Una
Revelacion Divina
del Infierno
Queda Muy Poco Tiempo!
por
Mary Katherine Baxter
En ese momento un demonio me,dijo, “Tu Jesús te abandonó, ¿No es asi? Si, tú eres propiedad de satanás ahora.” Carcajadas malignas salieron de él, mientras el recogía mi figura y me colocaba sobre algo. Pronto me dí cuenta que estaba sobre la espalda de una forma de muerte viviente de algún tipo de animal. El animal, como yo, era de un color gris sucio, lleno de inmundicia y carne podrida. Un olor terrible llenaba la atmósfera de aire sucio.
El animal me llevo alto sobre un borde. Yo pensé, “Oh Señor, dónde estás?”
Pasamos delante de muchas almas que pedían salvación. Escuché el fuerte sonido de la quijada del infierno abriéndose al mismo tiempo que muchas almas me pasaban. Mis manos estaban atadas atrás.
El dolor no era constante —venía y se iba de pronto. Yo gritaba cada vez que el dolor venía y esperaba con temor cuando se aliviaban.
Yo pensé, “ ¿saldré de aqui? Qué está por pasar? Es este el fin? Que he hecho para merecer el infierno? “Oh Señor, dónde estás?” Grité con dolor.
Lloré, pero no me salían lágrimas —solamente sollozos secos estremecieron mi cuerpo. El animal se paró delante de algo. Miré y ví un salón hermoso que estaba lleno de riquezas extravagantes y joyas brillantes. En el centro del salón había una mujer hermosa vestida con ropas de una reina. Yo en mi estado desesperante pensaba en que era esto.
Yo dije, “Mujer, por favor, ayúdame.” Ella se me acercó y escupió en mi figura de cara. Ella me maldijo y me dijo muchas cosas malas. “Oh Señor, Que es lo próximo? exclamé y de ella salió una carcajada.
Delante de mis ojos de pronto la mujer se convirtió en un hombre, un gato, un caballo, una serpiente, una rata, y en un jovencito. Lo que ella deseaba ser, eso era. Ella tenía grandes poderes malignos. Sobre el techo de su salon estaba escrito, “Reina de Satanás.”
El animal siguió hacia adelante, lo que me pareció haber sido por horas y entonces de pronto se paró y fuí lanzada al suelo. Miré hacia arriba y ví un ejercito a caballo corriendo hacia mi y fui obligada a saltar a un costado mientras pasaban. Ellos también, eran esqueletos con el sucio color gris de la muerte.
Después que ellos pasaron, fui recogida del suelo y puesta en una
celda. Cuando alguien cerró la puerta, miré alrededor de la celda con
horror y me puse a llorar. Ore, pero sin esperanza. Lloré y me arrepentí muchas veces de mis pecados.
Si, pensé en las muchas cosas que pude haber hecho para traer a otros a Cristo y para ayudar a los que me necesitaban. Me arrepentí de las cosas que había hecho y de las que no había hecho.
“Oh Señor, sálvame,” exclamé. Una y otra vez, le pedí a Dios que me ayudara. Yo no podía verlo ni sentirlo. Yo estaba en el infierno como todos los otros que había visto. Me caí al suelo de dolor y lloré. Me sentí perdida para siempre.
Las horas pasaron, y de vez en cuando, se escuchaban los fuertes sonidos otra vez y otras almas caían al infierno. Yo seguía clamando, “Jesús, dónde estás?” pero ninguna respuesta llegó. Los gusanos comenzaron a arrastrarse otra vez dentro de mi figura de alma. Yo podía sentirlos a todos por dentro.
Si, pensé en las muchas cosas que pude haber hecho para traer a otros a Cristo y para ayudar a los que me necesitaban. Me arrepentí de las cosas que había hecho y de las que no había hecho.
“Oh Señor, sálvame,” exclamé. Una y otra vez, le pedí a Dios que me ayudara. Yo no podía verlo ni sentirlo. Yo estaba en el infierno como todos los otros que había visto. Me caí al suelo de dolor y lloré. Me sentí perdida para siempre.
Las horas pasaron, y de vez en cuando, se escuchaban los fuertes sonidos otra vez y otras almas caían al infierno. Yo seguía clamando, “Jesús, dónde estás?” pero ninguna respuesta llegó. Los gusanos comenzaron a arrastrarse otra vez dentro de mi figura de alma. Yo podía sentirlos a todos por dentro.
