17 de febrero de 2021
Una
Revelacion Divina
del Infierno
Queda Muy Poco Tiempo!
por
Mary Katherine Baxter
Capítulo 3: La
pierna derecha del infierno
Desde la noche anterior cuando estuve
en el infierno no he podido dormir ni comer. Cada día revivo el infierno.
Cuando cerraba mis ojos todo lo que podía ver era el infierno. Mis oídos
no podían dejar de escuchar los gritos de los condenados. Así como un
programa de televisión, yo revivía una y otra vez todas las cosas que
había visto en el infierno. Todas las noches estaba en el infierno,
y de día, trabajaba para encontrar las palabras correctas para explicarle
estas cosas tan terribles al mundo.
Jesús se me apareció otra vez y me dijo,
“Esta noche vamos a entrar en la pierna derecha del infierno, mi hija.
No tengas temor, pues yo te amo y estoy contigo.”
El rostro del Señor estaba triste, y
sus ojos estaban llenos de mucha ternura y un profundo amor. Aunque
los que estaban en el infierno estaban perdidos para siempre, yo sabía
que El todavía los amaba y los seguiría amando por toda la eternidad.
“Mi
hija,” el dijo, “Dios, nuestro Padre, le ha dado a cada uno de nosotros
una voluntad para que escojamos de servirle a El o a satanás.
Sabes,
Dios no hizo el infierno para su pueblo. Satanás engaña a muchos para
que le sigan, pero el infierno fue hecho para satanás y sus ángeles.
No es mi deseo, ni el deseo de mi Padre, que alguien perezca.” Lágrimas
de compasión corrían por las mejillas de Jesús.
El comenzó a hablarme otra vez, “Acuérdate
de mis palabras, en los días por venir, mientras te enseño el infierno.
Yo tengo todo poder en el cielo y en la tierra. Habrán tiempos cuando
te sentirás como que te he abandonado, pero no es así. En ocasiones
seremos vistos por las fuerzas malignas, y las almas perdidas, mientras
que en otras ocasiones nadie nos vera. No importa a donde vayamos, ten
paz y no temas en seguirme.”
Salimos juntos. Yo lo seguí de cerca
y lloraba. Durante días había estado llorando, y no podía deshacerme
de la presencia del infierno que estaba siempre delante de mi. En mi
interior yo lloraba. Mi espíritu estaba muy triste.
Llegamos a la pierna derecha del infierno.
Mirando hacia adelante, yo ví que estábamos en un camino seco y quemado.
El aire sucio estaba lleno de gritos y un olor a muerte estaba por doquier.
El olor era a veces tan repugnante que me enfermaba el estómago. Había
oscuridad en todos los lugares a excepción de la luz que emanaba del
rostro de Jesucristo y de las fosas de fuego, que se veían en todas
partes de ese lugar hasta donde alcanzaba nuestra vista.
De pronto, delante de nosotros comenzaron
a pasar demonios de toda clase . Algunos diablillos restrillaban sus
dientes al pasar. Espíritu de demonios de todos los tamaños y formas
hablaban entre ellos. Delante de nosotros, un demonio grande le estaba
dando órdenes a demonios pequeños. Nos paramos a escuchar y Jesús dijo,
“Aquí también hay un ejército invisible de fuerzas malignas que no se
ven aquí, demonios tales como espíritus malignos de enfermedad.”
“Anda,
le dijo el demonio grande a los duendes y diablos más pequeños. “Hagan
muchas cosas malas, rompan los hogares y destruyan familias, seduzcan
a los cristianos débiles, mal informen y extravién a todos los que puedan.
Ustedes tendrán su recompensa cuando regresen. Acuérdense, que deben
de tener cuidado de aquellos que genuinamente han aceptado a Jesús como
su Salvador. Ellos tienen el poder para expulsarlos. Vayan por toda
La tierra. Yo tengo muchos más de ustedes alli y tengo otros más por
enviar. Acuérdense, somos sirvientes del príncipe de las tinieblas y
de los poderes de los aires.”
Entonces, las formas malignas comenzaron
a volar hacia arriba y a salir del infierno. Puertas, en la parte alta
de la pierna derecha del infierno se abrían y se cerraban rápidamente
para dejarlos salir. Otros subieron y salieron del túnel en forma de
embudo por el cual habíamos bajado.
Voy a tratar de describirles la apariencia
de estos seres malignos. El que estaba hablando era muy grande, del
tamaño de un oso, de color marrón, con la cabeza como un murciélago
y sus ojos estaban colocados bien adentro de su rostro belludo. De sus
costados colgaban unos brazos belludos y de los cabellos de su cara
salían colmillos.
Otro era pequeño como un mono, con brazos
bien largos y cabellos sobre todo su cuerpo. Su cara era pequeña y tenía
una nariz puntiaguda. No pude ver los ojos en ninguna parte de su ser.
Otra tenía una cabeza grande con orejas
largas y un rabo largo, mientras que otro era grande como un caballo
y tenía una piel suave. La visión de estos demonios y espíritus malos
así como el olor terrible que salía de ellos, me enfermó del estómago.
