viernes, 3 de marzo de 2023

MUERO AL AMANECER- GESTAPO-HOLANDA 1942

 Lunes, 12 de febrero de 2018

MUERO AL AMANECER- GESTAPO-HOLANDA 1942

“Muero al amanecer”
 Octubre de 1942
(Reproducido del «Harper's Bazaar »)
Por Kees X

Esta carta sencilla y conmovedora,  la es­cribió un joven holandés de 22 años, el 27 de febrero, pocos momentos antes de ser fusilado, en unión de tres compañeros, por los alemanes.
¿Su delito? Haberse escapado de Ho­landa para reunirse a las fuerzas holande­sas en Inglaterra. Capturados los cuatro en la Francia ocupada, fueron juzgados, el 13 de febrero de 1942, por un consejo de guerra alemán, el cual los condenó, a la última pena, «por auxilio al enemigo».
_______________________________
Queridísimo  padre:
Me aflige mucho escribirte esta carta, pero no tengo más remedio que enterarte de que el consejo de guerra nos ha condenado a una pena sumamente grave.
Procura leer esta carta a solas. Ve dándole la noticia a mamá poco a poco.
Cuando te escribí mi carta anterior, el 14 de febrero, ya sabíamos que está­bamos condenados a muerte. Mas no tuve el valor de decírtelo. No quise que sufrieras con la misma incertidumbre que a nosotros nos atormentaba. En París rechazaron la solicitud de gracia que se elevó en nombre nuestro, a pesar de que teníamos tantas esperanzas de que fuera escuchada. ¡No era tan grave el delito que hablamos cometido!
He dicho incertidumbre, papá, y no miedo. Por fortuna, ninguno de noso­tros lo sentía. He rezado mucho y tengo la seguridad de que alcanzaré el con­suelo de una muerte en Cristo.
Dentro de unos instantes, a las cinco de la mañana, terminará todo. Y no me parece tan horrible. Al fin v al cabo, es cosa de un momento en seguida, estaré con Dios... y se habrán acabado las miserias y la tristeza de esta tierra. ¿Verdad que no es tan terrible el trán­sito ?
Por el contrario ¡qué hermoso es des­cansar en el poder del Señor! Dios nos ha prometido no desampararnos, siem­pre que imploremos su auxilio. Me siento tan cerca de Dios, que estoy pronto a morir. Ojalá que el saberlo te sirva de consuelo.
Sé muy bien que es algo espantoso. ¡Somos tan jóvenes! Pero Dios ve lo justo de nuestra causa. Creo que será más duro para tí que para mí. Yo le he confesado todos mis pecados a Dios v estoy tranquilo. No te aflijas: pon tu confianza en Dios, y pídele que te dé fuerzas.
Mamá, madre queridísima, quisiera abrazarte. Perdóname si en algo te he faltado. No llores, mamá de mi alma. Ten valor. Piensa que te quedan otros hijos,      y que, en cambio, señora de L. no le queda ninguno. Estoy seguro de que los volveré a ver a todos. Recibe un último beso muy ca­riñoso de tu hijo Kees.
Papá: perdóname tú también. Yo sé que tienes fe como mamá. No te pongas triste... dale gracias a Dios porque nos ha concedido su gracia. No digas: «con­tigo, hijo, se fueron para siempre nues­tra paz y nuestra alegría». Piensa que no he hecho sino dar mi vida por la patria, como la están dando tantos otros ahora mismo. Dame un último abrazo. ¡Que se cumpla las voluntad de Dios!.
 Jan, Bep, El, Fien: un saludo para todos. Que sean fuertes y le pidan á Dios conformidad. Crean en El, y El hará que todo les salga bien. Sean buenos con papá y mamá. Reciban mu­chos besos de su hermano Kees. Salu­den de mi parte a mis hermanitos y hermanitas. Ellos tal vez no compren­dan todavía lo que pasa; pero de todos modos enséñenles también a creer.
Saluden a todos, de parte de nosotros cuatro. Gracias a todos por los favores que les debo.
No nos falta el valor. Que no les falte a ustedes tampoco. Nos podrán despojar sólo de los cuerpos. Nuestras almas están en las manos de Dios. Ese debe ser un gran consuelo.
Adiós... hasta que nos volvamos a ver juntos en una reunión más feliz.   Que Dios los bendiga a todos.
No sientan odio. Yo muero sin odiar a nadie. Es Dios quien todo lo gobierna y dispone.

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