La muerte estaba en todos los lugares. Ya no tenía carne, Organos, sangre, cuerpo o esperanza y continuaba sacando gusanos de mi forma de esqueleto. Yo estaba consciente de todo lo que me estaba sucediendo y me quería morir, pero no podía. Mi alma estaría viva para siempre.
Comencé a cantar de la vida y el poder en la sangre de Cristo que nos puede salvar de nuestros pecados. Cuando lo hice, vinieron demonios grandes con lanzas y gritaron, “cállate.”
Me hirieron con las lanzas y sentí llamas calientes de fuego cuando las
puntas de las lanzas entraban en mi forma una y otra vez hiriéndome.
Ellos cantaron, “Satanás es dios aqui. Odiamos a Jesús y todo lo que El representa.”
Como no dejé de cantar, me sacaron de la celda y me arrastraron a una gran salida. Ellos dijeron, “Si no te callas, tus tormentos serán peores”.
Cesé de cantar, y al fin me pusieron otra vez en la celda. Me acordé de un versículo sobre los angeles caídos que estaban encadenados hasta el juicio final. Yo pensé si ese sería mi juicio. “Señor salva a la gente de la tierra,” exclamé. “Despiértalos antes que sea muy tarde.”
Muchas escrituras me vinieron a la mente, pero como le temía a los demonios no los pronuncié. Ayes y gritos Llenaban el aire sucio. Una rata se me acercó y la patié. Pensé en mi esposo y mis hijos. Yo exclamé, “Oh Dios, no los dejes venir aquí,” pues estaba segura que estaba en el infierno.
Ellos cantaron, “Satanás es dios aqui. Odiamos a Jesús y todo lo que El representa.”
Como no dejé de cantar, me sacaron de la celda y me arrastraron a una gran salida. Ellos dijeron, “Si no te callas, tus tormentos serán peores”.
Cesé de cantar, y al fin me pusieron otra vez en la celda. Me acordé de un versículo sobre los angeles caídos que estaban encadenados hasta el juicio final. Yo pensé si ese sería mi juicio. “Señor salva a la gente de la tierra,” exclamé. “Despiértalos antes que sea muy tarde.”
Muchas escrituras me vinieron a la mente, pero como le temía a los demonios no los pronuncié. Ayes y gritos Llenaban el aire sucio. Una rata se me acercó y la patié. Pensé en mi esposo y mis hijos. Yo exclamé, “Oh Dios, no los dejes venir aquí,” pues estaba segura que estaba en el infierno.
Dios no me podía escuchar. Los oídos del Todopoderoso están cerrados a los gritos del infierno, yo pensé, si por los menos alguien escuchara.
Una rata grande corrió por mis piernas y me mordió, yo grité y la arranqué. Tuve un dolor agudo. Un fuego, que no sé de donde salió, comenzó a quemarse Segundos, minutos y horas pasaron. Yo era un pecador que se fue al infierno.
“Oh muerte, ven, por favor,” grite. Mis gritos parecían llenar toda la
quijada del infierno. Otros se unieron a mis gritos —perdidos para
siempre— no hay salida. Quería morir, pero no podía.
Me caí
al suelo sintiendo todos estos tormentos. Escuché la quijada abrirse
otra vez y más almas entraron. Las llamas me quemaron ahora y sentí un
nuevo dolor. Yo sabía todo lo que estaba sucediendo. Yo tenía una mente clara y conciente. Yo conocía todas estas cosas, y sabía que cuando las almas morían en la tierra, y no eran salvas de sus pecados eran traídas aquí. Grité, “Oh mi Dios, sálvame. Por favor, sálvanos a todos.”
Me acordé de toda mi vida y de todos los que me habían hablado de Jesús. Me acordé haber orado por los enfermos y como Jesús los había sanado. Me acordé de las palabras de amor, consuelo y fidelidad de Jesús.
Si solamente fuera, o hubiera sido, como Jesús, yo no estaría aquí, pensé. Me acordé también de todas las cosas buenas que Dios me había dado —como me había dado el aire que respiro, comida, hogar, hijos y cosas buenas para gozar. Pero, si El es un Dios bueno, ¿ qué es lo que hago aquí?
Ya no tenía fuerzas para levantarme, pero mi alma seguía gritando, “Déjenme salir de aquí.”
Yo sabía que sobre mí la vida continuaba y en algún lugar mis amigos y mi familia estaban viviendo su vida normal. Yo sabía que en algun lugar allá arriba habían sonrisas, amor y bondad. Pero aún todo eso comenzó a desaparecer debido a mi tremendo dolor.
