Lunes, 15 de febrero de 2016
EL VARON VESTIDO DE BLANCO Y LA GUERRA DEL YOM KIPPUR (2)
Por ABRAAO DE ALMEIDA
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El sorprendente resultado de las guerras árabe-israelíes no puede ser atribuido solamente al adiestramiento riguroso
de los batallones y a la eficiencia de las armas de Israel. En la guerra
del Yom Kippur, por ejemplo, solamente Egipto lanzó
700 mil hombres a la batalla, además de 2.500 tanques, 650 aviones y
150 baterías de proyectiles antiaéreos. Y a pesar
de todo ese gigantesco aparato militar, fueron duramente batidos.
Teniendo en cuenta todo el esfuerzo bélico de los árabes, además del factor
sorpresa, mucha gente afirmó que solamente un milagro podría salvar a Israel. Y
ese milagro sucedió.
En 1967, el minúsculo estado judío, con una población de solamente 2,5 millones de habitantes, reaccionó al ataque de poderosos ejércitos adiestrados, de una coligación de varios países habitados por cerca de 110 millones de personas. Antes de esa guerra, el optimismo de los árabes era evidente y sus jefes lo manifestaban en sus discursos. Nasser, en su discurso del 29 de mayo de aquel año, es decir, una semana antes del comienzo del conflicto, afirmó solemnemente:
"El pueblo árabe quiere luchar. Esperamos el día propicio para estar plenamente preparados... Ahora nos sentimos bastante fuertes y, si nos lanzamos a la batalla contra Israel, Dios nos ayudará y hemos de triunfar. Con esta seguridad decidimos dar los pasos actuales _" (1) "Hemos llegado al punto culminante de la guerra"' alardeaba la radio del Cairo. La radio de Aman advirtió a los israelitas: 'Es mejor huir ahora, antes de que lleguemos. Ustedes saben cómo ejercen su venganza los árabes. Los matarán a todos ustedes; por lo tanto, es mejor que abandonen el país ahora, mientras les queda tiempo." (6)
Nada de eso sucedió. Aluf Shlomo Goren, capellán principal del ejército israelí, escribió una oración para que los soldados judíos la recitaran antes de comenzar los combates. Dicha oración se basaba, entre otros, en los siguientes pasajes bíblicos: "Oye, Israel, vosotros os juntáis hoy en batalla contra vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no temáis, ni os azoréis, ni tampoco os desalentéis delante de ellos; porque Jehová vuestro Dios va con vosotros, para pelear por vosotros contra vuestros enemigos, para salvaron" (Deuteronomio 20:3, 4). "Disputa, oh Jehová, con los que contra mi contienden; pelea contra los que me combaten. Echa mano al escudo y al pavés, y levántate en mi ayuda..." (Salmo 35:1, 2). 'porque he aquí que rugen tus enemigos, y los que te aborrecen alzan la cabeza. Contra tu pueblo han consultado astuta y secretamente, y han entrado en consejo contra tus protegidos" (Salmo 83:2, 3). Los judíos salieron victoriosos, y muchos de ellos volvieron de los campos de batalla convertidos y relatando los milagros que habían visto con sus propios ojos. Un periódico cristiano de Jerusalén publicó algunos de estos milagros, haciendo énfasis en el hecho de que, de manera extraña e inexplicable, centenares de tanques y de cañones enemigos ni siquiera llegaron a entrar en acción; muchos aviones de combate egipcios no estaban preparados, a pesar de la alerta total; el radar no funcionaba debidamente y, a veces, la alarma de los ataques aéreos sólo se escuchaba cuando las fortalezas voladoras de Israel ya habían alcanzado sus objetivos y regresaban ilesas a sus bases.
Muchos soldados contaron que, en situaciones difíciles, cuando ya se había perdido toda esperanza de sobrevivir, "un varón vestido de blanco apareció por algunos segundos entre las líneas, y los egipcios, tomados de repentino asombro, huyeron en desbandada".
"En Sharm-el-Sheik, dos paracaidistas israelíes se dieron cuenta de que abajo les esperaba un enorme tanque egipcio del cual sobresalían las cabezas de dos soldados. '¿Por qué es que ellos no nos matan? pensé yo. '¿0 será una emboscada? Pero ¿por qué hacer una emboscada si nos ven perfectamente? Mi camarada y yo nos movíamos lentamente, cuidadosamente, en dirección al tanque — pero los dos soldados que lo tripulaban ni se movían; parecían estar rígidos. ¿Qué será? ¿Qué sucedió? Contamos dieciocho soldados egipcios dentro de aquel tanque, y todos ellos estaban vivos y saludables — ¡y todos ellos levantaron sus armas en señal de rendición ! El tanque estaba lleno de armas, cañones cargados y listos a sembrar la muerte y la destrucción. Preguntamos á los soldados por qué fue que no dispararon. 'No lo podemos explicar', nos respondieron ellos. 'Cuando vimos a los soldados israelíes, nuestras manos sé quedaron paralizadas —no pudimos mover los dedos— y un miedo terrible se apoderó de nosotros" Y eso es todo.