Donde quiera que veía habían demonios y diablos. El mas grande de ellos,
según me conto Jesús, estaba recibiendo órdenes directamente de satanás.
Jesús y yo caminamos por el camino hasta
que llegamos a otra fosa. Gritos de dolor, sonidos de dolores inolvidables,
se escuchaban por doquier. Mi Señor, qué viene después? yo pensé.
Caminamos y pasamos directamente delante
de algunos de los seres malignos (parecían que no nos veían) y nos paramos
delante de otra fosa de fuego y azufre. En esta otra fosa había un hombre
con un cuerpo grande. Lo escuché predicando el evangelio. Yo miré a
Jesús espantada esperando que me diera una respuesta, pues El siempre
conocia mis pensamientos. El me dijo, “Cuando este hombre estaba en
la tierra, era un predicador del evangelio. En un tiempo habló la verdad
y me sirvió.” Yo me preguntaba por qué razón este hombre estaba en el
infierno. El era como de seis pies de alto y su esqueleto era de un
color gris y sucio como una piedra sepulcral y partes de sus ropas todavía
colgaban de él.
Yo me preguntaba porque las llamas habían
dejado estas ropas rotas y andrajosas y no las había quemado. Su carne
en fuego colgaba de él y su cráneo también estaba en fuego. Un olor
terrible emanaba de él. Vi como el hombre extendía sus manos como si
estuviera cargando un libro y comenzaba a leer escrituras de un libro
simulado. Otra vez, me acordé de lo que dijo Jesús:
“Tu
tienes todos tus sentidos en el infierno, y son más efectivos aquí.”
El hombre leía escritura tras escritura,
y yo pensé que eso era bueno. Jesús le dijo, con grande amor en su voz,
“Paz, estad quieto.” Inmediatamente, el hombre dejó de hablar y se volvió
lentamente para mirar a Jesús.
Yo vi el alma del hombre dentro de su
esqueleto. El le dijo al Señor, “Señor, ahora le voy a predicar la verdad
a toda la gente. Ahora, Señor, estoy listo para ir y contarle a otros
de este lugar. Yo se que cuando estaba en la tierra yo no creí que había
un infierno, ni tampoco que tu venías otra vez. Esto era lo que la gente
quería escuchar y yo comprometí la verdad con la gente de mi iglesia.
Yo se que no me gustaba nadie que fuese de diferente raza, o color de
piel y causé que muchos se apartaran de ti. Yo hice mis propias reglas
sobre el cielo y sobre el bien y el mal. Yo se que dirigí a muchos hacia
el mal y causé que muchos cayeran y se apartaran de tu Santa Palabra,
y tomé dinero de los pobres. Pero, Señor, déjame salir, y haré lo correcto.
No tomaré más dinero de La iglesia. Yo ya estoy arrepentido. Yo amo
La gente de todas las razas y colores.”
Jesús dijo: “No solamente distorsionaste
y malinterpretaste la Santa Palabra de Dios, sinó que mentiste al decir
que no conocias la verdad. Los placeres de la vida fueron mas importantes
para ti que la verdad. Yo mismo te visité y traté de conseguir que regresarás,
pero tu no me escuchaste. Te fuiste por tu propio camino y la maldad
era tu Señor. Tu conocias la verdad, pero no te arrepentías, ni regresabas
a mi. Yo estaba presente todo el tiempo y te esperé. Yo quería que tu
te arrepintieras, pero no lo hiciste. Y ya el juicio ha sido dado.”
Había pena en el rostro de Jesús. Yo
sabía que si el hombre hubiera escuchado el llamado del Señor, él no
estaría aquí ahora. Oh, pueblo, por favor escuchen.
Jesús le habló al descarriado otra vez:
“Tu debiste haber dicho la verdad y así hubieras guiado a muchos hacia
la justicia con la Palabra de Dios, que enseña que todos los incrédulos
tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre.
Tu conocías el camino de la cruz. Tu
conocías el camino de la justicia. Tu sabías que tenías que predicar
la verdad. Pero satanás llenó tu corazón de mentiras, preferiste el
pecado. Debiste haberte arrepentido con sinceridad y no a medias. Mi
Palabra es verdadera. Esta no miente, y ahora es muy tarde, muy tarde.”
Este hombre amenazó a Jesús con sus puños
y lo maldijo, pero aún así Jesús exclamo: “Mi Padre, ten misericordia.”
Con mucha tristeza, Jesús y yo caminamos
hacia la próxima fosa. El predicador descarriado todavía seguía maldiciendo
a Jesús en su íra. Mientras caminábamos por las fosas de fuego, las
manos de los perdidos se extendían para tocar a Jesús, y le rogaban
a gritos que tuviera misericordia. Sus manos y brazos de huesos estaban
grises y negros del fuego— no había carne viva o sangre, u órganos,
solamente la muerte. Yo lloraba por dentro, “Oh tierra, arrepiéntete.
