amas de llaves rondaba el área. Barbara habló por teléfono con
algunas víctimas de Bel Air y con el detective Miles Lee del departamento de
robos de Beverly Hills. Le dio un informe
meticuloso y preciso de lo que había pasado en el Este, completado
con la descripción de las principales sospechosas.
Todo resultaba claro. Sally Lynn Dobbins se había ocultado un tiempo para
después reaparecer en California. Estaba dando un
buen golpe cada tres semanas, en dicho estado, lo que ya sumaba diez
éxitos y algo más de 350.000 dólares en su haber.
Una vez que Barbara hubo identificado a la Dobbins ante el detective Lee, le cedió información como si se tratara de un intercambio
entre policías. En agosto, el detective creyó tener suficientes
pruebas sólidas para moverse sin plan determinado.
La Dobbins se había vuelto descuidada, demasiados empleos en muy
poco tiempo y en sectores reducidos. Sus víctimas la tenían señalada sin género
de duda.
Tras el arresto en su casa de Florida fue extraditada a California. Cuando su
juicio empezó, en febrero de 1980, Barbara Cohn viajó
en avión por su cuenta a la costa y
trabajó para Richard Neidorf, fiscal del distrito de Los Angeles, como
asistente honoraria, desenmarañando para él la historia del círculo. Después
de tres semanas, la Dobbins fue declarada culpable de 20 cargos de robo y sustracción
de cantidades considerables, registrados en California. El juez le impuso una
pena de nueve años máximo de prisión.
Quizá la ironía final del caso es que uno de los
primeros trabajos asignados a Sally Lynn Dobbins en el penal fue el de
cocinera: un tipo de puesto que siempre se enorgulleció de eludir.
Desde entonces la banda se apaciguó. Pero la caza
continúa, porque en alguna parte está "Ruth Anne Miller", a quien
persigue una incansable mujer de muy buena memoria.
Selecciones del R,D. 1981 Mayo
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