En 1967, el minúsculo estado judío, con una población de solamente 2,5 millones de habitantes, reaccionó al ataque de poderosos ejércitos adiestrados, de una coligación de varios países habitados por cerca de 110 millones de personas. Antes de esa guerra, el optimismo de los árabes era evidente y sus jefes lo manifestaban en sus discursos. Nasser, en su discurso del 29 de mayo de aquel año, es decir, una semana antes del comienzo del conflicto, afirmó solemnemente:
"El pueblo árabe quiere luchar. Esperamos el día propicio para estar plenamente preparados... Ahora nos sentimos bastante fuertes y, si nos lanzamos a la batalla contra Israel, Dios nos ayudará y hemos de triunfar. Con esta seguridad decidimos dar los pasos actuales _" (1) "Hemos llegado al punto culminante de la guerra"' alardeaba la radio del Cairo. La radio de Aman advirtió a los israelitas: 'Es mejor huir ahora, antes de que lleguemos. Ustedes saben cómo ejercen su venganza los árabes. Los matarán a todos ustedes; por lo tanto, es mejor que abandonen el país ahora, mientras les queda tiempo." (6)
Nada de eso sucedió. Aluf Shlomo Goren, capellán principal del ejército israelí, escribió una oración para que los soldados judíos la recitaran antes de comenzar los combates. Dicha oración se basaba, entre otros, en los siguientes pasajes bíblicos: "Oye, Israel, vosotros os juntáis hoy en batalla contra vuestros enemigos; no desmaye vuestro corazón, no temáis, ni os azoréis, ni tampoco os desalentéis delante de ellos; porque Jehová vuestro Dios va con vosotros, para pelear por vosotros contra vuestros enemigos, para salvaron" (Deuteronomio 20:3, 4). "Disputa, oh Jehová, con los que contra mi contienden; pelea contra los que me combaten. Echa mano al escudo y al pavés, y levántate en mi ayuda..." (Salmo 35:1, 2). 'porque he aquí que rugen tus enemigos, y los que te aborrecen alzan la cabeza. Contra tu pueblo han consultado astuta y secretamente, y han entrado en consejo contra tus protegidos" (Salmo 83:2, 3). Los judíos salieron victoriosos, y muchos de ellos volvieron de los campos de batalla convertidos y relatando los milagros que habían visto con sus propios ojos. Un periódico cristiano de Jerusalén publicó algunos de estos milagros, haciendo énfasis en el hecho de que, de manera extraña e inexplicable, centenares de tanques y de cañones enemigos ni siquiera llegaron a entrar en acción; muchos aviones de combate egipcios no estaban preparados, a pesar de la alerta total; el radar no funcionaba debidamente y, a veces, la alarma de los ataques aéreos sólo se escuchaba cuando las fortalezas voladoras de Israel ya habían alcanzado sus objetivos y regresaban ilesas a sus bases.
Muchos soldados contaron que, en situaciones difíciles, cuando ya se había perdido toda esperanza de sobrevivir, "un varón vestido de blanco apareció por algunos segundos entre las líneas, y los egipcios, tomados de repentino asombro, huyeron en desbandada".
"En Sharm-el-Sheik, dos paracaidistas israelíes se dieron cuenta de que abajo les esperaba un enorme tanque egipcio del cual sobresalían las cabezas de dos soldados. '¿Por qué es que ellos no nos matan? pensé yo. '¿0 será una emboscada? Pero ¿por qué hacer una emboscada si nos ven perfectamente? Mi camarada y yo nos movíamos lentamente, cuidadosamente, en dirección al tanque — pero los dos soldados que lo tripulaban ni se movían; parecían estar rígidos. ¿Qué será? ¿Qué sucedió? Contamos dieciocho soldados egipcios dentro de aquel tanque, y todos ellos estaban vivos y saludables — ¡y todos ellos levantaron sus armas en señal de rendición ! El tanque estaba lleno de armas, cañones cargados y listos a sembrar la muerte y la destrucción. Preguntamos á los soldados por qué fue que no dispararon. 'No lo podemos explicar', nos respondieron ellos. 'Cuando vimos a los soldados israelíes, nuestras manos sé quedaron paralizadas —no pudimos mover los dedos— y un miedo terrible se apoderó de nosotros" Y eso es todo.
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