Si no lo haces vendrás a este lugar. Detente, antes de que sea muy tarde.
Nos paramos en otra fosa. Sentía tanta
pena y tristeza por todos ellos que estaba físicamente débil y casi
no me podía parar. Tanto llanto me conmovió y dije “Jesús, me duele
tanto en mi interior.”
Desde la fosa una mujer le habló a Jesús.
Ella estaba parada en el centro de las llamas, y éstas cubrían todo
su cuerpo. Sus huesos estaban llenos de gusanos y carne muerta. Mientras
las llamas se prendían a su alrededor, levantó sus manos hacia Jesús,
gritando, “Sácame de aqui. Yo te doy mi corazón ahora, Jesús, ahora
le contaré a otros de tu perdón. Yo testificaré de ti. Te ruego, por
favor déjame salir.”
Jesús dijo, “Mi palabra es verdad, y
ésta declara que todos tienen que arrepentirse y dejar sus pecados,
y pedirme que entre en sus vidas, si quieren escapar de este lugar.
Por medio de mi sangre hay perdón de pecados. Yo soy fiel y justo y
perdonaré a todos los que vienen a mi. Yo no los echaré fuera.”
El dio la vuelta, miró a la mujer y dijo,
“Si tu me hubieras escuchado y hubieras venido a mí arrepentida, yo
te hubiera perdonado.”
La mujer preguntó, “Señor,¿ no hay manera
de salir de aquí?”
Jesús habló bien suavemente. “Mujer,”
le dijo, “Se te dieron muchas oportunidades para arrepentirte, pero
tu endureciste tu corazón y no lo hiciste. Y tu sabes que mi palabra
dice que “todos los adúlteros tendrán su parte en el lago de fuego.”
Jesús se dirigió a mi y dijo, “Esta mujer
tuvo muchas relaciones pecaminosas con muchos hombres, y causó que muchos
hogares se desbaratáran. Sín embargo, a pesar de todo eso, todavía la
amo. Yo la busqué no para condenarla, sino para salvarla. Yo le envié
muchos de mis siervos para que se arrepintiera de sus malos caminos,
pero no quiso. Cuando era una mujer joven la llamé, pero ella continuó
haciendo el mal. Ella hizo muchas cosas malas, sin embargo, yo la hubiera
perdonado si hubiera venido a mi. Satanás entró en ella, y creció en
amargura, y no quiso perdonar a otros.Ella iba a la iglesia solamente a buscar
hombres, y los seducía. Si solamente hubiera venido a mi, sus pecados
hubieran sido lavados por mi sangre. Parte de ella me quería servir,
pero no podemos servir a Dios y a satanás a la misma vez. Cada persona
tiene que escoger a quien va a servir.”
“Señor,”
yo grité, “dame fuerzas para seguir.” Yo estaba temblando desde mi cabeza
hasta los pies debido a los horrores del infierno.
Jesús me dijo: “Paz, estad quieta.”
“Ayudame,
Señor.” grite. “Satanás no quiere que nosotros sepamos la verdad del
infierno. En mis sueños mas atrevidos jamás pensé que el infierno fuera
así. Querido Jesús, cuándo terminará esto?“Mi
hija,” respondió Jesús, “solamente el Padre sabe cuando vendrá el fin.”
Después me habló otra vez y me dijo, “Paz, estad quieta.” Una gran fortaleza
vino sobre mi.
Jesús y yo caminamos por las fosas. Yo
quería jalar del fuego a cada persona que pasaba y traerlos ligeramente
a los pies de Jesús. Lloré mucho por dentro. Pensé dentro de mi, yo
no quiero que mis hijos vengan jamás a este lugar.
Al fin, Jesús se dirigió a mi y dijo
calladamente, “Mi hija, iremos ahora a tu hogar. Mañana por la noche
regresaremos a esta parte del infierno.”De regreso a mi hogar, lloré y lloré.
Durante el día reviví el infierno y los horrores de todas las gentes
que se encuentran allí.Durante el día le conte a todos acerca
de lo que ví en el infierno. Yo les dije que el dolor del infierno es
increíble.
A los que están leyendo este libro, por
favor, yo les ruego, arrepiéntanse de sus pecados, clamen a Jesús y
pidanle que les salve, clamen a El hoy. No esperen hasta mañana. El
mañana quizas no llegue. El tiempo se termina ligeramente. Caigan de
rodillas y sean limpios de sus pecados. Sean buenos los unos con los
otros. Por el bien de Jesús, sean bondadosos y perdónense los unos a
los otros. Si está enojado con álguien, perdónenlo. No vale la pena
ir al infierno por un enojo. Perdonen como Jesucristo nos perdona de
nuestros pecados. Jesús es poderoso para sostenernos si es que tenemos
un corazón arrepentido y dejamos que su sangre nos limpie de todo pecado.
Amen a sus hijos y a su prójimo como así mismo.
El Señor de la iglesia dice, “arrepiéntanse
y sean salvos.”
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