Esta parte del infierno estaba llena de media oscuridad, y una neblina opaca y sucia. En todas partes había una luz amarilla opaca y el olor a carne podrida y corrupción era casi imposible de soportar. Los minutos parecían horas y las horas se hacian eternas. Oh, ¿cuándo terminará esto? No dormía ni tenía descanso, comida o agua, tenía mucha hambre y sed como jamás la había experimentado antes. Estaba tan cansada y soñolienta, pero el dolor seguía y seguía.
Cada vez que se abría la quijada, tiraban otra carga de almas en el infierno y yo pensaba si algún conocido se encontraba entre ellas. Traerían a mi esposo aqui?
Muchas horas habían pasado desde que llegué a la quijada del infierno. Entonces observé que una luz comenzaba a alumbrar el cuarto. De pronto el fuego cesó, la rata se fue corriendo y el dolor de mi cuerpo desapareció. Busqué un lugar de salida, pero no encontré ninguno.
Me pregunté sobre lo que estaría pasando. Miré por las ventanillas del infierno, sabiendo que esto era algo terrible. Entonces el infierno comenzó a estremecerse y el fuego ardiente regresó. Otra vez, las serpientes, las ratas y los gusanos! Un dolor insoportable llenó mi alma, cuando los tormentos comenzaron otra vez.
Grité, “Oh Dios déjame morir,” y comencé a golpear el suelo de tierra de mi celda con mis manos delgadas. Grité y lloré, pero a nadie le importaba.
De pronto, fui levantada de mi celda, por una fuerza invisible. Cuando recobré el conocimiento, Jesús y yo estábamos parados delante de mi casa. Yo exclamé, “¿Porqué Señor, por qué?” y me caí a sus pies en desesperación. Jesús dijo, “Sea la paz.” Enseguida estaba en paz. El me levantó con ternura y me quedé dormida en sus brazos.Me acordé de toda mi vida y de todos los que me habían hablado de Jesús. Me acordé haber orado por los enfermos y como Jesús los había sanado. Me acordé de las palabras de amor, consuelo y fidelidad de Jesús.
Si solamente fuera, o hubiera sido, como Jesús, yo no estaría aquí, pensé. Me acordé también de todas las cosas buenas que Dios me había dado —como me había dado el aire que respiro, comida, hogar, hijos y cosas buenas para gozar. Pero, si El es un Dios bueno, ¿ qué es lo que hago aquí?
Ya no tenía fuerzas para levantarme, pero mi alma seguía gritando, “Déjenme salir de aquí.”
Yo sabía que sobre mí la vida continuaba y en algún lugar mis amigos y mi familia estaban viviendo su vida normal. Yo sabía que en algun lugar allá arriba habían sonrisas, amor y bondad. Pero aún todo eso comenzó a desaparecer debido a mi tremendo dolor.
Esta parte del infierno estaba llena de media oscuridad, y una neblina opaca y sucia. En todas partes había una luz amarilla opaca y el olor a carne podrida y corrupción era casi imposible de soportar. Los minutos parecían horas y las horas se hacian eternas. Oh, ¿cuándo terminará esto? No dormía ni tenía descanso, comida o agua, tenía mucha hambre y sed como jamás la había experimentado antes. Estaba tan cansada y soñolienta, pero el dolor seguía y seguía.
Cada vez que se abría la quijada, tiraban otra carga de almas en el infierno y yo pensaba si algún conocido se encontraba entre ellas. Traerían a mi esposo aqui?
Muchas horas habían pasado desde que llegué a la quijada del infierno. Entonces observé que una luz comenzaba a alumbrar el cuarto. De pronto el fuego cesó, la rata se fue corriendo y el dolor de mi cuerpo desapareció. Busqué un lugar de salida, pero no encontré ninguno.
Me pregunté sobre lo que estaría pasando. Miré por las ventanillas del infierno, sabiendo que esto era algo terrible. Entonces el infierno comenzó a estremecerse y el fuego ardiente regresó. Otra vez, las serpientes, las ratas y los gusanos! Un dolor insoportable llenó mi alma, cuando los tormentos comenzaron otra vez.
Grité, “Oh Dios déjame morir,” y comencé a golpear el suelo de tierra de mi celda con mis manos delgadas. Grité y lloré, pero a nadie le importaba.
El próximo día, cuando desperté, estaba muy enferma. Por muchos días reviví los horrores del infierno y sus tormentos. De noche me despertaba gritando y diciendo que gusanos estaban arrastrándose sobre mi. Le tenía mucho miedo al infierno
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