Viernes, 1 de julio de 2016
HEROISMO CANINO - "¡Confíen en ella!"
PERROS TRABAJANDO
Por Merrily Weisbord y la veterinaria KIM KACHANOFF
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"¡Confíen en
ella!"
ZOAGLI, ITALIA.
El tiempo es cálido y despejado en la Riviera
italiana, pero, mar adentro, un fuerte viento proveniente del golfo de Tigullio ha empezado
a encrespar la superficie del
mar.
Mas, una perra terranova grande y negra, y su amo,
Ferruccio Pilenga, escudriñan el
horizonte y ven una flotilla de
coloridos veleros que se
acercan al puerto. En las aguas agitadas, los tripulantes de uno de ellos luchan desesperadamente contra el
viento, que los va arrastrando hacia
las traicioneras rocas del lado exterior
del rompeolas.
Pilenga y su peluda compañera se preparan
para entrar en acción. Mas es
una perra salvavidas, como lo son desde hace siglos muchos canes de su raza.
Para cumplir con su
misión está
provista de anchas patas Palmeadas que le sirven para nadar, una cola fuerte que hace las veces de timón y un denso pelaje que la protege incluso de las aguas heladas de Terranova,
la isla canadiense de donde es
originaria.
Los terranovas son de talla grande, llegan a pesar hasta 70 kilos y nadan con
tal fuerza que pueden remolcar
embarcaciones. Desde hace decenios que
acompañan a los pescadores
canadienses y los ayudan en sus faenas:
extender las redes en el agua, llevar las
amarras al atracadero y arrastrar carros cargados con la pesca del día.
Pilenga sube a gatas por las resbalosas rocas y Mas lo sigue, ladrando con entusiasmo. Al llegar a la punta del
rompeolas, ambos se zambullen y
nadan hacia el velero en peligro.
Mientras la perra se acerca a los jóvenes marineros, Pilenga les grita para hacerse oír entre el clamor del oleaje:
—¡Échenle la cuerda a la perra!
Pero ellos se quedan pensándolo, temerosos
de que el animal no pueda
atraparla.
—¡Confíen en ella! —insiste Pilenga, señalando a Mas, que se mantiene hábilmente a flote entre las rompientes.
Por fin los tripulantes arrojan la cuerda y Mas la aferra con los dientes. A
la orden de Pilenga de nadar rumbo a mar abierto, la perra empieza a mover las patas a manera de remos y la embarcación vira poco a poco. Las velas se hinchan, el mástil cruje y el velero se aleja de los escollos. Cumplida la misión, Mas
vuelve nadando junto a su amo.
Desde que era cachorra ha dado muestras
del instinto de salvamento y la
pasión por el trabajo que caracterizan a los de su raza. Los terranovas son perros amables y leales, gigantes mansos cuyo único defecto quizá sea
su tendencia a sacar del agua a quien se encuentre en ella, esté o no
en peligro. Sin embargo, este
instinto les confiere un valor inestimable
para la humanidad.
Hace tiempo que los terranovas forman parte de las patrullas salvavidas de las costas inglesas, y en
Francia también se estiman sus
cualidades desde antiguo.
Se cuenta incluso que en cierta ocasión
un terranova salvó a Napoleón de ahogarse.
Los italianos tenían poca experiencia en el
manejo de esta raza hasta que, en 1989, Pilenga inauguró su escuela de perros salvavidas. Algunos
adiestradores de otros países echan a los animales al agua solos, "pero en nuestra escuela",
explica Pilenga con una sonrisa,
"primero echamos al dueño y
después al perro. Nuestros animales no
hacen nada sin que sus amos lo hayan hecho antes. Así es como se fomenta la confianza entre ambos".
A Mas la adiestraron
poniéndola a realizar
tareas cada vez más complicadas en el agua: saltar desde muelles de gran altura, rescatar a una persona que se está ahogando
entre las rompientes de un litoral rocoso, nadar un kilómetro y medio hasta un
náufrago y rescatarlo, y remolcar embarcaciones.
Su proeza más sonada la realizó en Venecia, cuando la guardia costera italiana accedió a someterla a prueba.
Mientras un guardia hacía como que se ahogaba, Mas saltó de una lancha de motor en movimiento para
salvarlo, lo que le valió la acreditación oficial tanto de la guardia costera
como de la capitanía de puerto.
No obstante, poco después, en 1994, superó
esta hazaña con otra aún más atrevida. Muchas brigadas de salvamento utilizan helicópteros por
su gran maniobrabilidad en sitios de difícil acceso, pero no habían considerado la posibilidad de admitir
perros entre sus miembros hasta que Pilenga propuso a Mas como voluntaria.
Al principio del adiestramiento, los descolgaban juntos del
helicóptero con un cable, pero en una ocasión los pusieron en un aparato sin cable
y les asignaron la misión de saltar
desde unos tres metros y medio de altura al río Ticino.
"Mas saltó antes que yo sin vacilar ni un segundo", recuerda
Pilenga. Fue impresionante ver a semejante perrazo arrojarse de la aeronave y caer al agua. Lo hizo con tal decisión y
acudió al rescate tan hábil y rápidamente, que los escépticos terminaron por
convencerse.
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