miércoles, 15 de marzo de 2023

PERROS TRABAJANDO

 Viernes, 1 de julio de 2016

HEROISMO CANINO - "¡Confíen en ella!"

PERROS TRABAJANDO
Por Merrily Weisbord y la veterinaria KIM KACHANOFF

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 "¡Confíen en ella!"
ZOAGLI, ITALIA. El tiempo es cálido y despejado en la Ri­viera italiana, pero, mar adentro, un fuerte viento proveniente del golfo de Tigullio ha empezado a encrespar la superficie del mar.
Mas, una perra terranova grande y negra, y su amo, Ferruccio Pilen­ga, escudriñan el horizonte y ven una flotilla de coloridos veleros que se acercan al puerto. En las aguas agitadas, los tripulantes de uno de ellos luchan desesperadamente con­tra el viento, que los va arrastrando hacia las traicioneras rocas del lado exterior del rompeolas.
Pilenga y su peluda compañera se preparan para entrar en acción. Mas es una perra salvavidas, como lo son desde hace siglos muchos canes de su raza. Para cumplir con  su misión está provista de anchas patas Palmeadas que le sirven para nadar, una cola fuerte que hace las veces de timón y un denso pelaje que la pro­tege incluso de las aguas heladas de Terranova, la isla canadiense de donde es originaria.
Los terranovas son de talla gran­de, llegan a pesar hasta 70 kilos y na­dan con tal fuerza que pueden re­molcar embarcaciones. Desde hace decenios que acompañan a los pes­cadores canadienses y los ayudan en sus faenas: extender las redes en el agua, llevar las amarras al atracade­ro y arrastrar carros cargados con la pesca del día.
Pilenga sube a gatas por las resba­losas rocas y Mas lo sigue, ladrando con entusiasmo. Al llegar a la punta del rompeolas, ambos se zambullen y nadan hacia el velero en peligro.
Mientras la perra se acerca a los jóvenes marineros, Pilenga les grita para hacerse oír entre el clamor del oleaje:
—¡Échenle la cuerda a la perra!
Pero ellos se quedan pensándolo, temerosos de que el animal no pue­da atraparla.
¡Confíen en ella! —insiste Pi­lenga, señalando a Mas, que se man­tiene hábilmente a flote entre las rompientes.
Por fin los tripulantes arrojan la cuerda y Mas la aferra con los dien­tes. A la orden de Pilenga de nadar rumbo a mar abierto, la perra em­pieza a mover las patas a manera de remos y la embarcación vira poco a poco. Las velas se hinchan, el mástil cruje y el velero se aleja de los esco­llos. Cumplida la misión, Mas vuel­ve nadando junto a su amo.
Desde que era cachorra ha dado muestras del instinto de salvamento y la pasión por el trabajo que carac­terizan a los de su raza. Los terra­novas son perros amables y leales, gigantes mansos cuyo único defecto quizá sea su tendencia a sacar del agua a quien se encuentre en ella, esté o no en peligro. Sin embargo, este instinto les confiere un valor inestimable para la   humanidad.
Hace tiempo que los terranovas for­man parte de las pa­trullas salvavidas de las costas inglesas, y en Francia también se estiman sus cuali­dades desde antiguo.
Se cuenta incluso  que en cierta ocasión un terranova salvó a Napoleón de ahogarse.
Los italianos tenían poca expe­riencia en el manejo de esta raza hasta que, en 1989, Pilenga inaugu­ró su escuela de perros salvavidas. Algunos adiestradores de otros paí­ses echan a los animales al agua solos, "pero en nuestra escuela", ex­plica Pilenga con una sonrisa, "pri­mero echamos al dueño y después al perro. Nuestros animales no hacen nada sin que sus amos lo hayan he­cho antes. Así es como se fomenta la confianza entre ambos".
A Mas la adiestraron poniéndola a realizar tareas cada vez más complicadas en el agua: saltar desde  muelles de gran altura, rescatar a una persona que se está ahogando entre las rompientes de un litoral ro­coso, nadar un kilómetro y medio hasta un náufrago y rescatarlo, y re­molcar embarcaciones.
Su proeza más sonada la realizó en Venecia, cuando la guardia coste­ra italiana accedió a someterla a prueba. Mientras un guardia hacía como que se ahogaba, Mas saltó de una lancha de motor en movimien­to para salvarlo, lo que le valió la acreditación oficial tanto de la guar­dia costera como de la capitanía de puerto.
No obstante, poco después, en 1994, superó esta hazaña con otra aún más atrevida. Muchas brigadas de salvamento utilizan helicópteros por su gran maniobrabilidad en si­tios de difícil acceso, pero no habían considerado la posibilidad de admi­tir perros entre sus miembros hasta que Pilenga propuso a Mas como voluntaria.
Al principio del adiestramiento, los descolgaban juntos del helicóp­tero con un cable, pero en una oca­sión los pusieron en un aparato sin cable y les asignaron la misión de saltar desde unos tres metros y me­dio de altura al río Ticino.
"Mas saltó antes que yo sin vacilar ni un segundo", recuerda Pilenga. Fue impresionante ver a semejante perrazo arrojarse de la aeronave y caer al agua. Lo hizo con tal deci­sión y acudió al rescate tan hábil y rápidamente, que los escépticos ter­minaron por convencerse.

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