martes, 14 de marzo de 2023

12 OCTUBRE HISPANOAMERICANO POR SIEMPRE

 Miércoles, 11 de octubre de 2017

12 OCTUBRE HISPANOAMERICANO POR SIEMPRE
 MI CORAZON POR SIEMPRE CON LA ESPLENDIDA SEFARAD
En el año 5283 del calendario judío (año 1523), yo Yosef Ben Halevi Haivri, conocido con el nombre de Luis de Torres, “escribo esta historia por recuerdo, después que retire a el mundo muevo en el país de Chile, en la quala me dieron el rey i la reina una heredad en el vaye Copiapo detrás de los cordilieros”
Nací en la ciudad de Córdoba, conocida por los judíos como La Ciudad Buena, en Andalucía, España y puedo contar sólo algunos de los sufrimientos acaecidos en mi vida, junto a mi familia, escritos por personas mucho mayores que yo. Mi padre y mi abuelo, eran escribas de la Torá y yo crecí y me eduqué entre libros sagrados, así tuve el privilegio de ser compañero del gran Noble Christopher Colón, salido de nuestro país a la tierra del gran Emperador de la India, después que recorrió el país buscando un judío que entendiera la lengua hebrea para poder, con ayuda de Dios, hablar cuando encontrara las Diez Tribus en la nueva tierra.
Fui elegido y embarqué con él, pasaron muchos días hasta que arribamos en noche de shabat al continente nuevo, a las dos después de medianoche, que era noche de Hosanna Rabá de 5253  y que quedará siempre en mi memoria y por eso me siento a escribir esto para las generaciones que vendrán.
En el día de la violencia, Tisha Beav del año 5252 , día de angustia, castigo e insulto, en que salió de España la mitad de la gente que en su momento dejó Egipto, 300.000 almas entre hombres, mujeres y criaturas, estaban en las naves con médicos como Marco y Birnal, Don Rodrigo y su tío Don Gabriel San-Shez, y los marineros djidios, Alonso de la Quer, Rodrigo de Triana, Juan Cabariera, entre otros. El mar estaba tempestuoso tanto que era preferible la muerte, solamente el Gran Noble, estuvo todas las noches en su puesto tocando con su cabeza los cielos y las estrellas.
Me acuerdo y merece escribirse, que una vez Don Marco deseó burlar a Colón, diciéndole: Don Cristopher, estás borracho, borracho de las estrellas! El nos miró con tal altura y desdén, que todos nos quedamos espantados y lo miramos con gran admiración.
Recién en septiembre, al arribar a Zaragoza, en los Yamim Noraim (10 días desde Rosh Hashaná a Kipur), las tormentas calmaron un poco; allí el mar estaba cubierto por hierbas, como un banco de arena en el centro del mar, una vista maravillosa. Así pasamos Rosh Hashaná en reposo, hasta el 30 de septiembre, que era noche de Shabat y la noche de Iom Kipur. Las aguas se calmaron y la mitad de la luna salió de su escondite para aclararnos el camino.
Tres naves navegaban con tranquilidad, como si estuvieran descansando del trabajo duro pasado. Yo, parado, con talet y voz agradable (mi voz es hermosa desde la infancia y hasta hoy, ya anciano), entono la tefila del Kol nidré y el eco se expande por la "Santa María", donde estuve. Además se sintió en la "Pinta", en la cual estuvo Don Juan de Cavariera, que cantó con gran entusiasmo la tefilá detrás de mí y también llegó a la “Niña”, donde estaba el joven marinero Rodrigo de Triana, que era el hazán y así las voces de la tefilá y los cantos de las tres naves subieron juntas hacia las alturas.
En la noche de Kipur, me llamó Don Cristopher Colón. Había perdido la esperanza, estaba sentado triste frente a sus planos sin moverse de al lado de ellos, eran diagramas de cálculo del Rabí Abraham Zacuta y eran para Colón en los viajes, como sus propios ojos.
Sentado, Colón comenzó a contarme la historia de su vida. Era de una familia pobre y los españoles no le perdonaban esto, dijo. ¿Y lo difamaron siendo judío también? Quién sabe. Súbitamente me preguntó – dime Torres, ¿es verdad que el símbolo del pueblo de Israel es la paloma? Y mi apellido es colomba ¿verdad?. Sin esperar respuesta, abrió un libro de cuero y me leyó lo que había escrito en esos días embarcado: “ Era en el día en que fueron expulsados los judíos de España por nuestro Rey Fernando, en que me dieron fuerza para buscar nuevas rutas, en la tierra antigua del mar de muerte y de oscuridad.”
Así sentados y leyendo estuvimos hasta que la parte oriental se puso plateada y nos despertamos como en un sueño. Pasaron unos cuantos días hasta llegar Sucot, donde empezó  una esperanza nueva en los marineros de origen judío. Dios mandó los primeros signos del continente: días enteros las gaviotas revoloteaban sobre las naves y las ramas flotaban a nuestro alrededor. El joven marinero Alfonso de Quier, extendió su mano y sacó del mar un ramo verde, el mismo que mandó el bendito Dios para hacer la mitzvá (obligación), costumbre en Hoshana Raba.
Por la noche de esta celebración, estando todos los marineros durmiendo, la luna tardó en aparecer. Rodrigo de Triana no podía dormir, pues es costumbre de nuestros padres estar despiertos y orando por la Salvación. Con el Libro de los Salmos en su mano, escrito en lengua de España, se encontraba sentado meldando (leyendo) en la claridad de la luna."yordei haiam ba'oniyot," (los marineros en las naves) y concluyó con "vaismehu qui itzhaqu vayinahem el mehoz hefzam" (se llenarán de alegría y risa y arribarán a la región que buscan). Continuó leyendo en hebreo con melodía, doce veces como las ”doce tribus”, la frase: " leolam Adonay debarha nitzav bashamaim" – "para siempre Dió, tu dicha parada en los sielos". Después comenzó a decir para sí: "Hosha'na !, Hosha'na “ (Sálvenos!, Sálvenos !) y sus ojos vieron luces brillando a los lejos, no era fantasía, habían arribado al continente. 
  Merece escribirse aquí en este libro, las palabras auténticas: como atacado de una locura, el Dió que mos guadre, Rodrigo corrió como un maniático, como borracho de las estrellas. Con voz extraña llamó al Capitán Cristopher: "tierra!, tierra!, Dios nos salvó, tierra! tierra, el Dio nos salvó!”.
Se despertaron los marineros de las tres naves. Todos saltaban, bailando y gritando y nosotros los hijos de Israel, yo Yoseph hijo de Halevi y mis amigos, con él (Colón), don Marco, don Bornal, don Rodrigo, don Gabriel y los marineros de Israel, Alonso de la Quier, Juan Cabariera y el grande de todos (Rodrigo de Triana), juntamos a las palabras "tierra y luz" la palabra hebrea: Hosha'na! Hosha'na!, bailamos y loamos delante del Bendito, en el corazón de los mares".

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